Alex

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CAPÍTULO 33

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CAPÍTULO 33

 

 

Seis meses.

 

-Creo que moriré de hambre –escuchó a Lilian decir, pero estaba tan concentrada en lo que estaban observando en el televisor, que solo atinó a agitar una mano en el aire.

-Calla –dijo, intentando por todos los medios no dejarse distraerse, viéndose que estaba en una parte muy interesante de su serie-. Quiero ver si descubrirán quien es Abrigo Rojo –agregó, como si con aquello pudiera explicarlo todo.

Habían estado viendo Pretty Little Liars por casi un mes ya, entre días y días, logrando ver tres temporadas completas. Casi, claro está, porque aún no terminaban aquella tercera.

-No lo harán –replicó su mejor amiga–. Ya está por terminar la tercera temporada y aún nada –explicó, removiéndose en su sitio, aunque sin dejar de observar la pantalla.

No podía con su genio. Mucho se quejaba, pero a la hora de la hora, no podía dejar de mirar.

-Shh –la calló Emily, sin dejar de observar.

Lilian, sin embargo, comenzó a hablar de nuevo.

-Muero por comer una… -había comenzado a decir, antes de verse interrumpida por el sonido del timbre de la casa.

Emily hizo una mueca, pero cuando vio que Lilian no tenía intención de moverse, resopló y se puso de pie, para ir a ver de quien se trataba.

Ahora que su mejor amiga lo había mencionado, también sentía un poco de hambre.

Sacudió la cabeza y finalmente llegó ante la puerta, para abrirla y encontrarse con Jem, con dos cajas de piza en las manos y una enorme sonrisa en su rostro.

-Ho… -comenzó, pero nunca llegó a terminar.

Y es que Emily ya había comenzado a sonreír ampliamente, antes de quitar las cajas de sus manos, corriendo hacia la cocina.

-¡Pizza! –gritó, de modo que Lilian la escuchara.

-¿Por qué gritaste pi…? –comenzó a preguntar Lilian, pero se detuvo al verla atravesar la sala con las cajas en la mano-. ¡Yo quiero! –gritó, poniéndose de pie y corriendo tras ella.

Emily puso las cajas sobre la encimera, apresuradamente comenzando a abrir una de ellas, pero Jem llegó de pronto y alzó ambas cajas sobre su cabeza.

-Nada de pizza para ustedes, malas amigas –dijo, señalándolas con un dedo y negando con la cabeza–. Quiero que me saluden como se debe –agregó, entonces.

Y eso fue lo único que bastó para que Lilian se lanzara sobre él, colgándose a su cuello. Jem comenzó a reírse, dejando las cajas sobre la encimera nuevamente, de la manera en que pudo, viéndose que Emily también no tardó en lanzarse a su cuello, pero colgándose a su espalda como un mono.

-¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! –dijeron ambas, entre risas y aferrándose a él como si sus vidas dependieran de ello.

Y Jem poco a poco perdió la estabilidad, hasta caer sobre el suelo, su pecho pegado a este.

Las carcajadas continuaron, mientras Jem intentaba sacar palabras de su boca, viéndose que estaba siendo aplastado a muerte por ambas.

-Locas –murmuró, apoyando su frente sobre el suelo, después de haber sacudido la cabeza suavemente.

Emily y Lilian se pararon, finalmente y rápidamente tomaron un pedazo de pizza cada una.

-Oh, sí –murmuró Lilian, dándole una mordida a su pedazo–. Realmente moría por una pizza –confesó, cerrando sus ojos un momento, mientras masticaba.

-Llevémosla a la sala –sugirió Emily, cogiendo ambas cajas y encaminándose hacia el sofá, rodeando a Jem para no pisarlo. Recién en aquel instante se percató de que no se había levantado del suelo aún. Y no pudo evitar sonreír. Se le veía tierno así, sobre el suelo y completamente perdido-. ¿Vamos, Jem? –preguntó, antes de salir de la cocina.

Entonces él se puso de pie, apresuradamente y se sacudió el polvo del pantalón, antes de encaminarse hacia ella y quitarle las cajas de las manos. Hizo un gesto hacia la sala, donde Lilian ya estaba sentada en el sofá, de nuevo.

