Alex

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CAPÍTULO 30

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CAPÍTULO 30

 

 

Tres meses.

 

-Creo que voy a llorar –la voz de Lilian interrumpió el silencio que se había formado desde hacía casi una hora.

Emily no pudo evitar sonreír cuando todos parecieron removerse, incómodos, antes de murmurar.

-Shhh –se escuchó, por toda la sala oscura.

Emily rodó los ojos. Parecía como si estuvieran en el cine. Y aquel pensamiento la llevó inmediatamente a otro: el cuarto de cine de Alex. Habían pasado uno que otro día ahí, mirando películas, hasta que alguno de los dos se quedaba dormido. O, en algunos casos, los dos. El recuerdo logró ofrecer presión a su pecho, pero ya no resultaba tan doloroso como lo había hecho un mes atrás. Dolía sí, pero lentamente Emily estaba comenzando a aprender a vivir con él.

-Pero, es que… -comenzó a decir Lilian, de nuevo.

-Shhh –la volvieron a callar.

Y Emily intentó no suspirar, cuando sus ojos se vieron forzados a regresar a la pantalla, una vez más. Bajo la misma estrella. De todas las películas que pudieron haber visto, esa era la que todos habían elegido. O todas las chicas, para ser exactos. Después de todo, los chicos habían terminado por ceder, solo por ellas.

Emily se habría ido por la película de zombies. Lo que sea, por no tener que ver algo que le recordaba a Alex. Y es que, en una de aquellas ocasiones en que se habían sentado juntos a ver una película, ella había insistido por ver aquella, hasta que él aceptó.

Recuerdos.

Todo le recordaba a él.

Estaban en la casa de Lilian. Ella, Lilian, Jem, Samantha, Jazmín, Ethan y Daniel se habían reunido para ver una película y divertirse un rato. Todos eran amigos de la escuela, pero Emily no los conocía del todo, viéndose que Lilian recién se había hecho amiga de ellos en los pasados meses, mientras que Emily aún estaba completamente perdida en su propio sufrimiento.

Era su culpa, que Lilian hubiera tenido que buscar nuevos amigos. O alguien más con quien andar, claro está, viéndose que se llevaba perfectamente bien con todo el mundo.

Si ella no se hubiera aislado en su propio mundo, probablemente no habría alejado a su mejor amiga en aquellos primeros meses.

Pero Emily no dejaba de pensar y de pensar.

Tres meses y las cosas seguían iguales. Dolor más soportable, pero dolor, al fin y al cabo.

Empezaba a asustarse de que nunca pudiera ser capaz de superarlo. Incluso ahí, sentada en el sillón, pegada al reposa brazos y con el brazos de Jem a su alrededor, seguía sin poder dejar de pensar en Alex.

-¿Todo bien? –escuchó a Jem susurrar en su oído.

Y Emily asintió, intentando mantener su concentración en un punto fijo, frente a ella. De modo que no tenía que pensar en la película, ni en la forma en que Jem seguía acercándose a ella, protegiéndola y de alguna manera, dejándole saber que sentía mucho más por ella que una simple amistad.

¿Y, cómo era posible que él siempre supiera cuando ella se sentía así?

-Iré por algo de tomar –anunció, en voz baja, para que solo él la oyera y se puso de pie, para dirigirse a la cocina.

Cuando llegó ahí, se apoyó contra el repostero, cerrando sus ojos e intentando tranquilizarse, porque podía sentir como se empezaba a derrumbar, lentamente.

Se mordió el labio. Sentía las lágrimas amenazando con derramarse.

No.

¿Por qué?

Le molestaba seguir tan dolida. Quería sacarse a aquel hombre de la cabeza. Pero no podía. El dolor era casi palpable en ese momento, como siempre que algo le recordaba a él.

Tragó saliva. Necesitaba hacer algo al respecto. Necesitaba huir de ese dolor tan desesperadamente.

