Alex

Alex


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CAPÍTULO 8

 

 

Seguía intentando recuperarse de aquel momento en la habitación llena de libros, pero no le estaba resultando, realmente. No cuando tenía a Alex a su lado.  No cuando simplemente estaba en el mismo lugar en el que él se encontraba.

-Realmente no puedo creer que comas tanto -dijo él, por lo que pareció la quinta vez.

Si, Emily había probado las cuatro salsas que había cocinado Alex y no se arrepentía en lo más mínimo. Habían estado deliciosas. Resultó que él cocinaba mejor de lo que ella había creído.

-Ya sé que como mucho –replicó, sacudiendo la cabeza-. No tienes que repetirlo cada cinco minutos –agregó, riéndose.

Emily se había sentado en el suelo con la espalda recostada en los pies del sofá y con un cuaderno sobre sus piernas cruzadas. Estaba intentando hacer su tarea de matemáticas, aunque no le estaba resultando, realmente. Quería pensar que era porque simplemente no entendía demasiado de matemáticas, pero sabía de sobra que era porque no podía evitar distraerse con Alex.

-A este paso me dejarás en la quiebra -dijo él, de pronto. Había estado terminando de lavar los platos, a pesar de que Emily había insistido en lavarlos ella misma. Y en aquel momento, tomó asiento en el sofá, sus largas piernas quedando al lado de ella.

-Lo dudo mucho –replicó, en un susurro.

Es decir, con todo el dinero que tenía, parecía realmente imposible que pudiera dejarlo en la quiebra. Además, tampoco era como si fueran a seguir viéndose. ¿Cierto? Quizás Alex solo quería un poco de diversión y, cuando viera que ella no lo aceptaría, probablemente se terminaría aburriendo y se iría.

Pero, una parte de ella quería estar equivocándose. Porque no quería realmente dejar de verlo. No quería…

-¿Qué haces? -la pregunta de Alex la regresó a la realidad. Se había inclinado hacia adelante, su rostro quedando en paralela al de Emily.

Intentó no lucir demasiado afectada cuando contestó.

-Tarea –fue lo único que dijo, porque era lo único que estaba segura que podría decir estando Alex tan cerca de ella.

-¿De qué? –preguntó él, entonces.

Se deslizó hacia abajo hasta quedar sentado al lado de ella, aunque lució extremadamente gracioso, viéndose que era tan grande. No entraba entre los pies del sofá y la mesita de centro. Al menos no de forma cómoda, claro está.

-Matemática –contestó, haciendo una mueca y observando por el rabillo del ojo sus movimientos. Aquel curso era el que más le costaba, incluso aunque fuera tan estudiosa como lo era.

-Matemáticas es el curso más fácil –replicó Alex, tranquilamente y tomó el cuaderno de su regazo-. Te enseñaré –continuó, cogiendo el lápiz de entre los dedos de Emily.

-¿Eres bueno en matemáticas? –preguntó ella, sin poderlo evitar. Es decir, era extraño pensar en un chico tan mayor ayudándola a hacer su tarea de matemáticas.

Alex le mostró una sonrisa y se encogió de hombros.

-Te sorprendería la cantidad de matemática que es necesaria en la economía –comentó, bajando su vista al cuaderno de Emily, que ahora estaba en su regazo.

Ella se inclinó, para observar como él comenzaba a resolver el ejercicio, pero Alex se detuvo.

-¿Cómo se supone que me concentre, si estás tan cerca de mí? -preguntó, aunque daba la apariencia de que más se lo preguntaba a sí mismo que a ella.

Emily sintió su corazón acelerarse y no pudo evitar girar el rostro hacia él. Pero se arrepintió casi al instante porque luego no hubo forma de apartar la mirada de sus hermosos ojos celestes.

-Lo siento –logró murmurar, justo al tiempo que Alex alzaba su mano y las puntas de sus dedos acariciaban su rostro.

