Alex

Alex


CAPÍTULO 37

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CAPÍTULO 37

 

 

-Creo que iré a buscar a Jem –dijo Lilian, de pronto-. Supongo que ya sabe lo de… -comenzó a decir, pero nunca llegó a terminar.

Y no era necesario que lo hiciera, de todas formas. Era claro que Jem ya sabía todo lo sucedido.

-Gracias –le agradeció, mostrándole una pequeña sonrisa. Lilian sabría animarlo, al menos un tanto. Jem tampoco parecía poder dejar de sonreír, cuando Lilian estaba a su alrededor–. Estaré aquí por la mañana –agregó, dándole un suave apretón a la mano de su mejor amiga.

Lilian entrecerró los ojos.

-Cuidadito, ¿eh? –dijo, alzando un dedo en el aire, para moverlo de un lado a otro-. No hagas nada que yo no haría –agregó.

Emily sintió sus mejillas calentarse y agradeció a todos los cielos que la falta de luces lo ocultara.

Si supiera…

Ya se lo contaría después, cuando estuvieran solas.

-De acuerdo –murmuró, ligeramente avergonzada.

Pero Lilian no pareció darse cuenta, pues de inmediato comenzó a hacer una pregunta.

-¿Y qué harás con tu madre? –preguntó, torciendo el gesto.

Emily, a su vez, hizo una mueca.

¿Qué diablos iba a hacer?

No tenía ni la más mínima idea. Pero no quería pensar en ello, en aquel instante. Tenía toda la noche para hacerlo, antes de regresar a casa.

Emily se encogió de hombros, a falta de una mejor respuesta.

-No quiero pensar en ella, realmente –dijo, sacudiendo la cabeza-. Mañana decidiré qué hacer –indicó.

Lilian asintió y se acercó para darle un rápido abrazo.

-Ten cuidado –repitió, mirándola a los ojos, cuando la tomó por los hombros-. ¿De acuerdo? –preguntó.

Y Emily no pudo evitar sentir que Lilian ya lo sabía absolutamente todo. Y es que, era inevitable. No podía ocultarle nada a su mejor amiga. Lilian estaba preocupada por ella. Diablos, Emily estaba preocupada por ella misma, también.

Temía que las cosas fueran a venirse abajo, una vez más. Pero había decidido confiar. E iba a aferrarse a aquella confianza, el tiempo que hiciera falta.

Sonrió y asintió, dejando un beso en la mejilla de su mejor amiga.

Sabía de sobra que estaba yéndose de su propia fiesta de cumpleaños, pero nadie podía culparla, realmente. Además, todos estaban demasiado perdidos en la música, el alcohol, los cuerpos danzando aquí y allá.

Nadie notaría su desaparición.

Observó la pantalla de su celular, sonriendo ampliamente cuando vio que finalmente eran las dos de la mañana. Y, casi instantáneamente, un nuevo mensaje apareció en su pantalla.

A Emily no le sorprendía, realmente.

Seguramente Lilian le había pasado su nuevo número a Alex, para que pudiera comunicarse con ella.

Abrió el mensaje y comprobó que se trataba de él, cuando leyó las palabras en este.

 

Se siente tan malditamente bien volver a escribirte. Estaré esperándote afuera, desesperado por tenerte entre mis brazos, una vez más. Y cuando finalmente estés conmigo de nuevo, en mi casa, en mi habitación, voy a hacer contigo todo lo que siempre he soñado.

 

Emily tragó saliva, sintiendo sus mejillas calentarse, de inmediato. Ahí estaba de nuevo, su usual facilidad con las palabras. Su usual facilidad por hacerla sonrojar y sentir cosas que nunca antes había sentido.

De hecho, una extraña sensación se estableció en la parte baja de su abdomen, de solo recordar la forma en que el cuerpo de Alex se había movido contra el suyo, hacía tan solo algunas horas.

Era extraño de decir, pero aún podía sentirlo, con cada paso que daba. Y aquello, también servía para hacerla recordar absolutamente cada pequeño detalle del tiempo que habían pasado juntos.

Salió de la casa y é ya se encontraba estacionado al frente, apoyado sobre aquel auto blanco que había estado persiguiéndola por meses. No pudo evitar sonreír. No le sorprendía, realmente. Sabía de sobra -había sido claro, desde el primer momento- que él había comprado ese auto con la finalidad de que ella no se percatara.

Aunque lo había hecho, de más no está decirlo.

Su sonrisa se ensanchó cuando lo vio alzar la vista hacia ella. Y es que seguía luciendo tan dolorosamente hermoso. Nunca iba a acostumbrarse a la belleza que parecía deslumbrar.

