Alex

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CAPÍTULO 27

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CAPÍTULO 27

 

 

EMILY.

 

Él no estaba ahí.

Claramente, ella tenía que ordenar sus prioridades. Es decir, acababan de rescatarla de un secuestro, que pudo haber terminado increíblemente mal, y lo único en lo que podía pensar era en que él no se encontraba ahí.

¿En qué momento se había vuelto loca?

Claramente cuando tomó la decisión de dejar a su corazón caer por Alex. Desde entonces había comenzado a hacer locura tras locura. Y ahora, no había vuelta atrás.

Sintió los pedazos de su corazón rompiéndose en partes aún más pequeñas, rompiéndose de una forma ahora irreparable. Y es que, a pesar de que había creído que la situación no podía ser peor, parecía no detener su caída. Parecía no acabarse nunca.

Lo había perdido.

Definitivamente lo había hecho.

Pero, ¿Cómo era eso posible? ¿Si en realidad nunca lo había tenido?

Quería ser envuelta por los brazos de Alex de nuevo, no le importaba si era fingido o real. No le importaba si era una mentira o si él realmente no la amaba, solo necesitaba sus brazos, un mísero segundo. Al menos le debía aquello, ¿no es así?

Confía en mí

Aquellas habían sido sus palabras. Pero, ¿a qué exactamente se había referido? Claramente había sido una mentira más. O quizás, solo había sido una promesa de que la salvaría de la situación en la que la había puesto, nada más que eso.

Y dolía. Dolía más y más.

Sintió a su madre rodearla con sus brazos, pero no se sintió mejor.

Lo quería a él.

Quería que él la rodeara con sus brazos.

Quería que él la sostuviera contra su cuerpo.

Quería que él estuviera a su lado.

Lo necesitaba a él.

Nadie podría quitarle ese sentimiento del pecho. Nadie podría hacer que el dolor fuera menos. Nadie más que él.

Se mordió el labio, intentando por todos los medios no romper a llorar. Porque él no lo valía. No cuando ya le había hecho tanto daño.

-Vamos –le dijo su madre, comenzando a moverla suavemente hacia la entrada–. Tu papá estaba muy preocupado –agregó, cuando ella se negó a moverse.

No podía hacerlo. Diablos, quería que fuera un terrible sueño. Y que Alex apareciera de pronto, prometiéndole que todo había sido mentira y que en realidad sí la amaba.

Emily siguió sin avanzar, finalmente dejando salir las palabras que tan desesperadamente deseaba preguntar.

-¿Dónde está? –susurró, mirando a su madre a sus ojos, porque sabía que ahora su madre estaba enterada de todo, no había forma de que no supiera. Tenía que saberlo, si había estado ahí, al tanto de todo lo que hacía Alex por recuperarla.

-Él se fue –fue lo único que le contestó.

Y esas palabras fueron lo que bastó para traer el resto de su corazón abajo.

Y eso dolió aún más.

No lloró, sin embargo. No frente a su madre, porque por un extraño motivo, sentía que esta no merecía verla así. Tampoco lloró frente a su padre, cuando este la abrazó, con preocupación reflejándose en su rostro. Menos lloró cuando su hermano bajó las escaleras y la miró a los ojos. Entonces, parecía que por primera vez se había preocupado por ella, pero eso tampoco importó.

Simplemente cerró la puerta de su habitación tras de sí y finalmente se permitió llorar. Lloró todo lo que había tenido acumulado desde el día en que la habían secuestrado, seis días atrás. Lloró también por todo lo que había sucedido antes, cuando Alex le había roto el corazón en mil pedazos.

Lloró porque Alex ya no estaba. Y sólo quedaba el dolor que había dejado tras él cuando la dejó.

A él realmente no le importaba ella, realmente no había significado nada para él. Le había pedido, más bien rogado, que confiara en él por aquel teléfono. Y ella lo había hecho. Pero, aun así, la había dejado.

No sé qué habría hecho si…

¿Qué? ¿Más mentiras que entonces no parecía haber sido capaz de decir?

