Alex

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Primera parte » Capítulo 2

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Hacia las once de la noche, Louis el Sobornador ha dado con el único edificio de la calle que aún cuenta con una portera en la planta baja, una rareza en París. Seducida por la elegancia de Louis, su portería se convierte en cuartel general de la policía. Al ver la talla del comandante, la mujer se enternece. La minusvalía de ese hombre le llega a lo más hondo, como sucede con los animales abandonados. Se lleva de inmediato el puño a la boca. «Dios mío. Dios mío. Dios mío». Ante semejante espectáculo, se apiada, flaquea y desfallece al pensar en su desgracia. Mira de reojo al comandante entornando dolorosamente los ojos, como si tuviera una herida abierta y compartiera su sufrimiento.

En un aparte, pregunta a Louis:

—¿Quiere que vaya a por una sillita para su jefe?

Parece que Camille hubiera encogido en ese mismo instante y que hubiera que hacer algo por ayudarlo.

—No, gracias —responde Louis el Piadoso, cerrando los ojos—. Así está bien, muchas gracias, señora.

Louis le dirige una amplia sonrisa. La portera les prepara una cafetera.

En la taza de Camille, añade una cucharada de moca.

Todos los equipos están trabajando y Camille sorbe su café bajo la mirada misericordiosa de la portera. Louis piensa, algo propio de él. Louis es un intelectual, siempre piensa. Para comprender.

—Un rescate… —propone con prudencia.

—Sexo… —dice Camille—. Locura…

Podrían hacer desfilar todas las pasiones humanas: el deseo de destruir, la posesión, la rebelión, la conquista. Uno y otro han visto muchas pasiones mortíferas y ahora se hallan en esa portería, inmóviles. Casi desocupados.

Han llevado a cabo la investigación de los alrededores, han hecho bajar a algunas personas a la calle, han reunido testimonios, rumores, opiniones de unos y otros, han llamado a puertas con la esperanza de hallar certidumbres que acto seguido se han desvanecido, y eso les ha ocupado buena parte de la noche.

Y, de momento, nada. No cabe duda de que la mujer raptada no reside en el barrio o, en todo caso, no en las cercanías del lugar del rapto. Nadie parece conocerla. Cuentan con tres descripciones que podrían ajustarse, mujeres que están de viaje, de visita o ausentes…

A Camille, nada de eso le sirve.

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