Alex

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Capítulo 22

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—Efectivamente, Sashi está en Sydney, Jackson acaba de encontrársela en Westfield.

—Madre mía —bufó Oliver y movió la cabeza echándose a reír—. Menos mal que se la encontró ahora y no dentro de cuatro horas.

—Joder, lo siento, tío.

—No pasa nada, lo importante es que el universo parece estar de nuestra parte. Voy a hablar con Devon, a ver si puede dar la vuelta de inmediato. Tómate algo.

Le pidió a la azafata que le pusiera algo de beber y desapareció camino de la cabina. Alex miró por la ventanilla del avión, un jet privado propiedad de una de las marcas publicitarias que patrocinaban a Oliver, y respiró hondo sintiéndose un poco idiota, pero por otro lado bastante aliviado, porque saber que ella estaba en casa era lo único que necesitaba oír desde hacía cuatro días.

Como no hablaban por teléfono o por videollamada, no tenía ni idea de su estado anímico real. Llevaba más de un mes mandando un email diario para saludarla y ella respondía que todo marchaba bien, nada más. No tenían ninguna comunicación directa, así que cuando William Campbell se le había acercado en una sala de espera del hospital, y le había explicado que estaban todos muy preocupados por ella, casi le había dado un infarto.

William, con su caballerosidad y serenidad habitual, lo había abordado directamente y a solas, unos días después de haber operado a su madre en el St. Vincent’s Hospital. Él, que había traspasado todas sus competencias para intervenir a Laura después de que su cardiólogo se negara, había aparecido sin avisar, con el hacha de guerra enterrada, y le había pedido que hablaran de Sashi, algo que le agradecería el resto de su vida.

—Físicamente está bien, pero anímicamente no. No sé exactamente lo que ha pasado entre vosotros, solo sé que habéis roto y que ella quiere llevar el embarazo sola, sin embargo, creo que debes saber lo que pasa, porque al fin y al cabo se trata de tu hijo.

—¿Sashi no está bien? —lo había mirado con los ojos muy abiertos y William se le había sentado al lado respirando hondo—. No me ha dicho nada, no he notado nada, a diario nos comunicamos y…

—En las videollamadas se lo noté el primer día, la conozco muy bien, se hace la fuerte, y lo es, pero creo que esto la ha superado. Creo que este no era el momento más oportuno para volver al parque, pero ya sabes como es, se quiso ir igualmente y está pagando las consecuencias. Sophie cree que es una depresión, Kim también, y estamos todos muy preocupados. Llevamos semanas presionándola para que regrese y ha decidido hacernos caso, pero primero tiene que dejar atado lo de su proyecto y eso está tardando demasiado. Si no viene esta semana, iré a buscarla.

—No, no te preocupes, iré a buscarla yo. Muchas gracias por decírmelo, no tenía ni idea.

—Sashi es la chica más alegre y optimista del mundo, mi madre solía decir que ilumina todo lo que toca, y creo que esta es la primera vez en mi vida que la veo tan hundida, ni siquiera la muerte de mis padres la dejó tan abatida, supongo que también tiene que ver con el embarazo, pero… en fin…

—No te preocupes, me hago cargo. Iré a verla y me la traeré lo antes posible. Gracias otra vez por decírmelo.

—¿Puedo preguntar por qué la dejaste ir sola en Darwin?

—No la dejé ir sola en Darwin, ella decidió marcharse y no podía impedírselo, es una persona adulta.

—Mi mujer dice que nuestros temas pendientes, toda esa mierda referente a mi padre, a nuestra relación personal, a las tensiones, a la pelea en casa de Oliver… ya sabes… Sophie opina que todo eso ha afectado a lo vuestro, que por eso habéis roto. Yo no sé nada, pero si es así espero que lo arregléis. Por mi parte estoy dispuesto a firmar la paz y a reconducir mi relación contigo si eso a ella la hace feliz. Tanto si decidís seguir separados, como si decidís vivir juntos, tendréis un hijo en común y solo por eso, te doy mi palabra de honor, no volveré a enfrentarme contigo.

—Hay un poco más de fondo detrás de nuestra ruptura, pero agradezco tus palabras, William, y por mi parte digo lo mismo.

—No tenemos que ser hermanos, ni siquiera amigos, pero si hacemos un esfuerzo, creo que podemos mantener una relación mínimamente cordial.

—Estoy de acuerdo.