-No lo sientas –susurró él, su aliento rozando los labios de Emily.

-Alex –se encontró a sí misma diciendo, pérdida en los ojos del chico.

Un millón de emociones parecieron atravesar los ojos de Alex. Por un momento, se oscurecieron. Y al siguiente parecieron brillar con emoción.

-Me has dicho Alex -dijo, en voz baja, como si tuviera miedo a alzar la voz.

Y fue en ese momento que Emily se dio cuenta de que ya lo estaba dejando entrar demasiado. Ya lo había dejado entrar demasiado. Y sólo había una forma de detener lo que iba a suceder. Se iba a enamorar de él, si es que no se alejaba de una vez por todas. Después de todo, era el primer chico que le había gustado. Hombre. No chico. Tenía que meterse aquello a la cabeza. No podía tener algo con un hombre diez años mayor que ella, sobre todo si no estaba seguro de qué era lo que él quería de ella. Podría querer cualquier cosa. Cosas que ella podría no querer.

-Tengo que irme –dijo, de pronto, poniéndose de pie de golpe y llevándose el libro en el proceso.

Tenía que irse cuanto antes. Alejarse. Pensar con claridad. Rápidamente guardó sus cosas en su maleta, mientras caminaba hacia la puerta e ignoraba a Alex, que la seguía de cerca.

-¡Emily! -la llamó y no necesitó voltear para saber que estaba cerca, muy cerca.

Aun así, siguió caminando y abrió la puerta de la casa, sin importarle nada. Afuera llovía, pero eso tampoco le importaba, ya vería como explicarle a su madre luego. Sólo necesitaba estar lejos de Alex para poder pensar con claridad.

Sintió sus prendas mojarse casi de inmediato, pero se forzó a sí misma a seguir caminando. Sólo que no llegó muy lejos, porque Alex la cogió del antebrazo, obligándola a voltearse y logrando que su corazón se disparara de inmediato, después de todo, ese era el efecto que tenía el toque de él en ella-. Espera -dijo, cuando Emily finalmente alzó la vista hacia él. Estaba completamente mojado también, pero parecía no importarle en lo más mínimo, al igual que ella-. ¿Por qué te vas? –preguntó, finalmente.

-Es tarde –contestó ella, simplemente.

-Sabes que no es eso –replicó él, casi de inmediato, sacudiendo la cabeza.

-Mi mamá… -intentó de nuevo, pero Alex no tardó en interrumpirla también.

-Cree que estás donde Lilian –argumentó, tranquilamente. Parecía estar haciendo un gran esfuerzo por mantener su voz tranquila. Pues Emily podía ver en su rostro la necesidad de saber qué diablos había sucedido para que ella saliera corriendo tan de pronto.

Ella cerró los ojos un momento, intentando pensar, pero era imposible, porque él estaba ahí, frente a ella. Cerca.

-¿Qué quieres de mí, Alex? -se atrevió a preguntar, cuando no encontró nada más que decir.

Alex cogió su rostro entre sus manos y la forzó a abrir sus ojos.

-No lo sé, Emily –confesó, luego de un momento de silencio-. No tengo idea –agregó, como queriendo darle mayor énfasis a sus palabras-. Pero me traes loco y lo único que quiero es averiguar porque no puedo alejarme de ti –terminó diciendo, su frente apoyándose en la de ella.

Pero Emily no podía permitirse a sí misma caer por sus palabras. No podía arriesgarse a equivocarse.

-¡Me llevas diez años, Alex! –gritó sobre la lluvia, apartándose.

Alex miró al suelo un momento, llevándose una mano al cabello para hundir sus dedos en él.

-Lo sé –dijo, volviendo a alzar la vista y dando un paso hacia ella, pero Emily volvió a retroceder.

