Alex

Alex


CAPÍTULO 13

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CAPÍTULO 13

 

 

-Emily –escuchó a su mejor amiga llamarla y se dio cuenta de que, a los ojos de cualquiera, lucía como si estuviera esperando que llegara la hora de su muerte.

-¿Si? –preguntó, haciéndose la desentendida.

-¿Podrías relajarte? –le preguntó Lilian, en un susurro, probablemente no queriendo llamar la atención del profesor, viéndose que estaban en clase de matemáticas.

Emily no era así, no se distraía tanto en clase. De hecho, nunca antes se había distraído.

-Estoy relajada –replicó, a pesar de que era más que obvio que no era así.

Sus ojos anduvieron nerviosamente por la habitación, en un intento por detener su creciente ansiedad. Y, de paso, para ver si el profesor estaba aún atento a su clase.

-Si –replicó Lilian y Emily supo que seguramente estaba por decir algo más-. Y por eso miras fijamente el reloj como esperando tener visión laser y poder destruirlo –agregó.

Y Emily ahogó una carcajada. Cerca. Muy cerca. Pero no podía evitar agradecérselo a su mejor amiga. Siempre sabía hacerla sentir mejor, aunque sea un poco.

-Cállate, estoy nerviosa –finalmente confesó.

No tenía caso negárselo a su mejor amiga, si ni siquiera podía negárselo a sí misma.

-Lo sé –dijo Lilian, mirando un segundo al frente, pero regresando su vista a Emily, sin ninguna señal de alarma-. No lo has olvidado –continuó, apoyando su mentón en su barbilla.

Emily sintió su corazón dar un salto en su pecho. ¿Olvidarlo? ¿Cómo era posible olvidar a un hombre que aparecía en todos lados y que tenía el rostro más hermoso que ella hubiera visto?

-No había nada que olvidar –replicó, de todos modos.

Lilian rodó los ojos y Emily intentó no dejarle ver que tenía toda y la absoluta razón.

-Que difícil eres –dijo Lilian, entonces.

Y Emily no pudo evitar recordar a Alex, en aquel mismo instante. Y las palabras dejaron sus labios, antes de poder detenerse.

-Alex dice lo mismo –dejó salir.

Bien, Emily. Muy bien.

-Alex esto –comenzó Lilian, rodando los ojos-. Alex el otro –continuó, claramente burlándose de ella-. Alex. Alex. Alex –canturreó, finalmente.

Emily sacudió la cabeza. Ella sola se metía en aquel enredo. Si solo pudiera olvidarse de aquel hombre de una vez por todas.

-Déjame tranquila, loca –dijo, suspirando-. Presta atención o reprobarás –agregó, finalmente intentando centrarse en la clase, aunque no creía que pudiera, realmente.

Alex tenía una extraña forma de meterse en su cabeza y no salir nunca.

Lilian sonrió, claramente sabiendo que Emily no lograría concentrarse.

-Tú también presta atención –le dijo, la broma aparentemente terminando-. Aún queda bastante del día por delante para que estés ansiosa –agregó.

Emily entrecerró los ojos y la miró con cara de pocos amigos.

-Es la última clase del día –replicó.

Lilian pareció a punto de reírse y Emily rodó los ojos. La broma nunca iba a terminar.

-Me amas –dijo Lilian, simplemente, antes de observar a la pizarra.

Y Emily la imitó. Había pasado todo el día con aquella ansiedad. No quería seguir sintiéndose tan malditamente nerviosa. No le gustaba sentirse así. Hacía que la perspectiva de ver a Alex se hiciera incluso más interesante. Y necesitaba concentrarse en sus clases.

Sacudió la cabeza y se forzó a sí misma a escuchar con atención. Ya suficiente de Alex. Suficiente de todo lo que no fuera atender al profesor.

Pero el resto de la hora se pasó más rápido de lo que hubiera deseado y antes de darse cuenta, ya estaba caminando al lado de Lilian, hacia el estacionamiento.

-No vendrá –no pudo evitar decir, porque le parecía demasiado imposible que un hombre como Alexander Black fuera a buscarse tiempo para recogerla a ella de la escuela.

Y es que parecía tan surrealista. Imposible.

-Cállate -dijo Lilian, sin más-. Si lo hará –le aseguró.

-Mejor nos vamos –sugirió, tomando a su mejor amiga del brazo y comenzando a tirar de ella hacia donde probablemente las esperaba Alonso.