No era normal, por todos los cielos.

Aun así, inmediatamente comenzó a correr hacia él, cruzando la solitaria pista y lanzándose a sus brazos, cuando llegó hasta donde él se encontraba.

Sintió el cuerpo de Alex vibrar bajo ella, cuando chocaron y ella finalmente pudo rodear su cuello con sus brazos. Alex la envolvió con sus brazos, también y sintió sus dedos hundiéndose en su cabello, al igual que su rostro.

-Solo unas horas y te he extrañado más que nunca -lo escuchó murmurar, lentamente-. No tengo idea de cómo lo soporté por tantos meses -agregó.

Emily torció el gesto. Ella misma no sabía cómo lo había podido soportar. De hecho, recordarlo nada más, le dolía más que nada en el mundo.

-Ni yo -susurró, dejando un delicado beso en el cuello de Alex, para finalmente separarse.

Y él la dejó caer sobre sus pies, para finalmente tomar su mano en la suya.

-Andando –indicó, guiándola a la puerta del copiloto.

A Emily prácticamente le dolían las mejillas, de tanto sonreír, pero era incansable. No iba a detenerse, mientras Alex siguiera dándole motivos para hacerlo.

Él abrió la puerta para ella y la cerró en cuanto se encontró sentada en el asiento.

No hablaron en todo el camino hacia la casa de Alex. Pero el silencio era increíblemente tranquilizador y perfecto. Un silencio que hacía varios meses no disfrutaba.

Y la mano de Alex nunca soltó la de ella.

Emily no podía evitar pensar que quizás era su manera de asegurarse de que ella realmente estaba ahí y que no iba a desaparecer, de un momento a otro. Y ella no lo culpaba, para ella era exactamente igual.

Y luego, entrar a la casa de Alex, una vez más, fue algo extraño y emocionante, todo al mismo tiempo.

No había creído que fuera a pisar dentro de aquella casa, nunca más. Pero ahí estaba. Y no pensaba dejar de ir, nunca más.

El lugar lucía exactamente como ella lo recordaba. Y aun albergaba esa calidez que a ella le había gustado desde el primer momento en que estuvo ahí. El lugar le recordaba a Alex, lo cual era tonto de decir, viéndose que claramente era su propio hogar.

Pero no podía evitarlo, estaba tonta desde que Alex volvió a aparecer en su vida.

Se detuvo en la sala un momento, mirando alrededor e intentando acostumbrarse al lugar nuevamente. Estaba encantada de estar ahí de nuevo.

Y de saber que ya no se iría nunca más.

-¿Recuerdas la primera vez que viniste? –la suave pregunta deAlex la retornó a la realidad, de pronto.

Y ella se giró para mirarlo, su corazón saltando en su pecho cuando se dio cuenta de que ahora estaba parado a su lado, increíblemente cerca.

Aun así, logró mostrarle una sonrisa no tan nerviosa.

Sí, lo recuerdo –susurró, mirando hacia el lugar en el que habían estado sentados, intentando hacer la tarea de matemática de Emily. Alex se había visto increíblemente gracioso, sus enormes piernas invadiendo por completo el lugar.

-¿Recuerdas que hubo un momento, antes de irnos, en que me quedé pensando? –preguntó, entonces.

Emily sintió como el cuerpo de Alex se acercaba al suyo, mientras él daba un paso. Aun así, siguió observando hacia el mismo lugar, aquel día reproduciéndose en su mente, como si hubiera sucedido solo el día anterior.

Claro que lo recordaba. Perfectamente, de hecho. La forma en que Alex había apoyado la mano en la pared, detrás de ella, con los labios entreabiertos, completamente perdido en aquello que estaba pensando.

La forma en que la había mirado.

Había querido saber qué pensaba, en aquel instante, pero no le había preguntado, claro está. Y, al parecer, él estaba dispuesto a confesárselo, finalmente.

Emily ladeó el rostro un poco, no muy segura de porqué querría contárselo entonces.

-Claro que lo recuerdo, te fuiste a otro lado y no reaccionabas -replicó, sonriendo sin poderlo evitar, al recordar cómo había lucido perdido e increíblemente avergonzado, cuando regresó en sí.

Alex sonrió, a su vez.

-¿Sabes en qué estaba pensando? –preguntó, entonces.

Emily tragó saliva, sin saber muy bien porqué sentía que la conversación iba a tomar un giro inesperado. Su corazón había comenzado a golpetear fuertemente contra su pecho, inevitablemente.

