Alex

Alex


CAPÍTULO 20

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CAPÍTULO 20

 

 

Alex.

Alex parecía ser lo único que abarcaba su mente, en todo momento. De hecho, incluso cuando estaba con él en aquel instante, no se sentía como si fuera suficiente.

Y no pudo evitar preguntarse a sí misma cómo había sucedido. Y cómo no se había dado cuenta.

Se había enamorado de él.

No había forma de seguir negándoselo a sí misma. Estaba más claro que el agua.

-Estaba pensando que Starbucks sería una buena opción –escuchó a Alex decir, antes de ser regresada a la realidad.

Sintió sus mejillas sonrojarse, de inmediato. Pero agradeció que Alex no pudiera leerle la mente.

-Starbucks suena bien –replicó, mostrándole una sonrisa.

No sabía si decirle sobre sus ahora claros sentimientos, era una buena opción. Y es que, aún no sabía qué era lo que sentía él.

¿Y si él no se sentía igual?

-¿Está todo bien? –preguntó Alex, luciendo ligeramente preocupado, pero manteniendo su vista fija en el camino delante de él.

Emily sintió su corazón acelerarse e intentó por todos los medios, no dejarle ver que estaba teniendo una increíble lucha interna con sus sentimientos.

-Todo está perfecto, Alex –le aseguró, dejando que sus dedos se entrelazaran con los de él, cuando estiró su mano hacia ella.

Y Alex se relajó, volviendo a centrar su atención en el camino.

Entonces Emily quiso hacer algo con el terrible silencio que había rodeándolos. Es decir, la hacía pensar más de lo que quería. En aquel instante, sólo quería enfocarse en pasar el día con Alex, en aprovecharlo al máximo, porque no sabía cuándo volverían a verse, después de eso. No quería estar perdida en sus confusos sentimientos.

-¿Puedo encender la radio? –preguntó, finalmente.

Alex asintió, de inmediato.

-Por supuesto que sí, preciosa –replicó, tranquilamente, claramente sin percatarse de que Emily intentaba llenar el silencio plagado de sus pensamientos.

Entonces Emily utilizó su mano libre para encender el aparato, buscando una estación que estuviera pasando música que le gustara, pero no encontró nada.

Hizo una mueca y decidió intentar otra cosa. Dejó ir la mano de Alex, para poder rebuscar en el bolsillo de su maleta. E intentó concentrarse en su objetivo, a pesar de que su corazón había dado un salto en su pecho, cuando la mano de Alex se posicionó sobre su muslo, al haberlo dejado ir.

De inmediato, había sentido como el calor llegaba a aquella zona donde él la tocaba.

Rápidamente volvió a centrar su atención en su celular, finalmente encontrándolo.

Lo sacó y dejó que sus dedos rápidamente lo conectaran a la radio, para poder poner su propia música. Si bien es cierto, se había vuelto loca cuando Alex se lo había dado, le había venido bastante bien para poder descargar la música que le gustaba y escucharla, cuando sabía que su madre no la descubriría.

Podía sentir los ojos de Alex sobre ella, viéndose que se habían detenido en una luz roja, pero se concentró en lo suyo lo mejor que pudo.

Entonces, cuando finalmente lo logró, puso la música en aleatorio, sintiendo su corazón dar un salto en su pecho, cuando la canción que menos esperaba, comenzó a sonar por los parlantes del auto de Alex.

Nada se podía comparar a escuchar música en aquel auto. Es decir, el volumen estaba alto y la canción parecía rebotar en las ventanas, para hundirse en los oídos de Emily, logrando hacerla sentir como si estuviera en aquel día de nuevo.

Y es que, la canción que estaba saliendo de los parlantes era la canción que había escuchado en la biblioteca de Alex, el día que había estado por besarla.

Stay.

La versión que parecía identificarlos a ambos tan perfectamente.

Alex dirigió sus ojos hacia ella, un segundo, una sonrisa formándose en sus labios, casi de inmediato. Y Emily no pudo evitar sonreír también, mientras Alex se inclinaba hacia ella, juntando sus labios lentamente.

Emily sintió sus ojos cerrarse, cuando los dedos de Alex, aún sobre su muslo, se deslizaron ligeramente hacia arriba. Parecía estar haciéndolo inconscientemente, pues apenas las puntas de sus dedos rozaban su pantalón.

Ella entreabrió sus labios, para decir algo, lo que sea, pero no lo logró, porque el sonido de una bocina hizo que se separaran abruptamente.