-¿Qué están viendo? –preguntó, cogiendo un trozo de pizza también, cuando ambos estuvieron sentados, Jem entre las dos chicas.

-Pretty Little Liars –respondió Emily, antes de llevarse la pizza a la boca, para darle una mordida.

Sintió el rostro de Jem girarse hacia ella y giró su rostro hacia él, también. Le mostró una amplia sonrisa, luego de haber pasado la comida que tenía en la boca. Y él ya estaba sonriendo, como siempre lo hacía.

Se inclinó, de pronto, de modo que sus labios estuvieron a la altura del oído de Emily.

-Esa sonrisa siempre te hace ver preciosa –susurró, lentamente.

Emily sintió sus mejillas sonrojarse, casi de inmediato y agradeció que Lilian estuviera demasiado concentrada en la serie como percatarse de que ellos dos estaban hablando. Después de todo, no quería que le lanzara aquella mirada de: “ten cuidado, podrías hacerle daño”.

Y es que, ella tenía toda la razón del mundo. Tenía en sus manos el poder para romperle el corazón. Y diablos, no quería que aquello sucediera nunca. Pero no podía forzarse a sí misma a sentir algo por él.

Y él ya era bastante consciente de aquello.

-Gracias –respondió, intentando regresar su atención completa a la pantalla. Pero era difícil, cuando Jem estaba mirándola aún, como si no pudiera quitar sus ojos de encima de ella.

Temía hacerle daño. Temía perderlo. Y diablos, no quería perder a Jem, no quería cometer el error de sacarlo de su vida. No cuando él siempre era tan detallista y cariñoso con ella. No cuando él siempre la hacía sonreír o reír a carcajadas. No cuando la comprendía.

-¿Por qué trajiste pizza? –le preguntó, cuando se dio cuenta de que no podría concentrarse en su serie, mientras el siguiera a su lado, recordándole a cada segundo que sentía algo más por ella.

Jem se encogió de hombros, su rostro girándose hacia la pantalla nuevamente, solo para regresar donde ella, una vez más, alzando una ceja. Y es que, una de las protagonistas de la serie estaba besándose con su novio, como si su vida entera dependiera de ello.

Y Emily dejó escapar una pequeña risa, antes de que sus mejillas se sonrojaran, cuando su mente viajó hacia Alex, sin que lo pudiera evitar.

¿Es que acaso ella lo había besado de aquella manera? ¿Cómo si su vida entera dependiera de ello?

-Sólo pensé en visitarlas –la voz de Jem pareció legarle a lo lejos, mientras revivía en su mente, una y otra vez, como sus besos se sentían-. Como sabía que estaban juntas –continuó, logrando que ella finalmente saliera de sus recuerdos.

Le mostró una sonrisa, que salió ligeramente forzada.

-Gracias –repitió, a lo que Jem sonrió ampliamente, claramente sin haberse dado cuenta de que ella se había ido lejos, por algunos segundos. Y si lo hizo, no dijo nada para que ella lo supiera.

Le guiñó un ojo, inclinándose para dejar un beso en su mejilla.

Y Emily bajó la vista hacia su pizza, fingiendo encontrarse demasiado concentrada en ella, mientras Jem finalmente apartaba su vista, para mirar a la pantalla de nuevo.

Todo se quedó en silencio, por unos minutos, mientras las escenas continuaban pasando frente a sus ojos, hasta que Jem se removió en su asiento, claramente aburrido y suspiró.

-Estaba pensando que podríamos ir al cine –sugirió, finalmente, pero justamente estaba sucediendo algo importante en la serie y Emily no fue capaz de apartar la mirada–. También estaba pensando en que yo podía pagar –añadió.

Emily asintió, vagamente consciente de que les estaba hablando a ellas.

-Suena bien –murmuró Lilian, mordiendo su pizza y continuando con sus ojos pegados a la pantalla.

–Les compraré un libro a cada una –dejó salir él, entonces.

Y Emily giró sus ojos hacia él, abruptamente.

-¡Ya! –gritó Emily por poco lanzando al suelo las caja de pizza que tenía en su regazo.

