Alex

Alex


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-¡Lo sé! –gritó, emocionada-. Era mi oportunidad.

-¡Qué suerte! –dijo Lilian, lanzándose sobre su cama, finalmente-. Muero por ese libro –continuó-. Espero que me lo prestes.

-Envídiame -dijo Emily, sacándole la lengua y Lilian le lanzó una de sus veinte almohadas-. Claro que te lo prestaré, tonta –agregó.

Estar en la casa de Lilian era una de las cosas que más le gustaba a Emily, no por el hecho de que parecía que estaba en una mansión, sino porque ahí era libre de hacer y ser lo que quisiera, no había nadie que le dijera que lo que hacía estaba mal, ni nadie que le reclamara lo que tenía puesto.

Ahí era totalmente libre.

Y claro también porque ambas podían comer a montones sin que hubiera alguien para detenerlas.

Normalmente Emily se quedaba a dormir en la casa de Lilian todos los fines de semana, eran pocas las veces que su madre no le daba permiso, esto sucedía solo por el hecho de que ambas familias se conocían desde que ellas eran solo unas niñas.

Además, Emily le tenía más confianza a la mamá de Lilian, Anastasia, que a su propia madre. Sabía que le contase lo que le contase, ella nunca la juzgaría y nunca le daría la espalda; y que la apoyaría fuese lo que fuese. Sin decirle nada a su madre, claro está.

-Hay que comer algo –sugirió Lilian, sacándola de sus pensamientos-. Y tengo planeado un buen fin de semana para nosotras -agregó, guiñándole un ojo.

Emily alzó una ceja. ¿Qué se traía entre manos aquella vez?

-Espero que no tengas planeado algo muy descabellado -le advirtió Emily, caminando con ella hacia la cocina.

-Este fin de semana no te salvas, Em –replicó su mejor amiga y sin dejarla contestar, tiró de ella hacia la cocina, el lugar favorito de Emily de toda la casa.

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 4

 

 

-¿Por qué siempre que estoy contigo terminamos haciendo locuras? -preguntó Emily, más para sí misma que para su mejor amiga.

Lilian se rió, claramente divertida con todo lo que estaba sucediendo. ¿Cómo no iba a estar divirtiéndose si ella misma había organizado toda aquella locura?

-Vamos, será divertido –dijo Lilian.

Emily suspiró. Siempre lograba dejar que su amiga la arrastrara a aquellas locuras.

-Lo sé –aceptó, porque no tenía caso negar el hecho de que le emocionaba un tanto el tema-. Pero eso no quita el hecho de que sea tan descabellado –argumentó.

-¿Por qué siempre eres tan aburrida? -preguntó Lilian, rodando los ojos.

-Lo siento –se disculpó Emily-. Mamá estricta. ¿Recuerdas? –preguntó, encogiéndose de hombros.

Lilian resopló, pero asintió.

-Sí, sí, lo sé -murmuró y luego sonrió perversamente-. Por eso mismo deberías aprovechar estas oportunidades que se te presentan –dijo, sonriendo con suficiencia.

Emily se rió, sacudiendo la cabeza.

-¿Sabes qué? –preguntó-. Tienes razón –aceptó.

Lilian aplaudió efusivamente, casi de inmediato.

-Lo sé –dijo, encogiéndose de hombros y sonriendo ampliamente.

Y luego continuó arreglando el cabello de Emily, haciendo más ondas de las que ya tenía y dejando largos tirabuzones por aquí y por allá.

Lilian estaba usando un top de jean que se ajustaba a su cuerpo y una falda negra. Su rostro estaba maquillado a la perfección y su cabello arreglado en un moño alto. Lucia perfecta. 

Emily en cambio, se había puesto una blusa suelta color piel y una falda negra suelta. Su cabello estaba por terminarlo Lilian y luego la maquillaría. No estaba segura de hacer aquello, pero no tenía opción, cuando a Lilian se le metía algo en la cabeza, no había quien la convenciera de lo contrario.