Alex sacudió la cabeza, riéndose suavemente y murmurando algo sobre lo fácil que le resultaba a ella hacerlo perder la concentración. Y Emily, sonriendo ampliamente, dejó que sus dedos subieran un tanto el volumen.

Y, así de rápido, toda sensación de confusión dejó su cuerpo, mientras se relajaba con la canción que les pertenecía a ambos.

Y unos minutos después, finalmente llegaron a su destino.

Starbucks.

Alex estacionó en un espacio vacío y apagó el motor. Dirigió una mirada de disculpa hacia Emily, logrando hacer que ella frunciera el ceño.

¿Qué ocurría?

-¿Está bien si bajo a comprar y tú me esperas aquí? –preguntó, girando su rostro completamente hacia Emily.

Ella ladeó el rostro ligeramente, sintiendo confusión subiendo por su pecho, de inmediato.

-¿Está algo mal? –preguntó.

Alex pasó una mano por su cabello, aparentemente nervioso.

-Los periodistas se han estado volviendo locos, recientemente –comenzó a decir, sus celestes ojos negándose a encontrarse con los de ella-. Y no sé si sea buena idea que… -explicó, pero se quedó a media frase, aparentemente sin querer terminarla.

Emily comprendió, entonces. Le asustaba que lo vieran con ella. Y, a pesar de que sabía que él lo hacía por el bien de ambos, no pudo evitar la ligera punzada de dolor que atravesó su pecho, ante sus palabras.

Y es que, ¿así iba a ser para siempre?

Dejó que sus dedos tomaran la barbilla de Alex, obligándolo a mirarla a los ojos.

-Está bien, Alex –le aseguró, a pesar de que ella misma no se sentía del todo feliz al respecto.

Y Alex, tras sonreír, se inclinó, rozando sus labios un pequeño segundo, antes de ir a comprar.

Emily suspiró, cuando finalmente se encontró sola. ¿Acaso iba a ser así siempre? ¿Acaso nunca podría salir con él como una pareja normal? ¿Acaso nunca podrían mostrar su amor a todo el mundo?

Apoyó su cabeza en el respaldar. ¿Siempre iba a ser así de complicado para ellos?

Estaba enamorada de él, pero no sabía hasta qué punto podría soportar aquello. Tener su relación guardada, solo para ellos. Tener que esconderse.

Ella, por su madre.

Y él, por la vida que tenía.

¿Por qué el amor no podía ser más fácil?

Se sentó correctamente, cuando vio a Alex haciendo su camino hacia el auto, nuevamente. Y no pudo evitar fruncir el ceño.

¿Cómo había logrado comprar tan rápido?

Él le mostró una sonrisa, cuando ella se lo preguntó. Se encogió de hombros, tendiéndole una de las bolsas.

-Ventajas de ser el empresario más guapo y joven del país –dijo, logrando que ella rodara los ojos, una sonrisa expandiéndose por sus labios.

Y es que, no importaba cuantas cosas negativas encontrara en aquella relación que ambos tenían, Alex siempre lograba mostrarle muchas cosas más, que eran completamente positivas. Y suficientes para seguir queriendo estar a su lado.

Para siempre.

 

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Lo observó detenidamente. Era guapo, hermoso, lindo, perfecto. Tantas cosas y solo para ella. No tenía las palabras suficientes para poder explicar lo que sentía por él. Lo que sentía cuando estaba con él.

Era increíblemente feliz a su lado.

Suspiró y se giró ligeramente, de modo que estuvo frente a él en la cama.

Luego del Starbucks, habían ido directo a la casa de Alex, para no perder ni un segundo de aquellas horas que tenían juntos. Y, después de charlar y observar una película, Alex se había quedado profundamente dormido al lado de Emily.

Y ella no pudo evitar pensar en lo cansado que él debía encontrarse. Es decir, trabajar tan arduamente como él trabajaba tenía que ser agotador.

Y él durmiendo plácidamente, lo confirmaba. Su rostro lucía sereno y calmado, casi podía parecer un adolescente. Y aquello era bastante diferente al rostro que ella solía ver. Siempre centrado e imponente. Siempre confiado y ligeramente preocupado.

Ahora, mientras dormía, Emily finalmente pudo observar al Alex que debía ser. Al Alex tranquilo y calmado que debió haber sido en algún punto, antes de estar terriblemente hundido en el trabajo.

Emily sonrió, sin poderlo evitar y llevó sus dedos hacia arriba, trazando un delicado camino por el rostro de Alex. Aunque él pareció no notarlo. Es decir, ni siquiera se movió.

Era tarde.