Jem dejó escapar una carcajada, rápidamente tocando la punta de su nariz, en un gesto cariñoso.

-Sabía que caerías con esa –dijo, mientras Lilian se giraba hacia ellos, olvidándose por completo de la serie.

-¿Qué? ¿Qué? –preguntó, apresuradamente. Tomó a Jem por el polo y lo sacudió un tanto desesperadamente-. ¿De qué me perdí? –exigió saber, moviendo sus ojos entre ellos, luciendo un tanto frenética.

Emily no pudo evitar reírse y sacudir la cabeza.

-Estamos dementes –murmuró, más para sí que para aquellos dos-. Jem dijo que nos llevará al cine y nos comprará libros –explicó, tranquilamente.

Pero sus palabras bastaron para que Lilian se pusiera de pie de un salto, increíblemente emocionada, de pronto.

-¡Bien! –gritó, mientras apagaba el televisor, sin molestarse en salir de su sesión de Netflix. Entonces salió corriendo escaleras arriba, gritando sobre su hombro-. ¡Me pondré algo para el frío! –fue lo que lograron oír Emily y Jem.

Entonces, estuvieron solos. La sala llenándose de silencio, rápidamente. Y Emily observó como Jem se ponía de pie, para tomar la caja de pizza de su regazo y extender su otra mano hacia ella.

Emily la tomó y se puso de pie, mostrándole una pequeña sonrisa. Pero él no la dejó ir, cuando finalmente estuvo parada a su lado. Sino que frunció ligeramente el ceño y dejó que su pulgar se deslizara por el dorso de la mano de Emily. Ella tragó saliva, cuando él se inclinó ligeramente más cerca.

-¿Qué es esto que me haces sentir? –preguntó, en un suave susurro. Emily se quedó completamente paralizada. Y es que, él nunca se frenaba de decirle cosas como aquella, cada vez que podía. Sabía de sobra que ella no podría sentir algo por él. Al menos no nada pronto. Y aun así, no le asustaba hacerle saber lo que sentía. ¿Por qué? ¿Cómo no tenía temor a salir herido, como ella lo tenía desde que Alex la dejó?-. ¿Estás bien? –lo escuchó preguntar, entonces. Mientras ella estaba perdida en sus pensamientos, él había dejado la caja sobre el sofá y se había acercado a ella un par de pasos, sus dedos tomando un mechón de su cabello y pasándolo detrás de su oído, con su mano ahora libre.

-La pizza y los libros siempre me hacen sentir mejor –replicó, incluso cuando sabía que no había contestado a su primera pregunta. Y Jem no dijo nada al respecto, simplemente dejó ir su mano, para rápidamente rodearla con sus brazos.

Emily dejó que lo hiciera porque siempre la hacía sentir mejor. Y es que, significaba que él estaba ahí, para ella. Y aquello la reconfortaba, de manera inevitable. Alex le dio una vuelta en el aire, sin ningún esfuerzo.

Y ella se rió suavemente.

Ahí estaba.

Siempre logrando hacerla reír.

-Lo que sea por ti, princesa –replicó, en su oído.

Y se quedaron así por un momento, en completo silencio.

Emily no pudo evitar pensar en lo reconfortante que era. Y en lo increíblemente injusto y egoísta que era de su parte, dejar que aquello pasara.

Pero de alguna manera, él sabía  lo que ella pensaba. Y sabía, lo que ella sentía. Emily aún extrañaba a Alex. Lo amaba sí, pero había llegado un punto en el que ya sabía que no iba a volver.

E, incluso así, no podía dejarlo ir.

-Estás pensando en él –susurró Jem, entonces.

Y Emily torció el gesto, dejando que su rostro se hundiera en su cuello, en un intento de apartar a Alex de su mente.

Pero no podía, diablos. Solo podía recordarlo, en cada pequeño gesto que Jem hacía.

-No –replicó, lo más tranquilamente que pudo, pero era difícil de negarlo.

Seguramente era increíblemente obvio en sus ojos, el hecho de que seguía estúpidamente enamorada de él.

