Alex

Alex


CAPÍTULO 35

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CAPÍTULO 35

 

 

Ocho meses.

 

-¿Qué te regalaron tus padres? –Jem le preguntó, mientras hacían su camino hacia la casa de Lilian.

Emily había pasado una casi perfecta mañana con sus padres y hermano. Los tres habían desayunado con ella y le habían prestado más atención de la que le habían prestado en toda su vida.

Hasta Jimmy había participado de la conversación.

Y, al final, sus padres le habían dado una caja de regalo. Algo que jamás había imaginado que le darían.

Finalmente, había cumplido los dieciocho años.

Tenía la sensación de que las cosas serían diferentes ahora, que todo sería mejor. Solo necesitaba concentrarse en lo importante y seguir para adelante, como lo había estado haciendo ya, por los pasados ocho meses de su vida.

El movimiento del auto de Lilian logró que Emily regresara a la realidad y sonrió ampliamente, cuando recordó como la sonrisa en su rostro había crecido, al ver lo que contenía la caja de regalo.

-Un celular –contestó, alegremente.

Intentó no dejar su sonrisa dudar, cuando recordó vagamente haber subido a su habitación, en busca del otro celular que tenía, profundamente guardado en uno de los cajones que casi nunca abría.

El celular que Alex le había regalado, mucho tiempo atrás. No había tenido la fuerza para deshacerse de él. Y, de hecho, tampoco había podido evitar revisarlo, un par de veces, a lo largo de los meses.

Tantos recuerdos grabados en mensajes.

Y todos, una completa mentira.

E, incluso sabiendo todo aquello. Incluso cuando quería convencerse a sí misma de que al final lo había superado, sabía de sobra que no era así. Y lo había terminado guardando de nuevo, por si en algún futuro cercano, volvía a necesitar verlo.

La sonrisa de Jem apareció ante sus ojos y sintió que cogía su mano, pasando un dedo delicadamente por el dorso. Emily le sonrió de vuelta. Era reconfortante. Como siempre que se trataba de Jem.

Un momento después, él apartó su mano de la de ella y miró por su ventana, de pronto sumiéndose en sus propios pensamientos. Y Emily no pudo evitar la pequeña sensación de remordimiento que se apoderó de su pecho.

Y es que, incluso cuando habían pasado ocho largos meses, no podía olvidar a Alex. Y no podía darle una oportunidad a Jem. Aun así, no importaba todo el daño que ella le hacía, él seguía sin apartarse de su lado. Sin importar qué.

-Hasta que al fin se dignaron a darte uno –escuchó murmurar a Lilian, desde el asiento del copiloto.

Emily sonrió. Aún no podía creerlo, realmente. Pero, sus padres habían estado actuando de una manera extraña, desde el día en que la existencia de Alex salió a la luz.

Es decir, no habían dicho nada, ni mencionado nada, incluso cuando era claro que lo sabían, pero Emily no podía evitar darse cuenta de cómo parecían asustados, cada cierto tiempo, preocupándose más de lo normal por ella.

Sabía de sobra que era intento de su madre de asegurarse que no volviera a “salirse del camino correcto”. Y es que, para ella, probablemente era la peor de las desgracias, el hecho de que su hija hubiera estado saliendo con aquel hombre diez años mayor que ella.

Pero, Emily sabía que, incluso cuando las cosas habían terminado entre ellos, había aprendido mucho de aquella relación. Y, sabía que, si Alex volvía a aparecer en su vida, iba a ser malditamente difícil mantenerlo alejado.

Y es que, lo amaba. Aún. Y, quizás, lo haría por siempre.

El auto se detuvo, de pronto y se vio regresada al presente, mientras Lilian se bajaba apresuradamente de este. Emily fue a seguirla, para bajar por su lado, pero se detuvo cuando sintió a Jem inclinarse más cerca, para susurrar algo en su oído.

-Hay algo que quiero darte –fueron sus palabras.

Y Emily dirigió sus ojos hacia él, un breve momento. Sintió una sonrisa expandirse por su rostro, pero sacudió la cabeza.

-No tenías que comprarme nada –replicó, sin ser capaz de quitar la sonrisa de sus labios.

Él se encogió de hombros, haciendo un gesto para que ambos bajaran del auto.

-Pero realmente quería hacerlo –replicó, cuando estuvieron al lado de la guantera del coche.

-¡Los espero adentro! –escuchó a Lilian gritar, vagamente.

Y es que estaba demasiado concentrada en la forma en que Jem se movía, ligeramente nervioso, frente a ella.

Y Emily esperaba que no tuviera planeado nada fuera de lo normal, porque la destrozaría de mil formas, tener que romperle el corazón. Incluso, cuando claramente llevaba haciéndolo varios meses ya.

Jem le sonrió, su sonrisa logrando hacerla relajar. Solo un tanto, claro está.

Entonces, Alonso, desde el asiento del piloto, abrió la guantera. Y esta se alzó, ligeramente, para que Jem la cogiera y terminara de abrir.

Lo primero que Emily vio fue la pequeña caja de regalo rosada, con un lazo blanco, manteniéndola cerrada.

Tragó saliva, mientras Jem se inclinaba, tomando la caja en su mano, para tendérsela a ella.

-Felices dieciocho, Ems –susurró, la sonrisa usual en sus labios.