Media hora más tarde, estaba lista e irreconocible ante el espejo. Los tacos le resultaban un tanto incómodos, empezando por el hecho de que a ambas se les veía extremadamente altas y terminando por el hecho de que era, a penas, la segunda o tercera vez que los usaba.

-Bien -dijo Lilian, llevándose las manos a la cintura-. Llama a Alex –dijo, tendiéndole a Emily su celular.

Emily alzó una ceja. ¿Qué?

-¿Alex? -preguntó, frunciendo el ceño.

-Si –contestó su mejor amiga, con tranquilidad.

-¿Para qué? -preguntó, extrañada.

¿Es que su mejor amiga estaba loca o qué?

-Para que vaya. Duh -contestó Lilian, cruzándose de brazos.

-No quiero que vaya -replicó Emily.

Lilian alzó una ceja.

-Llámalo –insistió.

-No tengo su número –volvió a replicar Emily, aliviada al recordarlo.

¿Por qué su mejor amiga estaba tan empeñada en hacer que lo invitara?

Lilian sonrió perversamente, regresando a Emily a la realidad.

-Pero yo si –replicó ella.

Emily entrecerró los ojos. Claro que debía tenerlo. Lilian siempre conseguía lo que quería. Además, su familia era de dinero, era casi imposible que no conociera a otro rico: Alexander. A Emily no le sorprendía demasiado el hecho de que tuviera su número.

-Si lo llamas juro que no iré –fue lo único que pudo replicar Emily.

Lilian se cruzó de brazos e hizo pucheros, pero finalmente suspiró.

-De acuerdo, no lo llamaré -aceptó-. Pero vayamos de una vez –pidió.

Emily asintió. Ahora comenzaba lo bueno.

-De acuerdo -dijo y Lilian tiró de ella para ir al auto, donde Alonso las esperaba-. ¿Cómo haremos para entrar? –preguntó, cuando ya estuvieron sentadas.

Aún eran menores de edad. No podían simplemente ingresar a una discoteca.

Si, esa era la idea descabellada de Lilian.

-Tranquila, yo tengo todo solucionado –la tranquilizó su mejor amiga.

Emily sacudió la cabeza y se rió. Siempre lo tenía todo solucionado. No entendía porque le seguía sorprendiendo.

Alonso las dejó en la puerta, no mucho después y ellas bajaron.

-Ya sabes Alonso –comenzó a decir Lilian, parándose frente a la ventana del piloto-. No puedes decir nada –advirtió. Alonso asintió, aunque sacudió la cabeza, aparentemente divertido-. Y si nos pasamos demasiado de la hora, puedes entrar a buscarnos –agregó Lilian, a último momento.

Él volvió a asentir.

Y ambas se dirigieron a la entrada de la discoteca, mientras Lilian sacaba su teléfono y marcaba un número. Emily observó con temor a los dos gorilas que había en la puerta y tragó saliva, no había manera de que pasaran por ahí sin que les preguntaran su edad y ella era una pésima mentirosa.

De todas formas, lo dejó todo en manos de su mejor amiga.

Al rato Lilian empezó a hablar por su celular.

-¿Jake? -preguntó-. Estamos afuera –dijo, rápidamente-. Bien, te esperamos –continuó y cortó la llamada.

Emily alzó una ceja.

-¿Y Jake es? –preguntó.

-Un amigo –respondió Lilian-. Él nos hará pasar –agregó, sonriendo efusivamente.

Emily asintió, justo al tiempo que un chico que se le hacía extrañamente familiar salía por la puerta.

-Hola -saludó y Lilian rápidamente se acercó para darle un beso en la mejilla.

-Hola Jake –lo saludó y tiró de la mano de Emily, para que se acercara-. Ella es Emily –la presentó.

Él le sonrió a Emily y se inclinó para dejar un beso en su mejilla. ¿Y porque lo había hecho? Emily no tuvo el tiempo suficiente de pensarlo, porque de inmediato recordó de donde lo conocía.

