Alex

Alex


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Su mejor amiga tenía la vejiga más pequeña que había en el mundo. Lilian sonrió ampliamente y asintió.

-Por favooor -le rogó.

Emily se encontró a si misma riéndose.

-Bien –replicó-. Anda –aceptó-. Pero no vayas a demorarte.

Lilian asintió y le tendió su celular.

-Por si acaso –dijo, antes de salir corriendo, perdiéndose rápidamente entre las personas.

Emily resopló y miró al frente, a Starbucks. Estaba nerviosa. Si él la veía ahí, sin duda iba a creer que lo estaba siguiendo, o que había regresado para volverlo a ver. Y, de cierta forma lo había hecho, pero de ninguna manera iba a confesar aquello.

Se sintió aliviada de no verlo por ningún lado y cuando se dio cuenta de que lo estaba buscando, apartó la vista.

No. No. Y no.

Entonces, sintió un escalofrío recorrer su piel cuando el aliento tibio de alguien rozó su mejilla, viniendo desde detrás de ella. Su corazón saltó en su pecho, de inmediato.

-¿Tan ansiosa por verme de nuevo? –escuchó, en un susurro, excesivamente cerca de su oído.

Y sintió la irritación aumentar justo antes de voltear y encontrarse con aquellos ojos celestes que ahora le eran tan familiares.

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 2

 

 

-Yo, definitivamente, no he venido a verte –dijo, antes de que él se hiciera ideas tontas.

Se giró para enfrentarlo, pero se arrepintió de inmediato. Ver la perfección en vida no ayudaba a controlar su acelerado corazón. Nuevamente estaba usando traje. ¿Y que tenía con los trajes? Era un hombre elegante, aparentemente.

-No sabes mentir, Emily –dijo él, sonriendo ampliamente.

Y ella sintió un escalofrío recorrer su cuerpo cuando sus labios acariciaron su nombre. ¿Por qué tenía que causar aquel efecto en ella? Nunca le había sucedido algo como aquello.

Estaba por replicar, cuando se dio cuenta de que no sabía su nombre aun. Y se dijo a si misma que simplemente quería saberlo para poder reclamarle debidamente, pero una parte de ella sabía de sobra que en realidad quería asociar aquel hermoso rostro con un nombre.

-Yo… -comenzó, pero no supo continuar. Estaba malditamente nerviosa y aquello no le gustaba en lo más mínimo.

-Te invito a comer -dijo él, sonriendo y Emily rápidamente sacudió la cabeza.

¿Es que estaba loco?

De acuerdo, aquella pregunta ya se la había hecho varias veces, pero simplemente no podía evitarlo. No cuando él seguía diciendo cosas que no dejaban de sorprenderla.

-No gracias –replicó.

 Y se puso de pie, alejándose de él lo más rápido posible, para poder pensar con claridad, pero él no tardo en alcanzar sus pasos. ¿Cómo no iba a hacerlo si tenía piernas demasiado largas en comparación con las de ella?

-Vamos, Em –lo escuchó susurrar en su oído, enviando escalofríos por todo su cuerpo. No debía ser capaz de hacerla sentir de ese modo-. Yo sé que quieres –agregó, con diversión.

Emily se giró a mirarlo y él alzó las cejas sugestivamente, antes de que ella pudiera replicar. Ella soltó una carcajada sin poder evitarlo.

-No -repitió, aun así y se dirigió hacia los baños para buscar a Lilian.

¿Por qué cuando Lilian desaparecía para ir al baño, él tenía que hacer su irritante aparición?

-Por favor -le rogó él, rápidamente caminando delante de ella, haciendo pucheros.

Y Emily no pudo evitar pensárselo un momento, se le veía tan tierno... no. No podía permitir que él utilizara sus encantos para convencerla. Necesitaba alejarse para pensar con claridad.

-Lo siento, no salgo con extraños –replicó.

-¿Soy un extraño? -le pregunto él, llevándose una mano al pecho, aparentemente dolido con su comentario-. Eso es algo sin sentido, considerando el hecho de que estuvimos a punto de besarnos –finalizó.

