Alex

Alex


CAPÍTULO 41

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CAPÍTULO 41

 

 

Volvió a abrirse la puerta y Emily agradeció el sonido, pues la había dejado saber que seguía estando ahí.

Que no se había acabado.

Y ella aguardó a que hablaran, pero nadie parecía hacerlo.

¿Por qué no hablaba quien sea que hubiera entrado?

De pronto, sintió un roce en su mano. Algo delicado, como dedos deslizándose por la piel del dorso.

De inmediato se sintió reconfortada.

Tranquila.

Todo estaría bien.

Lo supo porque era Alex quien estaba ahí.

Sabía de sobra que se trataba de él.

Sólo cuando él la tocaba se sentía como en ese momento. En paz. Era feliz.

Sintió el roce subir por su brazo y luego despareció.

Y sintió su corazón comenzar a acelerarse, con terror de que se hubiera ido demasiado rápido.

Pero luego sus dedos estaban en su mejilla.

Y todo estuvo bien una vez más.

-Por todos los cielos, Em –lo escuchó susurrar, entonces, en su oído–. Tenía tanto miedo. Tanto miedo de que te hubiera sucedido algo –comenzó a decir, sus dedos deslizándose aún por su mejilla. Podía sentirlo. Era lo más real que podía haber en el mundo-. No voy a negártelo. No tiene caso, supongo –continuó-. Seguía haciendo que te mantuvieran vigilada. No podía arriesgarme a dejarte sola –confesó.

Y Emily agradeció a todos los cielos que fuera así. Porque no habría podido saber lo que había sucedido, si aquel un hubiera sido el caso.

-Por eso supe lo que sucedió –explicó-. Y luego tuve miedo de que no me dejaran verte. Pero aquí estoy. Estoy a tu lado y no me iré. No pienso hacerlo, ¿de acuerdo? –dejó salir aquellas palabras, sin detenerse a respirar, claro está.

Emily sintió un leve roce en su frente y no pudo evitar preguntarse si eran los dedos de Alex o si era que había apoyado su frente en la de ella.

-Así que, por favor, tú tampoco lo hagas –rogó, desesperación notándose en su voz, inmediatamente-. Necesito que abras tus hermosos ojos y me deje verlos otra vez. Necesito que me tranquilices con tu dulce voz, porque estoy entrando en pánico, pequeña. Porque no puedo creer que estuve cerca de perderte, de nuevo –las palabras parecían salir sin parar por sus labios. Emily también estaba entrando en pánico, porque no podía despertar. ¿Qué más hacía falta, si ya todo parecía estar en su lugar?-. Por favor, Em. Maldita sea, sin ti no puedo vivir –susurró, finalmente.

Oír su voz fue doloroso y emocionante todo a la misma vez.

Quería verlo.

Ver sus hermosos ojos celestes, una vez más.

Quería tocar su rostro y abrazarlo y sentirlo completamente contra ella.

Quería abrir los ojos, pero nada sucedía.

¿Cómo podría hacerle saber qué había escuchado todo lo que le había dicho?

¿Cómo podría abrir sus ojos?

¿Qué más hacía falta para que todo estuviera en orden?

Alex.

Nada.

¡Alex!

Aun nada.

Hubo silencio de nuevo. Pero él seguía acariciando su mejilla, con sus dedos.

-Sé que puede sonar tonto –murmuró él, entonces. Y su voz sonaba mucho más cercana de lo que había sonado, apenas unos segundos atrás–. Pero, si te beso, ¿despertarás? –preguntó. Emily deseó que fuera así. Quería volver a sentir sus labios contra los suyos. Quería volver a besarlo-. Tienes que hacerlo. Tienes que regresar a mí, pequeña. No puedo verte así, no puedo… duele. Tanto –escuchó, la desesperación aun clara en la voz de Alex.

Emily habría despertado, de haber sido capaz de hacerlo.

Entonces, sintió una ligera presión sobre sus labios.

Una ligera presión que contenía tantas cosas, tantas emociones y tanta tristeza.

Quería despertar más que nunca, pero no sucedía.

No importaba todo el esfuerzo que ponía, no podía ni moverse.