Ahora sabía que no podía dejar de intentar hacerle entrar en razón. Alex no podía realmente querer arriesgarse a aquello. Tenía veintiséis años, una empresa, todo lo que pudiera tener. Y lo perdería si llegaban a verlo detrás de una niña de dieciséis. ¿Por qué estaba tan dispuesto a arriesgarse cuando tenía tanto por perder?

-¡Soy menor de edad! ¡Solo tengo dieciséis! –volvió a gritar, para hacerse escuchar sobre la lluvia.

-Lo sé -contestó él, acercándose de nuevo

-Y tú eres un hombre –susurró, pasando sus manos por su rostro.

Él dejó salir una carcajada, aunque parecía haber una emoción completamente distinta en sus ojos.

-Pues gracias -replicó, haciéndola sonrojar al darse cuenta de sus palabras-. Lo tengo todo claro, pequeña –agregó él, pasado un momento.

Y sólo logró acelerar aún más el corazón de Emily. ¿Por qué tenía que llamarla así? ¿Por qué tenía que ser tan lindo con ella? No podía querer algo en serio… ¿o sí? Ella era prácticamente una niña para él.

Cerró los ojos un momento y se dio cuenta de que empezaba a temblar de frío. Aunque, era probable que no fuera sólo por la lluvia que empapaba sus prendas. La cercanía de Alex seguía logrando ponerla nerviosa.

-Tengo que irme –repitió, porque no encontraba más la fuera en ella misma para dar media vuelta e irse de verdad.

Alex resopló, claramente frustrado y sus ojos volvieron a buscar los de ella.

-Te resfriarás –dijo, finalmente.

Sus manos se alzaron y tomaron las de ella, comenzando a retroceder y guiándola con él. Y Emily intentó no pensar demasiado en la forma en que su corazón comenzaba a acelerarse cuando sentía los dedos de Alex rozando los de ella.

-No sé... –comenzó, pero él habló rápidamente.

-Por favor –susurró, en voz baja y que ella logró escuchar porque él seguía estando demasiado cerca de ella-. No insistiré más, Emily –dijo, cuando ella siguió sin moverse-. Pero eso no significa que dejaré de preocuparme por ti -agregó, intentando hacerla avanzar de nuevo. Y Emily finalmente no pudo evitarlo más. Dejó que la guiara dentro de la casa, sabiendo que probablemente terminaría lamentándolo después.

 

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Se observó en el espejo que tenía frente a ella. Llevaba puesta una polera de Alex y le quedaba enorme, seguramente hasta a él le quedaba grande. A ella le llegaba hasta la mitad de los muslos y la hacía sentir descubierta, pero era mejor que tener puesta toda la ropa mojada y fría.

Se mordió el labio un segundo y no pudo evitar tomar el cuello de la enorme polera, para llevárselo a la nariz. Aspiró el aroma de Alex y sintió su corazón acelerarse. Olía a colonia de hombre, mezclado ligeramente con shampoo. Sonrió. Pero sacudió la cabeza.

Ya no debía pensar en Alex.

Pero, no era tan fácil. Había algo en Alex que tampoco la dejaba apartarse de él, pero era demasiado mayor y aquello supondría el enojo de su madre, si es que se enteraba, porque en sus planes no estaba decírselo.

Además, las probabilidades de que él terminara dejándola luego de divertirse un rato eran increíblemente altas. Y él tenía demasiado que perder. Por mucho que no lo conociera del todo bien, no quería ser la culpable de que él se viera en problemas.

Negó con la cabeza.

Olvídalo ya, Emily.

Suspiró y salió del baño, finalmente. Sus ojos observaron la habitación de Alex y se dio cuenta de que ya no estaba tan sorprendida de ver lo grande que este era. Probablemente fuera por el hecho de que ya se estaba comenzando a acostumbrar a ver la perfección de su vida. Todo hermoso y grande como él probablemente lo quería.

Y estaba mal que se hubiera comenzado a acostumbrar.  Aun así, sus ojos viajaron hacia la cama de Alex. Era de matrimonio, lo cual era extraño contando el hecho de que no estaba casado. Pero Emily no tardó en caer en la cuenta de que debía tenerla para otros fines.