De pronto, sintió unos brazos rodeando su cintura y un rostro hundiéndose en su cuello. Aguantó la respiración, pensando, esperando, que fuera Alex. O al menos un invento de su mente, para hacerla sentir ligeramente mejor. Pero sabía bien que no era él. No sentía el usual latido acelerado de su corazón, como cuando Alex la abrazaba. No sentía el usual cosquilleo en la parte baja de su abdomen, cuando sentía la nariz de Alex deslizándose suavemente por la piel de su cuello. Y vamos, había pasado tanto tiempo desde la última vez que había sentido aquello.

Se dio cuenta, entonces, de que prácticamente no recordaba cómo se sentía cuando él la abrazaba. Prácticamente no recordaba cómo se sentía tener sus manos hundidas bajo su polo y sus dedos rozando su piel y su nariz deslizándose por su cuello y sus labios, besando los de ella.

Una respiración le hizo cosquillas en la mejilla y sintió unos labios dejando un suave beso en su cuello. Y, nuevamente, fue inútil. Porque no se trataba de Alex.

Se trataba de Jem.

¿Quién más podría ser?

Cerró los ojos y dejó que la estrechara contra su cuerpo, porque se sentía ligeramente mejor que estar sola.

-Emily -lo escuchó susurrar, en su oído–. Necesitas olvidar –dijo, aquello que ella claramente ya sabía, pero que lamentablemente no lograba hacer.

Una lágrima silenciosa se derramó por su mejilla y maldijo por lo bajo. No era justo. No era justo que no lo pudiera olvidar, incluso cuando habían pasado tres meses ya.

¿Y, cómo hacías eso? ¿Olvidar? Porque, claramente, nada le estaba funcionando.

-No sé cómo –susurró, porque sabía que no tenía caso intentar negarlo.

Jem sabía. Incluso cuando Emily seguía sin haberle contado nada, él sabía que había un chico que seguía dentro de su corazón. Y ella intentaba no pensar mucho en el hecho de que, probablemente, le rompía el corazón a Jem todos los días, cuando la veía aun terriblemente enamorada de alguien más. Alguien que nunca la quiso. Y alguien que nunca iba a volver.

Entonces él la volteó, sin un mayor esfuerzo, sus manos cogiéndola por los hombros, desesperación llenando sus facciones, aunque parecía que intentaba ocultarla.

-Deja de pensar –susurró a modo de explicación, mientras cogía un mechón de su cabello y lo pasaba detrás de su oído, lentamente.

Emily miró al suelo, abrazándose a sí misma, queriendo desparecer en ese momento, como siempre que Jem tenía gestos como aquel. Gestos que la hacían pensar en lo sencillo que sería todo, si olvidara a Alex de una vez por todas y se permitiera a si misma sentir algo por alguien más. Sentir algo por Jem.

-Eso intento –dijo, finalmente. Y es que, no sabía que más decir.

Entonces Jem cogió su barbilla y la obligó a mirar hacia arriba.

-Quizás no lo suficiente –replicó Jem, claramente frustrado.

Y Emily se quedó callada, ante aquella respuesta. La cercanía del rostro de Jem la confundía. No sus sentimientos, pero sí su forma de pensar.

Quizás si lo besaba, se olvidaría de Alex, por al menos unos segundos. O quizás el dolor se haría más fuerte, al darse cuenta de que no importaba que besara a otro, porque seguía enamorada de él.

Jem se inclinó ligeramente hacia adelante, sus dedos deslizándose por el rostro de Emily. Y resultaba extrañamente abrumador. Una parte de ella quería apartarlo, inmediatamente. Y la otra no podía evitar preguntarse si aquello era lo que hacía falta, para finalmente olvidar.

-Em –la voz de Lilian hizo que Jem se separara abruptamente de ella, hundiendo sus dedos en su cabello, frustración llenando sus facciones, al mismo tiempo en que sus mejillas se teñían de rojo.

Emily no supo si era porque estaba nervioso o si era porque estaba molesto.

La miró un segundo a los ojos. Y luego se fue, pasando como una exhalación, por el lado de Lilian, que en aquel instante entraba a la cocina.