Luego no hubo más presión y oyó la voz de Alex de nuevo, extrañando sus labios de inmediato.

-Despierta –lo escuchó rogar y odiaba ser la causante de todo su dolor–. Por favor, pequeña –continuó, besando sus labios de nuevo. Emily podía sentirlo, mejor que nunca–. Por favor –repitió, sus labios manteniéndose sobre los de ella.

Y luego, silencio una vez más. Dejó de sentir la suave presión contra sus labios y sintió las manos de Alex coger las suyas.

Algo mojó su brazo.

¿Una lágrima?

¿Él estaba llorando?

No.

No quería que Alex llorara.

No quería que él sufriera por su culpa.

Lo siento tanto Alex.

Quiero abrir los ojos.

Quiero hablarte.

Pero no puedo.

Lo siento tanto.

-Debí de habértelo pedido anoche –lo escuchó decir, entonces. ¿Pedirle qué? ¿De qué estaba hablando?–. Quería hacerlo, no sabes cuánto, pero tenía miedo de que te asustaras –explicó, lentamente. Emily podía escuchar, en su voz, que estaba intentando retener las lágrimas.  No quería que Alex llorara. Quería detener su dolor. Pero no podía hacerlo-. Me voy ocho meses. Te abandono, te dejo sufrir. Y vuelvo de pronto, el día de tu cumpleaños con explicaciones –soltó, una pequeña carcajada sin humor dejando sus labios. ¿Qué estaba intentando decirle?-. No esperaba que me perdonaras. De hecho, pensaba que te había perdido para siempre –continuó con su aparente confesión.

¿Realmente había creído que no lo perdonaría?

Es decir, tenía sentido, pero no podía vivir sin él. Y no tenía sentido que no lo hubiera perdonado, viéndose que él había actuado por obligación, en un intento de detener algo que a ella le podría haber arruinado la vida.

-Pero lo hiciste –lo escuchó susurrar, entonces-. Y pensé que podía ser feliz de nuevo. Pero, temía preguntártelo, ¿sabes? –preguntó, lentamente. ¿A qué quería llegar? ¿Preguntarle qué, exactamente?-. ¿Cómo podía saber si me dirías que si? ¿Cómo podía saber que no te asustarías? Eres tan joven, tienes toda una vida por delante. ¿Por qué dejarías todo eso de lado, solo por mí? –preguntó, aunque parecía que se hacía la pregunta a sí mismo, no a ella.

Sintió que quería llorar. Pero tampoco sucedía. Nada sucedía. ¿De qué estaba hablando Alex? ¿Qué era lo que quería pedirle? No entendía de qué estaba hablando.

-Te amo tanto que duele, Em –susurró, entonces. Sí. Ella lo amaba a él, exactamente de la misma manera–. Y debes saber que anoche estuve muy cerca de pedirte que te casaras conmigo. Increíblemente cerca –confesó, finalmente, aquello que ella no había estado esperando. ¿Casarse con él? ¿Realmente había estado por pedirle aquello?

Entonces, cuando había escuchado aquellas palabras, mientras dormía, ¿se había tratado de Alex, intentando decirle aquello, por medio de sus sueños? Pero aquello era imposible, ¿cierto?

-Cuando te vi parada en esa biblioteca hecha para ti, observando el sillón que te había comprado. Observando ese lugar que esperaba que tu pudieras ocupar en algún momento. Estuve tan cerca de pedírtelo, ahí mismo. No podía esperar más –confesó, sin más. ¿Realmente había querido pedirle aquello?-. Pero temía que me dijeras que no. Temía que no estuvieras lista –continuó. Emily sabía de sobra que le habría dicho que sí. Era cierto, era demasiado joven, pero no podía importarle menos. Quería ser feliz con Alex y estar con él por el resto de su vida-. Pero lo voy a hacer. Pronto. Porque te despertarás, tendremos nuestro cuento de hadas y viviremos felices por siempre, Em –dijo Alex. Sí. Iba a ser así. Ella tenía que despertar. ¿Qué más hacía falta?-. Tienes que despertar, cariño. Por favor. Por mí. Por nosotros –finalizó, en un suave ruego.

