Alex

Alex


CAPÍTULO 11

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CAPÍTULO 11

 

 

Dos meses.

 

-¡Emily! -oyó a su mejor amiga gritar desde el piso inferior.

-¡Voy! –gritó de regreso y dejó que sus ojos se deslizaran por el espejo una última vez, observando su vestido. Era realmente hermoso. Y le encantaba, incluso aunque hubiera discutido con Lilian, porque ella se lo había comprado, incluso cuando Emily le había pedido que no siguiera gastando dinero en ella.

El vestido era rojo y se ceñía perfectamente a todo su torso, hasta llegar a sus caderas, entonces caía hasta el suelo, suelto. Los tacos ayudaban a que el vestido no rozara el suelo. Sólo por ello no se los quitaba, después de todo, no le gustaban mucho.

Sus ojos fueron a su rostro, entonces. Había cambiado. Después de cumplir los diecisiete, había sentido que las cosas se volvían distintas. O quizás tenía que ver con el hecho de que se había cortado el cabello hasta los hombros, logrando que su cabello usualmente ondulado, se convirtiera en una maraña de rizos desordenados. Aunque, para la ocasión, se lo había arreglado en una especie de media cola, con rizos sueltos por aquí y por allá.

Y sus labios estaban rojos, del mismo color que el vestido. Sus pestañas rizadas, sus mejillas con un poco más de color que lo normal. Y sus ojos grises resaltaban en su rostro a causa del delineador que estos llevaban.

Estaba distinta. Se sentía distinta. Y era genial.

Sonrió y finalmente se apartó del espejo, para ir al piso de abajo, en busca de Lilian.

Iban a ir a la fiesta benéfica de los Donovan. La fiesta se realizaba todos los años y era para recaudar fondos para los hospitales más necesitados del país. Por eso Emily procuraba no perdérsela. Después de todo, cuando terminara la escuela, lo único que se veía estudiando era Medicina.

Bajó las escaleras lo más rápido que se lo permitían los tacos y se dirigió a la sala, donde Lilian ya estaba lista para irse. Su mejor amiga se había puesto un vestido lila, que le quedaba tan bien como a Emily le quedaba su propio vestido. Se ceñía perfectamente a su torso, hasta sus caderas, donde caía suelto. Y, de igual forma, estaba usando tacos.

-Estás hermosa –le dijo, sonriendo y tomando su mano.

Emily sonrió y le dio un apretón.

-Tu tampoco te quedas atrás –replicó, porque era la verdad. Lilian realmente lucía hermosa. Su rostro estaba perfectamente maquillado y su cabello arreglado en un moño alto, lleno de rizos.

-Gracias, mejor amiga –respondió Lilian, envolviendo su brazo alrededor del de ella-. Será mejor que vayamos yendo, Jem está afuera, Alonso ya lo recogió –agregó, comenzando a encaminarse, junto a ella, hacia la puerta.

Emily la siguió, intentando no caerse con los dolorosos tacones. Nunca iban a gustarle y no veía la hora de quitárselos, incluso cuando recién se los había puesto.

Lilian abrió la puerta y Emily salió primero, levantando el vestido un tanto, para no pisarlo mientras bajaba las escaleras del porche. Y cuando llegó al último escalón, finalmente alzó la vista, para encontrarse con la mirada de Jem.

Él estaba usando un traje negro, con camisa blanca y una corbata negra. Y se le veía realmente guapo. Sobre todo con las manos hundidas en sus bolsillos. Emily se encontró a sí misma sonriendo ampliamente. Entonces él sacó sus manos de sus bolsillos y se acercó a ella, a pasos rápidos.

En cuanto llegó hasta donde ella estaba, tomó su mano y se la llevó a los labios, una sonrisa aún sobre estos. Dejó un delicado beso en el dorso y la miró a los ojos.

-Luces hermosa –dijo, sin dejar ir su mano.

Emily sintió un rubor cubriendo sus mejillas.

-Gracias, Jem –replicó-. Tú luces bien, también –agregó.

Jem sonrió aún más ampliamente y sus ojos se dirigieron hacia detrás de ella, donde Lilian ahora estaba bajando las escaleras.  Jem dejó ir a Emily para de igual forma acercarse Lilian y tomar su mano, dejando un beso en el dorso.