Era el chico que la había estado mirando aquel día en Starbucks y con quien se había distraído, por lo que se había chocado con Alex.

Por él había conocido a Alex. De cierta forma, al menos. Es decir, de no haber estado distraída, ¿cuáles eran las posibilidades de que se hubiera chocado con Alex?

-Creo que ya nos conocemos -dijo él, tranquilamente, sacándola de sus pensamientos.

Lilian frunció el ceño, pero lo pasó por alto, probablemente demasiado ansiosa por entrar como para demorarlos más preguntando.

-¿Ya entraremos? –preguntó, entonces.

Jake sonrió.

-Tranquila, saltamontes –dijo e hizo un gesto hacia la puerta-. Por aquí

Y entró por la puerta, con ellas detrás de él. Los gorilas ni se inmutaron. Aparentemente el chico era conocido por ahí.

Rápidamente se encontraron dentro de la discoteca y el lugar estaba extremadamente lleno. La música retumbó en los oídos de Emily de inmediato y supo que tardaría en acostumbrarse al volumen, pues ella no era de ir a fiestas y en las pocas a las que había ido, la música nunca había estado tan alta.

Los cuerpos sudados bailaban apretujados en la pista de baile. Había parejas besándose en cada rincón, borrachos haciendo tonterías por aquí y por allá, personas sentadas y alejadas del tumulto, aparentemente sin algo bueno que hacer más que observar a los demás hacer el ridículo.

Emily se arregló la falda, nerviosa. Se sentía un tanto fuera de lugar, era la primera vez que iba a una discoteca y realmente no se sentía muy segura de lo que estaba haciendo.

Llegaron a la barra y Jake les tendió unos brazaletes morados.

-Con estos podrán pedir lo que sea en la barra –explicó.

Lilian aplaudió, sonriendo ampliamente.

-¡Genial! –exclamó-. Gracias Jake –agregó, guiñándole un ojo al chico

Y él se encogió de hombros.

-No fue nada –les aseguró-. Regresaré en un momento –agregó, comenzando a caminar hacia algún lado. Y al pasar al lado de Emily, se inclinó y habló en su oído-. Resérvame un baile –susurró.

Y con esto desapareció entre los cuerpos serpenteantes, dejando a Emily con el corazón ligeramente acelerado. Siempre era así cuando un chico se le acercaba. Después de todo, no tenía mucha experiencia en ese tema.

-¡Bien! -exclamó Lilian, de pronto, sobresaltándola-. ¿Con qué comenzamos? –preguntó.

Emily frunció el ceño.

-¿A qué te refieres? –preguntó.

-Alcohol –contestó Lilian, alzando una ceja.

Emily sacudió la cabeza de inmediato.

-Sabes que no tomo –argumentó.

-Vamos Em –comenzó a rogar Lilian-. Mañana no estarás con tu mamá, diviértete esta noche –continuó-. Te lo mereces –agregó, a último momento.

Emily resopló.

-De acuerdo –aceptó-. Pero solo un poco –advirtió, alzando un dedo.

Lilian aplaudió por lo que parecía la milésima vez aquella noche.

-Dos piñas coladas, por favor -le pidió al señor atendiendo en la barra.

Emily miró a su alrededor. El lugar seguía tan repleto como cuando recién habían llegado, si es que no estaba peor.

Los vasos aparecieron ante ellas en un abrir y cerrar de ojos y ambas los tomaron.

-Será una buena noche –aseguró Lilian, sonriendo.

Emily sonrió. Lo sería en cuanto dejara de preocuparse tanto por su madre. Ella no estaba ahí. No había nada que pudiera hacer. Y tampoco iba a enterarse.

-Eso espero –dijo, de todos modos y tomó un trago de su vaso, sintió que le quemaba la garganta, pero extrañamente, le gustó y no tardó en tomar otro trago. Y luego uno más y así hasta que el vaso se acabó.

 

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

 

Sip, esa definitivamente sería una buena noche para ambas.

