Alabama

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Primera parte » Capítulo 3

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  Llegó el sábado y el sol penetró entre las ranuras de la persiana de la habitación de John. Los fuertes ladridos de los perros y la imagen de la preciosa muchacha llamada Alabama, hacían rato que lo mantenían despierto.

La voz de la hija de Larry, todavía parecía sonar dentro de su cabeza. Dando un movimiento brusco se incorporó, y huyó de los recuerdos y de la penumbra de la habitación. 

En la parte de abajo de la vivienda se topó con su hermano mayor que se encontraba en el interior de la cocina.

–Ya estamos a sábado, por fin. Ya tenía ganas de que llegara – dijo John mientras abría un tarro de crema de cacahuete y se untaba una tostada.

–Yo también me alegro de que por fin sea sábado.

–No le digas a mamá donde voy esta noche – señaló Mike –. Ella piensa que Larry es un borrachín, y está siempre diciéndome que me meterá en algún lío. A veces pienso que se preocupa demasiado por nosotros.

–Es normal, es nuestra madre y debe de ser así. Lo raro sería que no se preocupara por nosotros. Yo iré contigo – aseguró John.

–De eso nada.

–Recuerda que nos invitó a los dos. Yo también estaba cuando lo dijo en el bar.

–No irás a ninguna parte, mocoso. Lo que pretendes es ver a Alabama. ¿Crees que una chica así se va a fijar en un niñato cateto como tú? Estás loco por ella y se te nota en  la  cara, te  has  enamorado, imbécil, y cada vez que la ves pones cara de bobo – rió Mike –. Tendrías que verte en un espejo, das risa. Es patético.

–Mira, ya estoy harto de tus órdenes, esta vez es diferente, si no voy, le contaré a nuestra madre donde has  estado  y  con  quién  – el muchacho  levantó  el tono de voz para procurar ser tomado en serio –. Te puedo asegurar que no estoy bromeando y que lo haré.

–John, nuestra madre no es tonta y sabe que fuimos al bar que frecuenta Larry. Lo que pasa es que no dijo nada porque le hice un favor llevándola a la peluquería. En parte le interesa, porque nuestro padre cuando no trabaja le gusta quedarse en casa, tranquilo, leyendo el periódico y no quiere que nadie le moleste.

–Pues entonces le diré que vas a salir de noche con él y sus amigos. Estoy seguro que a fin de cuentas no le hará nada de gracia saber que te juntas de noche con esa gente tan problemática. Una cosa es irte a tomar una cervezas con él y otra muy diferente salir de noche con sus amigos... Sabes que se rumorea que Larry es del Ku Klux Klan. Si se entera nuestro padre, por muy sureño que sea, no le va a gustar nada.

–Se rumorea... tonterías, Larry antes era del Klan. Pero hace tiempo que lo dejó y además, qué más dará, estamos en Alabama, y aquí es algo muy normal.

–¿Cuando dejó de pertenecer al Klan? No digas más mentiras. Venga, Mike, déjame acompañarte. Por favor.

–¿Para qué quieres venir, para empezar a decir tonterías sobre la igualdad entre las razas?

–Te prometo que no diré nada sobre eso. Y no te dejaré en evidencia. Te doy mi palabra de honor, puedes estar tranquilo.

–Está bien, para ya. Te pones muy pesado. Pareces un niño. De acuerdo, vendrás, siempre te sales con la tuya, mocoso – se hartó Mike.

–Yo no soy ningún mocoso. Deja de llamarme así – se indignó John.

–Claro que no, perdona. Se me había  olvidado  que   ahora tienes  novia, eres todo un hombre – Mike  estalló en una carcajada –. Dime, ¿dónde la piensas llevar, al cine y luego a invitarla a una hamburguesa? 

–Quizás tengas razón, es una buena idea. No se me había ocurrido.

–Tú eres tonto de remate, hermano. Alabama, nunca se va a fijar en un niñato que tiene la cara llena de granos y le cae la baba cada vez que habla con ella. Hay miles de chicos en la ciudad y encima no babean. ¿Por qué iba a fijarse en ti?

–Pues me complace decirte que, el otro día, me miró y también me dirigió una gran sonrisa, cuando estábamos en la taberna disfrutando de unas cervezas.

–Estás tan enamorado que estás completamente cegado. Eres incapaz de ver la maldita realidad.

–Tal vez, pero me niego a despertar de este magnífico sueño. Si por mí fuera, estaría, el resto de mi vida, soñando con ella.

–Eres incorreguible.

El  mayor  de  los  hermanos  Carter  se  levantó, entre risas y comenzó a golpear, en la cabeza a su hermano pequeño con una gorra de béisbol. John corrió  mientras era perseguido por su hermano por toda la casa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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