Emily sonrió y se giró para continuar con su camino hacia la limosina que Lilian había contratado para ir a la fiesta. De un momento a otro, Jem apareció a su lado, para abrir la puerta. Y ella le mostró una sonrisa, intentando subir sin arrugar demasiado su vestido. Lilian le siguió unos segundos después y, finalmente, Jem.

Entonces, cuando finalmente estuvieron los tres perfectamente acomodados –Lilian y Emily una al lado de la otra y Jem frente a ellas- Alonso encendió la limosina, para dirigirse hacia el lugar en el que se haría la fiesta.

-¿Por qué no hicieron la fiesta en tu casa? -preguntó Emily, cuando el auto comenzó a moverse.

Lilian se encogió de hombros, revisando su celular.

-Mamá quería que fuera una fiesta a lo grande e invitó a toda la población supuestamente rica que existe en el país –comenzó a explicar, levantando su vista de su celular por un momento, para rodar los ojos-. Así que necesitaban un lugar mucho más grande –indicó, volviendo a centrar su vista en el celular-. Después de todo, es el primer año que ella lo organiza completamente sola. Quería que fuera perfecto –finalizó.

Emily abrió los ojos de par en par.

-Claro –dijo, sacudiendo la cabeza-. Me había olvidado de la otra casa –señaló, recordando las grandes casas que los Donovan poseían por todo el país… o el mundo, más bien.

-¿Por qué a tantas personas? –preguntó, un momento después, Jem.

-Mientras más, mayor es la cantidad de dinero que se recaudará –explicó-. Te explicaré bien cómo funciona, ya que es la primera vez que irás –agregó, dejando su celular a un lado.

-Por favor –dijo Jem, riéndose.

Emily sonrió. Jem siempre tan sonriente, incluso cuando estaba levemente perdido.

-Primero hay una cena durante la cual se subastan objetos que han sido donados por los invitados –explicó-. La mayoría de objetos son joyería, a veces son viajes, entre otras cosas –continuó-. Luego, cuando la cena se termina, comienza la fiesta. Es decir, todo el mundo se pone a bailar –finalizó.

Jem asintió, pasándose una mano por su cabello. Y sí, lo dejó bastante desordenado, pero aquello pareció no importarle. Y Emily creyó que se le veía bien así, con traje, pero con el cabello rebelde. Frunció el ceño. ¿Por qué estaba pensando de aquella forma sobre Jem? Si su corazón seguía pensando en… No. Nada de Alex. Ya habían pasado dos meses. Claramente ya no iba a regresar a su vida.

-Todo saldrá de maravilla –dijo Lilian, sacándola de sus pensamientos-. Apuesto a que Emily se conseguirá a algún millonario sexy por ahí –agregó, sus ojos deslizándose hacia ella.

Emily sintió que se sonrojaba. Lilian siempre parecía saber en qué estaba pensando. Su mejor amiga entrecerró los ojos, dejándola saber que conocía donde estaban dirigiéndose sus pensamientos. Y es que sí, Emily no había podido evitar hablar sobre Alex en algunas ocasiones, incluso cuando claramente ya no lo tenía en su vida.

Fue a hablar, pero Jem se le adelantó.

-No creo que a Em le haga falta ningún millonario –dijo, sus ojos encontrando los de ella.

Emily sonrió.

-Exactamente –concordó con él.

Definitivamente no necesitaba a más millonarios en su vida. Con Alex ya le había bastado.

Cuando finalmente llegaron al lugar, este ya se encontraba completamente lleno de personas. El lugar había sido perfectamente decorado con una temática dorada. Así estaba el interior de la casa, al menos. Sin embargo, la fiesta realmente se encontraba en la parte posterior, donde se encontraba el enorme jardín.

Y cuando llegaron ahí, Emily no pudo evitar observar el lugar. Los arbustos estaban podados en formas de animales y se había armado un pequeño escenario al final del jardín. Delante de este había mesas y mesas y más mesas. Eran grandes y todas con manteles dorados, los platos y los cubiertos correctamente posicionados. En cada extremo, como encerrando todas las mesas, había una mesa larga con todos los distintos platos de comida que se había preparado.