Y ella lo miró boquiabierta, completamente sorprendida de que hubiera dicho aquello, sin más. Pero se repuso al instante.

-Eso fue porque no estaba preparada –fue lo único que atinó decir.

Odiaba estar tan nerviosa cuando se trataba de él.

-Ya -replicó él, en tono burlón.

Y odiaba aún más cuando él se burlaba de ella.

-¿Por qué me estas siguiendo? -le preguntó Emily, al ver que no tenía ni la más mínima idea de que más responderle.

Él sonrió.

-Te seguiré hasta que aceptes comer conmigo –contestó, tranquilamente.

Se sentía extraño caminar al lado de alguien tan alto como él. Era demasiado intimidante.

-No va a pasar... –comenzó, pero se detuvo cuando se dio cuenta de que seguía sin saber cuál era su nombre.

Maldijo para sus adentros.

-Cierto -dijo él, su sonrisa ensanchándose. Emily se detuvo y lo miró, expectante. Por mucho que no quisiera admitirlo, sentía bastante curiosidad sobre cuál sería el nombre de aquel desconocido tan guapo-. Me llamó Alexander, pero puedes decirme Alex -dijo él, después de lo que parecieron horas y alzó las cejas sugestivamente de nuevo.

Emily se rió, pero sacudió la cabeza. ¿Cómo es que lograba hacerla reír con tanta facilidad? ¿Por qué tenía que ser tan gracioso?

-De ninguna manera, Alexander –replicó, sonriendo con suficiencia.

Él hizo una mueca al oír su nombre.

-Nadie me dice Alexander –indicó.

Ella se cruzó de brazos. Sin poder evitarlo, sonrió.

-Pues parece que ya llegó quien –replicó.

Emily se dio media vuelta, dispuesta a irse, pero él la cogió del antebrazo, deteniéndola. Y su toque envió escalofríos por la espalda de Emily, haciendo que se revolviera el cerebro intentando entender el porqué de la reacción de su cuerpo. Giró el rostro hacia él y lo miró a los ojos.

Su corazón se aceleró en su pecho y maldijo para sus adentros.

¿Por qué la afectaba tanto?

-Acepta comer conmigo -dijo él, una vez más y luego agregó algo que ella no esperaba-: y te compro un libro –finalizó, finalmente dejando ir su brazo.

Entonces se quedó paralizada. Libro. Tentación. Estuvo cerca de ceder. Muy cerca.

-¿Un libro? –preguntó, intentando no lucir demasiado emocionada al respecto.

-Vamos, sé que amas leer, Em – dijo él, en un susurro e inclinándose un tanto más cerca. Em. La forma en que había dicho su nombre había logrado hacer que su corazón se acelerara. Nunca había creído que su nombre sonara tan bien hasta que lo escuchó con la voz ronca de Alex. Entonces se dio cuenta de que había comenzado a divagar y regresó su mente a lo importante. ¿Cómo sabía él que a ella le gustaba leer? Y él, como leyéndole el pensamiento, habló de nuevo-. Vi las bolsas cuando te derramé el café encima -explicó, sonriendo ampliamente.

Entonces Emily se dio cuenta de que el día anterior había estado tan distraída con el rostro perfecto de Alex que ni siquiera había recordado llevar las bolsas en sus manos cuando huía de él.

Ella se puso roja, al recordar los sucesos del día anterior, pero se lo pensó un momento, comer no era la gran cosa... si es que le daría un libro, claro está.

Resopló.

¿Qué daño podría hacer?

-Bien –aceptó, finalmente-. Pero, me compras el libro antes –agregó.

Alex alzó una ceja.

-¿Y qué me garantiza que no te irás? –preguntó.

-¿Qué me garantiza que tú me lo comprarás después? –replicó Emily, cruzándose de brazos.

Alex sonrió y se encogió de hombros.

-Yo siempre cumplo lo que digo –contestó, con tranquilidad.

Y Emily sonrió, encogiéndose de hombros, al igual que él

-Yo también –replicó.