Emily abrió la boca para contestar, pero no sabía realmente que decir. Por lo que simplemente tomó la caja de la mano de Jem y la abrió.

El destello de una pulsera de plata hizo que abriera sus ojos como platos. Era hermosa. Pero era demasiado.

¿Por qué lo había hecho?

Ya. La respuesta era clara. Pero Emily no quería pensar en ello.

Alzó la vista hacia Jem, insegura sobre cómo reaccionar. Pero él seguía sonriendo, sus mejillas habiéndose tornado ligeramente rojas.

Y Emily no pudo evitar sentirse incluso peor.

Jem tenía claro que ella seguía enamorada de alguien más, no hacía preguntas al respecto y respetaba los momentos a solas que Emily muchas veces se encontraba necesitando.

Jem sabía que ella se estaba tomando mucho tiempo para arreglar su corazón roto.

No habían vuelto a hablar sobre sus sentimientos hacia ella. Pero Emily tenía la esperanza de que ya la hubiera olvidado, de que ya la hubiera superado, como lo había prometido un mes atrás.

Jem no era Alex.

Nunca lo sería.

Aún no lo podía sacar de su mente. Y darle falsas esperanzas Jem no era una opción, sabiendo que probablemente le tomaría un largo tiempo superar a su primer y único amor.

Rodeó la cintura de Jem con sus brazos, porque un abrazo no podía dañar a nadie.

-Gracias –susurró, dejando su frente caer sobre el pecho del chico. Podía escuchar el rápido latido de su corazón, pero quería pensar que no era por ella.

-Lo que sea por ti, princesa –respondió él, contra su frente. Y es que, había dejado un suave beso ahí.

Y ella se quiso poner la pulsera, pero él hundió su dedo en su cintura, logrando hacerla reír y le dijo que se la pusiera luego, porque Lilian debía estar esperándolos ya.

Y era cierto. Lilian debía estar volviéndose loca porque se estaban demorando tanto.

Así que asintió y se encaminaron hacia la casa, finalmente.

Jem sonrió ampliamente, mientras abría la puerta para ella. Y Emily le mostró una sonrisa, también, ingresando por su lado.

Y se detuvo abruptamente, cuando escuchó tantas voces, viniendo de la oscuridad.

-¡Sorpresa! –escuchó, mientras las luces se prendían.

Sus ojos se abrieron como platos, mientras se cubría la boca, completamente sorprendida. Y es que, realmente no se había esperado aquello.

Todos sus amigos estaban ahí, sonriéndole.

Y ella sonrió, riéndose, mientras pequeñas lágrimas se derramaban por sus mejillas. Y abrazó a cada uno de ellos, mientras estos iban acercándose para saludarla. Todos se habían reunido ahí para saludarla por su cumpleaños. Había regalos por montones, en una mesa en la esquina de la sala. Y Emily puso ahí la pequeña cajita de Jem, justo en el momento en que la música comenzaba a sonar.

Se vio rodeada de cuerpos bailando, casi inmediatamente, dejándose llevar por Lilian, que saltaba por doquier, riéndose a carcajadas y haciéndola bailar con todo el mundo.

Después de tanto tiempo, Emily estaba divirtiéndose. Realmente divirtiéndose.

Apartó a Alex de su mente, porque no quería entristecerse nuevamente. Y porque aquel momento no podía verse arruinado por el doloroso recuerdo.

Entonces, luego de haber estado perdida en la música por un par de minutos, Lilian se la llevó a un lado, inclinándose para que la escuchara hablar.

-Espero que te haya gustado la sorpresa –la escuchó decir, a duras penas.

Emily sonrió ampliamente y la abrazó, porque amaba que ella y Jem le hubieran preparado aquella sorpresa. De hecho, quería encontrarlo pronto, para poder agradecerle también.

-Gracias –dijo, alzando la voz lo más que pudo–. Esto es realmente hermoso –agregó, dándole un apretón a las manos de su mejor amiga, en un gesto de agradecimiento.

Lilian le sonrió y la cogió por los hombros, de pronto su sonrisa desapareciendo, una expresión preocupada apareciendo en su rostro. Y Emily fue a preguntarle qué sucedía, pero no tuvo tiempo suficiente de hacerlo, porque Lilian ya había comenzado a sonreír de nuevo, haciendo un gesto hacia el final del pasillo, al lado de ambas.

-¿Podrías ir al cuarto de visitas? –le preguntó, entonces–. Necesitamos más vasos y los dejé guardados ahí –explicó.

Emily sonrió, encogiéndose de hombros.

-Claro –aceptó, tranquilamente.

Miró detrás de ella, un momento, para grabarse aquello para siempre. Y es que, sus amigos estaban divirtiéndose a lo grande. Y ella, desde luego, también.

Entonces, hizo su camino hacia el final del pasillo, la música volviéndose ligeramente más baja y dándole un momentáneo descanso a sus oídos. Aunque, claro está, la música seguía retumbando a través de las paredes.

Abrió la puerta del cuarto de visitas y cerró la puerta detrás de sí, deseando por un breve momento, desaparecer la música. Y es que, por algún extraño motivo, necesitaba un segundo para respirar, en silencio, o lo que podía conseguir de él.

