Alabama

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Tercera parte » Capítulo 38

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John se encontraba en la cuadra arreglando y aseando a su caballo. El animal sintió algo extraño y relinchó alzándose inquieto. El hijo del juez, al notar la rara actitud de su compañero, salió a la calle para ver qué era lo que sucedía y descubrió a la gente que en tropel inundaban toda la calle con sus gritos.

Una voz surgió, entre la multitud, dirigida a él:

–Vamos, John, únete a la causa es buena. No te arrepentirás. Estamos buscando a Jack – gritó con énfasis Alabama –. A partir de ahora, en adelante, nada nos separará.

El joven, sin pensárselo dos veces, saltó a la vía pública y al instante se encontraba  encabezando la manifestación junto a su amiga y el pastor.

El joven de los Carter, orgulloso y con la cabeza en alto, entonaba las canciones, mientras de reojo miraba a Alabama.

En ese momento, ya estaba todo decidido, ya no había marcha atrás. Sus padres, por todos los medios, los habían intentado separar y ahora Jack los volvía a unir. Pero estaba seguro de lo que importaba era encontrar al hijo de Lucrecia y aunque hasta el momento lo desconocía, su hermano...

La complicidad se notaba en la mirada de los dos jóvenes que no cesaban de cantar y gritar a favor de la igualdad. Se acabaron los tiempos de sus encuentros a escondidas. De los besos furtivos. Ahora todo iba a ser distinto. Ya daba todo igual. El destino baraja y ellos iban a ser los encargados de jugar la gran partida que es la vida.

John cogió de la mano a la muchacha en el momento en que unos jóvenes negros se abalanzaron sobre ellos, para alzarlos en muestra de amistad. En aquel instante solo había una raza, la humana.

 

 

  La autoridad seguía la concentración a la espera de que llegaran más efectivos para iniciar la carga policial. En el interior de su auto, el sheriff Steve permanecía a la espera del apoyo demandado, mientras tomaban café. El líquido negro acabó derramándose y cayó sobre la tapicería del vehículo oficial, ante la mirada de su padre. Este no pudo contenerse:

–¿Estás idiota? Mira cómo has puesto la tapicería del coche, estúpido. Tienes que tener más cuidado. Eres un completo inútil.

–Lo siento.

–Todo lo arreglas con un, “lo siento”.

–No volverá a ocurrir, papá.

–No me llames...

El sheriff no terminó la frase al ver como la muchedumbre se detenía, para su sorpresa, en la puerta del cementerio.

–Mira,  se  han  detenido  en  la entrada  del camposanto – afirmó el agente, mientras hacía un gesto a su hijo para que no dijera nada –. Ahora sería el momento perfecto. Estos inútiles... ¿Dónde se habrán metido? Nunca puedo contar con ellos cuando realmente los necesito. Son una pandilla de vagos, eso es lo que son. Tendrían que estar sin sueldo un año, así sabrían lo que es bueno.

–Están en un incendio muy importante.

–Ya lo sé, no hace falta tanta explicación.

–Yo solo quería informarte.

  – Ahórrate las palabras. Será lo mejor. Déjame tranquilo, estoy muy nervioso.

La muchedumbre, detenida, tapó por completo la entrada del cementerio y sus cantos y reclamaciones llegaban hasta el interior del coche del sheriff.

–¿Qué diablos está sucediendo? No logro ver nada. La gente me tapa todo el dichoso ángulo de visión – se quejó el agente Steve.

–Parece que están esperando a alguien. ¿No venden por aquí nada de comida?

–Solo piensas que en comer.

–Tengo hambre...

–¡Silencio! Quiero oír qué están cantando.

–Puedo subir el volumen de la radio, si es música lo que quieres. La verdad es que nos vendría bien un poco de animación.

–¿Cómo puedes ser tan inepto? – gritó el sheriff en el momento que se quitó la gorra reglamentaria para golpear con ella la cabeza de su hijo –. Escucha, dicen la palabra Jack. Parece ser, que se refieren al hijo de la sirvienta de la familia del juez Carter.

–¿El muchacho que desapareció, cuando lo perseguían? – preguntó Mark.

  – El mismo – afirmó asombrado por el momento de lucidez de su vástago –. Ahora se puede ver algo.

–Parece que alguien se ha acercado al muro del cementerio.

–Es un joven al que llaman el Niño Corredor.

–Sí, lo conozco, es un muchacho un tanto extraño, que al parecer no tiene muchas amistades y siempre que se le ve es cuando sale a correr. Pasa todo el día corriendo y no se relaciona con mucha gente de la ciudad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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