-¿De qué me perdí? –preguntó, claramente sorprendida por la forma en que Jem había salido del lugar.

Emily intentó guardar la compostura, a pesar de que las lágrimas ya estaban deslizándose por sus mejillas, de nuevo.

-Diablos –masculló, pasándose las manos por el rostro, en un intento de desaparecer las gotas saladas o forzar a su cuerpo a tranquilizarse.

Sintió los brazos de su mejor amiga rodearla, mientras finalmente se tranquilizó lo suficiente para comenzar a contarle lo sucedido.

-Sólo quiero descansar. ¿Sabes? –preguntó, apoyando la parte baja de su espalda, contra el repostero-. Me siento agotada –susurró, a pesar de que sabía que no había motivo para sentirse así.

Después de todo, había estado descuidándose desde que Alex había salido de su vida. No tenía derecho a sentirse agotada.

Su mejor amiga pasó su mano por su espalda, intentando reconfortarla.

-Lo sé, Em –replicó Lilian, lentamente–. Se hará más fácil, ya ve… -comenzó a asegurar, pero Emily la detuvo, antes de que la llenara con más mentiras.

Claramente, no se estaba haciendo más fácil para ella.

-¿Más fácil? –preguntó, interrumpiéndola. No quería descargar su dolor y su molestia en ella, pero se sentía increíblemente enfadada con el mundo entero–. He estado esperando a que se haga más fácil por tres meses –espetó, estableciendo un hecho-. Y sigue siendo igual de doloroso –finalizó.

Lilian se quedó callada un momento. Y, finalmente, suspiró.

-Jem y tu han estado a punto de besarse –fue lo que dijo. Y Emily no pudo evitar fruncir el ceño. ¿Y aquello a que venía?-. ¿Lo hubieras dejado besarte si yo no hubiera entrado? –preguntó, entonces.

Y Emily hizo una mueca, ante aquella pregunta. Después de todo, no lo había estado esperando. Se permitió a sí misma mirar a su mejor amiga, porque no le iba a mentir. Debía decirle la verdad.

Sacudió la cabeza.

-No –respondió, porque había estado a meros segundos de apartarlo de ella, cuando Lilian había entrado–. Habría sido más doloroso. Porque sé que no me habría ayudado a olvidar a Alex –confesó, aquello que hasta tenía miedo de confesarse a sí misma-. Además, nunca podría hacerle algo así a Jem. No merece que juegue con sus sentimientos –finalizó, en un susurro.

Lilian resopló, pero no pareció querer hablar más del tema, pues dejó salir otras palabras completamente distintas.

-Mejor vayamos de vuelta a la sala –le aconsejó, haciendo un gesto con la cabeza hacia la sala.

-No quiero seguir viendo esa película –murmuró Emily, sacudiendo la cabeza.

Lilian suspiró, haciendo una mueca.

-Ya terminó –explicó, sin más.

Emily suspiró y, finalmente, asintió.

Se dirigieron de  nuevo hacia la sala, una al lado de la otra. Todos estaban sentados en el suelo, riéndose de algo que aparentemente Jazmín había dicho.

Los ojos de Emily se encontraron con los de Jem y apartó la vista, incómoda. Y odiaba que fuera así. Él se había convertido en alguien en quien podía confiar. A quien podía recurrir siempre que se sintiera triste, además de Lilian, claro está. El caso era que, nunca había tenido un amigo en quien recaer, solo Lilian, que había estado en gran parte de su vida.

Jem era diferente. Y ahora todo se había ido por la borda. Por su culpa.

Reprimió el llanto que amenazaba por brotar de sus ojos, de nuevo.

-Por él fingiría tener veinte años, lo juro –dijo Samantha, repentinamente.

Emily frunció el ceño, entonces. ¿Veinte años? ¿De quién estaban hablando? De pronto, sus pensamientos se alejaron para que pudiera prestar atención a aquella conversación.

-Es taaaan hermoso –murmuró Jazmín, con un suspiro.

