Alabama

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Primera parte » Capítulo 8

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  El sol del atardecer acariciaba con sus rayos la iglesia bautista. El pastor en el interior del templo terminaba de predicar la doctrina.

Tras los últimos rezos, los devotos se levantaron a la vez de sus asientos. Despacio y con respeto, fueron enfilando el largo pasillo de salida del edificio religioso.

De pronto, una joven muy alarmada irrumpió en la entrada y llamó la atención del pastor y la de todos los parroquianos.

–Disculpen un momento – se excusó el orador a un grupo  de  señoras  que  le felicitaban por la oratoria –.Tengo un asunto muy importante del que ocuparme. Si son tan amables, mañana les atenderé con más tiempo. Ruego que me perdonen. No es mi intención molestarlas.

–No faltaba más. No se preocupe.  Le entendemos, sabemos que es una persona muy ocupada – aseguró una de las mujeres –. Tenemos mucho tiempo para hablar, si es el deseo del señor.

El pastor llegó a donde se encontraba la recién llegada y habló al gentío que rodeaba a la muchacha:

–Pienso que será mejor que la pasemos a mi despacho, quizás allí se encuentre mucho más tranquila. Parece que está muy alterada, por alguna razón que debemos averiguar enseguida.

Ayudada por varias personas, la joven negra fue trasladada al interior de la estancia.

–Vale hija, estás temblando ¿qué es lo que ha sucedido? ¿Por qué estás tan nerviosa? – preguntó el pastor, tomando asiento junto a ella y acariciándole con cariño la cabeza para tranquilizarla.

Las personas aguardaban con expectación.

–No sé por dónde empezar. Estoy tan nerviosa...

–No tienes de que preocuparte, estás en la casa del señor – tranquilizó el hombre, sosteniendo la mano de la muchacha.

La joven comenzó a hablar:

–Mire, padre, me dirigía a mi casa cuando algo me llamó la atención. Uno de los autobuses estaba detenido y parecía llevar mucho tiempo parado. No tardé en oír a la gente que comentaba que una mujer negra se había negado a ceder su asiento a un individuo blanco – la chica comenzó a emocionarse y las lágrimas brotaron de sus ojos –. Al rato llegó el agente Steve y se la llevó detenida. La muchedumbre la increpó e incluso algunos le escupieron, hasta que subió en el coche patrulla – tras las palabras se hizo un reflexivo silencio.

–Esto es increíble, no puedo creerlo – se asombró una mujer.

–No había oído nada igual – comentó un hombre –. Esa mujer, que han detenido, es muy valiente y todo lo ha hecho por nosotros, estoy seguro de ello.

–Creo que este hecho nos puede venir muy bien – susurró Martin Luther King, el pastor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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