Alex

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CAPÍTULO 29

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CAPÍTULO 29

 

 

Dos meses.

 

-Em –la voz de Jem llamó su atención. Y se giró para ver que él venía corriendo por el pasillo, hacia ella. Aguardó con paciencia a que estuvieran a la misma altura y finalmente, él le sonrió-. Hola –la saludó, rodeándola con sus brazos por un breve momento. Y Emily no hizo nada por apartarlo, porque hacía que se sintiera ligeramente reconfortada. Y lo necesitaba, más de lo que quería admitir.

Se esforzó en mostrarle una sonrisa, cuando se separaron, a pesar de que siempre le resultaba extremadamente difícil. Además, aun se sentía increíblemente avergonzada por aquella noche, un mes atrás,  en que le había dicho como se sentía. En que prácticamente le había confesado que seguía estúpidamente enamorada de un hombre que claramente nunca la quiso.

Había sido su culpa, por beber tanto alcohol y descontrolarse. Por hacer cosas que nunca hacía. Pero todo comenzó con Alex. Él era el culpable de que ella estuviera tan descontrolada y perdida. Él era el culpable por haberse ido.

Aun así, se sentía un tanto más tranquila. Y es que, dejar salir todo aquello que se intentaba guardar, había logrado disminuir ligeramente la presión en su pecho.

Y Jem no había dicho nada, luego de aquella noche.  Había hecho alguna que otra pregunta, que claramente iba a dirigida a conseguir esas respuestas que ella no le había dado, pero Emily no había podido contestar, al menos no completamente, de todas formas. Y él no la había presionado a contárselo.

Por ello, Emily estaba increíblemente agradecida.

-Hola, Jem –lo saludó, cuando se dio cuenta de que llevaba bastante tiempo sin contestar.

-Me preguntaba si podrías ayudarme con Biología –dijo él, casualmente. Aunque Emily sentía… o sabía, más bien, que buscaba distraerla, de la manera más sutil que encontraba–. Sé que es un curso que se te da bastante bien y pues necesito la ayuda -finalizó, rascándose la base del cuello, nerviosamente y mirando al suelo, mientras esperaba a que ella contestara.

Biología, su curso fuerte. El que más entendía. Pero en los pasados dos meses prácticamente no había prestado atención en clase, no le había interesado nada, incluso no le interesaba ahora.

Pero quizás esa fuera una oportunidad para reforzar el curso y subir sus notas, seguir adelante con su vida, como Lilian le había dicho.

Después de todo, no podía seguir sufriendo como lo hacía. Habían pasado dos meses ya, Alex debía estar saliendo con alguna otra chica ya, viéndose que  ella no significó nada para él.

Si él no la quería, ella no tenía por qué seguir pensando en él.

Y, a pesar de que quiso que aquellas palabras la convencieran, sabía que no lo habían logrado. Nunca lo hacían.

-No he prestado mucha atención, últimamente –confesó, cogiendo sus libros con fuerza contra su pecho, en un intento por sentirse reguardada de todo aquello que le hacía daño o que podía hacer del daño mucho peor–. Pero claro, me encantaría –aceptó, cuando vio el rostro de Jem caer, ligeramente. Entonces, cuando vio que él volvía a sonreír ampliamente, por su respuesta, se encogió de hombros-. De paso que refuerzo un poco el curso –murmuró, más para sí misma que para él.

Y es que, nuevamente estaba intentando convencerse a sí misma. Diablos, daba la impresión de que aquello era lo único que hacía, recientemente-

Jem le mostró una amplia sonrisa y se inclinó, de un momento a otro, para dejar un suave beso en su mejilla. Lo cual la sobresaltó, pero intentó no dejarlo notar, sonriéndole de regreso.

-Eres la mejor, princesa –lo escuchó decir, vagamente. Y es que, su mente había viajado a otro lado, de pronto. Donde antes había estado Jem, alejándose de espaldas a ella, ahora estaba Alex, dejándola, como lo había hecho un par de meses atrás. Entonces, cuando se giró, para agregar algo más, el rostro de Jem volvió a aparecer y Emily se vio traída abruptamente a la realidad-. ¡Nos vemos en la salida! –gritó sobre su hombro, mirando hacia ella y luego prosiguió su camino.