De acuerdo, quizás no tanto, pero si eran casi las seis de la tarde y era mejor que estuviera pronto en su casa. Después de todo, no necesitaba alimentar más las sospechas de su madre. Pero, no quería despertarlo, quería quedarse así para siempre, observándolo dormir con tranquilidad. Es decir, lucía tan relajado y feliz.

Porque sí, una sonrisa se había abierto paso en sus labios, pero Emily no tardó en darse cuenta de que era porque ya se encontraba despierto.

De pronto, se removió y sus ojos parpadearon abiertos, aún con la sonrisa en sus labios, aunque lucía increíblemente somnoliento.

Y lució avergonzado, un segundo, sus mejillas tomando un ligero color carmín.

-Hola –lo saludó Emily, aun así, mientras Alex se acercaba a ella y la rodeaba con sus brazos, atrayéndola a su pecho.

Y ella suspiró, cerrando sus ojos por un momento.

-Pues despertar a tu lado me ha parecido muy llamativo –lo escuchó susurrar en su oído, lanzando pequeños escalofríos por su espalda. Y es que, nunca parecía dejar de verse afectada por sus gestos, por su cercanía, por su roce. Por todo–. Realmente debemos hacerlo más seguido –agregó, apoyando su frente en la sien de Emily, antes de dejar un suave beso en su mejilla.

Emily se no pudo evitar la suave risa que subió por su garganta, acurrucándose aún más contra su pecho.

-Siempre que tú quieras, Alex –le aseguró, dejando que su rostro se girara hacia el de él y, de pronto, Alex juntó sus labios con los de ella.

Y Emily cerró los ojos, inevitablemente.

Le gustaba cuando la besaba así.

En fin, le gustaba que simplemente la besara.

De inmediato, dejó que sus labios se movieran contra los de él, mientras deslizaba sus dedos por su suave cabello. Sintió a Alex sonreír contra sus labios y ella lo hizo también.

-Debo irme –susurró, a pesar de que no quería dejarlo ir aún.

Él gruñó, claramente en desacuerdo también.

-Aún no –le suplicó, juntando sus labios de nuevo, aparentemente intentando lograr distraerla lo suficiente para hacerla olvidar que debía irse.

Y diablos. Realmente lo estaba logrando. Es decir, su mano se había hundido bajo el polo de Emily, acariciando su piel, lentamente y, apenas con las yemas de sus dedos. Tan delicadamente que parecía que temía que ella se fuera a romper si aplicaba demasiada fuerza.

-Alex… -intentó, pero no encontró la fuerza para continuar, los labios de Alex se deslizaron lentamente por su cuello, de pronto.

Y un suspiro escapó entre sus labios, sin que lo pudiera retener.

-¿Mhmm? –escuchó vagamente que él dejaba salir, sin separar sus labios de su cuello y logrando hacerla estremecer, debido a que su aliento se había deslizado por su piel.

Emily cerró los ojos, intentando pensar con cordura por al menos un segundo. Pero sabía que era algo sin sentido. Nunca podía cuando estaba tan cerca de él.

-Estás haciéndolo de nuevo –susurró, dejando su cabeza echarse hacia atrás, de modo que podía sentir por completo los labios de Alex sobre su piel y su cabello, rozando su oído.

-¿Qué estoy haciendo de nuevo? –preguntó Alex, a su vez.

Parecía estar ten perdido en aquello, como lo estaba ella.

-Intentar distraerme para convencerme de hacer lo contrario a lo que deberíamos –murmuró, no muy segura de cómo logró sacar tantas palabras de entre sus labios, teniendo los de Alex aún pegados a su piel-. Es tarde –logró soltar pasado un momento.

Y Alex finalmente hundió el rostro en su cuello, deteniendo el lento movimiento de sus labios, sobre su piel.

-De acuerdo –aceptó. Sin embargo, se quedó un momento más con el rostro hundido en su cuello.

Y Emily sonrió, dejando que sus brazos se envolvieran alrededor del cuello de Alex, mientras se quedaban así, por un momento más.

Quería quedarse para siempre entre sus brazos, en ese lugar donde todo era más hermoso, donde todo era realmente perfecto, donde no estaba su familia para arruinarle su felicidad.

Pero tenía que irse, por mucho que no lo quisiera dejar ir nunca.

Así que lentamente se apartó de él y Alex la siguió, ambos poniéndose de pie.

Emily alistó sus cosas, rápidamente y observó cómo Alex se frotaba el rostro, aun luciendo ligeramente cansado. Sonrió, cuando se percató de su desordenado cabello. Y es que, lucía increíblemente tierno. Demasiado tierno para su propio bien.