-¿En qué estabas pensando? –preguntó, en un susurro, finalmente permitiéndose a sí misma mirarlo.

Y Alex no había perdido el tiempo, pues ya estaba frente a ella, dejando sus grandes manos caer sobre su cintura, atrayéndola hacia él, juntando sus cuerpos en todos los lugares correctos.

Aire. No entraba aire a sus pulmones. Al menos no correctamente, claro está.

La sonrisa de Alex desapareció, de pronto, seriedad apoderándose de sus facciones, inmediatamente.

-Estaba imaginando que te besaba –confesó, en un suave susurro. Estaba tan cerca de ella que sus labios rozaron los suyos, mientras hablaba–. Por primera vez -agregó, como si fuera necesario especificar que era así.

Aquel día, Emily acababa de negarle aquel primer beso, hacía solo unos minutos atrás.

-¿Cómo? –preguntó, aunque probablemente era tonto preguntarlo. Es decir, claramente no estaba preguntándole qué había imaginado, pero Alex pareció entenderlo así, pues una pequeña sonrisa apareció en sus labios y ladeó su rostro hacia donde estaba la puerta de la casa.

-Tú estabas allá –señaló, aun hablando en voz increíblemente baja-. Estabas dándome la espalda –continuó, haciendo que Emily se girara en sus brazos, para darle la espalda. Ella sintió un escalofrío recorrer su espalda, cuando sintió el aliento de Alex rozando su cuello-. Y yo cogí tu antebrazo, para girarte hacia mí -prosiguió con su explicación, haciendo que ella nuevamente se girara hacia él-. Y… -comenzó, una vez más, pero no llegó a terminar la frase, porque ya había estrellado sus labios contra los de ella.

Emily suspiró, a penas sus labios se encontraron con los de Alex.

Había estado deseando besarlo por cuatro largas horas. Había extrañado sus labios por cuatro horas. Ya. Había extrañado sus labios por meses, antes de poder rozarlos nuevamente. Y nunca sería suficiente para compensar aquel tiempo separados.

Cuando Alex posicionó sus manos en la cintura de Emily y comenzó a hacerla retroceder, ella dejó que la guiara, hasta que su espalda chocó con la pared.

Entonces, dejó que sus brazos rodearan el cuello de Alex, inmediatamente. Dejó que sus dedos se hundieran en el siempre suave cabello del amor de su vida.

El amor de su vida.

Sonaba extraño pensarlo. Pero era la pura verdad. Y amaba pensarlo así.

Lo amaba tanto que dolía.

Cayeron sobre el sofá, de pronto. Y, ¿en qué momento se habían movido hacia ahí?

Diablos. Así de buenos eran los besos de Alex. Tanto, que ni siquiera se daba cuenta de que se movían.

Alex tardó meros segundos en posicionarse entre sus piernas, dejando que sus labios rozaran la piel del cuello de Emily, mientras comenzaba a hablar de nuevo.

-Caímos aquí y seguí besándote como si la vida dependiera de ello –confesó, tranquilamente. Y Emily no pudo disfrutar suficiente de sus labios sobre su cuello, pues él se apartó de un momento a otro–. Y luego me miraste como si estuviera loco y salí de mi imaginación –finalizó, buscando su mirada. Pero Emily quería que volviera a rozar su piel con sus labios–. Lucía tan increíblemente real –susurró, entonces, dejando su frente caer sobre la de ella.

Emily cogió su rostro entre sus manos, entonces, para obligarlo a mirarla.

-Ahora es real –susurró, mostrándole una sonrisa, que le costó muchísimo esbozar, pues seguía increíblemente distraída con sus caderas, perfectamente posicionadas, entre las piernas de ella.

Alex sonrió, luciendo ligeramente perdido. Y Emily no pudo evitar pensar que, tal vez, se encontraba tan distraído como lo estaba ella.

Así que, sin más, alzó el rostro para besarlo. Y Alex no tardó en besarla de regreso, moviéndose con facilidad para alzarla en sus brazos y dirigirse hacia las escaleras, a la velocidad de la luz.

En un abrir y cerrar de ojos, estuvieron en su habitación y él se sentó en el borde de su cama, sentándola a horcajadas sobre su regazo.

Emily hundió su rostro en el cuello de Alex, cerrando los ojos con fuerza, en un intento por memorizar aquel momento, para siempre.

Porque así quería que fuera.

Para siempre.

 

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Alex estaba profundamente dormido.

Habían estado hablando por lo que parecieron horas, hasta que él finalmente había cerrado sus celestes ojos y se había quedado dormido con un brazo alrededor de Emily y su mano descansando en su cadera.