Jem suspiró y se apartó, sin soltarla, sino que simplemente poniendo su rostro frente al suyo.

-Te quiero –susurró, una extraña expresión cruzando sus rasgos, por un breve momento.

Emily lo miró, detenidamente.

-Y yo a ti –respondió, con facilidad.

Y es que, era totalmente verdad. Lo quería, no de la misma manera en que él a ella, pero lo hacía.

Él le mostró una pequeña sonrisa, que no llegó a sus ojos, como siempre solía hacerlo. Pero Emily no tuvo tiempo de pensarlo demasiado, porque Lilian ya bajaba las escaleras, apresuradamente.

Y Jem se había apartado de ella, pasándose una mano por el cuello, como si quisiera relajar su tensión.

-¡Lista! –exclamó, dando un saltito cuando estuvo al lado de Emily.

Pareció no notar nada extraño, porque comenzó a tirar de ella hacia la puerta de la casa, para apresurarlos.

Los diez minutos de camino hacia el centro comercial, Emily no dijo nada, mientras Lilian hablaba y hablaba con Jem sobre alguna cosa que había sucedido en clase. Algo que ella claramente no había notado, viéndose que aún estaba bastante distraída durante sus lecciones.

Había mejorado, sí. Pero seguía ligeramente perdida.

Y en aquel instante, se sentía así también. Y es que, el lugar estaba completamente abarrotado.

Lilian dijo que iría comprando los dulces en la confitería, al igual que las palomitas de maíz. Y Jem fue a ver las entradas en la larga fila.

Y Emily se quedó parada donde estaba, un breve momento. Antes de decidir ir al lugar que por tanto tiempo había estado evitando.

Si bien es cierto, había leído, finalmente, los libros que Lilian le había regalado. Aún no se había atrevido a poner pie en una librería.

Porque vamos, aquello era la viva representación del amor de su vida.

Su cuarto lleno de libros.

La cita que habían tenido, en la cual la había llevado a la feria de libros.

La infinidad de libros que le compró ahí.

Sacudió la cabeza y finalmente se dirigió a la librería, cuando pudo llenarse del valor suficiente.

El olor de los libros nuevos la invadió, apenas ingresó al lugar. Y tuvo que cerrar sus ojos un momento, cuando, muy de pronto, se vio transportada a ese cuarto que tenía Alex en su casa.

Maldijo para sus adentros.

Justamente por eso había dejado de lado los libros en los primeros meses después de su rompimiento con Alex.

Había resultado tranquilizante comenzar a leer de manera progresiva, pero entrar en una tienda llena de libros había sido demasiado abrupto, demasiado… simplemente demasiado.

Aun así, se forzó a sí misma a tragarse el dolor y dejó sus dedos deslizarse por las portadas de los tantos libros nuevos que había ahí.

Habían pasado seis meses.

Y aun así, seguía sintiendo que su corazón se rompía cada vez que pensaba en Alex. El dolor seguía ahí, aunque hubiera pasado tanto tiempo; sin embargo, sentía que había aprendido a vivir con él.

De alguna manera u otra.

-¿Ya sabes cual vas a elegir? –oyó, detrás suyo y por un momento, rogó a todos los cielos que se tratara de él. De Alex. Que finalmente hubiera ido a buscarla, para explicarle todas las cosas que ella aún no lograba comprender. Pero cuando se giró sobre sus talones, era Jem quien la miraba, sin saber todo lo que pasaba por su mente, en aquel instante–. Si estás dudando entre dos libros, puedes quedarte con ambos –agregó, ladeando ligeramente el rostro y hundiendo una de sus manos en el bolsillo de su pantalón.

¿Por qué?

¿Por qué tenía que recordarle tanto a Alex?

-Jem –murmuró, sintiendo el dolor palpable en su pecho. Dolía. Y él no tenía ni la más mínima idea de lo que la hacía sentir, con aquellos tantos gestos que tenía–. No creo que sea buena idea que gastes dinero en mi –dijo, finalmente.

Y es que, no podía decirle, realmente, todo lo que estaba pasando por su cabeza, desde el momento en que entró a aquel lugar.

-Pues es una lástima que quiera hacerlo –replicó él, tranquilamente.

