Alex

Alex


CAPÍTULO 31

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CAPÍTULO 31

 

 

Cuatro meses.

 

-Hoy veremos la entrevista de uno de los empresarios más exitosos del país –la profesora dijo, caminando por el aula y acercándose al computador. ¿En serio? Tenía que ser una maldita broma–. Además del más guapo y joven de todos –agregó, en voz baja, pero todo el salón la escuchó, claramente y estallaron risas escandalosas en todo el salón.

La señorita Branwell se sonrojó, pero continuó con lo suyo, en su máquina.

Era joven, también, de unos treinta y tantos años. Era bonita, alta y esbelta. Y claro, al igual que medio país, estaba terriblemente cautivada por el empresario más exitosos, joven y guapo del país.

Emily hizo una mueca, cuando en la pizarra se reflejó lo que ella estaba buscando. Un video en YouTube.

Entonces, Emily resopló. ¿En serio? ¿De verdad tenían que ver un video sobre Alexander? Había dejado de pensar en él como Alex hacía un buen tiempo. Después de todo, cuatro meses habían pasado ya y el dolor había comenzado a tornarse en enojo.

Alexander Black.

Eso escribió la profesora en el buscador y Emily se hundió aún más en su asiento. La vida no podía ser más injusta con ella. ¿Es que acaso nunca dejaría de verlo en cada maldito lado?

Sintió los ojos de Lilian perforar su sien, pero fingió no darse cuenta, porque no quería hacer de la situación mucho peor.

Ahora se encontraba en esa etapa en la que la ira había superado por un tanto al dolor. En la que, de hecho, el dolor se había convertido en ira. Hasta cierto punto, claro está. Porque dolor seguía habiendo. Y parecía no disminuir nunca.

¿Para qué tenían que mirar aquella entrevista de todas formas?

Entonces, como si la profesora hubiera leído su mente, comenzó a explicar los motivos.

-Verán esta entrevista porque para el próximo mes, me presentarán un ensayo de mil quinientas palabras expliquen de qué manera ustedes llegarían a donde este hombre ha llegado –explicó, sus ojos fijos en la pantalla de su computadora, mientras buscaba entre la infinidad de videos que había escogido el buscador, la dichosa entrevista.

Resopló.

¿Por qué tenía que ser justamente sobre ese hombre?

Entonces, la profesora, nuevamente le contestó. ¿Es que acaso estaba diciendo sus pensamientos en voz alta?

-Será sobre Alexander Black porque es joven y ha llegado a donde está de manera muy rápida y eficaz –continuó con su explicación, como si estuviera hablando de algún antiguo e importante personaje de la historia-. También quiero que expliquen porque creen que llegó tan lejos y tan rápido. ¿Cuáles fueron sus posibles métodos? Entre esas cosas –finalizó, sacudiendo su mano en el aire, antes de sonreír ampliamente, al claramente haber encontrado el video que buscaba.

Entre esas cosas.

Emily fue a reírse, pero se detuvo antes de cometer el error. Después de todo, no quería que todos los ojos del salón se vieran puestos en ella.

No pensaba hacer ese trabajo. No quería hacerlo, más bien. Y, muy probablemente, no lo iba a hacer. A menos que tuviera un motivo mayor para hacerlo, claro está.

Y es que, su madre se había estado volviendo loca debido a que ella había bajado sus notas notablemente. Emily le aseguraba que era porque seguía en shock, por su secuestro. Pero su madre no era tonta y sabía de sobra que ya era de su conocimiento el hecho de que había estado con Alex.

Temía que su paciencia fuera a llegar a un límite, pronto.

Fue regresada a la realidad cuando la profesora apagó las luces y todo el salón se quedó en silencio, mientras le daba reproducir al video.

Duraba una hora entera.

Una hora de ver a Alex.

No lo había visto hacía cuatro meses y justo ahora iba a verlo. Junto con otras veintitantas personas. Diablos. Quería irse del salón.

Y ahora, para colmo, nuevamente estaba pensando en él como Alex. Él ya no le pertenecía, nunca le había pertenecido, de hecho. No era Alex para ella, no podía serlo.