Y con eso, se dio media vuelta y empezó a caminar hacia la librería, dejando a un estupefacto Alex detrás de ella.

 

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-Lilian, escucha... –comenzó a decir, pero su mejor amiga ya había comenzado a hablar sobre ella.

-Em, siempre que te dejo sola terminas desapareciéndote con él -la interrumpió. Y Emily rodó los ojos. A penas era la segunda vez que sucedía-. ¿Dónde estás? –exigió saber Lilian.

-Estoy en un restaurante –murmuró.

-¿¡No estás en el centro comercial?! –gritó su mejor amiga.

-¡No grites mujer! –exclamó.

Miró hacia atrás, Alex estaba sentado en la mesa y observaba el menú, con el ceño ligeramente fruncido.

¿En qué mal momento decidió aceptar aquello?

Aunque... no era tan malo. Él era condenadamente guapo, demasiado en realidad... y esa sonrisa. Sacudió la cabeza al darse cuenta por donde iban sus pensamientos. Pero, no era del todo mentira, él sí que era guapo...

-¡Emily! -oyó a su mejor amiga, a través del celular que su mejor amiga le había dejado cuando se había ido al baño.

Se sobresaltó con el grito de Lilian y se giró, apartando la vista de Alex y centrándose en su conversación de nuevo. Sintió sus mejillas calentarse, pero se esforzó por no prestarle atención al hecho.

-Lo siento –murmuró, ligeramente avergonzada.

-Estabas mirándolo toda embobada. ¿Verdad? –exigió saber su mejor amiga.

Emily se sonrojó.

-No –dijo, intentando no sonar avergonzada.

-Claro que si -canturreó Lilian-. Bueno, bueno, mejor te dejo con tu amorcito –continuó-. Avísame cuando llegues a tu casa –agregó, rápidamente.

-No es mi... –comenzó a decir Emily, pero Lilian cortó antes de que ella pudiera terminar.

Resopló y se dirigió a la mesa, guardando el celular de su mejor amiga en su bolsillo. Y ahora tenía que enfrentarse con Alex.

-Al fin -dijo él, dejando a un lado el menú-. Ya moría de hambre –comentó.

-Lo lamento –se excusó Emily, tomando asiento frente a él-. Tenía que avisarle a Lilian, si no se volvería loca –explicó.

¿Y porque estaba dándole explicaciones?

Él sonrió ampliamente. 

-He ordenado por ti, espero que no te importe –comentó, cruzando sus brazos sobre su pecho y apoyándose en el respaldar de su silla.

Fue entonces que Emily se percató de que se había retirado el saco. Su camisa azul se cernía a su cuerpo de una forma en que dejaba a la vista sus bien trabajados brazos. ¿Y porque estaba mirándolo de aquella forma de nuevo?

-¿Que has ordenado? -le preguntó, intentando apartar sus tontos pensamientos.

-Sorpresa –dijo él y apoyo los codos sobre la mesa para juntar sus manos por delante de él. El gesto fue extrañamente intimidante, de inmediato la hizo sentir pequeña-. Cuéntame algo sobre ti –le pidió, tranquilamente.

Ella sacudió la cabeza. De pronto parecía que iba a resultar ser un interrogatorio.

-No hay mucho que saber sobre mí –contestó-. Mejor habla tú –agregó.

Alex alzó una ceja, pero parecía haber una sonrisa permanente en su rostro.

-¿Por qué no mejor te hago preguntas, tú me respondes y viceversa? –preguntó, de pronto.

Emily sintió su corazón acelerarse en su pecho. ¿Por qué? Simplemente iban a ser algunas preguntas, para conocerse. ¿Cierto? ¿Qué podría salir mal?

De todas formas, Emily se lo pensó un momento. Sonaba extrañamente peligroso jugar a aquello con él.

-Contestare solo si quiero -aceptó, finalmente, alzando un dedo para enfatizar su respuesta.

¿Entonces por qué diablos estaba aceptando?

Él asintió.

-¿Tienes novio? -le preguntó, de pronto.

Emily alzo una ceja. Buena primera pregunta.