Emily suspiró.

Podía hacerlo. Podía seguir adelante. Jem y Lilian estaban intentando ayudarla, claro está. Así que ella tenía que poner de su parte, también.

Las cosas tenían que ir mejor ahora.

-¿En la salida? –escuchó la voz de Lilian, de pronto.

Emily intentó ignorar como su corazón había saltado ante el susto y se encogió de hombros.

-Me pidió ayuda para biología –replicó, lo más tranquilamente que pudo. Después de todo, aquel era un paso increíblemente grande para ella–. Lo ayudaré a estudiar –explicó, finalmente.

Lilian frunció el ceño, por un breve momento y luego arqueó una ceja.

-¿Jem necesita ayuda en biología? –preguntó, aparentemente extrañada y Emily frunció el ceño, entonces-. Oh, claro. Claro –dijo Lilian, de pronto, antes de que Emily tuviera oportunidad de preguntarle a que exactamente se refería-. Ha bajado algunas de sus notas. Realmente te necesita –dijo, rápidamente, asintiendo sin parar. Emily se extrañó aún más y fue a decir algo, pero Lilian la detuvo, cuando rodeó sus hombros con un brazo para guiarla hacia  la siguiente clase que tenían-. Me alegra que Jem y tú se estén llevando bien –confesó, finalmente. Luciendo bastante aliviada–. Me alegra que tu estés bien –agregó, entonces.

Emily intentó sonreír, a pesar de que sabía de sobra, que aún estaba lejos de estar bien. Pero, al menos lo estaba intentando. ¿Cierto?

-Estoy intentando –susurró, pero el recuerdo de Alex seguía presente, haciendo que su corazón se acelerara y que se detuviera por minutos, causándole dolor. Interminable dolor.

Alex seguía en todos lados, sin importar lo que hiciera o dijera. Sin importar lo que intentara.

-Todo estará bien –le aseguró Lilian, frotando su espalda en lo que se suponía, era un gesto reconfortante. Pero no la hizo sentir para nada mejor. Nada podía lograrlo. Aunque, de hecho, si había algo… o alguien, más bien, que podría hacerlo. Pero ese alguien ya no existía en su vida y, probablemente, nunca más lo iba a hacer–. Sólo han sido dos meses –escuchó decir a su mejor amiga, vagamente.

¿Sólo dos meses?

Aquel aparentemente mísero tiempo, se había sentido como una completa eternidad para ella. El dolor debía haberse ido ya, pero seguía ahí, haciéndole más y más daño, hundiéndola en una depresión de la cual no se sentía capaz de salir.

¿Por qué no se iba?

Y, a pesar de que se negaba a aceptarlo, sabía el motivo. Sabía la respuesta a aquella dolorosa pregunta.

Porque seguía aferrándose a él. Porque seguía aferrada a Alex. Seguía necesitándolo tanto como lo había necesitado un mes atrás y tanto como lo había necesitado incluso cuando estaban juntos.

-Eso espero –logró susurrar, mientras ingresaban a su siguiente clase.

Pero ella sabía, muy en el fondo, que aquello era lo único que podía hacer.

Esperar a que el dolor se fuera.

Así que dejó las horas pasar, mientras las clases comenzaban y terminaban, en un abrir y cerrar de ojos, frente a ella. A penas había estado consciente de algo, durante todo el día, hasta que se encontró a sí misma en su casillero, nuevamente, guardando sus libros para el siguiente día.

Lilian se había ido rápidamente, diciendo que no quería entrometerse en su cita de estudios con Jem. ¿Cita de estudios? ¿Acaso eso existía?

Emily simplemente se había encogido de hombros y había continuado con lo suyo, hasta que sintió un leve toque en su hombro, forzándola a apartar su cabeza de dentro de su casillero.

Jem la observaba, sonriente como siempre. Estaba apoyado en el casillero del costado, con los brazos cruzados y un ligero brillo en sus ojos, que Emily rogó a todos los cielos que no estuviera ahí, por ella. Y es que, no quería hacerle daño. Porque, si él sentía lo que ella poco a poco había comenzado a descifrar, entonces, lamentablemente, iba a tener que romper su corazón.