Lilian acercó su carpeta a la suya disimuladamente, de tal forma que la profesora no se dio cuenta, probablemente porque estaba demasiado ocupada concentrándose en la pizarra, atenta a la aparición del susodicho.

-¿Soy yo, o este día se está tornando demasiado extraño? –le preguntó su mejor amiga.

Emily resopló, haciendo una mueca y cruzándose de brazos, en un intento por apartar su mirada de la pantalla, que aún no había mostrado a Alexander.

-Es porque la profesora está templada de él –dijo, encogiéndose de hombros, a pesar de que el tema estaba lejos de interesarle poco. No podía negar el hecho de que seguía sintiendo algo demasiado intenso por él. Algo que aún no podía olvidar.

-Todas las chicas aquí están templadas de él –su mejor amiga la corrigió. Y estaba en lo cierto. Todas las chicas parecían terriblemente prendidas de la pizarra, incluso cuando él seguía sin aparecer.

Así que Emily miró, también. A pesar de que había estado intentando no hacerlo.

El presentador seguía hablando y aún no había señal de Alexander.

Gracias al cielo.

No estaba preparada para verlo, aún  no.

Quizás nunca.

-Si supieran… -comenzó a replicar, pero se interrumpió cuando un papelito cayó en su carpeta.

Dejó que sus ojos se deslizaran hacia el lugar del que provenía el mensaje y se encontró con la enorme sonrisa de Jem, como era usual.

Le sonrió, viéndose que ahora se le hacía un tanto más sencillo hacerlo. Entonces, dirigió su vista al papelito, que ahora estaba entre sus dedos.

La abrió, finalmente, tentada a saber que le había escrito Jem.

 

Por favor dime que tú no estás templada de él como las demás

 

Emily intentó no dejar que su rostro cambiara, segura de que los ojos de Jem seguían sobre ella, mientras leía el papelito.

Si solo supiera.

 

Nop.

 

Nop. No estaba templada de él.

Estaba perdidamente enamorada de él.

Y aquello no podía quitárselo nadie, sin importar el tiempo o los hechos, nada parecía hacerlo desaparecer.

Le lanzó la notita de vuelta y observó cómo los labios de Jem se curvaban hacia arriba, cuando sus ojos se deslizaron por el papelito.

Y Emily sintió un ligero fastidio en el pecho. Aquellas tres letras. Aquella única palabra. No tenía la fuerza para hacer sonreír a una persona, de aquella manera. Y, aunque era Jem de quien estaba hablando, aun así, lucía imposible. Una parte de ella sabía el porqué. La otra, no quería hacerle caso a la vocecita que se lo dejaba saber.

-Ahí esta –escuchó, de pronto.

Sus ojos regresaron a la pantalla, de inmediato, sin que lo pudiera evitar. Su corazón comenzó a latir a mil por hora.

Y ahí estaba él. Una sonrisa en su rostro, esa con la que la enamoró poco a poco. Esa con la que se metió bajo su piel, lentamente.

Esa que ahora le dolía ver.

Sintió la ira saliendo de su cuerpo con lentitud, convirtiéndose rápidamente en dolor interminable, de nuevo.

Era hermoso. Era perfecto. Pero le había causado tanto daño.

Aparentemente a él no le había causado el mismo dolor que a ella. Pero claro, él había dejado claro que todo había sido un simple juego.

-¿Qué consideras que te ayudó a llegar donde estas ahora? –la voz del presentador le preguntó, logrando captar la atención de Emily y desaparecer sus dolorosos pensamientos, brevemente.

La cámara solo lo enfocaba a él, como si quisieran que todos lo apreciaran y vieran lo hermoso que era.

¿En serio, Emily?

Quería apartar la mirada desesperadamente, pero no podía. Estaba atrapada en los ojos celestes de Alex, que, a pesar de estar en la pizarra, parecían estar clavados en los de ella.

¿Cómo era posible que, incluso estando en otro lado, la hiciera sentir de aquella manera?

-La organización –respondió. Y fue increíblemente maravilloso volver a oír su voz, después de tantos meses. Aunque, claro está, no quería aceptárselo a sí misma–. Soy una persona muy organizada, no dejó las cosas para último minuto ni sin terminar. Me gusta tener el control sobre todas las cosas que me pertenecen –explicó, tranquilamente.