-Eso no es de tu incumbencia -le respondió, de inmediato, sintiendo sus mejillas sonrojarse.

¿A qué venía aquella pregunta?

-¿Debería tomar eso como un sí? –preguntó Alex, entonces. Y Emily, por mucho que no quería aceptarlo, pudo percibir algo en los ojos de Alex. ¿Decepción? No, imposible. ¿Por qué habría de estar decepcionado?

-No -contestó, sin poder evitarlo. ¿Realmente le estaba contestando aquello a él, cuando no era nada de su incumbencia?-. No tengo novio – dijo, finalmente.

Sip, le estaba contestando.

Él sonrió.

¿Por qué estaba sonriendo?

-Bien –dijo, volviendo a apoyarse en el respaldo de su silla-. Yo tampoco tengo una –agregó.

-De acuerdo –dijo Emily, sintiéndose aliviada... ¿Aliviada? Aparto la idea de su mente de un manotazo. Estaba loca, definitivamente.

-¿Que estás estudiando? -le preguntó él, de pronto.

¿Estudiando?Emily frunció el ceño.

-Pienso estudiar medicina –contestó, no muy segura de sí aquella era la respuesta adecuada

Cuando él frunció el ceño, supo que definitivamente no era la respuesta adecuada. Parecía sorprendido. Y el rostro de Alex pareció cambiar de una forma que ella no supo identificar.

-¿Te estás tomando un año sabático antes de empezar a estudiar? -le preguntó, entonces

Emily sintió que la conversación estaba comenzando a tomar un giro distinto.

-¿Año sabático? –preguntó.

-Ya sabes, un año de descanso después de la escuela –contestó él.

Entonces Emily no pudo evitar reírse. Alex se llevó su vaso con agua a la boca, al tiempo que ella buscaba las palabras adecuadas para replicar.

-Aún no he terminado la escuela –dijo, finalmente.

¿Es que acaso lucía tan mayor?

Alex se atragantó, de pronto y Emily abrió los ojos como platos.

-¿Qué? –lo escuchó preguntar, mientras intentaba recuperar el aire

Emily alzó una ceja ante su reacción. ¿Qué? ¿Realmente creía que ya la había terminado? ¿Tan mayor se veía?

-Dije que aun... –comenzó a repetir, pero él la interrumpió.

-Si te escuché -la cortó, un tanto bruscamente.

-¿Cuál es tu problema? -le preguntó, de pronto sintiendo el enfado crecer en su interior.

El sacudió la cabeza. De pronto parecía abrumado.

¿Por qué?

-Ninguno –respondió, pasado un momento. Y sus ojos encontraron los de ella, intimidándola rápidamente-. ¿Cuántos años tienes? -preguntó, finalmente, con una sombra de duda en su voz.

Emily no pudo evitar clavar sus ojos en los de él. Había algo en ellos que simplemente no le permitían apartar la vista.

-Dieciséis –contestó, lentamente.

Los ojos de Alex se abrieron como platos. Aquello reacción era incluso más extraña que todas las anteriores que había tenido.

¿Qué estaba sucediendo con él?

De pronto el chico seguro e intimidante parecía haber dejado caer sus barreras.

Entonces estaba riéndose y sacudiendo la cabeza.

¿Es que estaba loco o qué?

-Dios santo –murmuró.

-¿Por qué hay tanto problema con mi edad? –exigió saber Emily, enfadándose por su reacción. Quizás no fuera muy mayor, pero no entendía cuál era el problema.

Es decir, tenía que haber uno si Alex reaccionaba de aquella forma. ¿Cierto?

-No lo hay –contestó Alex, aclarándose la garganta y tirando nerviosamente de su corbata, como si estuviera demasiado ajustada, de pronto-. Sólo estoy sorprendido –comenzó a explicar-. Simplemente pensé que tenías más –finalizó.

Emily lo miró, entrecerrando los ojos. Ahora Alex parecía no querer mirarla a los ojos

-¿Y tú cuántos años tienes? –preguntó, no muy segura de sí la respuesta le iba a gustar.

