Alex

Alex


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Emily suspiró, pero tomó las prendas de su mano, cuidando que sus dedos no se rozaran.

-Gracias –dijo, en voz baja y salió rápidamente de la cocina, para cambiarse en el baño de visitas.

Se retiró la polera de Alex, a regañadientes y se puso su ropa rápidamente. Se observó en el espejo, apreciando su aún mojado cabello. Bajó la vista hacia la polera, aún en sus manos. Se mordió el labio y se permitió a sí misma volver a acercarla a su nariz. Aspiró el aroma de Alex y sonrió.

Ahora prácticamente lo tenía grabado en su mente.

Alejó la polera de su rostro y finalmente salió del baño. Decidió que la mejor manera de terminar con la noche sería manteniéndose alejada de él. Mientras no lo mirara, ni se acercara demasiado, sería fácil no caer ante sus hermosos ojos y su imponente estatura y…

Detente, Emily.

Suspiró y terminó de caminar por el pasillo, llegando a la sala. Vio a Alex sentado en el sofá y rápidamente apartó la vista de él, continuando con su camino hacia donde se encontraba su maleta. Comenzó a meter su cuaderno y su lápiz, al tiempo que oía a Alex poniéndose de pie. Su corazón se aceleró, pero no tardó en ver que él se estaba dirigiendo a la cocina.

Deja de mirarlo, Emily.

Asintió, para sí misma y se colgó la maleta al hombro. Tomó una profunda respiración y se giró, con la polera en la mano, dispuesta a entregársela a Alex.

Para su sorpresa, él ya estaba parado en la sala, a unos pasos de ella. No permitió que sus ojos se alzaran hacia su rostro, simplemente estiró ambos brazos, para tenderle la prenda.

Sintió a Alex tomarla y rápidamente apartó las manos, dándose la vuelta, para acercarse a la puerta.

Escuchó los pasos de Alex acercarse a ella y cerró los ojos, intentando tranquilizarse. ¿Por qué? Porque una parte de ella no podía evitar perder la razón, cuando lo oía acercándose.

Vio la mano de Alex pasar por su lado, para tomar el picaporte y abrió la puerta, sin más. Pero ella se giró, sus ojos alzándose hacia él, sin que lo pudiera evitar.

Alex bajó la vista hacia ella y se quedó así, mirándola fijamente a los ojos. Algo pareció pasar por ellos, la pared que había puesto, aparentemente habiéndose derrumbado. Tenía los labios entreabiertos y su otra mano se apoyó en la pared, al lado de ella.

¿En qué momento su espalda había chocado con la pared?

Comenzó a sentirse nerviosa y carraspeó, pero él pareció no salir de su parálisis.

-¿Alex? –preguntó, frunciendo el ceño-. ¿Qué sucede? -le preguntó.

Entonces Alex pareció regresar en sí, sus ojos abriéndose un tanto más, con sorpresa. Se apartó de ella, abruptamente. Sus ojos se dirigieron a otro lado, al tiempo que se aclaraba la garganta.

-Lo siento –se disculpó y terminó de abrir la puerta.

Emily suspiró y pasó por su lado, intentando no quedarse mirándolo demasiado. Una parte de ella había estado deseando que simplemente se inclinara y la besara, así no habría tenido la oportunidad de decir que no. Pero la otra parte sabía que era mejor así. Sólo tenía que llegar a su casa y podría olvidarse de él para siempre. Probablemente no iba a buscarla más. Y si lo hacía, ella siempre podía alejarse de él y negarse a verlo.

Se subió al auto y aguardó a que él se subiera también. Y luego fue silencio. Un silencio aterrador y desesperante, lleno de tensión. Alex manejó, sin dirigir una sola mirada hacia ella. Y Emily centró sus ojos en su ventana, negándose a mirarlo también.

Sólo tenía que llegar a su casa.

Y no tardó en hacerlo. Alex se estacionó unas cosas antes de la suya y apagó el motor. Y Emily no pudo evitar dejar que sus ojos volvieran a dirigirse a él, una última vez. Después de todo, no lo vería más cuando se bajara del auto.

Alex estaba aferrándose al volante como si su vida dependiera de ello. Y parecía ligeramente incómodo. Emily frunció el ceño, pero sabía que no tenía caso seguir pensando en el tema. Ahí se acababa todo.

-Adiós, entonces –consiguió decir, finalmente.

Hizo ademán de tomar la manija de la puerta, pero sintió los dedos de Alex envolverse alrededor de su antebrazo, deteniéndola.

-Espera –lo oyó decir y se giró hacia él, sorprendida.

Había estado tan segura de que todo terminaría ahí. Y de que él no diría nada más. Y de que ella no tendría que decir nada más tampoco. Pero aparentemente, había estado equivocada.

-¿Si? –preguntó, un tanto insegura sobre lo que podría querer decirle.

Emily intentó no hacer caso a su acelerado corazón, cuando los ojos de Alex viajaron a sus labios, momentáneamente. Fue un segundo, antes de que volviera a dirigir su mirada a sus ojos.

Sus dedos nunca soltaron su brazo. Y ella no quería que lo hiciera.

-¿Cuándo es tu cumpleaños? -le preguntó, de pronto.

Y Emily no pudo evitar fruncir el ceño. ¿Su cumpleaños? ¿Por qué le preguntaría aquello?

-Dieciocho de Agosto –contestó, porque de todas formas, no tenía caso no hacerlo.

Alex asintió, casi de inmediato. Su mano finalmente la soltó y pasó a aferrarse del volante nuevamente.

-Hasta pronto, Emily –se despidió, finalmente.

Emily asintió, a pesar de que él ya no la estaba mirando.

-Hasta pronto, Alex –replicó, suavemente.

Entonces comenzó a caminar hacia su casa, rogando que su madre no estuviera esperándola, mirando por la ventana. Porque, si la veía llegar “caminando”, iba a preguntarle porque Lilian no la había dejado en la puerta de la casa.

Y, cuando abrió su puerta, soltó un suspiro aliviado, al ver que su madre estaba en la cocina, terminando de cocinar.

Pasó por ahí, saludándola, pero su madre simplemente se giró, la miró, asintió y continuó con su labor.

Emily suspiró y rápidamente se dirigió a su habitación. A veces no entendía porque se molestaba, si a su madre claramente no le importaba en lo más mínimo su vida. De acuerdo, eso no era cierto. Siempre estaba ahí para criticarla y decirle las cosas que estaba haciendo mal. Y si no tenía nada en que corregirla, entonces simplemente ni la miraba.

Rodó los ojos y cerró la puerta de su habitación.

No tenía ganas de hacer nada. Lo único que quería era lanzarse a su cama, cerrar los ojos y olvidarse de todo el día.

Pero no podía. Cuando ya estuvo entre sus sabanas, con las luces apagadas y los ojos cerrados, no pudo evitar dejar que su mente viajara hacia Alex de nuevo.

No tenía idea del porqué de la pregunta que le había hecho. Y sentía que aquella era la última vez que iba a verlo. Sentía que ese hasta pronto, había significado un hasta nunca. Y, a pesar de que parecía tonto, la tristeza la invadió.

¿Por qué no podía dejar de pensar en aquel hombre?

¿Por qué tenía que haberlo conocido?

Suspiró. No tenía caso seguir pensándolo. Se giró y apartó los pensamientos de su mente.

No más Alex.

Sin embargo, estaba terriblemente equivocada.

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