Y, entonces, se detuvo abruptamente. Prácticamente trastabilló y dio un paso atrás, porque diablos, no estaba preparada para ver lo que estaba viendo.

Incluso cuando lo había imaginado por cuatro largos meses, no podía creer que realmente se estaba dando.

Sus ojos se encontraron con unos celestes y sintió su corazón desgarrarse de nuevo.

Alex.

Alex.

Alex.

De nuevo.

Sólo él.

Estaba parado mirándola fijamente y por un momento, se preguntó si quizás fuera una mala jugada por parte de su mente. Un intento de su subconsciente de hacerla un poco más feliz, por un instante.

Quizás estaba soñando.

Quizás lo estaba imaginando.

O quizás era completamente real.

Pero Alex lucía destrozado. Sus ojos reflejando dolor, miedo, miles de emociones.

Miles de emociones que ella estaba segura eran una completa mentira. Siempre lo había sido y siempre lo iba a hacer. Ya se lo había dejado bastante claro, muchos meses atrás.

Aun así, no pudo detener el susurro que escapó sus labios, solo un momento después.

-¿Alex? –preguntó por qué era lo único que se sentía capaz de decir.

Y porque no habían más palabras que expresar. Nada más que decir, que pudiera hacer de aquel momento más sencillo, menos doloroso. Nada.

Los ojos de Alex se mantuvieron fijos en los de ella, su rostro suavizándose ligeramente, con alivio, pero seguía luciendo increíblemente asustado.

¿Cómo lo hacía?

¿Cómo lograba mostrar emociones que eran por completo falsas?

-Em –susurró, dando un paso hacia ella. Pero Emily no pudo evitar retroceder, demasiado asustada como para intentar ocultarlo.

Y es que, si él se acercaba lo suficiente, Emily sabía que todo el sufrimiento y dolor regresaría. Que se creería cualquier cosa que él le dijera. Que volvería a querer estar en sus brazos, desesperadamente. De hecho, nunca había dejado de querer aquello. Porque lo seguía amando y lo necesitaba tanto que dolía.

Alex torció el gesto, bajando la vista por un breve momento, como si desear ocultar cualquier fuera la emoción que recorrió su rostro.

-¿Qué haces aquí? –Emily logró preguntar, finalmente.

Y tuvo que apartar la vista de él, porque el solo hecho de mirarlo era increíblemente doloroso. Muchos recuerdos. Tantas mentiras.

Pero Alex seguía siendo tan hermoso como siempre le había parecido. Tenía la sombra de una barba de algunos días, tapando gran parte de su rostro, sus pómulos resaltaban increíblemente sus ojos celestes, que lucían dolidos y temerosos. Estaba usando un pantalón de vestir color crema y llevaba la camisa celeste metida en este, las mangas alzadas hasta la mitad de su antebrazo. Y, como siempre, tenía los dos primeros botones desabrochados.

Ya había cumplido los veintisiete, lo había visto en una revista algunos meses atrás. Pero no había cambiado. Seguía siendo su Alex.

Aquel Alex del que estaba tan enamorada.

Y lucían tan hermoso.

Emily tragó saliva.

¿Cuándo había comenzado a mirarlo, de nuevo?

-Yo… -comenzó a decir él, pero no poder encontrar las palabras para continuar–. Por todos los cielos –susurró, entonces–. No puedo creer que realmente seas tú –susurró.

Y Emily se percató, finalmente, de que todo parecía desaparecer a su alrededor, cuando estaban juntos. Prácticamente había dejado de escuchar la música, que seguía reventando, detrás de aquella puerta.

El corazón de Emily se aceleró, apenas las palabras de Alex se hundieron en su pecho. Pero el dolor creció en su interior.

¿Por qué le decía aquello? ¿Acaso quería seguir jugando con sus sentimientos?

¿Acaso quería romperle el corazón una vez más?

-¿Por qué estás aquí? –exigió saber, sintiendo el enfado creciendo en su interior, todas aquellas cosas que por tantos meses había querido decirle, ardiendo en su garganta, desesperadas por salir-. ¿Acaso necesitas burlarte más de mí? ¿Ya no has tenido suficiente? –continuó, sin molestarse en ocultar el hecho de que estaba llena de ira.

Alex arrugó las cejas, apartando la vista de ella, como si el simple hecho de mirarla fuera increíblemente doloroso para él.

-Vine porque necesito… -comenzó a decir, pero se detuvo abruptamente, cuando sus ojos encontraron los de ella-. Te necesito -susurró, pasando sus dedos por su cabello, en aquel gesto nervioso que Emily siempre había conocido tan bien. Pero era una mentira, ¿cierto? Siempre lo había sido-. Y quiero una única oportunidad, para que me escuches, porque te voy a decir la verdad -agregó, cuando Emily no dijo nada.

Y es que, no tenía idea de que decir. No sabía que responderle.

¿La verdad? ¿Qué clase de broma era aquella?

Ocho meses después, venía a decirle que había una verdad.

Otra verdad.

¿Y qué diablos?

¿A qué se refería?

La necesitaba.

Aquellas palabras parecían haber sido lo único que se le quedó de todo lo que dijo. Y es que, seguían afectándola tanto como lo habían hecho desde la primera vez que lo había visto.