—También quiero que sepas que soy perfectamente consciente de que el comportamiento de mi padre hacia ti fue imperdonable, de hecho, sigo sin entender que algo así pudiera salir de él. No me cabe en la cabeza y me cuesta creerlo, pero el afectado eres tú y tienes todo el derecho del mundo de sentir rencor hacia él. Comprendo que tu madre…

—Mi madre es la principal responsable de mi animadversión hacia John Campbell, su propio orgullo herido, su rencor y su falta de generosidad han condicionado la imagen que yo pueda tener respecto a mi padre biológico, pero huelga decir que él, conmigo directamente, tampoco se esmeró en mostrarse como un buen padre.

—Lo sé, Oliver me contó lo que pasó cuando tenías dieciocho años e iba a nacer Jackson, y solo puedo decir que no me sorprende, a mí me hubiese dicho exactamente lo mismo.

—¿Tú crees?

—Claro. Me hubiese dicho lo mismo y hubiésemos terminado discutiendo y peleándonos, pero sé que dos días después ya estaría olvidado, algo que contigo no fue posible por vuestras circunstancias, pero estoy seguro de que te habría acabado apoyando. Él era así, muy exigente y muy recto, pero al final se le pasaba todo y primaba su buen corazón. Era un buen tipo, Alexander, y me duele en el alma que no hayas llegado a conocerlo.

—Más me duele a mí.

—Lo sé y lo siento —se levantó y miró la hora—. Tengo que irme, pero ya que hemos hablado, quiero aprovechar para pedirte disculpas si en algo te he ofendido. Siento mucho mis malos modos o mi constante actitud a la defensiva, no es muy propio de mí, pero…

—Lo mismo digo —él se levantó y le ofreció la mano—. También lo siento. No tengo nada contra ti, tío, solo es que representas un montón de fantasmas de mi pasado y a veces es difícil controlarlos.  

—Lo comprendo perfectamente, ahora espero que tú también comprendas que para mí no es nada fácil oírte hablar tan mal de mi padre…

—Lo entiendo muy bien, igual que entiendo que Jackson se ofendiera profundamente al oírte hablar bastante mal de mí delante de Sashi —Lo interrumpió y él frunció el ceño—. Ya que estamos hablando, tenía que decírtelo.

—¿Disculpa?, ¿cuándo?

—Cuando nació tu hijo.

—Madre mía, ¿por eso se ha distanciado tanto de nosotros?

—Sí, traté de quitarle hierro al asunto, pero fue inútil.

—Vaya, lo siento muchísimo. Dile de mi parte…

—No, por favor, si tienes algo que decir, díselo tú, prefiero que mi hijo pelee sus propias batallas.

—¿Sabes qué? —Le dijo sonriendo antes de salir por la puerta—. Eso es justamente lo que hubiese dicho nuestro padre.

Después de aquella charla insólita, única y no provocada por ninguno de los dos, se había sentido mucho mejor, más entero, muy fuerte con respecto a todo, sobre todo con respecto a Sashi, y había decidido coger un vuelo, volar al Kakadu National Park, tomar las riendas de una situación que se les estaba escapando de las manos, y traérsela de vuelta a casa.

No pensaba permitir que ella siguiera sufriendo o pasándolo mal, antes prefería pegarse un tiro, así que había empezado a mover todos los hilos para viajar a Darwin de inmediato. Una tarea bastante complicada, hasta que Oliver se había enterado y lo había solucionado en cuestión de horas.

Lástima que ella había sido más rápida y había regresado a Sydney sola y sin avisar.

—Hermano, ¿has notado el viraje? —Oliver se desplomó en su butaca y le guiñó un ojo—. Ha pedido los permisos y ya vamos de vuelta a Sydney. Llegamos al Bankstown Airport en setenta minutos.

—Muchas gracias, tío. Eres el mejor.

—Igual que tú, macho. Ahora espero que sepas aprovechar este regalito del universo, porque ha sido cojonudo.

Lo miró muerto de la risa, pidió algo de comer antes de enzarzarle en la prensa del día, y Alex lo observó con una sonrisa en la cara, porque Oliver Watson Campbell, la fulgurante estrella del rugby australiano, era un tipo realmente estupendo. Un hombre generoso, divertido, cariñoso y adorable. Un hermano que había llegado a querer sinceramente, y un gran amigo.

Exactamente setenta minutos después estaban aterrizando en el Bankstown Airport, el aeropuerto para vuelos privados de Sydney, donde a pie de pista un coche los estaba esperando para llevarlos a casa. Alex encendió el teléfono móvil bajando la escalerilla del jet y en seguida le entraron cientos de alertas, las miró por encima, las ignoró todas, porque no había ninguna de Sashi, y caminó detrás de Oliver hasta su coche, pero antes de llegar a montarse la azafata lo detuvo llamándolo a gritos.