¿Estás bien?

Falsa preocupación. ¿Más mentiras?

No dejaré que nada te suceda.

Y, aun así, no había dudado en romper su corazón.

Las lágrimas fueron aún más dolorosas que cualquier cosa que tuviera presionando su pecho. Lloró por lo que parecieron horas. Incluso cuando sintió el leve golpe en la puerta, aquel golpe que reconocía en cualquier lado y en cualquier momento, siguió llorando, sin molestarse en ocultar su dolor.

Porque esa persona si tenía permitido verla así. Porque esa persona si lo comprendía. Porque esa persona era su mejor amiga y la que había estado a su lado, en cada pequeño momento.

Lilian la rodeó con sus brazos.

No sabía cómo ella se había enterado de los sucesos de aquella noche, pero no importaba, porque sólo quería llorar y llorar y llorar.

Y eso hizo, hasta que el sol finalmente salió, e incluso después de ello, siguió llorando, porque no había nada que detuviera ese dolor que estaba incrustado en su pecho, amenazando con nunca irse.

Amenazando con quedarse hasta no dejar nada de ella.

Las horas parecían pasar a la velocidad de la luz. Y Emily prácticamente no era consciente de los días que iban pasando. Simplemente tenía vagos recuerdos por momentos, de lo que sucedía en el transcurso del día. Lilian intentando hacerla hablar, o comer o simplemente pararse. Pero no podía lograrlo. Y Emily quería pensar que era porque aún estaba sanando todo aquello que había sufrido en el secuestro. Quizás aún estaba en shock y por eso solo quería pensar en el dolor causado por el engaño de Alex. O quizás simplemente había estado demasiado enamorada de él.

-Tienes que comer algo –la voz de su mejor amiga la sobresaltó, en algún punto de algún día.

Ella realmente no tenía idea.

Siguió acostada en su cama, de costado, mirando fijamente hacia la cortina que tapaba la luz de aquel soleado día. Habían pasado unas horas y aunque las lágrimas se habían detenido al fin, seguía sin querer moverse.

¿Cuantos días habían pasado ya? ¿Cuántos días seguiría dejando pasar?

Parpadeó, pero se quedó inmóvil.

-Emily, hablo en serio –escuchó el tono severo de Lilian, pero seguía sin ser suficiente para hacerla ponerse de pie.

-No quiero nada –susurró, sin molestarse en mirarla.

Cerró los ojos.

Y se quedó dormida por lo que pareció la enésima vez. Pero solo durmió por unos minutos, o al menos eso pareció. Porque cuando abrió los ojos nuevamente, seguía en la misma posición, aunque ya no se filtraba luz por la cortina.

Ya era de noche nuevamente.

Siguió sin moverse. No quería nada que no fuera Alex. Incluso cuando era tonto pensar de aquella manera, solo lo quería a él.

Pero a él no lo podía tener.

Ya no. Nunca pudo, de hecho.

Las lágrimas se derramaron silenciosamente por sus mejillas y cerró los ojos, intentando frenarlas, porque solo provocaban más dolor.

Pero no se detuvieron.

-Em –su mejor amiga la llamó, nuevamente. ¿Cuánto tiempo habría pasado? ¿Horas? ¿Minutos? ¿Segundos? El tiempo seguía pasando en un borrón para ella–. Lo siento mucho, mejor amiga –la escuchó decir, entonces.

Pero no había nada que pudiera decir que hiciera que las cosas fueran mejores. Nada. No existían palabras que pudieran solucionar aquella solución. Sólo le quedaba imaginar que las cosas podrían ser mejores, en algún punto. Y por ello, intentaba mantener sus ojos cerrados la mayor cantidad de tiempo.

Se volvió a quedar dormida, entonces.

Cuando se levantó, podía sentir su rostro hinchado, probablemente por haber estado llorando por horas, y sus parpados excesivamente pesados, debido a que, incluso cuando parecía estar durmiendo por horas y horas, de hecho no estaba conciliando el sueño.