Por mucho que no quisiera que esa expresión tuviera un efecto en ella, no pudo evitar sentir que su corazón se aceleraba y su abdomen daba un giro de emoción. Una emoción que habría deseado no sentir. Porque significaba que iba a darle a Alex aquella oportunidad de decirle “la verdad”. Y muy probablemente, iba a verse envuelta en sus mentiras una vez más.

O, quizás, no.

Quizás no serían mentiras aquella vez.

No.

Estaba cayendo nuevamente.

-¿La verdad? –preguntó, a falta de mejores palabras que responder.

Alex asintió, apenas perceptiblemente y Emily observó cómo su pecho se expandía, cuando tomó una profunda respiración.

Era tan hermoso que dolía. Y se tuvo que obligar a sí misma a apartar la vista, porque observarlo le estaba haciendo más daño del que podía soportar.

-Es sobre tu madre -lo escuchó decir, rápidamente captando su atención de nuevo.

-¿Qué tiene que ver mi madre en todo esto? –exigió saber Emily, porque la sola mención de su propia madre servía para ponerle los pelos de punta.

No le gustaba a donde se iba a dirigir aquella conversación.

-Terminé lo nuestro por ella -dejó salir. Parecía desesperado por simplemente sacarlo de su pecho, de una vez por todas, incluso cuando parecía dolerle el hecho de decirlo. Y Emily no encontró el valor de interrumpirlo, cuando escuchó que la culpa era de su madre. Porque vamos, no podía negar algo sobre aquello. Su madre era capaz de muchas cosas-. Amenazó con meterme a la cárcel y terminar mi carrera -continuó, pero dejó escapar una risa sin humor, mientras sacudía la cabeza-. Pero vamos, eso no me importaba en lo más mínimo. Amenazó con llevarte lejos –dijo entonces, sus ojos buscando los de Emily y ella dejó que estos se encontraran, incluso cuando sabía que, probablemente, sería un error-. No podía dejar que te hiciera eso, Em. Lo tenías todo aquí, tus amigos, la escuela, la universidad que ibas a elegir, no podía dejar que te arrebatara todo eso solo por mí –continuó, su voz tiñéndose con desesperación, de un momento a otro. Emily observó cómo cerraba sus manos en puños, luciendo enfadado, de pronto-. Y pensé, si termino esto ahora, entonces podría haber una oportunidad más adelante -explicó, lentamente-. Pero, si no lo hago, entonces la perderé para siempre -continuó-. Y no podría haberte perdido para siempre, pequeña -finalizó.

El corazón de Emily dio un brinco cuando lo escuchó llamarla de aquella manera que tanto la afectaba. Tantos meses sin escuchar aquella palabra. Tantos meses rogando escucharla una vez más, al menos.

Y su madre… ¿Cómo podía haberle hecho aquello? ¿Y cómo podía saber ella que no eran mentiras que Alex le estaba lanzando, una vez más?

-Pero tu dijiste que era un simple juego -comenzó a decir, recordando como si hubiese sido el día anterior, todas las palabras que Alex le había expresado.

Eres una niña.

Como si aquel hecho fuera lo peor que pudiera existir en el mundo.

Y yo no puedo estar contigo.

El sonido de su corazón, desgarrándose con aquellas palabras.

Y ya he arriesgado suficiente por un pequeño juego.

Todo había sido una completa mentira.

No creías que en verdad sentía algo por ti. ¿O sí?

Sí. Realmente lo había creído.

-Lo dije porque no tenía otra opción –replicó él, volviendo a dar un paso hacia ella. Y Emily, aquella vez, no fue capaz de retroceder. Y es que, las palabras de Alex seguían hundiéndose en su pecho como agujas, amenazando con volver a hacerla caer por el hombre de traje–. Sé que te hice daño –continuó, entonces-. Diablos. Me hice el mismo daño a mí mismo, mientras decía todas esas palabras –confesó, bajando la vista por un breve momento, antes de volver a mirarla, sus ojos clavándose en los de ella, atrapándola por completo-. Pero lo hice porque sabía que tu no aceptarías un simple se acabó, Em –dejó salir, pareciendo completamente desesperado por hacerla entender. Pero, ¿podría? ¿Podría confiar en sus palabras? ¿Podía confiar en que no era una mentira más?-. Tú habrías sabido que había algo más. Y habrías logrado que te lo confesara. Me habrías convencido de intentarlo sin que tu madre se enterara –comenzó a dejar salir las palabras en un torrente sin fin, sin detenerse a dejarla hablar. Pero, de todas formas, Emily no tenía idea de que responder a todo aquello. Y es que, estaba comenzando a aceptarlo. A aceptar que quizás había sido una mentira, pero una mentira, causada por su madre-. Porque por ti yo habría hecho lo que fuera, pequeña Em –confesó Alex, entonces. Parecía querer dar otro paso hacia ella, pero algo lo estaba reteniendo y Emily no tenía idea de que era lo que quería que él hiciera-. Pero sé que ella se habría enterado. Después de todo, lo logró hacer la primera vez. Y entonces te habría perdido para siempre –finalizó.

Y Emily supo, sin saber muy bien cómo, que aquellas palabras sí eran sinceras. Sí eran reales. Y eran lo que por ocho largos meses había rogado escuchar.

Confía en mí.

¿Es que se había estado refiriendo a aquello, en aquel entonces?