Emily se encontró a sí misma sonriendo ampliamente. Quizás estar rodeada de tanta gente rica no iba a ser tan malo, después de todo. La comida lo compensaría, definitivamente.

Sintió a Jem caminar cerca de ella, claramente intimidado por el lugar. Emily no lo culpaba, realmente. Después de todo, ella se había sentido exactamente igual la primera vez que fue. De igual forma, era extraño ver a un Jem intimidado, él que siempre lucía perfectamente seguro de sí mismo.

Sintió una carcajada formándose en su garganta, pero no llegó a dejarla salir porque la madre de Lilian entró en su campo de visión y, en cuanto los vio, comenzó a hacer su camino hacia donde ellos, rápidamente.

-¡Emily, James! ¡Qué maravilloso que hayan podido venir! –exclamó, alegremente, dándole un abrazo a cada uno. Entonces, dirigió su atención a su hija-. Y tú también, princesa –agregó, abrazándola-. ¿Por qué no los llevas a conocer a tus amigos? –le preguntó, entonces.

Lilian hizo una mueca.

-Sabes que no son mis amigos, mamá –replicó, jugando con su celular, claramente incómoda.

-Lo son de alguna manera, cariño –dijo la señora Donovan, acariciando su mejilla-. Ve, tengo que continuar recibiendo a las personas –agregó, empujándola suavemente.

Lilian suspiró, finalmente dejando de prestarle atención a su celular.

-De acuerdo –accedió-. Vamos. Les presentaré a mis dichosos amigos –agregó, rodando los ojos.

Emily no pudo evitar reírse. A Lilian nunca le había gustado el estilo de vida de todas aquellas personas que estaban presentes. No había fallado en mencionárselo las pasadas dos veces que la había llevado a la fiesta.

-La mayoría sólo se me acerca por el dinero –susurró, inclinándose más cerca tanto a ella como a Jem.

Era cierto. La familia Donovan era una de las más ricas presentes. Así que Emily no dudaba que la rubia tuviera razón.

Entonces, un grupo de adolescentes entró en el campo de visión de Emily y vagamente recordó los nombres. Ya los había conocido dos años atrás, pero no era fácil recordar a personas que sólo veías una vez al año.

-Siento que si llego a dar un paso en falso, todo el mundo me lanzará dagas con los ojos –escuchó a Jem murmurar en su oído y no pudo evitar sonreír ampliamente.

Dirigió sus ojos hacia él un momento.

-Todo saldrá bien, Jem –le aseguró, dejando que su mano acariciara su hombro, reconfortándolo-. Yo también estaba nerviosa la primera vez, pero no es tan malo como parece –continuó, dándole una última suave palmeada a su hombro.

Lilian pareció ignorar completamente las pocas palabras que Emily y Jem intercambiaron, pues estaba sonriendo lo mejor que podía, dado a que ya habían llegado ante el pequeño grupo.

-Hola, queridos –saludó, situándose entre Emily y Jem-. Hace tiempo que no nos vemos –agregó, cuando se giraron hacia ellos-. Me gustaría presentarles a mis dos mejores amigos: Emily y James –los presentó.

Emily sonrió e imaginó que Jem lo hacía también, como siempre. Ella dejó que sus ojos se deslizaran brevemente sobre los rostros de las seis personas, al tiempo que Lilian las presentaba. No pudo recordar ninguno de los nombres, pasados unos segundos, pero intentó no hacerlo notar, manteniendo su sonrisa en su rostro.

-Claro –la voz de uno de los chicos llamó su atención-. La bella Emily. Inolvidablemente hermosa –dijo, acercándose y tomando su mano, ante su sorpresa. Dejó un beso en su dorso y le mostró una sonrisa.

Emily alzó las cejas, sorprendida. Pero Lilian no tardó en retirar la mano del chico con un suave manotazo, sonriendo falsamente.

-Ni se te ocurra ponerle los ojos encima, Travis –dijo, sin dejar la sonrisa en ningún momento, pero fulminándolo con la mirada.