Su mejor amiga estaba sentada en una silla, cerca de la ventana y fue lo primero que Emily vio en cuanto abrió sus pesados ojos.

-Es hora de que te levantes –le dijo, todo rastro de comprensión habiendo dejado su rostro. Hizo una mueca, cuando la vio pararse y abrir la cortina, dejando que la luz de la nueva mañana se filtrara en toda la habitación.

Cerró los ojos, deseando quedarse dormida nuevamente. Y es que, solo entonces, el dolor parecía desaparecer ligeramente, e menos que, claro, tuviera aquellas espantosas pesadillas donde Alex la dejaba una y otra vez. Y ella regresaba a él, también una y otra vez.

Su mejor amiga la zarandeó, de pronto y Emily tuvo que abrir los ojos de nuevo.

-De pie, ahora –exigió, claramente sin compadecerse más de ella. Y Emily no la culpaba. De hecho, había estado esperando a que se cansara de aguantar aquella actitud que estaba teniendo-. No estoy  bromeando -agregó, cuando sus ojos encontraron los de Emily.

Entonces supo que era muy en serio. Que debía pararse, porque su mejor amiga ya había tenido suficiente.

Pero, ¿acaso ya no entendía el dolor que sentía?

-Duele –susurró, como lo había hecho esa noche en que se la llevaron.

Cinco o seis noches atrás. No estaba segura, realmente. Parecían haber pasado años.

-Lo sé –replicó su mejor amiga, entonces, su voz suavizándose. Se forzó a mantener los ojos, mientras la veía ponerse de cuclillas delante de ella, para pasar una mano reconfortante por su rostro. Emily sabía que Lilian prácticamente podía sentir el dolor que ella misma estaba sintiendo-. Y lo siento mucho, Em –repitió.

-¿Sabes lo que sucedió? –se atrevió a preguntar, finalmente.

Lilian la miró por un momento, como si estuviera debatiéndose entre pedirle que le contara o no. Entonces, finalmente habló.

-Sólo algunas cosas que me contó tu madre –confesó, haciendo una pequeña mueca, encogiéndose de hombros. Entonces no sabía absolutamente nada-. Sé que no es la historia completa y necesito que me la cuentes –agregó, tomando su mano y dándole un fuerte apretón-. Cuando quieras hablar, aquí estaré –le aseguró.

Emily tragó saliva. No quería hablar más. No quería decir nada aún. No se sentía del todo lista.

-¿Dónde están? –preguntó, intentando esquivar el tema.

Sabía que Lilian podría comprender. Podría esperar a que ella estuviera lista.

Además, sus padres no parecían haber entrado en la habitación en todas aquellas horas que habían pasado y eso también le preocupaba.

¿Qué era lo que sabían? ¿Qué les faltaba por saber?

-Te han venido a ver algunas veces –contestó Lilian, sacándola de sus pensamientos–. Pero se dieron cuenta de que no querías ver a nadie más, así que me dejaron aquí y me pidieron que les avisara si los necesitabas –explicó, tranquilamente, claramente sin mencionar el hecho de que Emily había cambiado drásticamente el tema.

-No los necesito –dijo Emily, entonces. Sabía que se iba a hacer más daño, pero no pudo evitar lo que dijo después–. Solo lo necesito a él –murmuró, sintiendo las lágrimas acumularse en sus ojos de nuevo-. Y no está –susurró.

Lilian suspiró.

-Lo sé –repitió, por enésima vez–. Pero no puedo entenderlo por completo hasta que me lo cuentes –continuó, claramente intentando distraerla de aquello que tanto le dolía–. Así que, de pie, te ducharás y luego me contarás –exigió, poniéndose de pie, a su vez-. ¿De acuerdo? –preguntó, poniendo sus manos en sus caderas.

Emily la observó fijamente por un momento y finalmente asintió. Ella tenía razón, después de todo.

-De acuerdo –aceptó y se puso de pie después de lo que parecieron años.

El dolor seguía ahí. Y, quizás, siempre lo iba a estar.

 

 

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