Emily deseó rodearlo con sus brazos en ese momento, en parte, porque la destrozaba verlo tan dolido. Y, también, porque necesitaba desesperadamente verse rodeada por sus brazos de nuevo, finalmente.

Y es que el rostro de Alex reflejaba el mismo dolor que Emily había visto en sus propios ojos, desde el día en que él la dejó.

A él le dolía tanto como a ella le dolía.

Y nadie podía culparlos, realmente.

Habían estado apartados ocho meses y todo por culpa de su madre.

Y Emily sabía que era cierto. De haberlo sabido, lo habría buscado desde el primer instante. Y sí, también habría intentado convencerlo de que podían hacerlo.

Estar juntos.  Sin que su madre se enterara.

¿Por eso había escogido él aquella noche? ¿Por qué ella finalmente había cumplido los dieciocho años que significaban la mayoría de edad?

Edad suficiente para tomar sus propias decisiones y que sus padres no pudieran hacer nada al respecto.

Había ido con la esperanza de que ella lo perdonara y de poder recuperarla.

Se dio cuenta, entonces, de que llevaba algunos minutos sin contestarle. Y Alex tenía sus ojos fijos en ella, sus cejas ligeramente arrugadas.               Y se estaba rompiendo. Emily podía verlo en sus ojos. No estaba segura de cómo, pero era así.

Y no podía ver aquello. Su Alex, viniéndose abajo.

-No quería perderte –susurró él, de pronto-. Pero temo que ya lo hice –confesó.

Pero no lo había hecho. Quizás parecía que ellos nunca más estarían juntos, pero lo estarían. Porque Emily había tomado la decisión de confiar en él. Y hablaría con su madre, después, en busca de las respuestas que tanto quería saber. En busca de una confesión, sobre lo que había hecho.

Y Emily quiso decírselo. De hecho, dio un paso hacia él. Pero Alex ya había apartado su vista de ella y, repentinamente, se había dejado caer de rodillas, hundiendo su rostro entre sus manos, escondiéndose de ella.

Los pies de Emily se movieron por voluntad propia y en un abrir y cerrar de ojos estuvo frente a él. Si tener que pensarlo demasiado, sus dedos se hundieron en su suave cabello, atrayéndolo a ella. Y él hundió su rostro en su abdomen,  sus brazos rodeando su cintura y sus dedos aferrándose a su cuerpo.

Sintió el cuerpo de Alex temblar, contra el de ella y quería desesperadamente desaparecer aquello que tanto le estaba doliendo. Se olvidó por completo de su propio dolor. Se olvidó por completo de los pasados ocho meses. Y se olvidó por completo de todo el daño que él le había hecho.

Porque había tenido todo una explicación.

Y ahora, no valía la pena seguir recordando aquel doloroso día.

Ahora, Emily solo quería desaparecer el dolor del pecho de Alex. Quitarle el dolor y no dejarlo sentirlo nunca más.

-Por todos los cielos, Em –lo escuchó susurrar, contra su abdomen-. No me dejes tocarte si no me has perdonado –rogó, sacudiendo su cabeza suavemente-. Por favor –aquellas dos palabras dejaron sus labios, teñidas de desesperación-. No podré soportarlo. Yo no… -intentó decir, pero pareció no ser capaz de continuar.

Y Emily tomó su rostro entre sus manos, finalmente. Lo obligó a alzar la vista hacia ella y tragó saliva, cuando ella misma se inclinó hacia abajo, su nariz rozando la de él.

Y es que, habían pasado tantos meses desde la última vez que lo había besado. Que simplemente había estado tan cerca de él.

No pudo evitar lo que confesó después.

-No importa lo que me hubieras dicho hoy, de igual forma te habría perdonado –susurró, cerrando los ojos por un momento, imaginando que sus labios finalmente encontraban los de Alex, después de tanto tiempo.

Y es que, lo que había dicho era la verdad.

Lo amaba y nada había podido cambiar eso. Nada podría hacerlo, tampoco.

De pronto, sintió a Alex ponerse de pie, forzándola a abrir sus ojos de nuevo, para repentinamente sentirlo rodeando su cintura con sus enormes brazos, su rostro hundiéndose en aquel punto que siempre lograba hacer sus rodillas temblar.

Un suspiro escapó los labios de Alex y Emily sintió su aliento rozando la piel de su cuello. Cerró los ojos, tragando saliva, en un intento por mantenerse de pie. Y es que, casi había olvidado lo difícil que le resultaba estar tan cerca del hombre al que tanto amaba.

Parecía tan increíblemente irreal. Estar en los brazos de Alex, de nuevo. Sus dedos volvieron a hundirse en su cabello, intentando aferrarse a él, de la mejor manera posible, completamente asustada de que aquello fuera un simple sueño y que Alex siguiera lejos de ella.

Sintió los dedos de Alex aferrarse a su cintura, atrayéndola aún más a su cuerpo. Y, como siempre, encajaron a la perfección.

Y Emily sintió como la alzaba del suelo, sus manos tocando sus piernas, repentinamente, pero por un mero segundo, hasta que ella rodeó su cintura con sus piernas. Entonces, las manos de Alex se posicionaron en sus caderas, mientras se movía ágilmente por la habitación.

Sintió que flotaba, por solo un momento, hasta que la sentó sobre el escritorio que había en una esquina de la habitación.