Emily tragó saliva. Recordaba a Travis vagamente, después de todo, hacía un año que no lo veía. Era alto, aunque no tanto. Parecía llevarle apenas algunos centímetros, estando ella con tacones. Sus ojos eran cafés y su cabello rubio lucía perfectamente ordenado. Todo el parecía perfecto, de hecho. Y probablemente sólo tendría dieciocho años, no como Alex, que le llevaba toda una década de edad.

¿Por qué estaba pensando en él de nuevo?

-Creo que es un poco tarde para eso –escuchó a Travis decir, entonces y se vio regresada a la realidad.

Sintió a Jem situarse a su lado, de pronto. Y giró el rostro hacia él, sintiendo su mano posicionándose en la parte baja de su espalda. Él le mostró una sonrisa, pero sus ojos no tardaron en dirigirse hacia Lilian, que estaba detrás de ella.

Un segundo después, la rubia habló.

-Andando –dijo, tomando el brazo de Emily-. Ya va a comenzar la cena –agregó.

Emily dejó que la guiara por entre las mesas, sintiendo la mano de Jem aún en su espalda. ¿Por qué? Quizás estaba intentando protegerla de Travis, aparentemente igual que Lilian. Pero, ¿por qué querían protegerla de él? ¿Qué de malo tenía el chico? No es que se fuera a fijar en él, de todos modos. Después de todo, seguía pensando en Alex, claramente no lo había olvidado aún.

Lilian finalmente tomó asiento en una de las mesas más cercanas al escenario y Emily se sentó a su lado. Jem se sentó al lado de Emily y finalmente, ella se giró hacia Lilian, alzando las cejas, a modo de pregunta.

Lilian resopló y se inclinó sobre la mesa, más cerca de ella.

-Tienes que mantenerte alejada de Travis, Em –susurró, sus ojos desviándose hacia atrás de ellos, donde el grupo ahora había comenzado a tomar asiento en alguna mesa.

Emily recordó vagamente cuando Lilian había insistido sin parar en que debía fijarse en otra persona, para olvidarse de Alex. Y ahora, cuando un chico parecía estar interesado en ella, le decía que se mantuviera alejada. ¿Quién la entendía?

-¿Por qué? –preguntó.

-Porque sí –escuchó a Jem decir y giró el rostro hacia el lado contrario, hacia él.

Alzó una ceja, pero no pudo hablar, porque Lilian ya se le había adelantado.

-Porque Travis tiene dinero que cree que puede utilizar en lo que se le venga en gana –explicó, rápidamente y aún en voz baja-. Cuando quiere algo, hace lo que sea por conseguirlo. Y ese algo no siempre es bueno –finalizó.

Emily frunció el ceño. ¿Qué manía tenían los millonarios de gastar dinero por doquier?

No pudo evitar mirar hacia atrás y sus ojos se encontraron con los de Travis, de inmediato. Él se encontraba sentado algunas mesas por detrás de ellos y tenía una mano en su barbilla, aparentando estar concentrado en algo. En ella, claramente. Una sonrisa se expandió por sus labios y dejó ir su barbilla, para menear suavemente sus dedos, a modo de saludo.

No pudo evitar sonreír y volvió a girarse hacia sus amigos. Su rostro se giró hacia Lilian y luego hacia Jem y se dio con la sorpresa de que ambos la miraban con cara de pocos amigos.

Se rió y rodó los ojos.

-Relájense –dijo, tranquilamente.

Jem se cruzó de brazos y dirigió su mirada al escenario. ¿Y a él que le sucedía? Emily miró a Lilian y se dio con la sorpresa de que ella miraba a Jem también, con el ceño ligeramente fruncido. Entonces la miró a ella y se encogieron de hombros, al mismo tiempo, antes de dirigir sus miradas al escenario también, pues una señorita se había subido para hablar.

-Buenos días, damas y caballeros –dijo, sonriendo ampliamente-. Espero que el día de hoy se encuentren perfectamente bien y listos para los hermosos objetos que se subastarán –comenzó-. Ya conocen la rutina, pueden ponerse de pie para servirse su cena, mientras trascurre la subasta –agregó, caminando por el escenario en sus increíblemente altos tacones.