Ahora que se fijaba, Alex no parecía ser muy menor que digamos. Tenía las facciones de un hombre. Definitivamente no de un adolescente.

Emily sintió su corazón acelerarse. ¿Con quién exactamente estaba comiendo?

Entonces los ojos celestes de Alex finalmente se alzaron y se clavaron en los de ella.

-Veintiséis –contestó.

Y Emily sintió el alma caerle a los pies. Estaba comiendo con un chico… corrección: hombre, diez años mayor que ella.

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 3

 

 

-Será mejor que te lleve a tú casa -dijo Alex, no mucho después.

-Pero si acabamos de llegar –protestó Emily. Por tonto que sonara, estaba pasando un buen rato. Alex no era tan malo ahora que lo conocía mejor, por mucho que fuera tan mayor y eso la asustara un tanto.

-Sí, lo sé –murmuró él-. Pero es un poco tarde –indicó.

-Son solo las cuatro –contestó Emily. ¿Era su impresión o Alex estaba ansioso por irse?

-Ya... –dijo, mirando hacia un lado, cuando volvió a mirar hacia ella, daba la apariencia de que estaba un tanto nervioso-. Es que tengo una reunión de trabajo -explicó y se señaló a sí mismo-. Diez años mayor, recuerda –agregó.

Emily se rió. Estaba bastante consciente de ello. No iba a olvidarlo nada pronto.

-Lo tengo claro, Alexander -replicó. Él hizo una mueca al oír su nombre y Emily sonrió para sus adentros, le gustaba la mueca que él hacía cuando la oía decirlo, prefería que él siguiera pensando que le decía así porque aún lo consideraba un extraño.

-Alex -la corrigió, pero ella sacudió la cabeza al igual que todas las anteriores veces.

-De acuerdo –dijo, pasado un momento y él sonrió-. Llévame a casa, Alexander –agregó y el rostro de Alex volvió a arrugarse en una mueca.

Se puso de pie y tras pagar Alex, salieron del lugar y se dirigieron al estacionamiento, donde el auto de Alex se encontraba. Y era absolutamente increíble. Era una camioneta grande, excesivamente; y negra por completo. Se detuvo para observarla un segundo, pero se recobró al instante y siguió su camino.

En realidad le asustaba un tanto. No, más bien le intimidaba ver la cantidad de dinero que tenía y lo imponente que eran tanto él como su auto. Él, más que todo. Todo él era una figura imponente que no hacía más que hacerla sentir pequeña.

Es decir, una cosa era estar acostumbrada al dinero de Lilian y otra muy diferente conocer a alguien nuevo con probablemente más dinero que su mejor amiga.

Alex le abrió la puerta y cuando estuvo sentada, la cerró y se dio la vuelta para subir al asiento del piloto. Estaba extrañamente callado, cosa que no parecía normal en él. Emily entrelazó sus dedos en su regazo y miró por la ventana.

Su fuerte voz la sacó de sus pensamientos.

-Tienes que decirme dónde vives -dijo él y Emily se giró a mirarlo-. A menos que quieras que te lleve a mi casa –sugirió, una sonrisa burlona apareciendo en su rostro.

-Definitivamente no –contestó Emily, rápidamente y dirigió su vista al frente-. Además, tienes una reunión –agregó-. ¿Recuerdas? –preguntó.

Lo vio agarrar con más fuerza el timón y Emily sonrió sin poderlo evitar. Le gustaba hacerlo enojar.

Él se aclaró la garganta.

-Anda, dime tu dirección -repitió, pasado un momento.

Y ella se la dio. Y se sintió un tanto extraña dándosela, pero no tenía otra forma de llegar a su casa, así que realmente no le quedaba de otra.

-¿Ahora que he comido contigo me dejarás en paz? -preguntó, un tanto después, mientras él estacionaba algunas casas más atrás de la suya.

Alex, por algún extraño motivo, sonrió.

-¿Segura de que quieres eso? -le preguntó.

Ella se rió. ¿Es que no se cansaba?

-Lo lamento, es que no suelo salir con viejos –dijo, rápidamente.