-Espera, Em –Lilian la detuvo, estancándose en su lugar. La cogió por los hombros y la obligó a mirarla-. Esta no es la Emily que yo he conocido por tantos años –dijo, entonces-. Desaparécela. Ahora –exigió.

Y Emily suspiró. Lilian tenía toda la razón. Estaba comportándose de una forma completamente diferente a lo normal. No solía encontrarse tan insegura y nerviosa sobre algo. Pero no podía evitarlo, Alex ponía su mundo entero de cabeza, sinceramente.

Aun así, asintió. Ya había suficiente. Necesitaba relajarse.

-Tienes razón –concordó con ella y sonrió-. Ya se ha ido –le aseguró.

Lilian sonrió, también y la abrazó.

-Te deseo suerte –susurró, en su oído, antes de separarse. Y Emily frunció el ceño, cuando la vio darse media vuelta, para encaminarse hacia su auto.

Alex. Sabía que ella se había ido por eso. Su corazón comenzó a latir aceleradamente en su pecho, pero no tuvo tiempo suficiente para centrarse en ello, porque apenas un segundo después, unos dedos se envolvieron alrededor de su muñeca.

¿Y realmente era necesario que la tocara?

Se giró, entonces. Porque no tenía caso no hacerlo. Y sus ojos se encontraron, de inmediato.

¿Y realmente era necesario que clavara sus ojos en los de ella?

Él tenía que saber. Tenía que saber que la hipnotizaba por completo cuando la miraba a los ojos.

-Pensé que te habías ido –murmuró, dando un ligero paso al frente, quedando excesivamente cerca de ella.

¿Y realmente era necesario que se acercara tanto a ella?

Apartó sus pensamientos, sin poderlo evitar. Ya había sido suficiente con las preguntas. Tomó la decisión, entonces. Iba a dejar que las cosas sucedieran como tuvieran que suceder. No iba a forzar nada y tampoco iba a huir de Alex, porque realmente ya no quería hacerlo.

Y, de todas formas, siempre que lo intentaba, terminaba dándose de bruces con él.

-¿Por qué? –preguntó, dándose cuenta que probablemente se había quedado callada por mucho tiempo ya.

-No lo sé –replicó él, mostrándole una sonrisa de lado, sus dedos hundiéndose en su propio cabello, como siempre que estaba nervioso o ligeramente fuera de su zona de confort-. Contigo nunca sé que esperar –agregó, luciendo un tanto avergonzado.

Entonces Emily no pudo evitar sonreír. Se le veía demasiado tierno para su propio bien.

-¿Lo lamento? –preguntó, de pronto percatándose de que los dedos de Alex seguían curvados alrededor de su muñeca.

Y estaba bien, porque no quería que él la dejara ir.

Alex sonrió, aparentemente logrando dejar de lado su nerviosismo.

-No lamentes nada –dijo, dejándola ir. Y Emily sintió una ligera decepción en su pecho, que no tardó en ser reemplazada por emoción, cuando sintió la mano de Alex posicionarse en la parte más baja de su espalda-. Vamos –lo escuchó decir, a duras penas-. Hay algo que quiero mostrarte –agregó, de pronto luciendo un tanto emocionado.

¿Qué se traía entre manos?

Emily avanzó con él, intentando no fijarse en las miradas que le lanzaban todos en la escuela. Y rogando a todos los cielos, aunque no sabía bien porque, que Jem no saliera en aquel instante por las puertas de la escuela.

No habían hablado sobre el brazalete. De hecho, no habían cruzado caminos en todo el día. Y una parte de ella lo agradecía, porque no quería realmente tener que darle explicaciones a Jem al respecto.

Él no lo entendería.

-¿A dónde iremos? –preguntó, intentando distraer su mente del chico.

-Eso ya lo verás –replicó Alex, abriendo la puerta de su auto, para ella.

Y Emily intentó no pensar demasiado al respecto. Pero no podía evitarlo, realmente. Siempre había creído que aquel gesto significaba más. Sonaba tonto, sí, pero así pensaba ella.

¿Pero qué podría significar para Alex?

Emily se cruzó de brazos, cuando finalmente estuvo sentada y Alex lo estuvo también, a su lado, en el asiento del piloto.

-¿Cómo puedo estar segura de que no piensas secuestrarme? –preguntó, aunque no temía realmente que aquel fuera el caso.

Sabía, por alguna extraña razón, que Alex nunca le haría daño.

Él se rió, regresándola a la realidad.