Y Emily se distrajo, mientas los tres se ponían de pie rápidamente, para servirse la cena. Escuchó vagamente como las personas iban ofreciendo dinero, para comprar los objetos en subasta, pero se concentró más en su cena y en la conversación que estaba teniendo con Jem y Lilian. Parecía que todo había regresado a la normalidad, luego de la conversación sobre Travis.

-¡Y ahora, tenemos este hermoso brazalete de oro! –escuchó a la presentadora exclamar, de pronto. No pudo evitar dejar que sus ojos se dirigieran hacia el escenario, de inmediato. Ya había visto el auto, el viaje a Francia, los pendientes de diamante y la cadena de oro que se habían subastado. Pero, de entre todas esas cosas, el brazalete que acababan de sacar era lo más hermoso que había visto en toda su vida y eso que ni siquiera lo había visto de lo suficientemente cerca-. Empezaremos con cuarenta mil dólares, el precio de nuestro hermoso brazalete –continuó la presentadora, posicionando su mano sobre la caja de vidrio que cubría la joya-. Es una pieza realmente valiosa, pues perteneció a una de las damas de la realeza más importantes de su tiempo –explicó, sus ojos deslizándose por la caja de vidrio, aparentemente sin que lo pudiera evitar. Emily no la culpaba, ella también no podía dejar de observar la hermosa pieza-. ¿Quién quiere empezar? –preguntó, cuando finalmente pudo dejar de observar la caja.

-¡Ochenta mil! –escuchó a alguien gritar y frunció el ceño cuando reconoció la voz. Se giró y vio a Travis con una enorme sonrisa en sus labios, su mano alzada deliberadamente en el aire y sus ojos fijos en la caja posicionada sobre la pequeña columna improvisada, en el escenario.

Emily se giró en su asiento, mirando hacia el escenario de nuevo.

-Oh, por favor. No –murmuró Lilian, golpeándose la frente. Emily frunció el ceño de nuevo y su mejor amiga se giró hacia ella, suspirando-. Va a ofrecer la mitad de la fortuna de sus padres para comprarte ese bendito brazalete –explicó, sin más.

Emily abrió los ojos de par en par. ¿Qué? ¿Por qué? ¿Y cómo sabía eso Lilian? Fue a hablar, pero otro grito la detuvo.

-¡Cien mil! –escuchó y de inmediato se giró, al darse cuenta de lo increíblemente familiar que se le hacía la voz. Observó las mesas, pero no encontró a nadie que conociera.

-¡Doscientos mil! –contraatacó Travis, casi al instante.

Y Emily volvió a girarse, jugando con sus dedos, sobre su regazo. No le gustaba dónde se estaba dirigiendo las cosas. Si la otra persona seguía ofreciendo dinero, Travis también lo seguiría haciendo. Y Emily no quería ni pensar en lo terrible que sería que todo aquel dinero realmente lo ofreciera por ella.

Hasta aquel momento, era el objeto por el que más dinero se había ofrecido. Y eso la ponía un tanto nerviosa también.

-¡Quinientos mil! –se escuchó, pasado un momento.

Sus ojos se abrieron de par en par. La voz. Definitivamente la conocía. Definitivamente estaba grabada en su mente. ¿Pero a quien le pertenecía? ¿Y por qué diablos estaba ofreciendo tanto dinero?

-¿Quién está tan demente como para ofrecer tanto dinero? –preguntó, sacudiendo la cabeza.

Lilian suspiró.

-Travis está demente –susurró Lilian, en su oído, claramente no queriendo que Jem escuchara, pues él estaba completamente perdido en el escenario. Ni siquiera parecía haberse dado cuenta de que era Travis quien ofrecía las grandes sumas de dinero-. No va a detenerse hasta tener el brazalete en sus manos, para poder impresionarte –continuó, recostándose en su asiento-. Es un loco –susurró, para sí.

-¿Impresionarme? –le preguntó, hablando en voz baja para no llamar la atención de Jem, después de todo, no parecía gustarle demasiado el hecho de que Travis fuera un tema de conversación.

-Desde que te vio, te puso los ojos encima –dijo Lilian-. Y no se rendirá hasta tenerte a su lado, no dejes que te impresione –indicó, sin molestarse en sorprenderse por las grandes cantidades que estaban ofreciéndose.

