Aleph

Aleph


Nota del autor

Página 31 de 32

N

o

t

a

d

e

l

a

u

t

o

r

Volví a ver a Hilal de nuevo en septiembre de 2006, cuando la invité a participar en un encuentro en el monasterio de Melk, en Austria. Desde allí viajamos a Barcelona, y después a Pamplona y Burgos. En una de esas ciudades me informó de que había abandonado la escuela de música y que ya no tenía intención de dedicarse al violín. Intenté darle argumentos al respecto, pero íntimamente entendí que ella también volvía a ser la reina de su reino, y ahora tenía que gobernarlo.

Durante el proceso de redacción de este libro, Hilal me envió dos correos electrónicos diciéndome que había soñado que yo contaba nuestra historia. Le pedí que tuviese paciencia, y no se lo dije hasta que terminé de escribirlo. No se mostró demasiado sorprendida.

Me pregunto si realmente tenía razón al pensar que, una vez perdida la oportunidad con Hilal, aún iba a tener otras tres (después de todo, eran ocho las chicas que iban a ser ejecutadas aquel día y yo ya había conocido a cinco de ellas). Hoy tiendo a pensar que nunca conocería la respuesta: de las ocho condenadas, la chica en cuestión, cuyo nombre nunca supe, era la única que realmente me amaba.

Aunque ya no trabajamos juntos, le agradezco a Lena, a Yuri Smirnov y a la Editorial Sofia la experiencia única de atravesar Rusia en tren.

La oración usada por Hilal para perdonarme en Novosibirsk también ha sido canalizada por otras personas. Cuando comento en el libro que ya la había oído en Brasil, me refiero al espíritu de André Luiz, un chico.

Finalmente, me gustaría alertar sobre el ejercicio del anillo de luz. Como menciono antes, cualquier vuelta al pasado sin un mínimo conocimiento del proceso puede conllevar consecuencias dramáticas y desastrosas.

Ir a la siguiente página

Report Page