—¡Señor Campbell!

—¿Qué ocurre?

—Hay un aviso de que a usted lo esperan en la terminal.

—¿Cómo?, ¿por qué?, ¿hay algún problema? —preguntó Oliver y ella negó con la cabeza.

—No lo sé, no creo, solo nos dicen que lo están esperando.

—Ok, no te preocupes, hermano, debe ser Jackson. Luego te llamo y muchas gracias por todo.

Abrazó a Oliver, se despidió de todo el mundo, cogió su maleta y se fue andado hasta la elegante terminal de llegadas. Entró allí pensando en Jackson, que desde que su madre le había regalado un coche de segunda mano no hacía más que buscar excusas para usarlo, y caminó por uno de los pasillos un poco distraído, llegó a una salita donde no había nadie, giró hacia la calle y se topó de bruces con Sashi.

—¿Sashi?, ¿qué haces aquí?

—Jackson me dijo dónde y a qué hora llegabas, y he pensado en venir a recogerte.

—Ok, muchas gracias, ¿estás bien? Menuda confusión, si no llegáis a coincidir en Westfield… ¿Estás bien?

Repitió viendo como se le llenaban los ojos de lágrimas, y como se cruzaba de brazos, y dio un paso atrás para observarla con atención. Estaba preciosa, vestida con unos vaqueros muy ceñidos y una blusa blanca, el pelo largo suelto y ondulado, los ojos negros muy brillantes. Aún no se le notaba el embarazo, pero resplandecía de una forma muy especial, y quiso estirar la mano y abrazarla, pero se contuvo y respiró hondo.

—¿Qué ocurre, Sashi?

—Nunca pondría a nadie por delante de ti —susurró intentando serenarse y él parpadeó—. Los afectos no tienen una vara de medir, yo quiero a William, a Sophie, a mis tíos, a mis padres, a mis amigos, incluso a Oliver y a Jackson, los quiero a todos, pero tú eres el amor de mi vida. No hay nadie más por encima de ti, jamás elegiría a nadie por encima de ti, nunca lo haré, te doy mi palabra de honor. Solo necesito que lo sepas.

—Cielo…

—Te amo, no sé si te lo había dicho, o si no te lo había dicho lo suficiente. Yo te quiero, tú y nuestro bebé lo sois todo para mí y espero, si me dejas, demostrártelo el resto de mi vida.

—Moonlight…

—Soy leal, soy fiel a las personas que quiero, a mis ideales y a mis principios. Soy de afectos firmes y sobre todo soy coherente. Alguna vez no estaré de acuerdo contigo, pero eso no significará que no te quiera o que prefiera a otras personas por encima de ti, eso no ocurrirá jamás, porque es imposible. Nadie te querrá nunca como yo te quiero, espero que no lo olvides ¿De acuerdo?

—Lo mismo digo.

—Vale —se enjugó las lágrimas con la manga de la blusa y luego lo miró—. No sé qué ibas a hacer a Darwin, pero lo agradezco muchísimo… necesitaba con toda mi alma saber que aún te sigo importando.

—Por supuesto que me sigues importando, Moonlight.

Se le acercó, la sujetó por el cuello y la abrazó con todas sus fuerzas, mucho rato, llorando también, hasta que ella lo apartó para mirarlo a los ojos.

—Como dice Jackson, creo que nos hemos comportado como un par de críos y lo hemos hecho todo mal, pero estoy dispuesta a arreglarlo si tú me das otra oportunidad.

—¿Otra oportunidad?, yo iba a Darwin a pedirte otra oportunidad de rodillas, Moonlight.

—¿En serio?

—Por supuesto, cielo. Por mi culpa hemos llegado a este punto.

—Por culpa de los dos.

—Lo único importante ahora es aceptar que ya no podemos separarnos. Podemos intentarlo, discutir, pelearnos e incluso romper, como intenté yo hace un mes, pero es inútil. Yo te amo, los dos nos queremos y no deberíamos, nunca más, hacer el idiota y darnos la espalda.

—Trato hecho.

—Trato hecho.

—Entonces, ¿nos vámonos juntos a casa?

—Por supuesto, vamos —Le dio un beso y la agarró de la mano para salir a la calle—. Y esta vez es la definitiva, Sashi Campbell, no pienso volver a dejarte escapar.

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