Ethan y Daniel se miraron y rodaron los ojos, como si compartieran algún secreto entre ellos.

-¿Podemos dejar de hablar sobre empresarios sexys? –comenzó a decir Daniel, haciendo comillas con los dedos al mencionar la palabra sexy-. ¿Y hablar sobre algo con más importancia? –preguntó.

Y Emily no pudo evitar hacer una mueca. ¿En serio? ¿Realmente era estaban hablando de…? No. Pero vamos, era claro. Después de todo, la profesora Branwell se pasaba el día entero mencionándolo, en cada una de sus sesiones. Era cuestión de tiempo que todas sus compañeras comenzaran a obsesionarse con él, también.

¿Es que acaso no era suficiente tener el dolor permanente en su pecho, como recuerdo? ¿También debía escuchar a cada momento sobre él?

-Eso lo dices porque te molesta que él tenga tanto dinero y tú no –replicó Jazmín y Emily intentó centrarse en el hecho de que aquellos dos estaban por empezar una clara discusión.

Daniel rodó los ojos de nuevo, sacudiendo la cabeza.

-Lo digo porque me molesta que me esté robando a la chica que me gusta –contestó, sin más. Aparentemente no se había dado cuenta de lo que acababa de confesar-. Y, encima, sin hacer nada –agregó, con claro fastidio.

Emily alzó ambas cejas, con sorpresa. Y todos se quedaron en silencio, claramente estupefactos por el giro que había dado la conversación.

En un inicio, Daniel no pareció ser consciente de la confesión que acababa de hacer. Pero luego, sus mejillas se tornaron ligeramente rojas, al tiempo que hundía sus dedos en su cabello, nerviosamente.

-¿Cómo? –preguntó Jazmín, sus mejillas sonrojándose también, pero una inconfundible sonrisa apareciendo en sus labios.

Y Emily se permitió a sí misma sonreír. Aquello era tierno. Y, a pesar de que solo hacía que su corazón doliera más, no podía evitar sentirse feliz por aquellos dos, que claramente estaban por confesarse su amor el uno por el otro.

Daniel se puso de pie entonces, cogiendo a Jazmín de la mano y llevándosela a la cocina, logrando que enormes sonrisas se plasmaran en los rostros de los demás. Entonces, cada uno siguió con lo suyo, continuando con su conversación.

Y Emily sintió su mente viajar hasta algún lugar lejano, de nuevo.

Alex.

¿Cómo era posible que siguiera extrañándolo tanto, después de tres largos meses?

Sus pensamientos se esfumaron, inmediatamente, cuando sintió dedos rozando los de ella. Giró el rostro hacia el dueño de aquellos dedos y se encontró con los verdes ojos de Jem. Lucía ligeramente avergonzado y, al mismo tiempo, bastante nervioso.

Se mantuvo quieta, mientras él se inclinaba cerca de su oído, para susurrar.

-¿Me acompañas afuera un momento? –preguntó.

Emily dejó que sus ojos viajaran por la sala, todos hablaban entre ellos, claramente completamente concentrados en su conversación. Y, estar lejos de aquello por un momento al menos, sonaba increíblemente llamativo. Asintió, entonces, permitiendo que Jem curvara sus dedos completamente alrededor de los de ella, guiándola hacia afuera, al porche.

Cuando Emily terminó de cerrar la puerta tras de sí, se giró, para finalmente mirar a Jem. Y él se estaba mordiendo el labio, nerviosamente. Hundió sus dedos en su cabello, con aparente frustración, antes de finalmente clavar sus ojos en los de ella.

Entonces, de un momento a otro, había cerrado el espacio que había entre ellos, para rodearla con sus brazos y apoyar su mentón en su cabeza. Y Emily rodeó su cintura con sus brazos, también. Porque era reconfortante, porque no quería perder la amistad que tenía con Jem.

Porque lo necesitaba.

Quizás no de la misma forma en que necesitaba a Alex; pero, al fin y al cabo, lo hacía.