Se preguntó a sí misma porque nunca antes habría tomado. Estaba pasándola en grande y divirtiéndose como nunca. Bailaba por toda la pista con Lilian. Era perfecto.

-¡Me encanta esa canción! –exclamó, cuando la canción cambió.

-¡A mí también! –replicó Lilian y zigzaguearon entre la multitud cantando a todo pulmón.

De pronto, unos brazos rodearon a Emily por la cintura y de inmediato se dio cuenta de que se trataba de Jake.

-Hola -la saludó él, con una sonrisa en los labios.

Ella sonrió.

-Hola –replicó.

Él ladeó el rostro, su sonrisa ensanchándose.

-¿Me reservaste un baile? -le preguntó, acercándola más a él.

Emily se rió como tonta. Uy. Estaba un poquitín pasada de tragos.

-Sip -respondió y él asintió, comenzando a bailar al ritmo de la música y llevándola con él. Emily no tardó en seguirlo, mirando al suelo, porque sentía que en cualquier momento se iba a caer.

-¿Por qué miras al suelo? –lo escuchó preguntar en su oído.

-Tengo miedo de caerme –contestó, intentando no prestarle demasiada atención a la forma en que su corazón había saltado en su pecho cuando él se había acercado tanto.

Y él se rió, aparentemente sin darse cuenta de lo que provocaba en ella.

-¿Has tomado? -le preguntó.

-Es la primera vez –contestó Emily, de inmediato-. Y debí haberlo hecho hace muchísimo tiempo –sintió la necesidad de agregar.

Él sacudió la cabeza, riéndose suavemente. Y ella observó sus propios pies, tambaleándose y haciéndolo reír.

-No tropieces –susurró en el oído de Emily.

Se preguntó a sí misma en qué momento se habría acercado tanto.

-No te rías de mí –dijo y sintió el aliento de Jake descendiendo por su mejilla.

Un escalofrío recorrió su cuerpo.

Jake estaba muy cerca, pero no se sentía en la capacidad de hacerlo alejarse. Demasiado alcohol, definitivamente.

-No me río –replicó él.

De pronto, un dedo se posicionó debajo de su barbilla y la hizo alzar el rostro. Se dio cuenta de que el dedo le pertenecía a Jake.

Claro que le pertenecía a Jake, si con él estaba bailando.

-Lilian -dijo Emily, recordando a su mejor amiga, de pronto.

-Está bien -respondió él, luego de mirar por la pista

-No la veo por ningún lado –continuó Emily.

-Emily –lo escuchó decir en su oído, llamando su atención.

-¿Si? –preguntó, su corazón acelerándose cuando giró el rostro y se dio cuenta de que estaba bastante cerca.

Demasiado.

Él simplemente sonrió.

-¿Puedo besarte? –preguntó, tranquilamente y fue tan repentino que Emily a duras penas pudo procesar la pregunta, especialmente considerando el hecho de que estaba demasiado pasada de tragos.

-Jake –comenzó, sacudiendo la cabeza-. No te conozco –puntualizó.

-Claro que si –argumentó él, su aliento chocando contra los labios de Emily.

Demasiado cerca.

-No –volvió a decir.

-Por favor -le rogó él, en voz baja.

Emily sacudió la cabeza, de pronto volviéndose demasiado consciente sobre lo que estaba sucediendo a su alrededor.

-En serio no –dijo, finalmente sonando firme con su decisión-. Yo no ando por ahí besándome con cada chico que se me cruza en el camino –comenzó a explicar, rápidamente-. Si beso a alguien es porque significará algo y no porque estoy demasiado borracha como para evitarlo –finalizó.

Jake se rió, entonces.

-Es increíble que tan pasada de tragos hayas podido decir todo eso –comentó.

Entonces ella se rió como tonta.

-Lo sé –replicó-. Ni yo me lo creo –confesó.

Él resopló.

-¿Entonces no hay beso? -preguntó

Ella sacudió la cabeza.