Pero Emily no pudo evitar mirar hacia atrás una vez más. Travis clavó sus ojos en los de ella, de inmediato. Su sonrisa se amplió y volvió a alzar su mano en el aire, deliberadamente.

-¡Un millón de dólares! –manifestó, sin más.

Emily abrió los ojos como platos de nuevo y se giró en su asiento, dispuesta a no girarse nunca más.

-Definitivamente loco –murmuró.

¿Un millón de dólares? Y los estaba ofreciendo por ella, lo sabía por la forma en que le había sonreído, antes de ofrecer la enorme suma de dinero. No quería ni pensar en cómo terminaría aquello. Probablemente la otra persona finalmente se rendiría y no podría escuchar su voz más.

Y, aun así, lo hizo.

-¡Tres millones de dólares! –escuchó.

-¿Qué? –preguntó, completamente estupefacta.

¿TRES MILLONES DE DÓLARES? Esa persona sí estaba loca. Y la voz se le hacía demasiado conocida para su gusto. ¿Por qué?

-Pero este tipo está más loco –murmuró Lilian, girándose en su asiento, sus ojos deslizándose por las mesas, pero no tardó en fruncir el ceño y volver a sentarse derecha.

-¿Quién será? –preguntó Emily, intentando recordar de donde le sonaba la voz.

Sus ojos volvieron a dirigirse hacia atrás, a pesar de que se había prometido no voltear más. Y se encontró con un Travis increíblemente enfadado. Él se sentó, cruzándose de brazos y dirigiendo su vista a cualquier lado menos a ella.

Entonces se giró hacia Lilian, que la miraba con una extraña sonrisa en los labios.

-Quien sea que sea, le ganó a Travis Jones -comenzó a decir, la sonrisa creciendo-. Y por eso se ha convertido en mi persona favorita en este mundo -finalizó su mejor amiga, cruzándose de brazos.

Emily no pudo evitar reírse, al tiempo que la presentadora volvía a hablar.

-¡Vendido! –exclamó, alegremente y observó, un tanto triste, como la caja era retirada y un nuevo objeto salía a subastarse.

-Iré al baño –Lilian dijo, pasado un momento.

Emily soltó una carcajada.

-Empiezo a pensar que tienes un serio problema de vejiga –le dijo, rodando los ojos y poniéndose de pie, junto con ella-.

Te acompaño –dijo.

-Me amas –replicó Lilian, sacándole la lengua.

-¿A dónde van? –escuchó a Jem preguntar y se giró hacia él.

-Iremos al baño un momento –contestó, mostrándole una sonrisa.

Él le mostró una sonrisa también, pero lucía mucho más pequeñas de las que normalmente le mostraba. Se extrañó, pero decidió no decir nada.

Se giró para continuar su camino y vio que Lilian ya se la había adelantado un tanto. Rápidamente intentó alcanzarla, caminando lo más rápidamente que los tacos se lo permitían, pero estos se hundían en el pasto, retrasándola un tanto.

Sintió una mano tomar la suya, de pronto y se giró, sorprendida. Pero su sorpresa se esfumó en cuanto vio que se trataba de Travis.

Le mostró una sonrisa e intentó no lucir demasiado afectada aún por las grandes sumas de dinero que había ofrecido.

-Es una lástima que me hayan ganado la subasta –dijo, de pronto, hundiendo sus manos en sus bolsillos, tras dejar ir la mano de Emily-. Ese brazalete iba a ser tuyo –agregó, claramente sin molestarse en ocultar el hecho de que había ofrecido tanto dinero meramente por ella.

De todas formas, fingió no haberse dado cuenta de aquello antes.

-¿Mío? –preguntó.

Una parte de ella habría deseado que Lilian se estuviera equivocando y no fuera realmente para ella.

Travis se encogió de hombros, como si nada.

-Iba a regalártelo –dijo, tranquilamente.

Emily sintió sus mejillas sonrojándose casi de inmediato. No importaba lo que Lilian le había dicho, eso no significaba que ella podía evitar sonrojarse. Era algo que siempre le sucedía y que nunca podía evitar.

-No tenías que... -comenzó, pero él la interrumpió, casi de inmediato, su sonrisa expandiéndose.