Todo pareció ir en cámara lenta, entonces.

Alex, parándose entre sus piernas, la tela de su pantalón rozando sus muslos, viéndose que su vestido se deslizó inevitablemente hacia arriba. Pero no tuvo el tiempo suficiente para pensar en ello, porque los dedos de Alex se hundieron entre sus cabellos, forzando todo pensamiento coherente fuera de su cabeza.

Estos siguieron un camino lento y delicado por sus hombros, también desnudos, debido a que el vestido era de tiras. Tragó saliva, con dificultad, cuando los cálidos dedos de Alex continuaron su camino por sus brazos, deslizando únicamente las yemas, lanzando escalofríos por todo su cuerpo.

Entonces estuvieron en su cintura, haciéndola arquearse suavemente contra él, al tiempo que él daba un paso, para estar mucho más cerca.

Y luego sintió sus dedos en sus caderas, solo por un momento, antes de que estos acariciaran suavemente sus muslos desnudos.

Sintió sus mejillas sonrojarse, cuando se dio cuenta de que su vestido se había alzado mucho más. De hecho, estaba bastante segura de que, si Alex llegaba a dar un paso atrás, tendría una muy buena visión de su ropa interior. Aun así, realmente no le importaba. Sabía de sobra que estaba dispuesta a dejarle ver más, incluso cuando se sentía increíblemente nerviosa al respecto.

Cerró los ojos, sus labios entreabriéndose, cuando sintió la mejilla de Alex, en paralelo a la de ella, deslizarse levemente hacia adelante, sus labios rozando su oído y su respiración, su cuello.

Y Emily sintió que flotaba, aunque probablemente fuera porque él la había vuelto a alzar, forzándola a envolver sus piernas alrededor de su cintura, para no sentir que caía.

Hasta que estuvo en su regazo. Y es que, Alex había tomado asiento en el borde de la cama, sus manos posicionadas en las caderas de Emily y su cuerpo completamente inmóvil, probablemente dándose cuenta de la íntima posición en la que los había puesto.

Las manos de Alex se deslizaron hacia la parte baja su espalda, acercándola a él, sus labios ganando mejor acceso a la piel de su cuello, que no dudo en rozar delicadamente.

Y sus cuerpos tocándose en todas las partes correctas.

Y el pulso de Emily se estaba acelerando por segundos.

-Em –escuchó a Alex susurrar, su voz saliendo entrecortadamente. Y es que, parecía que estaba teniendo problemas para respirar. Y Emily, desde luego, no se quedaba atrás-. Por todos los cielos –gruñó, sus labios deslizándose entonces por la mandíbula de Emily, mientras continuaba hablando.

¿Cuándo diablos iba a besarla?

Emily realmente necesitaba sentir sus labios sobre los de ella, cuanto antes. Lo había extrañado tanto que dolía. Y lo necesitaba, desesperadamente.

Los labios de Alex flotaron sobre los de ella, finalmente. Y sintió su corazón dar un salto, ante lo que estaba por venir, pero no tuvo tiempo suficiente para procesarlo, porque Alex había estrellado sus labios contra los suyos, de un momento a otro.

Y Emily suspiró, sus labios entreabriéndose, cuando Alex mordisqueó el inferior. Sintió aquel usual cosquilleo en la base de su abdomen, mientras Alex introducía su lengua entre sus labios, jugando con la de ella.

¿Cómo lo hacía?

¿Volverla loca con solo aquello?

Y sus dedos. Por todos los cielos. Sus dedos se estaban hundiendo placenteramente en su cintura, atrayéndola aún más a él, incluso cuando parecía imposible que fuera así.

Entonces Alex ya no estaba. Aunque sí, solo que se había separado ligeramente de ella, para apoyar su frente en la suya.

Emily tuvo que abrir los ojos, porque quería ver el efecto que aquel beso había tenido en Alex. Quería saber si había tenido el mismo efecto que en ella. Quería ver los sentimientos de Alex de nuevo, en sus ojos. Ver desaparecer aquella barrera que ocho meses atrás él había alzado.

Y ya no estaba. Porque en los celestes ojos de Alex solo había una cosa. Algo que sin lugar a dudas pudo reconocer.

Amor.

Ya. También deseo, claro está. Pero vamos que, la forma en que la miraba le decía mucho. Y es que, Alex no despegó sus ojos de los de ella, mientras tragaba saliva, con dificultad.

-Realmente necesitaba hacer eso –susurró, su aliento aun rozando los labios de Emily-. Te necesitaba tanto –agregó, sacudiendo su cabeza suavemente.

Emily observó como él cerraba los ojos, claramente intentando mantenerse sereno. Pero ella no quería que lo hiciera. Quería que perdiera el control, junto con ella. Y gracias al cielo, él no estaba en su mente, porque habría sido increíblemente vergonzoso que la escuchara decir aquello.

Pero era cierto. Quería estar cerca de él, de todas las maneras posibles. No quería arriesgarse a perderlo una vez más. Al menos de aquella manera, podría quedarse grabado en todo su cuerpo, Alex.

Se puso de pie, entonces, dirigiéndose rápidamente hacia la puerta. Se giró, para encontrarse con un Alex que lucía ligeramente asustado. Pero una enorme sonrisa se expandió por su rostro cuando Emily, lentamente, echaba llave a la puerta.