Emily dejó escapar un suspiro de frustración. No sabía cómo hacerlo entender que no podría sentir nada por él. No mientras siguiera sin saber cómo superar a Alex.

-¿Por qué? –preguntó, en un susurro, cuando no encontró otras palabras para contestarle.

Y Jem la miró, sus ojos llenándose de emociones que ella deseó no reconocer. Y es que, ya había visto aquellas emociones en los celestes ojos de Alex, más de una vez. Y todo había resultado ser una completa mentira.

¿Entonces era ese el problema? ¿Es que acaso temía que Jem fuera a hacerle el mismo daño?

No. No creía que fuera posible. Y es que, lo único que la retenía de sentir algo más por el chico, eran sus sentimientos hacia el que una vez le aseguró que la quería más que a nada en el mundo.

-Me gustas. ¿De acuerdo? –preguntó Jem, finalmente. Y el mundo pareció detenerse por un breve momento, porque era la primera vez que realmente expresaba sus sentimientos. La primera vez que realmente decía aquellas dos palabras. Emily no se movió, cuando sintió los dedos de Jem entrelazarse con los suyos. Dio un paso más cerca y ella siguió sin moverse–. Pero, muy aparte de eso, me preocupo por ti. Mucho –continuó, claramente sin darse cuenta de lo mucho que le había afectado a Emily escucharlo decir aquellas dos palabras-. Y no tengo idea de por qué, solo sé que es así –confesó, sus ojos manteniéndose fijos en los de ella, mientras decía aquella pequeña confesión.

Emily bajó la vista. No podía mirarlo a los ojos y saber que estaba rompiéndole el corazón, cada bendito día.

-Yo… -intentó decir. Pero, ¿qué diablos podía contestarle?-. Yo no creo que pueda… -intentó continuar, pero él habló antes de que pudiera.

-Lo sé –la interrumpió, alzando su mano libre, para deslizar sus dedos por su mejilla, en un gesto que lucía ligeramente inconsciente–. Sé que no puedes corresponderme ahora, Em –susurró, apartando su mano finalmente, solo para hundirla en su cabello y bajar el rostro, claramente nervioso–. Y probablemente no puedas en un largo tiempo –continuó. Emily no podía apartar su vista de él, ahora. ¿Cómo podía estar confesándole todo aquello, sabiendo que su respuesta iba a ser no?-. Al menos hasta que lo saques de tu corazón –agregó, finalmente alzando la vista–. Pero está bien, ¿de acuerdo? –preguntó, mostrándole una pequeña sonrisa. Una sonrisa que, nuevamente, no llegó a sus ojos, como solía hacerlo-. Lo superaré. Te lo prometo. Solo no me alejes de tu vida, porque me reconforta saber qué puedo hacerla al menos un poco más soportable –finalizó, habiendo dicho todas aquellas últimas palabras, sin detenerse a pensar, claro está. Y es que, apenas terminaron de salir las palabras por entre sus labios, soltó un ligero suspiro, que Emily a duras penas logró captar.

¿Superarlo? ¿Cómo podría? ¿Cómo lo haría, si ella misma llevaba meses intentándolo?

-¿Lo superarás? –preguntó, en un susurro, frunciendo el ceño, sin poderlo evitar.

-Se me pasará, supongo –replicó él, casualmente, encogiéndose de hombros–. Pero de momento, deberías aprovecharme –agregó, tranquilamente-. Que te regalaré todos los libros que quieras –finalizó.

Emily no encontró palabras para contestarle. Solo atinó a soltar su mano, para rodear su cuello con sus brazos y sentirse reconfortada, una vez más.

Él la abrazó por la cintura y Emily sintió que hundía su rostro en su cuello. Ella fue a cerrar los ojos, pero algo llamó su atención, antes de que lo hiciera.

Alguien alejándose, a zancadas rápidas. Alguien que había estado mirando. Alguien tan increíblemente alto, que tenía que caminar a zancadas largas.

Alguien.

O quizás solo era su mente, haciéndola ver cosas que eran prácticamente imposibles.

Porque, después de todo, Alex ya no estaba en su vida.

¿Cierto?

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