No le molestaba que se hubiera quedado dormido, siempre y cuando siguiera tocándola, recordándole que seguí ahí y que no se iría.

Emily lo observó, inevitablemente.

Guapo. Hermoso. Perfecto. Tranquilo.

Tantas cosas.

Y sólo para ella.

Ahora sí.

Para siempre.

Se levantó, a pesar de que no quería apartarse de su lado y tuvo cuidado de no despertarlo.

Dejó que sus pies descalzos la guiaran por el pasillo, sabiendo de sobra donde se estaba dirigiendo, sin poderlo evitar.

Y tan solo unos segundos después, estuvo finalmente en aquel cuarto que Alex le había “regalado” tanto tiempo atrás.

Sonrió, entonces. Regalarle una habitación. Es que él estaba demente.

Sintió frío, en cuanto entró a la habitación, pero probablemente era porque estaba usando solo su ropa interior y un polo de Alex, que le quedaba enorme, claro está.

El cuarto olía maravillosamente a libros, como lo había hecho la primera vez que había entrado ahí.

Pasó sus dedos por los libros en los estantes y cogió uno al azar, para rápidamente dirigirse al asiento enorme de Alex, pero se detuvo en seco cuando se dio cuenta de que no estaba solo el sillón de Alex.

Este había sido arrimado un tanto a la izquierda y a su lado derecho había un sillón nuevo, uno más pequeño.

Uno, claramente, para ella.

Sintió lágrimas en sus ojos, inevitablemente.

¿Cómo lograba tener detalles como aquel y hacerla sentir tantas emociones inimaginables?

¿Cuándo había comprado aquel sillón?

¿Por qué…?

-¿Te gusta? –preguntó la voz de Alex en su oído, deteniendo sus pensamientos abruptamente.

Sintió que rodeaba su cintura con sus brazos y cerró los ojos, en un último intento por detener sus lágrimas. Además de que el toque de Alex, siempre resultaba abrumador.

-¿Cuándo lo compraste? –preguntó, en un susurro, cuando supo que podía controlar su llanto.

Hubo silencio un momento.

Las lágrimas estaban por derramarse de los ojos de Emily, pero logró contenerlas, al menos hasta que él habló nuevamente.

-Era una garantía de que regresarías a mí, de que me perdonarías y seríamos felices juntos, algún día -susurró, de pronto-. Luego de… luego de ese día –continuó, lentamente, su rostro hundiéndose en el cuello de Emily, un momento, antes de que comenzar a hablar, de nuevo. Y Emily no necesitó mayor explicación, para saber que se refería a aquel día en que había terminado las cosas con ella-. Lo compré apenas te fuiste del callejón -finalizó.

Entonces Emily sí que estaba llorando. Las lágrimas se derramaron por sus mejillas, sin que pudiera hacer mucho para evitarlo. Se giró en los brazos de Alex, para hundir su rostro en su pecho y llorar sobre él.

El libro que tenía entre sus manos había caído al suelo en algún momento, pero ninguno de los dos se movió para recogerlo. Ambos se mantuvieron quietos, Emily llorando en su pecho y él manteniéndola contra sí.

-Te amo tanto, Alex –susurró, sacudiendo su cabeza, sin un motivo–. Creo que nunca había estado tan segura de algo en toda mi vida –admitió, finalmente permitiéndose a sí misma alzar la vista hacia él–. Pero estoy segura de que quiero que estés a mi lado, para siempre -finalizó.

Y Alex cogió su rostro entre sus manos, dejando su frente caer sobre la suya.

-Nunca quise hacerte daño, pequeña –susurró, dejando un beso en su frente–. Y lo lamento tanto –finalizó.

Todo había sido por culpa de su madre. Aquel dolor, no se lo había causado él.

-Está bien –susurró, sacudiendo suavemente su cabeza.

-Vayamos a la cama –le pidió, Alex, tomando sus manos y tirando de ella fuera de la habitación.

Emily lo siguió, dándole una última mirada al lugar, antes de que Alex cerrara la puerta tras ellos. Entonces, cuando estuvieron en su habitación nuevamente, él se acostó, tomándola en sus brazos y manteniéndola firmemente pegada a él.

-¿Puedo hacerte una pregunta? –preguntó Alex, pasado un momento. Emily asintió, apoyando su mejilla en su pecho y deslizando sus dedos delicadamente por su pecho. Y es que, estaba completamente despilfarrada encima de él, necesitando estar cerca, de cualquier forma en que fuera posible-. ¿Quién es ese chico con el que has estado pasando tanto tiempo? –preguntó, sin más.