Alex alzó las cejas. Y Emily no perdió de vista la forma en que sus mejillas comenzaron a sonrojarse.

Alexander Black. El gran empresario Alexander Black, estaba sonrojándose por lo que Emily prácticamente le había dado a entender. Y a ella le fascinaba poder causar aquello en él. Cosas que probablemente nunca le habían sucedido.

Entonces, sonriendo, echó a correr hacia él, lanzándose sobre su regazo y haciéndolo caer de espaldas, sobre la cama.

Por un breve momento, se escucharon las risas de ambos, hasta que lentamente el momento comenzó a pasar y Alex tomó su rostro entre sus manos, para clavar sus ojos en los de ella.

Y luego estaban besándose de nuevo, como si la vida dependiera de ello. Solo bastó un pequeño movimiento, para que Alex la hubiera posicionado debajo de él, entre sus piernas. Y Emily sintió sus mejillas sonrojarse, cuando quedaron tan cerca.

Apoyó su cabeza en la almohada, en un intento por tranquilizar su acelerado corazón, que latía desbocadamente en su pecho, debido a la anticipación de lo que estaba por suceder.

¿Realmente lo haría? ¿Realmente se entregaría a él?

Tragó saliva, cuando sintió las manos de Alex, deslizándose por sus piernas, hacia arriba, alzando el vestido en el proceso. Y cerró los ojos. Sí, definitivamente iba a hacerlo. Porque diablos, no quería dejar de sentir todo lo que estaba sintiendo.

Y es que, los labios de Alex estaban dejando delicados besos por sus muslos, ahora completamente descubiertos.

Y el vestido continuó alzándose, al igual que los labios de Alex continuaron con su camino hacia arriba.

Sintió los labios de Alex sobre la piel desnuda de su abdomen y cerró los ojos, porque mantenerlos abiertos era increíblemente difícil.

Durante un momento, se quedó completamente inmóvil, hasta que sintió a Alex sacando el vestido por su cabeza. Entonces abrió los ojos, para encontrarlo lanzándolo por el aire.

Una risa nerviosa subió por su garganta, sin que lo pudiera evitar. Y él le mostró una sonrisa de dientes perfectos, que claramente le aseguraba que todo estaría bien. Y ella no lo dudaba. Sabía de sobra que nunca se arrepentiría de aquello, sin importar lo que sucediera al día siguiente.

Cuando sintió aire rozando su pecho, no pudo evitar darse cuenta de que aquella era la primera vez que le mostraba tanta piel a un chico. A un hombre. A Alex.

Y él no estaba perdiendo el tiempo, seguía deslizando sus labios por sus hombros, su cuello, su mandíbula. Y sus labios.

Y Emily sintió calor llegando a sus mejillas, cuando sintió sus manos entrando en contacto con la piel de su abdomen, increíblemente cerca de su pecho.

No pudo evitar cubrirse el rostro con ambas manos, ligeramente avergonzada. Y es que, nunca había estado en aquella situación.

-No te escondas –lo escuchó susurrar, mientras sus manos tomaban las de ella y las retiraban, suavemente. Emily sintió sus dedos jugar con los de ella, mientras clavaba sus ojos en los suyos-. Eres hermosa –agregó, tranquilamente.

Y Emily sintió sus mejillas calentarse aún más, pero no volvió a cubrirse el rostro con las manos. Sino que las llevó a la corbata de Alex, en un intento por salir de su parálisis. Con dedos nerviosos, logró deshacerse de ella, unos segundos después. Y la lanzó por el aire, haciéndolo soltar una suave carcajada. Aquello hizo que se relajara un tanto, dándole valentía para continuar con su camisa, que en algún momento, se había salido de dentro del pantalón.

La desabotonó lentamente, tomándose su tiempo al deslizarla por los hombros de Alex, dejando que sus dedos rozaran su tibia piel, en el proceso. Se permitió a si misma sentir satisfacción, cuando lo vio tomar aire con dificultad, su pecho subiendo y bajando rápidamente.

Deslizó sus dedos por su pecho, entonces, lentamente hacia abajo, para finalmente disponerse a quitarle la correa. Pero se detuvo, repentinamente nerviosa sobre lo que estaba por venir. Y es que, no sabía exactamente que esperar, ni mucho menos, que hacer.

Alzó su vista hacia Alex, para darse cuenta de que él tenía los ojos cerrados. Y no los abrió, mientras hablaba, probablemente sabiendo que ella estaba teniendo un momento de duda, sobre lo que debía hacerlo.

-Sólo sácala, Em –susurró, lentamente.

Y Emily tragó saliva, mientras dejaba que sus dedos comenzaran a desbrochar la correa. Entonces, estos comenzaron a temblar ligeramente, por los nervios que habían comenzado a establecerse en su cuerpo, mientras bajaba el cierre del pantalón.

Alzó su vista, no muy segura de que decir o hacer, para que el momento dejara de sentirse tan extraño, pero no logró decir nada, porque los labios de Alex ya estaban sobre los de ella, de nuevo, mientras se movía rápidamente sobre ella, deshaciéndose del pantalón apresuradamente.