Hizo una mueca y le dio la espalda, no queriendo pensar en la cantidad de mujeres que él debía haber llevado ahí.

Pero, ¿cómo lo sabes Emily? ¿Por qué estás tan segura de que él es ese tipo de hombre?

Tenía la apariencia.

Pero, ¿quién era ella para juzgarlo antes de conocerlo bien?

Sacudió la cabeza y vio que había otro televisor plasma, solo que este era muchísimo más grande que los anteriores. De hecho, era tan grande que cubría la mitad de la pared de la habitación. Y así, seguía descubriendo que la cantidad de dinero que Alex poseía era incluso más grande de lo que ella creía. Y todo le pertenecía a él. Él mismo la había ganado.

Volvió a suspirar, por lo que pareció la millonésima vez aquella noche, y finalmente salió de la habitación, para dirigirse a las escaleras.

Una parte de ella no se sentía lista para ver a Alex de nuevo, pero la otra simplemente quería verlo en ese instante. Extrañaba sus ojos celestes. Y la forma en que la miraban. Lo extrañaba. Y aquello solo logró preocuparla más, porque significaba que lo quería. Y no podía.

El olor a café le llegó desde el piso de abajo y no pudo evitar sonreír, a pesar de que ya había tomado una decisión. Alex parecía saber todo lo que a ella le gustaba.

Bajó las escaleras tan lento como pudo, intentando prepararse para verlo de nuevo, pero las escaleras no eran lo suficientemente largas y su mente no podía prepararse lo suficientemente rápido.

Se paró en la puerta de la cocina y sus ojos encontraron a Alex rápidamente. Estaba de espaldas a ella y tenía los hombros ligeramente decaídos. Daba la apariencia de que estaba cansado. Aunque aquello parecía imposible, pues Alex era un hombre que desde el primer momento la había intimidado con su postura imponente.

Carraspeó, cuando decidió que era demasiado extraño que siguiera observándolo y él se giró, casi de inmediato.

-Pensé que nunca… -comenzó, pero se detuvo a media oración, sus ojos recorriéndola de arriba abajo y tornándose ligeramente más oscuros. ¿Era eso posible?-. Bajarías –finalizó, un momento después.

Emily no pudo evitar sonrojarse, al verse observada por los hipnotizantes ojos celestes de Alex. Intentó bajarse un poco la polera, pero fue inútil. De hecho, sólo logró subírsela aún más.

Los labios de Alex se separaron y sus cejas se arrugaron, antes de que apartara la vista de ella, luciendo increíblemente afectado por ella.

¿Por qué?

-¿Cuánto demorará en secar mi ropa? –preguntó, intentando no prestarle atención a su reacción.

Alex deslizó sus dedos entre su cabello aún mojado, aparentemente recuperado de su momentáneo parálisis.

-Quizás una hora o un poco menos –contestó, suspirando. Emily se mordió el labio y asintió, a pesar de que él aún no la había mirado de nuevo-. Te preparé café –lo escuchó decir, entonces.

Alzó la vista del suelo y sus ojos finalmente encontraron los de Alex. Este se acercó a ella, lentamente y le tendió una taza.

-Gracias -susurró, cogiendo la taza que él le ofrecía, intentando no dejar que sus dedos se rozaran en el proceso.

Atrajo la taza a su cuerpo y tomó un pequeño sorbo, dejando que el líquido caliente se deslizara por su garganta. Suspiró, cuando el frío comenzó a dejar su cuerpo. Cerró los ojos y mantuvo la taza pegada a sus labios, a pesar de que no seguía tomando el líquido. Sus dedos comenzaron a calentarse de inmediato y sintió su cuerpo relajándose rápidamente.