Y  Emily ya lo había visto venir. Es decir, sabía de sobra que iba a preguntárselo tarde o temprano. Y, finalmente, había ganado el valor para hacerlo.

-¿Jem? –preguntó, ligeramente insegura sobre como contestar a su extraña pregunta-. ¿Él tiene algo que ver con el hecho de que has estado espiándome? –preguntó, clavando sus ojos en los de él.

Él sacudió la cabeza, una pequeña sonrisa apareciendo en sus labios, aunque lucía un tanto avergonzado.

-No te estaba espiando –replicó, dejando que su dedos se deslizaran entre los cabellos de Emily, lentamente-. Estaba asegurándome de que no te fuera a suceder nada –explicó, alzando sus ojos al techo, como si estuviera intentando recordar algo-. Si algo volvía a sucederte, por mi culpa, no me lo habría perdonado –susurró.

Emily dejó escapar un suave suspiro.

-Lo sé –admitió, porque sabía de sobra que Ales estaba protegiéndola. Quizás aquella había sido una de las señales de que la seguía amando. Quizás debió haberlo sabido. Quizás…

-¿Entonces? –Alex preguntó, regresándola al presente.

Ladeó el rostro, encogiéndose de hombros.

-Jem es solo mi amigo –contestó, finalmente.

Era cierto. Nunca lo había visto como algo más. Nunca había dejado de amar a Alex.

-Pero a él le gustabas… -comenzó a decir Alex, de inmediato-. Podía verlo en la forma en que te miraba –explicó, de inmediato-. Y yo pensé que… yo los vi y temí que… -intentó continuar, pero parecía no saber cómo hacerlo y aquello logró que Emily no pudiera apartar sus ojos de él-. Por todos los cielos, Em. No sabes lo mucho que me dolió verte abrazándolo y pensar que había algo más entre ustedes –terminó de explicar, sus brazos ajustándose alrededor de ella, claramente asustado de dejarla ir-. Sé que no era justo de pensar. Que tenías derecho a continuar con tu vida. Pero estuve tan cerca de simplemente salir y arruinar todo lo que por meses había logrado –finalizó.

Debiste haberlo hecho.

Pero aquello ya estaba en el pasado. No tenía caso seguir recordándolo. Aun así, Emily cerró los ojos, sin poder evitar el malestar en su pecho.

Así que sí había sido él a quien había visto fuera de la librería aquel día.

-Lo siento –susurró, dejando sus dedos enlazarse con los cabellos de Alex–. Él sabía que yo no quería… que no podía amar a otra persona –explicó, apoyando su mejilla sobre el pecho de Alex, aun con los ojos cerrados e intentando oír a la perfección el rápido latido de su corazón-. Sabía que solo era amistad lo que podía ofrecerle –agregó, cuando Alex se mantuvo callado.

Entonces, lo sintió dejar un suave beso en su frente, dejándolos ahí un largo momento.

-Lamento haberte hecho sentir espiada –dijo, finalmente.

Y aquello fue lo que bastó para hacer a Emily reír.

-No importa –replicó, finalmente abriendo los ojos, para poder mirarlo-. ¿Compraste un auto nuevo solo para eso? –preguntó, aquello que había estado deseando saber por meses.

Alex sonrió, nuevamente avergonzado. Y Emily no pudo evitar pensar que lucía muy tierno, sonrojándose.

-Lo compré para que no supieras que era mío –explicó, dejando que sus ojos encontraran los de ella.

Buena estrategia.

Como si aquella fuera una buena manera de esconder sus intenciones.

Rápidamente se movió, hasta estar sentada a horcajadas sobre él, con sus rodillas a ambos lados del cuerpo de Alex. Y él acomodó su cabeza en su almohada, mirándola desde abajo.

-Estás demente –susurró, dejando sus dedos deslizarse por su pecho.

¿En qué momento había vuelto a ponerse un polo?

-Siempre lo he estado –admitió él, irguiéndose de modo que quedaron frente a frente y ella seguía sentada a horcajadas sobre su regazo–. Pero por ti –agregó, en un suave susurro.

Su aliento rozó los labios de Emily, antes de que se inclinara y la besara. Pero Emily se apartó suavemente, antes de que él lograra profundizar el beso y hacerla perderse en él, una vez más.

Había una cosa más que tenían pendiente por hablar.

-¿Qué haremos con mi madre? –preguntó

Y observó cómo Alex torcía el gesto, antes de gruñir y volver a lanzarse hacia atrás, sobre su almohada.

Y aquello, inevitablemente, la hizo sonreír.

 

 

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