-No hay beso –contestó.

Jake se quedó callado un momento, asintiendo ligeramente.

-¿Podría haberlo en el futuro? –preguntó, finalmente.

Ella se lo pensó un momento. Uno nunca sabía.

-No lo sé –respondió-. Quizás –agregó.

Y él iba a hablar, pero alguien tiró de ella lejos de él y la arrastró fuera del lugar. La brusquedad con la que había sido sacada de la discoteca la dejó mareada un momento, pero no tardó en recuperarse de su lapsus brutus, empezando a enfadarse y a echar humo.

¿Quién diablos estaba arrastrándola fuera del lugar de aquella forma?

Emily levantó la vista y sus ojos se clavaron en los celestes del chico, corrección: hombre, que tenía delante.

Alex.

Su boca se abrió, pero cualquier cosa que hubiera estado por salir nunca salió. Estaba demasiado sorprendida de que él se encontrara ahí. Aunque, por otro lado, no resultaba tan difícil de creer, considerando que Lilian la había llevado hasta ahí.

-¿Qué haces aquí? -logró preguntar, un momento después.

Él se tardó en contestar y ese tiempo lo utilizó para estudiarla desde la cabeza a los pies. Emily sintió sus mejillas sonrojarse, mientras él la observaba.

-Lo mismo podría preguntarte yo –replicó, finalmente, su ronca voz llegando claramente hasta los oídos de Emily.

Ella rodó los ojos, irritada. ¿Por qué siempre tenía que hacerse el inteligente?

-No estoy para bromas –replicó, cruzándose de brazos.

-Yo tampoco –dijo Alex, su rostro reflejando su seriedad-. ¿Cuánto has tomado? –preguntó, luciendo enfadado, de pronto.

-¿Lilian te dijo que estaríamos aquí? -le preguntó, sin molestarse en responder a su pregunta.

-Te he hecho una pregunta –dijo él, cruzándose de brazos.

Ahí estaba la ronca voz otra vez.

-Yo también -optó por contestar, intentando no mostrar la forma en que él la afectaba

Él suspiró.

-Si –contestó-. Ella me ha llamado.

-¿Y por qué has venido? –preguntó Emily, ladeando el rostro.

La pregunta pareció pillarlo desprevenido, porque se quedó mudo unos momentos.

-Imaginé que estarías así –contestó, finalmente-. Niñas como tú no deberían venir a discotecas –continuó.

Emily rodó los ojos. Y ahí estaba el problema con su edad nuevamente.

-No soy ninguna niña -replicó, cruzándose de brazos-. El hecho de que tú seas un viejo es otra cosa –agregó.

Él rodó los ojos. ¿Es que era idiota o qué?

-Vamos –indicó, finalmente-. Te llevaré a comer algo.

-No quiero comer –replicó Emily, a pesar de que si sentía un tanto de hambre-. Habíamos quedado que después de que comiera contigo me dejarías en paz –agregó-. No que volvería a comer contigo

Él se rió, luciendo bastante divertido con el intercambio de palabras que estaban haciendo.

-Tu quedaste en eso sola –replicó Alex-. Y ahora estas mal, así que te llevaré a comer y me aseguraré de que llegues sana y salvo a la casa de Lilian –finalizó.

Emily hizo una mueca.

¿En que se había metido?

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 5

 

 

-No estás comiendo -dijo Alex.

Ella hizo una mueca. ¿Y a él que le importaba?

-Realmente no tengo hambre –replicó, sin más.

Alex se frotó la barbilla, sus ojos clavándose en los de ella. Estaban sentados frente a frente en un restaurante casi vacío, a excepción de los meseros.

-Emily -dijo él, como saboreando su nombre-. Come –exigió.

-¿Te crees Christian Grey o qué? -preguntó, él frunció el ceño, aunque lucía ligeramente divertido con sus palabras.

-Puedo convertirme en él si eso te hará caer rendida a mis pies –replicó, finalmente.

Emily rodó los ojos. 