-¿Aún tienes frío? –la pregunta de Alex la regresó a la realidad y abrió sus ojos, para encontrarlo parado frente a ella. Tragó saliva y sacudió la cabeza, desesperada por apartarse de él, porque cuando estaban tan cerca, no podía pensar con claridad. Entonces él dejó su taza a un lado, sólo para coger la de ella y también dejarla sobre la mesa. Y Emily intentó no pensar demasiado en la forma en que su corazón se aceleró cuando los dedos de Alex rozaron los suyos-. ¿Qué sucede? –preguntó, entonces.

Emily alzó la vista, intentando no lucir tan afectada por su cercanía. Pero simplemente se hizo peor cuando sus ojos se encontraron.

-Nada –contestó, en voz baja, porque temía que él pudiera darse cuenta de cómo la afectaba.

Bajó la vista, pero de inmediato sintió el dedo de Alex posicionarse debajo de su barbilla, obligándola a alzar el rostro hacia él de nuevo. Y Emily pensó que diría algo, pero se quedó callado. Sus ojos se clavaron en los de ella y frunció ligeramente el ceño.

-Estás distante –indicó, finalmente.

Tragó saliva. ¿Distante? Estaba luchando con todo su ser para mantenerse alejada de él y no le estaba resultando muy bien, realmente.

-Yo… -comenzó, pero no llegó a terminar, porque simplemente no pudo. La cercanía de Alex podía con ella y, sin darse cuenta, había retrocedido hasta que su espalda estaba apoyada en el marco de la puerta de la cocina.

Entonces, él dio un paso más cerca, sus manos alzándose, para tomar el rostro de Emily entre ellas. Ella se quedó completamente paralizada, porque realmente no había estado lista para aquello. Nunca estaba preparada para nada que tuviera que ver con Alex.

-Quiero besarte –susurró, entonces. Su rostro tan cerca al de ella, que su aliento rozó sus labios, cuando habló. Y Emily sintió su corazón acelerarse, sobre todo por las palabras que habían escapado de los labios de Alex.

O quizás por la forma en que lo dijo. Como si fuera una súplica. Como si realmente lo necesitara. Y diablos, si ella no lo necesitaba también, pero aquello cambiaría completamente las cosas. Y no podía dejarlas avanzar más. No cuando ya había tomado una decisión.

Aun así, no encontró las palabras para replicar. Sus ojos se quedaron completamente perdidos en los de él. Y perdió la respiración un momento, cuando sintió su nariz rozar la de ella.

Entonces, sus ojos se cerraron, sin que lo pudiera evitar.

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 9

 

 

No podía hacerlo. Porque entonces la decisión que había tomado se iría por el drenaje. Sus ojos se abrieron, a pesar de que sabía lo difícil que era mirar dentro de los de él. Y cuando los ojos celestes de Alex le devolvieron la mirada, finalmente pudo sacudir su cabeza.

Y Alex la miró fijamente por lo que pareció una eternidad, antes de que frunciera el ceño de nuevo y se apartara de ella rápidamente. Miró al suelo un segundo y cuando alzó la vista hacia ella de nuevo, pareció haber una enorme pared bloqueando las emociones de sus hermosos ojos.

Emily sintió su corazón detenerse un momento, hasta que él habló.

-Buscaré tu ropa -dijo y desapareció en un abrir y cerrar de ojos, dejando a Emily completamente paralizada. Es decir, el hombre más guapo que había conocido en su vida, había estado a punto de besarla. Y ella dijo que no.

Sacudió la cabeza. Era lo mejor.

Dejó salir el aire que sin darse cuenta había estado reteniendo. Alex había sido tan directo y tan repentino que a duras penas y había podido responder. Es decir, nunca antes alguien le había dicho aquello: que quería besarla. Aún seguía sorprendida y se removió incómoda en su sitio.

Una parte de ella se estaba arrepintiendo. Después de todo, sentía algo por él. No tenía caso negarlo. Incluso cuando se conocían muy poco, le gustaba. Y habría sido su primer beso. Habría sido… No. No valía la pena arrepentirse.