Y fue ahí que Emily realmente supo que iba a suceder. Porque quedaban pocas capas de ropa separándolos. Porque prácticamente ya podía sentirlo contra ella y aquello solo estaba provocando que sus mejillas se sonrojaran, cuando se dio cuenta de que quería sentirlo por completo, sin que hubiera algo separándolos.

Se separó de él, en un intento por ordenar las frenéticas ideas de su mente y de tranquilizarse, para poder realmente disfrutar del momento. Pero podía sentir su cuerpo temblando, contra el de Alex

-No estoy segura de… -comenzó a decir, porque no se avergonzaba de que Alex supiera que ella no tenía idea de que hacer.

Pero el pareció tomárselo completamente distinto, porque la interrumpió antes de que terminara de hablar.

-¿No estás segura de hacer esto? –la interrumpió, sus ojos observándola con preocupación. De pronto, parecía completamente asustado, su cuerpo comenzando a alzarse, haciéndola sentir vacía, de inmediato–. Lo siento tanto, pequeña –comenzó a decir Alex, apresuradamente-. No quería… -continuó, pero Emily sacudió la cabeza, poniendo sus dedos sobre los labios de Alex, para detenerlo.

-Shh –lo silenció, suavemente. Él continuó observándola, claramente intranquilo. Y Emily actuó de la única manera en que sintió que debía actuar. Dejó que su cuerpo hiciera el trabajo, porque parecía saber de sobra cuales eran los pasos a seguir. Sus piernas se envolvieron alrededor de la cintura de Alex. Y observó con satisfacción, como Alex apoyaba su frente contra la de ella, dejando salir una temblorosa respiración. Sus ojos no abandonaron los de ella, mientras un sonido ahogado escapaba sus labios. Un sonido que atravesó el cuerpo de Emily de manera extrañamente placentera-. Lo que iba a decir –comenzó de nuevo, intentando respirar tranquilamente, pero parecía imposible, cuando estaba tan cerca de él-. Es que no estoy segura de qué debo hacer –finalizó, sus mejillas sonrojándose, cuando terminó su confesión.

Alex tocó su rostro, entonces, deslizando sus dedos por su cuello y pasando delicadamente sobre sus pechos, donde nadie antes la había tocado.

Fue breve, pero de alguna manera logró volver loco el cuerpo de Emily, porque sintió que se arqueaba contra su toque, involuntariamente.

Los dedos de Alex siguieron su camino por su cintura, más abajo.

De pronto, estuvieron debajo de ella, en su trasero y, antes de que lograra procesar lo que estaba sucediendo, él la empujó contra sí, repentinamente enviando una sensación de placer por todo su cuerpo.

Hundió sus dedos en la espalda de Alex, hundiendo su rostro en su cuello, al tiempo que lo escuchaba soltar un gruñido.

-Sólo bésame –susurró él, en su oído, entonces.

Y eso fue lo que ella hizo, porque era lo que más quería hacerlo.

Lo besó, mientras sentía sus manos deslizarse por su cuerpo entero, en lugares donde nunca nadie la había tocado.

Desapareció su sujetador, sin que se percatara de ello. Y después, sus bragas y finalmente la ropa interior de Alex. Pero no tenía miedo. Estaba nerviosa, sí, no había por qué negarlo. Pero no estaba asustada.

Y, entonces, no había ropa separándolos.

Sólo eran sus cuerpos, tocándose en todas los lugares correctos.

En algún punto, Alex se había detenido para colocarse un preservativo. Pero Emily ni siquiera había sido capaz de inmutarse. Estaba tan nerviosa, que no podía pensar con claridad.

Y cuando Alex volvió a posicionarse sobre ella, mirándola a los ojos, intentó calmar el rápido latido de su corazón, que parecía aumentar peligrosamente conforme el paso de los segundos.

Y, luego él se inclinó hacia abajo, para dejar un suave beso en sus labios. Un beso que extrañamente, parecía albergar un millón de cosas.

-Estoy perdidamente enamorado de ti –susurró, aquella confesión que Emily había deseado oír por tantos meses.

Aquello que ella misma había estado sintiendo, por tantos meses.

-Y yo de ti, Alex –susurró, sin miedo a confesar sus verdaderos sentimientos.

Dejó que sus dedos acariciaran el rostro de Alex, antes de hundirse en su suave cabello. Y aquello causó que él cerrara sus ojos, una expresión de alivio llenando sus facciones.

Entonces, cuando volvió a abrir sus ojos, Emily sintió que se dejaba caer lentamente sobre ella. Y tuvo que cerrar los ojos con fuerza, mientras el aire dejaba sus pulmones.

Se aferró a lo primero que pudo: los hombros de Alex.

Y él soltó un suspiro, entremezclado con un suave gruñido, contra la piel de si cuello.

Ambos se quedaron inmóviles, por un momento, el sonido de sus respiraciones entrecortadas, mezclándose con la música, aun reventando en la sala.

Entonces, Alex comenzó a moverse contra ella, logrando perderla en un mar de emociones que nunca podría explicar.

Aquello era perfecto, incluso cuando había sentido un ligero malestar, al inicio, cuando finalmente se hubo acostumbrado a la sensación de tener a Alex dentro de ella, lo besó y con cada beso le demostró lo mucho que lo amaba.

Estaban juntos de nuevo.

Y ahora nada, ni nadie, los iba a separar.

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