-No lo haré, pequeña –le aseguró, utilizando aquella palabra que siempre lograba acelerar su corazón-. Y, en cualquier caso, si lo hiciera, tú estarías más que feliz por ello –agregó, a último momento.

Emily no pudo evitar mirar por la ventana, para que Alex no pudiera captar su rostro sonrojado.

¿Estaba coqueteando con ella?

Pequeña. 

Intentó no pensar en lo mucho que le había gustado como había sonado aquello saliendo de sus labios. Alex era distinto. Es decir, había cambiado, pero no lograba descifrar cómo, ni por qué.

-Eso lo dudo mucho –replicó, cuando se dio cuenta de que se había quedado callada.

Sonrió y mantuvo su vista en su ventana, intentando concentrarse en algo, lo suficiente para olvidarse de la sensación que estar en el auto de Alex le provocaba.

Este le resultaba extrañamente familiar, a pesar de que solo había estado en él un par de veces. Incluso podía decir que el aire estaba impregnado con su aroma. Colonia, no demasiado intensa, pero si lo suficiente para hacerla sentirse extrañamente atraída.

De hecho, no podía evitar pensar en lo increíblemente fácil que sería pasar su nariz suavemente por la mandíbula de Alex, ligeramente oscurecida, debido a que, probablemente, no se había afeitado aún.

¿Y, por qué diablos estaba pensando en aquello?

¿Y, en qué momento había pasado a mirarlo?

Él tenía sus ojos fijos en el camino, ambas manos en el volante y sus dedos tamborileando contra este. 

¿Cómo era posible que se viera incluso más guapo de lo que recordaba? Quizás era la ligera barba de tres días que tenía. O quizás eran sus ojos, que lucían un tanto más oscuros de lo normal, aunque no le quedaba claro por qué. O quizás era su habitual ropa formal de trabajo, que en aquel momento no estaba del todo formal. Solo que los dos primeros botones de su camisa estaban desabrochados y las mangas remangadas. Y no había corbata. Y…

Sintió sus mejillas sonrojarse, cuando se dio de bruces con sus ojos, ahora curiosos.

-A ver si me cuentas que tengo en la cara para que me mires así –lo escuchó decir, aun vagamente distraída por sus hermosas facciones.

-Solo estaba acostumbrándome a verte de nuevo -optó por decir, a falta de una mejor excusa-. Tengo el presentimiento de que no te irás pronto –agregó, aunque habría querido decir otra cosa.

Espero que no te vayas pronto.

No tenía caso seguir negándoselo, de todas formas.

Y Alex se quedó callado por algunos segundos, sus ojos fijos en la pista, pero su mente claramente centrada en otra cosa.

-De hecho, no pienso hacerlo –dijo, entonces, mirándola de costado-. No esta vez –murmuró, finalmente volviendo a mirar al frente.

Emily entrelazó sus dedos, sobre su regazo, en un intento de hacer que estos dejaran de temblar. ¿Por qué seguía tan nerviosa?

-Me lo imaginaba –murmuró, a su vez.

Se sumieron en el silencio, entonces. Y Emily fijó su vista en la calle. ¿Dónde estaban yendo? No tenía ni la más mínima idea de donde se encontraban, pero tenía le sensación de que estaban muy cerca, viéndose la enorme sonrisa que no dejaba de crecer en el rostro de Alex.

¿Por qué estaba tan emocionado?

-Estoy seguro de que no te arrepentirás de haber aceptado verme hoy –dijo, de pronto.

-¿A dónde estamos yendo? –preguntó, cuando simplemente no pudo aguantar más.

-Tranquila, ya verás –le contestó, estacionando el auto, de pronto.

Emily sintió un ligero tirón en el abdomen, indicando que estaba nerviosa de nuevo… y ansiosa. Ansiosa por saber que tenía planificado Alex.

Lo observó bajarse de auto y caminar hacia su lado, para abrirle la puerta, nuevamente. Y trató lo mejor que pudo, de ocultar su sonrisa, cuando él lo hizo.

Y, justo cuando pensaba que no podía ser mejor, él probó que estaba equivocada.

Sintió los dedos de Alex rozando los de ella, un mero segundo, ligeramente inseguro. Y luego, había tomado la mano de Emily en la suya, como si fuera la cosa más natural del mundo.

Emily tragó saliva y se permitió a sí misma observarlo, de reojo. Pero Alex no la estaba mirando a ella, sino que miraba sus manos, ahora juntas. Y luego estaba sonriendo, regresando su vista al frente, claramente sin darse cuenta de que ella lo había estado mirando.