-Pero quería hacerlo –le aseguró-. Una chica tan linda como tú merecía tener ese brazalete en su muñeca –agregó. Y Emily volvió a sonrojarse. ¿En serio tenía que seguir con sus palabras? Fue a hablar, pero él continuó-. Es una lástima que Alexander Black hubiera puesto sus ojos sobre el brazalete también –finalizó.

Y Emily sintió su corazón detenerse un momento.

-¿Alexander Black? -preguntó.

No. Era imposible. No podía ser él. Tenía que ser otra persona. Pero era imposible. No había miles de personas en el mundo llamadas Alexander Black. Y, no importaba cuando intentaba negarse al hecho, sabía que era él. Aquel hombre que no pensó que volvería a ver.

Debió saberlo, cuando escuchó su voz, que le sonaba tan familiar. Debió saberlo incluso antes, cuando Lilian estuvo organizando la fiesta. Era imposible que él no estuviera ahí, con todo el dinero que tenía. Probablemente llevaba años yendo a aquellas fiestas benéficas. Quizás hasta se habían cruzado alguna vez, cuando seguían sin conocerse.

Emily sintió su corazón acelerarse de solo pensar en verlo de nuevo, pero apartó el pensamiento de su mente lo mejor que pudo. Quizás lograría salir de ahí sin cruzarse con él y podría olvidarse del asunto para siempre. Después de todo, no habría posibilidades de encontrarse con él de nuevo. No es que te encontraras a millonarios en los supermercados todos los días.

-El empresario más exitoso del país –escuchó a Travis decir, llamando su atención una vez más-. No podía competir contra eso –confesó, encogiéndose de hombros, pero haciendo una mueca, claramente enfadado.

Emily asintió, pero ya no estaba prestándole atención. Sus ojos viajaron por las mesas, intentando ver si Alex estaba por ahí. Pero se detuvo. Necesitaba salir de ahí antes de correr el riesgo de encontrárselo. Porque entonces todo se vendría abajo. Sus esfuerzos por mantenerlo apartado de su mente. Sus esfuerzos por olvidarse de él. Incluso cuando de cierta forma, fueron en vano, prefería no correr el riesgo.

-Debo irme –murmuró y, sin molestarse en detenerse para escuchar lo que Travis contestó, se dio media vuelta y se encaminó hacia la casa, para buscar a Lilian.

No tardó en llegar hasta ella y suspiró, aliviada, cuando finalmente dejó de sentir que sus tacones se hundían en el pasto.

Sólo logró caminar unos pasos por lo que parecía ser la sala de la casa, antes de verse detenida por algo que llamó su atención. El brazalete estaba ahí, aún sobre la columna y dentro de la caja de vidrio.

Se acercó hasta estar exactamente frente a él. Sus ojos se deslizaron por la pieza, apreciando su belleza. Era hermoso, de oro y con pequeños diamantes incrustados por todos lados.

Se mordió el labio. Alex estaba ahí. Alex había comprado el bendito brazalete. Alex estaba tan cerca de ella, pero al mismo tiempo tan lejos. Cerró los ojos un momento. No estaba segura qué sucedería si volvía a verlo. No sabía si sería capaz de alejarse de él nuevamente. No sabía… Detuvo sus pensamientos cuando sintió a alguien pararse detrás de ella, una respiración logrando rozar su cuello.

No abrió los ojos, porque, de alguna forma, ya sabía quién era. Ya sabía que era él. Ya sabía que no había escapatoria.

-Es todo tuyo –el susurro le llegó, de pronto.

Y la llevó hasta aquel día en la casa de Alex, en que casi la había besado. La llevó hasta aquel día en que se habían visto por última vez. La llevó a todos los recuerdos que había tenido en los pasados dos meses. Su voz, logró que fuera difícil abrir los ojos y enfrentarlo.

Y supo, incluso antes de reunir el valor suficiente para girarse, que estaba perdida. Que no había vuelta atrás. Que Alex había vuelto. Y algo le decía que aquella vez, no se iría más.

Así que finalmente abrió los ojos y, sin pensarlo dos veces, se giró en redondo para enfrentarlo.

 

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