El dolor era intenso.

Quería abrir sus ojos con tanta fuerza que sintió que su corazón se aceleraba.

Sintió que su cuerpo flotaba.

Y sintió que la tranquilidad la invadía, de pronto.

¿Qué sucedía?

Sintió los dedos de Alex deslizarse por su mejilla, una vez más.

-No llores, pequeña –la voz de Alex susurró, cerca de su oído. ¿Ella estaba llorando? ¿Cómo era posible?–. Te amo. Vas a despertar, lo sé –le aseguró, seguridad apoderándose de su voz, instantáneamente.

Emily dejó de luchar por abrir sus ojos.

Si Alex decía que todo estaría bien, entonces todo estaría bien.

La puerta se abrió, de pronto y Emily rogó a todos los cielos que todo fuera a estar bien.

-¿Alexander? –escuchó a su madre decir y temió que él se fuera a ir.

No te vayas.

Por favor.

No me dejes.

Las manos de Alex dejaron de tocarla y extrañó su roce de inmediato.

-Quiero disculparme –escuchó, entonces. Y aquellas palabras, extrañamente, tuvieron la capacidad de hacerla tranquilizarse–. Por todo el daño que les he hecho. A ti y a Emily –explicó, un segundo después.

Sí. Finalmente. Quizás aquello era lo que hacía falta. Quizás finalmente todo estaría en su lugar.

-¿Em? –escuchó la voz de su hermano en su oído, de pronto. Desvió su atención hacia él, a pesar de que estaba feliz de que su madre hubiera entrado en razón. Solo hacía falta que despertara y sería feliz–. Te quiero hermanita –comenzó a decir-. Y sé que no he sido el mejor hermano hasta ahora. Sé que me he aprovechado mucho de mi madre. Sé que no te he tratado como un hermano debe tratarte. Y lo siento. ¿De acuerdo? –preguntó. Jimmy se estaba disculpando. Jimmy estaba arrepentido. Realmente iba a ser feliz, cuando despertara. Era lo único que hacía falta, entonces. Abrir sus ojos-. Tienes que despertar, para que pueda demostrarte que he cambiado. Para que pueda decirte lo mucho que lo siento. Para que podamos ser la familia feliz que siempre quisiste que fuéramos –finalizó.

Sí. Tenía que hacerlo. Tenía que despertar.

-Ella va a despertar –oyó a su madre decir, entonces. ¿Seguía hablando con Alex?–. Y no volveré a mover un dedo, para separarlos. Los dejaré ser felices. Porque ella te ama. Y porque me he dado cuenta de que tú también la amas a ella –explicó.

Sí. Ellos se amaban. No necesitaban más pruebas para demostrarlo.

-¿La amas? –su padre preguntó, de todas formas. Él no había presenciado nada que le dejara saber aquello. Pero tendría que saberlo, por como a ella le había dolido verse separada de él-. Sinceramente, ¿la amas? –preguntó.

Alex no dudó ni un instante en contestar, de hecho, había comenzado a hablar, antes de que su padre terminara de hacer su pregunta.

-La amo, señor. No lo dude ni por un segundo –contestó, sin ninguna clase de duda en su voz–. Y si ustedes me lo permiten, quiero hacerla feliz. Haré todo lo que esté en mis manos para lograrlo –dijo, entonces.

Y Emily pudo notar que parecía desesperado por conseguir aquella aprobación. Era lo que necesitaban, para finalmente ser felices.

Juntos.

-Él te ama, Em –la voz de Jimmy le susurró al oído, una vez más. Sintió que tomaba su mano, delicadamente–. Mamá y papá también te aman. Lo sabes. Yo te amo –continuó-. Tienes que despertar y serás feliz –prometió-. Para siempre –finalizó.

Para siempre.

-Entonces hazlo –la voz de su padre resonó en la habitación.

Cuando ella despertara, él podría hacerlo

-Ahora tienen mi bendición –la voz de su madre prosiguió.

Y, al fin, todo estaba perfectamente acomodado en su lugar.

Emily abrió los ojos.

Porque finalmente podía ser feliz.

 

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