¿Cómo un hombre de su edad podía lucir como un adolescente?

Él le sonrió y Emily salió de sus pensamientos, sintiendo sus mejillas calentarse.

Entonces, Alex tomó su mano y salieron ambos de su casa, para subirse al auto y dirigirse a la casa de Emily.

Y quince minutos después, ya había oscurecido y Alex había aparcado cerca de la casa de Emily.

Y sabía de sobra que debía bajarse, para entrar a su casa cuanto antes, pero no quería irse. No quería dejar de estar al lado de Alex. Quería subirse a su regazo y dejar que envolviera sus enormes brazos a su alrededor, para no dejarla ir nunca.

Emily aguardó, a que Alex dijera o hiciera algo, porque ella no quería moverse aún. Y él lo hizo, finalmente. Giró su rostro hacia ella, forzándola a imitarlo. Entonces, sus ojos se encontraron.

Y luego se estaban besando.

Así de rápido. Así, muy de pronto. Y suspiró. Sabía que tenía que irse, pero realmente le estaba resultando difícil hacerlo.

Él hundió sus dedos en el cabello de Emily y ella tomó su rostro entre sus manos, necesitando estar cerca. Y necesitando grabar en su mente aquel breve momento, para poder recordarlo tantas veces como fuera necesario, cuando estuviera sola.

-No sabes cuánto te quiero –susurró él, contra sus labios, logrando hacer que su corazón se acelerara en su pecho.

-También te quiero, Alex –replicó, en un susurro.

Entonces Alex apartó su rostro del de ella, apenas ligeramente. Y, con su nariz aun rozando la de ella, le mostró una sonrisa, que ella no tardó en corresponder.

-La pase bien hoy –dijo Alex, entonces. Dejó ir su rostro, para tomar su mano entre las de él-. ¿Cuándo nos veremos de nuevo? –preguntó, finalmente.

Emily suspiró, pero no pudo evitar que la sonrisa en sus labios se ensanchara, ante su desesperación por verla de nuevo. Aquella extraña sensación volvió a establecerse en su pecho, sin que lo pudiera evitar.

Aquella sensación de que todo era demasiado bueno para ser cierto. Aquella sensación de que no podía estar todo tan bien como se sentía.

Apartó sus pensamientos de un manotazo y centró su atención en Alex, de nuevo.

-Pronto, lo prometo –le aseguró y se inclinó para dejar un delicado beso en sus labios.

-Te quiero, demasiado –murmuró él, de pronto, su frente apoyándose en la de ella-. Nunca lo olvides –agregó, rozando su nariz con la de ella, lentamente.

Emily asintió.

-Y yo a ti –replicó, dejando un beso más en sus labios, incluso cuando era el enésimo que le daba-. Adiós, Alex –se despidió, sonriendo.

Él le sonrió también.

-Adiós, pequeña –replicó y ella salió del auto, colgándose su maleta al hombro, para caminar hacia su casa.

Suspiró mientras caminaba a pasos lentos.

Ahora que no estaba con Alex, aquella sensación regresó a su pecho.

Era perfecto, todo aquello.

Pero tenía un mal presentimiento, uno que no podía quitarse del pecho, sin importar lo que hiciera.

Y diablos. La estaba volviendo loca. De hecho, quería sacárselo de su pecho en aquel mismo momento.

Se mordió el labio y sacudió la cabeza.

Quizás simplemente eran ideas suyas. Necesitaba tranquilizarse.

Necesitaba a Alex, incluso cuando acababa de estar con él.

Finalmente llegó a su casa y tragó saliva, antes de abrir la puerta. No podía evitar ponerse nerviosa, a pesar de que su madre, claramente, no podría saber que había estado con Alex.

No había manera de que lo supiera, cuando creía que había pasado el día entero con Lilian.

Se repitió aquello en la cabeza, tres veces, antes de ser capaz de abrir la puerta. Entonces, cuando lo hizo, se percató de que no había ningún sonido proveniente de la cocina.

De hecho, la casa entera estaba en completo silencio.

E, incluso cuando aquello debió hacer que su cuerpo se relajara, la puso en más tensión.

¿Por qué su madre no estaba en casa?

Frunció el ceño. Extraño. Su madre no salía mucho y si lo hacía, era en las mañanas. ¿Dónde podría estar a aquellas horas?

Sacudió la cabeza y cerró la puerta tras de sí. Necesitaba dormir y olvidarse de una vez por todas de aquel miedo que parecía tener incrustado en su pecho.

Todo iba a estar bien.

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