-Lo siento -lo escuchó susurrar, en su oído–. No quería incomodarte. Lo lamento tanto, Em –continuó disculpándose, sin parar. Entonces, se apartó, para tomarla por los hombros y forzarla a mirarlo–. Es solo que… -comenzó, pero se detuvo un momento, claramente dudando sus siguientes palabras. Aun así, finalmente las dejó salir-. Te quiero ¿De acuerdo? –murmuró, su voz llena de duda-. Y, muy aparte de lo que pueda sentir, me preocupo por ti. Quiero lo mejor para ti –continuó. Sus palabras lograron que el corazón de Emily saltara en su pecho. Y es que, temía mucho por el daño que le iba a terminar haciendo. Vamos que, no podía dejar de estar enamorada de Alex. Mucho menos podría aprender a amar a otra persona-. Quisiera quitarte todo el dolor que veo en tus ojos y hacerte feliz, pero me temo que no puedo hacerlo –confesó, finalmente.

Emily miró al suelo, completamente insegura sobre lo que decir. ¿Le estaba confesando, realmente, que sentía algo por ella?

Había captado el claro mensaje, después de aquel instante en la cocina, pero no pensó que él se arriesgaría a sentir algo por ella, menos a confesárselo, sabiendo que seguía enamorada de otra persona.

¿Qué exactamente podía contestarle?

-También te quiero –murmuró, porque era la pura verdad. Quizás no lo quería en la misma forma en que él la quería a ella, pero algo era algo, después de todo-. Y créeme que intento olvidarlo, pero es tan difícil –confesó, sintiendo su voz cortarse ligeramente, cuando terminó su confesión–. Me duele y quiero evitarlo, pero no puedo –finalizó, en un susurro.

Sintió a Jem tomar su rostro entre sus manos, deslizando sus pulgares suavemente por sus mejillas, antes de dejar un beso en su frente.

-Quiero aliviar tu dolor -le aseguró, desesperación tiñendo su voz-. Pero no puedo hacerlo, solo tú puedes –explicó, forzándola suavemente a alzar el rostro hacia él-. ¿De acuerdo? –preguntó, sus ojos llenándose de esperanza. Esperanza que Emily rogaba que no hubiera. No podría. Realmente no se sentía capaz de sentir algo por alguien más-. Prométeme que lo intentarás –suplicó, entonces.

Y Emily no pudo evitar sentir que le estaba rogando que le diera una oportunidad. Que intentara amarlo a él, no al idiota que había roto su corazón. Y una parte de ella deseaba lograrlo, pero no estaba segura de sí podría. Y la otra, simplemente no quería dejar ir a Alex, aún.

Asintió, de todas formas.

-Lo siento, Jem –murmuró, cerrando sus ojos un momento–. No quiero herirte –dijo, finalmente.

Él sacudió su cabeza, forzándola a abrir sus ojos de nuevo y volvió a estrecharla entre sus brazos, como si estuviera aferrándose a ella. O como si estuviera rogando que ella se aferrara a él.

-Por mí no te preocupes –contestó, casi de inmediato.

Emily suspiró y hundió el rostro en su pecho, intentando olvidar.

Intentando.

Pero fallando estrepitosamente.

¿Cómo algo podía doler tanto?

¿Cómo aquel dolor, podía durar tanto?

Cuando Jem se separó de ella, con una sonrisa nuevamente en su rostro, Emily le sonrió también, lo mejor que pudo.

Dejó que él la tomara de la mano y la volviera a guiar dentro de la casa.

Antes de girarse, Emily tuvo tiempo de ver un auto blanco estacionado no muy lejos de la casa. Y frunció el ceño.

¿De nuevo?

Pero no tuvo tiempo de procesarlo, porque Jem ya estaba tirando de ella dentro de la casa de Lilian, de modo que se vio nuevamente engullida por la conversación que se estaba dando dentro de aquellas cuatro paredes.

¿La estaban siguiendo?

¿O simplemente era una mala jugada por parte de su mente?

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