Y con esto se bajó del auto y emprendió su camino hacia su casa. Escuchó una de las puertas del auto abrirse y, sonriendo, se giró para observar a Alex bajando.

-¿Me has dicho viejo? -le preguntó él, llegando hasta donde ella se encontraba.

Ella fingió mirarlo de arriba abajo, como si estuviera estudiándolo.

-Es la verdad –dijo finalmente, encogiéndose de hombros.

Él sacudió la cabeza, pero lucía divertido.

-Eres tan graciosa –murmuró, más para sí mismo que para ella-. Bueno, supongo que ya me voy -dijo y empezó a retroceder. Emily asintió-. Estoy yendo a mi auto -agregó y ella volvió a asentir. ¿A qué venía aquello?-. Estoy por subir a mi auto - prosiguió y ella se rió, pero volvió a asentir.

Estaba comportándose como un niño. Y era tierno… pero no tenía sentido que ella pensara de esa forma.

Entonces él resopló.

-Que difícil eres -murmuró y se giró, abriendo la puerta de su auto e ingresando. Ella sonrió y corrió a su casa, entrando y cerrando, haciendo el menor ruido posible.

Su mamá no estaba en casa y suspiró, estaba salvada de que la hubiera podido ver. Estaba segura de que verla con aquel chico, corrección: hombre, no le habría gustado nada. Su mamá podía parecer muy buena a simple vista, pero en realidad era sumamente estricta y decidida con todo lo que tenía que ver con Emily. Que si su peinado era muy formal para una reunión, que si su pantalón ya estaba muy usado, que si sus uñas estaban disparejas, que si su ropa no era para la ocasión. Para su madre, las cosas salían mal con el más mínimo error que cometiera.

Así que estaba segura de que apenas se enterara de que conocía a aquel chico, corrección de nuevo: hombre, se volvería loca por hacerla cortar cualquier relación que tuviera con él. Por eso, no iba a dejarla enterarse... tampoco es que fuera a verla con él alguna vez, no creía que Alex volviera a buscarla.

En primer lugar, parecía ese tipo de hombres que lo único que querían era llevarse a cualquier cosa que tenga tetas a la cama, cosa que jamás iba a pasar con ella.

Segundo, se había dado cuenta, pues había sido excesivamente obvio, de que apenas él se había enterado de su edad había querido salir corriendo del lugar. Estaba más que claro que no acostumbraba a salir con chicas tan menores. Probablemente le gustara que fueran de su edad, o más bien, mayores que él. Sip, definitivamente las que eran mayores que él.

Sacudió la cabeza y fue a su cuarto, para empezar a leer el nuevo libro que tenía. Sonrió ampliamente. Había valido la pena comer con Alex, aquel libro deseaba tenerlo hacía mucho tiempo.

 

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-¡Cuéntamelo todo y exagera! -gritó Lilian en su oído, apenas ingresaron a su casa

-Dios mío mujer, que me rompes el tímpano –replicó Emily, haciendo su camino escaleras arriba y sentándose en la cama de su mejor amiga en cuanto llegó a su enorme habitación.

Lilian corrió a sentarse a su lado.

Lo siento –se disculpó-.  ¡Es que en serio quiero saber! -volvió a gritar.

Emily rodó los ojos. Siempre tan loca.

-Solo acepté comer con él por el libro –dijo, antes de que su mejor amiga saltara a conclusiones.

Lilian se puso de pie y caminó por la habitación.

-Sé que es posible –murmuró-. Los libros son lo que más amas en este mundo –continuó, girándose hacia Emily-. Una cita no era nada comparada a un libro.

Emily rodó los ojos.

-No era una cita –puntualizó. Y Lilian estuvo a punto de hablar, pero ella rápidamente continuó-. Además, era un libro que realmente moría por tener en mis brazos –finalizó, sacando el libro de la bolsa.

Lilian abrió los ojos como platos.

-¡Lo conseguiste! –exclamó.

Lo habían buscado en casi todas las librerías y no lo habían podido encontrar, apenas había salido el libro, se habían vendido todos. Se había convertido en un fenómeno excesivamente rápido.

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