Porque vamos, ¿cómo podría ella enamorarse de  alguien que no fuera Alex? Seguía estúpidamente enamorada de él, casi dos meses después de que él le hubiera dicho que ella no significaba nada en su vida.

-Hay una cafetería muy buena a solo unas cuadras –lo escuchó decir, mientras finalmente cerraba su casillero y comenzaba a colgarse su maleta al hombro-. Podríamos ir ahí –sugirió Jem, de pronto tomando la maleta de Emily y colgándola sobre su otro hombro.

Emily sintió sus mejillas sonrojarse, ante el gesto. Y es que, solo reforzaba más su idea de que Jem sentía algo más por ella. Y eso no le gustaba en lo más mínimo. Aún tenía esperanzas. Esperanzas de que no fuera cierto.

Emily asintió, abrazándose a sí misma, sintiendo como si necesitara protegerse de todo aquello que pudiera hacerle más daño del que ya había sufrido.

-Suena bien por mí –aceptó, mientras salían de la escuela en dirección a aquella cafetería.

Una parte de ella, esperaba que aquellas horas se pasaran a la velocidad de la luz, la otra, quería perderse en aquellas horas y olvidarse de todo que no fuera la biología… la biología y Jem.

-¿Cómo estás? –preguntó él, entonces.

Y Emily tuvo que mirar más allá, frente a ella. Repentinamente sintiendo su corazón palpitar rápidamente en su pecho, al darse cuenta de que Jem estaba preguntando, claramente, por aquello que por dos meses la había tenido tan decaída.

Intentó despejar su mente y encontrar la fuerza para contestarle, sin realmente hacerlo.

-Bien, creo –contestó, finalmente, mirando a todos lados menos hacia él.

Entonces, sus ojos localizaron un auto completamente blanco estacionado en una esquina. Tenía las lunas polarizadas, por lo cual no podía ver absolutamente nada dentro de este. Y lucía excesivamente caro. ¿Quién diablos tenía un carro así de lujoso, en aquel pequeño vecindario?

Frunció el ceño. No podría ser…

-Em –la llamó Jem, captando su atención y forzándola a mirar hacia él–. Sabes que estoy para ti, necesites lo que necesites –lo escuchó decir-. ¿De acuerdo? –preguntó, sus ojos buscando los de ella.

Y Emily le mostró una pequeña sonrisa, aún sin permitirse a sí misma, mirarlo a los ojos.

-Lo sé –contestó, lentamente–. Gracias –agregó, cuando se dio cuenta de que no había dicho absolutamente nada más.

Entonces, regresó su vista al auto blanco, pero este ya se encontraba doblando una esquina, desapareciendo inmediatamente de su visión.

Suspiró. Estaba imaginando cosas. Era un simple auto blanco. Cualquier podría tener uno así.

La cafetería no tardó en entrar en su campo de visión, algunos minutos después. Era bastante grande y parecían no haber muchas personas en el lugar.

-Aquí podremos estudiar tranquilamente –le dijo Jem, claramente cerca de su oído, pues Emily había sentido su aliento rozar su mejilla, cuando habló. ¿Cuándo se había acercado tanto?–. Y hacen un café buenísimo –agregó, cuando Emily dirigió su vista hacia él.

Se mordió el labio.

Odiaba el café.

Lo había odiado desde el momento en que Alex había salido de su vida. Y sabía que era estúpido pensar así. Odiar todo aquello que le recordara a él. Porque vamos, entonces probablemente lo odiaría todo, viéndose que todo le recordaba excesivamente a él.

Aun así, se forzó a si misma a sonreír para Jem. Y es que, él nunca dejaba de sonreír para ella. O para todo el mundo, de hecho.

-Café suena bien –replicó, de igual modo.

Él sonrió aún más ampliamente e hizo un gesto con la cabeza, para que ella guiara el camino hacia la puerta. Entonces, él la abrió para ella, dejándola pasar.

El olor a café la inundó rápidamente e inmediatamente deseó no estar en aquel lugar. Si bien es cierto, el dolor seguía sintiéndose interminable, había creído que se había comenzado a tornar más soportable. Pero este se hizo más intenso, apenas puso un pie dentro del local. Y dio un paso atrás, sin poderlo evitar, queriendo alejarse de aquello, pero se chocó con el pecho de Jem.