No entrelazó sus dedos con los de ella, pero la sensación que le provocaba era calidez. Fue algo inexplicable. Algo reconfortante. No quería que la dejara ir, así que dejó que sus dedos le dieran un apretón a los de él, antes de acercarse, para caminar mucho más cerca de su lado.

Y así, caminaron uno al lado del otro, mientras Emily se percataba de que comenzaban a rodearse de muchas personas.

¿Dónde estaban?

-¿Puedo hacerte una pregunta? –preguntó, sin poderlo evitar, cuando se dio cuenta de la forma en que los miraban. O a Alex, más bien.

-Eso depende de cuál sea –contestó Alex, sus ojos deslizándose hacia abajo, hacia ella.

-¿Eres famoso o algo así? –preguntó,  sin más.

Él se rió y regresó su vista al frente, probablemente recién percatándose de las miradas furtivas que le lanzaban todas las personas cercanas.

-Técnicamente –contestó, encogiéndose de hombros-. Dicen que soy el empresario más exitoso, además de joven, del país –explicó.

Joven decía. Si veintiséis años eran una nada.

Pero era claro que no lo decía por jactarse de ello, sino que simplemente estaba estableciendo un hecho, algo que todo el mundo seguramente sabía. Y Emily sí que lo sabía. Aún podía ver en su mente aquellas palabras que había leído en la revista que compró un mes atrás.

Aquella había sido una acción precipitada, pero no se había deshecho de la revista. Seguía teniéndola completamente escondida, debajo de todos sus libros y cuadernos, en un lugar donde nadie la podría encontrar.

-¿Y los periodistas te persiguen? –preguntó, intentando no dejar ver que quería saber más.

Mucho más. Lo que decía la revista no había sido suficiente. Lo que había averiguado en el primer mes de conocerse, tampoco había sido suficiente. Y el destino le estaba dando una segunda oportunidad para poder descubrir  todo aquello que le faltaba saber sobre él.

Alex asintió.

-Sí, frecuentemente –contestó. Claramente no le gustaba del todo aquella parte de su vida-. Pero todos piensan que estoy trabajando en este momento, así que no tienes nada de qué preocuparte –agregó, sus ojos encontrando los de ella, de pronto.

Emily se sonrojó. No era aquello lo que la preocupaba, aunque ahora que él lo había mencionado, sí debía preocuparla. Si una foto de ambos llegaba a salir a la luz, su madre la vería, sin duda alguna. Y luego todo estaría arruinado.

-Mi mamá... –comenzó a decir, sin poderlo evitar, pero él sacudió la cabeza, sin dejarla terminar.

-Lo entiendo -la interrumpió, mostrándole una sonrisa-. Pero sigues debiéndome esa conversación sobre tu madre –agregó, entonces.

No tenía ganas, realmente, de hablar sobre su madre. Pero le parecía ser lo más justo, viéndose que ella quería desesperadamente saber más de él.

Sonrió.

-Lo sé –replicó.

-Y hemos llegado –dijo Alex, de pronto, su sonrisa creciendo ampliamente.

Y los ojos de Emily se abrieron de par en par, cuando dirigió su mirada hacia donde Alex estaba mirando. Entró en su campo de visión inmediatamente: la feria del libro. Aquella que se hacía una vez al año. Aquella a la que nunca antes había podido ir, porque su madre decía que era una pérdida de tiempo, viéndose que no tenía dinero para comprar libros.

-Me estas molestando –no pudo evitar decir, una enorme sonrisa expandiéndose en su rostro.

-Hablo en serio –replicó él, riéndose suavemente ante la clara emoción que ahora Emily irradiaba.

Y ella no pudo evitar dar un saltito de emoción.

-¿Pero que estamos esperando? –preguntó, comenzando a tirar de él hacia la entrada del lugar-. ¡Vamos! –exclamó.

Alex, sin embargo, dejó ir su mano. Y Emily se detuvo, ligeramente decepcionada, de nuevo. Pero él hizo un gesto con la cabeza, para que continuara con su camino.

-Estaré de vuelta en un momento –le aseguró, sonriendo-. Debo hacer una llamada –explicó y ella, demasiado emocionada como para preguntar más, asintió y corrió hacia el stand más cercano, para poder observar los miles de libros que probablemente encontraría.

Y no estuvo equivocada.

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