Sacudió la cabeza y sintió su corazón saltar en su pecho cuando escuchó los pasos de Alex regresando a la cocina. Lo vio aparecer frente a ella, tendiéndole su ropa. Sus ojos estaban desprovistos de emoción alguna, cuando la miró.

Emily suspiró, pero tomó las prendas de su mano, cuidando que sus dedos no se rozaran.

-Gracias –dijo, en voz baja y salió rápidamente de la cocina, para cambiarse en el baño de visitas.

Se retiró la polera de Alex, a regañadientes y se puso su ropa rápidamente. Se observó en el espejo, apreciando su aún mojado cabello. Bajó la vista hacia la polera, aún en sus manos. Se mordió el labio y se permitió a sí misma volver a acercarla a su nariz. Aspiró el aroma de Alex y sonrió.

Ahora prácticamente lo tenía grabado en su mente.

Alejó la polera de su rostro y finalmente salió del baño. Decidió que la mejor manera de terminar con la noche sería manteniéndose alejada de él. Mientras no lo mirara, ni se acercara demasiado, sería fácil no caer ante sus hermosos ojos y su imponente estatura y…

Detente, Emily.

Suspiró y terminó de caminar por el pasillo, llegando a la sala. Vio a Alex sentado en el sofá y rápidamente apartó la vista de él, continuando con su camino hacia donde se encontraba su maleta. Comenzó a meter su cuaderno y su lápiz, al tiempo que oía a Alex poniéndose de pie. Su corazón se aceleró, pero no tardó en ver que él se estaba dirigiendo a la cocina.

Deja de mirarlo, Emily.

Asintió, para sí misma y se colgó la maleta al hombro. Tomó una profunda respiración y se giró, con la polera en la mano, dispuesta a entregársela a Alex.

Para su sorpresa, él ya estaba parado en la sala, a unos pasos de ella. No permitió que sus ojos se alzaran hacia su rostro, simplemente estiró ambos brazos, para tenderle la prenda.

Sintió a Alex tomarla y rápidamente apartó las manos, dándose la vuelta, para acercarse a la puerta.

Escuchó los pasos de Alex acercarse a ella y cerró los ojos, intentando tranquilizarse. ¿Por qué? Porque una parte de ella no podía evitar perder la razón, cuando lo oía acercándose.

Vio la mano de Alex pasar por su lado, para tomar el picaporte y abrió la puerta, sin más. Pero ella se giró, sus ojos alzándose hacia él, sin que lo pudiera evitar.

Alex bajó la vista hacia ella y se quedó así, mirándola fijamente a los ojos. Algo pareció pasar por ellos, la pared que había puesto, aparentemente habiéndose derrumbado. Tenía los labios entreabiertos y su otra mano se apoyó en la pared, al lado de ella.

¿En qué momento su espalda había chocado con la pared?

Comenzó a sentirse nerviosa y carraspeó, pero él pareció no salir de su parálisis.

-¿Alex? –preguntó, frunciendo el ceño-. ¿Qué sucede? -le preguntó.

Entonces Alex pareció regresar en sí, sus ojos abriéndose un tanto más, con sorpresa. Se apartó de ella, abruptamente. Sus ojos se dirigieron a otro lado, al tiempo que se aclaraba la garganta.

-Lo siento –se disculpó y terminó de abrir la puerta.

Emily suspiró y pasó por su lado, intentando no quedarse mirándolo demasiado. Una parte de ella había estado deseando que simplemente se inclinara y la besara, así no habría tenido la oportunidad de decir que no. Pero la otra parte sabía que era mejor así. Sólo tenía que llegar a su casa y podría olvidarse de él para siempre. Probablemente no iba a buscarla más. Y si lo hacía, ella siempre podía alejarse de él y negarse a verlo.

