Alabama

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Primera parte » Capítulo 22

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La bola roja lisa rozaba a la negra. El jugador apoyado sujetaba el palo de billar dirigiéndolo hacia la bola blanca.

Larry golpeó el taco contra la bola blanca y esta acabó golpeando a la negra y esta entró en uno de los agujeros. Esto provocó la risa de su contrincante, quién en ningún momento intentó disimular su alegría.

Larry se quitó la gorra de béisbol para limpiarse el sudor, la partida estaba perdida.

–Ya puedes pedirme la cerveza que te acabo de ganar – exclamó entre risas el vencedor.

–Has tenido mucha suerte. Quizás, la próxima vez, no seas tan afortunado – dijo Larry en el momento en que se agachaba para ajustarse las cañas de las botas camperas.

–Entonces, trataré de disfrutar del momento.

El conductor de autobuses se acercó a la barra para pedir dos cervezas y se percató de que la vieja  furgoneta de los indios aparcaba en la entrada del local. El enorme nativo de los pantalones vaqueros y los musculosos brazos irrumpió en el bar.

Larry regresó junto a su compañero de juego y tras encender un cigarrillo, se dispuso a extraer de nuevo las bolas. El indio al ver a los dos jugadores se dirigió hacia ellos:

–¿Quieres jugar una partida contra mí? – preguntó el recién llegado a Larry.

–Yo solo juego con los blancos – respondió.

–¿Qué te ocurre, tienes miedo de que te gane un indio?

–Vamos,  Larry, dale  una  lección  a  este individuo – animó el compañero.

El padre de Alabama colocó las bolas en el triángulo y las dirigió hacia su posición reglamentaria y hasta el barman salió de la barra y se acercó para presenciar cómo se desarrollaba la intensa partida. El camarero extrajo de su bolsillo una moneda y tras lanzarla al aire, esta indicó que Larry era el afortunado que iniciaba la partida.

Apoyado en el lateral contrario de donde se encontraban colocadas las bolas, el jugador impulsó con su muñeca el palo y la blanca impactó contra dos bolas lisas que, para sorpresa de los presentes, fueron a parar al interior de un mismo agujero.

Altivo y satisfecho se retiró para dejar sitio a su oponente. Este puso tiza en su taco y con un fuerte golpe de muñeca golpeó a la blanca, sacándola fuera de la mesa de billar. Lo que provocó las risas de los parroquianos. Volvió el turno de Larry y dejó una bola preparada para el siguiente lance. El indio se preparó y con una increíble destreza metió varias bolas a la vez.

 

La partida fue trascurriendo. El musculoso nativo le estaba dando muy pocas opciones y la partida terminó cuando el indio introdujo la negra en su lugar correspondiente. Lo que irritó al conductor de autobuses.

–Maldito.

En el instante en que dijo la última palabra el fornido lanzó su palo de billar sobre el tapete de la mesa de billar  y  orgulloso  y  sonriente abandonó el local, después de comprar una botella de agua. Sus compañeros le esperaban en el interior de la vieja furgoneta.

El vehículo arrancó y se dirigió hacia el poblado. Larry no paraba de maldecir, por la poca suerte que había tenido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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