Siempre tan encantador.

-Ni así lo haría, Alexander –contestó, tranquilamente.

Él resopló, aparentemente exhausto.

-Alex -la corrigió, como tantas veces lo había hecho ya y ella sacudió la cabeza por millonésima vez-. Por favor, come –volvió a pedir, aquella vez sin sonar tan controlador. Y ella finalmente lo comenzó a hacer, a lo que él sonrió ligeramente-. Eres un tanto terca –confesó, entonces.

Emily se río.

-Me lo dicen a veces -dijo, encogiéndose de hombros.

Alex observo el menú, como si realmente le interesara, pero Emily se dio cuenta de que en realidad estaba ansioso por irse.

¿Por qué?

Eso si no lo sabía.

Siguió comiendo, pero sus ojos vagaron por el rostro de Alex de nuevo, sin que lo pudiera evitar. Era tan guapo que a ella ya no le quedaban fuerzas para seguir fingiendo que no le gustaba aunque sea un poco.

O quizás simplemente estaba demasiado borracha.

Decidió seguir comiendo para que el alcohol desapareciera de su cuerpo más rápido y dejara de alucinar tanto. Después de todo, ella nunca antes había tomado de aquella manera. Diablos, ni siquiera había tomado alguna vez en su vida. No estaba del todo segura que se le había venido a la mente para llenarse de tanto alcohol.

-Te demoras un siglo –murmuró Alex, de pronto, tan bajo que por un momento, Emily creyó haberlo imaginado.

-Lo siento –se disculpó, mirando su plato, de pronto se sentía triste.

¿Por qué? No estaba del todo segura, pero lo que sí sabía era que no quería llorar, no frente a él. Pero sentía la extraña necesidad de hacerlo.

Definitivamente demasiado alcohol en su cuerpo.

Nunca más iba a tomar. Jamás de los jamases.

-¿Estás bien? -le preguntó Alex y ella se apresuró en asentir, dándose cuenta de que se había distraído-. Emily -la llamó, pero ella no alzó la vista, terminó de comer rápidamente y se puso de pie, desesperada por dejar de estar bajo la mirada intimidante de Alex.

-Terminé -dijo y sin decir más, salió del lugar y se dirigió al auto, sin mirar atrás.

Oyó la alarma del auto sonar, indicando que Alex ya le había quitado la llave desde lejos, por lo que rápidamente abrió la puerta, entrando y cerrando tras de sí.

Esperaba que Alex entendiera que no tenía ganas de hablar más, porque no se sentía capaz de mirarlo a los ojos y decírselo. No cuando su mente estaba nublada por el alcohol.

Él subió al auto un momento después.

-Emily... -comenzó, pero ella sacudió la cabeza rápidamente. Al parecer no había entendido, después de todo.

-Por favor, solo llévame a casa –le pidió.

Él suspiró, claramente frustrado. Pero arrancó el auto, sin decir más y avanzó rápidamente por las calles. Emily quiso preguntarse como él sabía la dirección de Lilian, pero no se molestó en hacerlo. Era Lilian de quien se trataba, después de todo. De alguna forma tendría que haberle dado su dirección, o quizás ya eran conocidos, viéndose que ambos pertenecían al mundo del dinero.

Una lágrima resbaló por su mejilla y se sintió frustrada, por no saber el porqué de su repentina tristeza. Emily no solía perder el control de aquella manera, no solía ser tan insensata.

Alex aparcó, de pronto y Emily, por algún extraño motivo, ya no quería alejarse de él.

Y ahora estaba siendo bipolar. Genial. Simplemente, genial.

Sintió un dedo acariciar su brazo y bajó la vista a su regazo.

¿Por qué estaba tocándola?

-El alcohol a veces saca las cosas que tienes guardadas en lo más profundo de tu mente –susurró Alex, repentinamente.

¿Eso qué significaba, exactamente?

-No hay nada que tenga guardado y que me entristezca –replicó, pero sabía que estaba mintiendo.

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