Todas las cosas que me pertenecen.

¿Acaso a ella la consideraba algo de su pertenencia? ¿Por eso la había tratado de aquella manera, sabiendo que tenía el control?

-Suena tan Christian Grey -susurró una chica por ahí, logrando que Emily regresara a la realidad.

Emily se sonrojó, a pesar de que no tenía sentido que lo hubiera hecho.

Él no era como Christian Grey. Era ligeramente demandante sí, pero solo a veces. Y también era tierno, romántico y tantas cosas más que solo le dolía recordar. Y es que, muy probablemente, todo había sido una total mentira.

Entonces, había sido así. En el pasado. Cuatro meses atrás. Cuando había estado fingiendo que sentía algo por ella.

-¿Cuál crees que ha sido una de las mayores dificultades que has tenido en tu vida? –preguntó el presentador, entonces. El salón entero pareció verse intrigado por la pregunta–. No necesariamente tiene que ser en el ámbito laboral, claro está –agregó, antes de pudiera contestar.

Y eso simplemente sirvió para que Emily prestara más atención.

Sobre todo cuando Alex, que había parecido muy seguro de sí mismo hasta hacía unos instantes, de pronto estaba medio paralizado frente a la cámara.

Sus ojos parecían perdidos en algún recuerdo.

-Por tu rostro, tengo el pequeño presentimiento de que se trata de una mujer –dijo, de pronto, el presentador.

Emily aguantó la respiración, mientras los ojos de Alex pasaban a reflejar un momentáneo dolor, que cubrió rápidamente con una sonrisa.

¿Dolor?

¿Habían sido imaginaciones suyas o realmente había visto dolor en los ojos de Alex?

¿O es que acaso era una mentira más, para alimentar la emoción del público?

-Podría ser –respondió, finalmente.

-Diablos –escupió Lilian a su derecha y Emily sintió la extraña necesidad de reírse, pero no lo hizo, gracias al cielo.

-Cállate –espetó, prestando atención nuevamente.

Y es que, por mucho que sabía que debía ser otra mentira más, no podía evitar quedarse completamente prendida a la entrevista, su corazón deseando que confesara alguna cosa más.

Los ojos de Emily se deslizaron por el salón, momentáneamente, viéndose que el presentador se había quedado completamente callado, antes sus palabras. La profesora estaba observando con asombro la pantalla, al igual que todas las chicas.

Y Emily se preguntó a si misma si tendría la misma cara de sorpresa.

-Entonces, a ti, Alexander Black, que nunca se te ha visto con una mujer públicamente, te puso en apuros una de ellas –analizó el presentador, logrando que se escucharan murmullos provenientes del público presente en la entrevista y lo mismo sucedió en el salón.

-¡Silencio! –la profesora medio gritó, sin quitar su atención de la pizarra.

Alexander miró fijamente la cámara. Sus ojos nuevamente parecían estar observando el interior de Emily. Y ella no pudo evitar mirarlo, estupefacta.

-Quizás –dejó salir, finalmente. Claramente sin ánimos de confesar nada más–. Pero no quiero hablar de mi vida privada, me parece que no he venido a esta entrevista para ello –replicó, finalmente.

Todo el salón hizo un sonido de asombro, en conjunto, viéndose que prácticamente le había dicho al presentador que no volviera a hacerle una pregunta tan personal.

Y Emily finalmente fue capaz de apartar la vista.

-Diablos –volvió a escupir Lilian y esta vez, Emily no pudo evitar soltar una carcajada.

Es decir, si a Lilian la dejaba así de sorprendida, no podía ni indicar lo sorprendida que se encontraba ella misma.

Todo el salón se giró a verla y se dio cuenta de que había cometido el error de reírse, en un salón completamente silenciado.

Tragó saliva y se puso de pie, abruptamente, sin molestarse en mirar a nadie más. Y es que, su corazón había comenzado a doler, nuevamente, en su pecho

Ya no se encontraba en la etapa de la ira.

No.

Ahora estaba de vuelta en la etapa del dolor.

Y el llanto, nuevamente subía por su garganta, haciéndola correr al baño en busca de refugio.

 

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