Sintió sus manos cogiendo sus hombros para estabilizarla, pero aquello no tenía la capacidad para estabilizar su corazón, acelerándose más de lo normal, en su pecho.

-¿Está todo bien? –preguntó, en el oído.

Su aliento rozó su mejilla. Pero no sintió nada.

¿Por qué no podía simplemente enamorarse de Jem y olvidarse de Alex?

Jem era un buen chico, que al parecer no le haría daño. Alex la había herido y ahora no estaba. Era tan simple, o así lo parecía. Simplemente tenía que enamorarse de Jem y listo, adiós dolor.

Pero no podía.

Y una pequeña parte de ella, tampoco quería hacerlo.

Se giró, entonces, porque sabía que tenía que ser fuerte y dejar de detener su vida, cuando algo le recordaba a Ale.

-Nada –le aseguró y se dio media vuelta para finalmente entrar del todo a la cafetería y buscar alguna mesa que estuviera vacía.

-Pediré un café –anunció Jem, cuando ambos finalmente estuvieron sentados frente a frente, en una mesa-. ¿Tú quieres algo? –preguntó, antes de dirigirse a la caja.

Debió haber dicho que no. Diablos, iba a decir que no. Pero no iba a permitir que Alex siguiera haciendo lo que quisiera con ella, incluso cuando ya no estaba en su vida.

-Un café cualquiera –contestó, lo más tranquilamente que pudo y Jem asintió.

Emily comenzó a buscar dinero en su maleta, pero se detuvo cuando la mano de Jem se posicionó sobre la suya, deteniéndola.

-Yo invito –dijo, mostrándole una tierna sonrisa, antes de darse media vuelta y caminar hacia la caja.

Emily suspiró, observándolo alejarse. Y finalmente decidió sacar su cuaderno de Biología. Leyó a través de las páginas en las que había escrito en las pasadas clases, pero nada parecía sonarle familiar. Todo parecía completamente sin sentido para ella.

¿Desde cuándo ella era la chica que no prestaba atención en clase? ¿Desde cuándo ella era la chica que no entendía ni la mitad de lo que estudiaba?

Resopló y dejó el cuaderno al lado, sacando el libro. Quizás ahí podría comprender algo y sacarse aquel sabor amargo de la boca, de que no sabía absolutamente nada de biología, ahora.

Nada, tampoco parecía recordar lo que había en él.

Aparentemente era Jem quien iba a tener que explicarle el curso. No ella a él.

-Aquí está tu café –lo escuchó decir, antes de ver como dejaba el vaso descartable, frente a ella.

Entonces, tomó asiento y tomó un sorbo de su propio café.

¿Cómo es que lucía tan feliz todo el tiempo? ¿Cómo lo hacía?

Emily intentó no dejar notar el hecho de que le fastidiaba que él pudiera ser tan feliz, con tanta facilidad, mientas ella no podía dejar de sufrir por algo que ya no tenía caso.

Finalmente, en un intento por desviar su atención hacia otro lado, tomó el café entre sus manos.

Era simple café.

Tenía que dejar de comportarse de aquella manera. Tenía que dejar de verse influenciada por el recuerdo de Alex.

Con aquello en la mente, tomó un sorbo y no le importó que el caliente líquido quemara su lengua en el proceso. Nada la importaba. Ningún dolor era tan grande como el que sentía cuando su mente viajaba hacia Alex.

-Gracias –dijo, intentando esbozar una pequeña sonrisa.

Jem le sonrió, como siempre lo hacía.

-Ahora –comenzó a decir, dejando su vaso a un lado, luciendo un tanto divertido-. He visto tu rostro cuando has abierto tu cuaderno –confesó, apoyando sus codos sobre la mesa, para apoyar su barbilla en sus manos-. ¿Resulta que tendré que enseñarte yo? –preguntó, finalmente.

Y Emily no pudo evitar pensar en que lucía increíblemente tierno de aquella manera.

Y se rió. Realmente se rió.

Como no lo había hecho en los pasados dos meses.

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