Se subió al auto y aguardó a que él se subiera también. Y luego fue silencio. Un silencio aterrador y desesperante, lleno de tensión. Alex manejó, sin dirigir una sola mirada hacia ella. Y Emily centró sus ojos en su ventana, negándose a mirarlo también.

Sólo tenía que llegar a su casa.

Y no tardó en hacerlo. Alex se estacionó unas cosas antes de la suya y apagó el motor. Y Emily no pudo evitar dejar que sus ojos volvieran a dirigirse a él, una última vez. Después de todo, no lo vería más cuando se bajara del auto.

Alex estaba aferrándose al volante como si su vida dependiera de ello. Y parecía ligeramente incómodo. Emily frunció el ceño, pero sabía que no tenía caso seguir pensando en el tema. Ahí se acababa todo.

-Adiós, entonces –consiguió decir, finalmente.

Hizo ademán de tomar la manija de la puerta, pero sintió los dedos de Alex envolverse alrededor de su antebrazo, deteniéndola.

-Espera –lo oyó decir y se giró hacia él, sorprendida.

Había estado tan segura de que todo terminaría ahí. Y de que él no diría nada más. Y de que ella no tendría que decir nada más tampoco. Pero aparentemente, había estado equivocada.

-¿Si? –preguntó, un tanto insegura sobre lo que podría querer decirle.

Emily intentó no hacer caso a su acelerado corazón, cuando los ojos de Alex viajaron a sus labios, momentáneamente. Fue un segundo, antes de que volviera a dirigir su mirada a sus ojos.

Sus dedos nunca soltaron su brazo. Y ella no quería que lo hiciera.

-¿Cuándo es tu cumpleaños? -le preguntó, de pronto.

Y Emily no pudo evitar fruncir el ceño. ¿Su cumpleaños? ¿Por qué le preguntaría aquello?

-Dieciocho de Agosto –contestó, porque de todas formas, no tenía caso no hacerlo.

Alex asintió, casi de inmediato. Su mano finalmente la soltó y pasó a aferrarse del volante nuevamente.

-Hasta pronto, Emily –se despidió, finalmente.

Emily asintió, a pesar de que él ya no la estaba mirando.

-Hasta pronto, Alex –replicó, suavemente.

Entonces comenzó a caminar hacia su casa, rogando que su madre no estuviera esperándola, mirando por la ventana. Porque, si la veía llegar “caminando”, iba a preguntarle porque Lilian no la había dejado en la puerta de la casa.

Y, cuando abrió su puerta, soltó un suspiro aliviado, al ver que su madre estaba en la cocina, terminando de cocinar.

Pasó por ahí, saludándola, pero su madre simplemente se giró, la miró, asintió y continuó con su labor.

Emily suspiró y rápidamente se dirigió a su habitación. A veces no entendía porque se molestaba, si a su madre claramente no le importaba en lo más mínimo su vida. De acuerdo, eso no era cierto. Siempre estaba ahí para criticarla y decirle las cosas que estaba haciendo mal. Y si no tenía nada en que corregirla, entonces simplemente ni la miraba.

Rodó los ojos y cerró la puerta de su habitación.

No tenía ganas de hacer nada. Lo único que quería era lanzarse a su cama, cerrar los ojos y olvidarse de todo el día.

Pero no podía. Cuando ya estuvo entre sus sabanas, con las luces apagadas y los ojos cerrados, no pudo evitar dejar que su mente viajara hacia Alex de nuevo.

No tenía idea del porqué de la pregunta que le había hecho. Y sentía que aquella era la última vez que iba a verlo. Sentía que ese hasta pronto, había significado un hasta nunca. Y, a pesar de que parecía tonto, la tristeza la invadió.

¿Por qué no podía dejar de pensar en aquel hombre?

¿Por qué tenía que haberlo conocido?

Suspiró. No tenía caso seguir pensándolo. Se giró y apartó los pensamientos de su mente.

No más Alex.

Sin embargo, estaba terriblemente equivocada.

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