Alabama

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Segunda parte » Capítulo 35

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Estaban las dos mujeres debatiendo cuando un alborozo que provenía del exterior les sobresaltó. Se apresuraron a mirar por la ventana y se sorprendieron al descubrir a una enorme masa de personas, mayoritariamente de raza negra que inundaba la vía pública.

Entre el gentío se adivinaba la figura del pastor que, rodeado, parecía mantener un acalorado discurso.

–¡Dios mío, no puedo creerlo! – exclamó Louise.

–¿Qué hará toda esa gente hay fuera?

–Están buscando a tu hijo, Lucrecia.

–¿Estás segura?

–Vamos fuera – sugirió Louise –. Lo averiguaremos de inmediato.

–¿Estás loca, qué quieres que me maten todas esas personas?

–No debes preocuparte, Lucrecia, están con Martin Luther King... Ya te dije que el pastor haría algo por tu hijo.

–Todavía no puedo creer que todo esto sea cierto.

 

 

La bibliotecaria arrastró a la madre de Jack hacia el grupo de congregados, quienes escuchaban las palabras, llenas de esperanza, del defensor de los derechos civiles.

–A caso no dice Dios que todos somos iguales – a medida que hablaba miraba con enojo a sus interlocutores –. Vamos a buscar a ese muchacho y cuando lo encontremos, le abriremos un hueco en nuestro corazón y recordad que nadie es bastardo porque todos somos hijos del creador. Mirad todo lo que está consiguiendo Gandhi en la India, deberíamos seguir su ejemplo, todos somos iguales. Abajo la intolerancia, la esclavitud. ¡Viva Jack!

Y así fue como se puso en marcha la comitiva. La gran aglomeración enfiló por la calle dirección a ninguna parte, porque ignoraban dónde se encontraba Jack en aquellos momentos. Solo una persona conocía su paradero, y este no era otro que, el Niño Corredor.

Con antorchas, la muchedumbre buscó en todos los rincones que pudo imaginar. Apostados en las ventanas de sus hogares los blancos veían el singular desfile.

Una periodista se abría paso como podía, entre la gente, para intentar entrevistar al pastor que encabezaba la gran masa humana.

–Doctor King, ¿qué es lo que pretende  con  esta  nueva  protesta? – logró preguntar la reportera.

–Esto es una gran marcha en favor de nuestros derechos y de nuestra dignidad. Si supiera que se acaba el mundo, hoy, todavía plantaría un árbol, no lo duden nunca – Martin levantaba la voz para intentar ser recibido por el micrófono de la reportera – .Hemos aprendido a volar a nadar como peces; pero no hemos aprendido a vivir como hermanos. A algunos nos quedarán cicatrices, pero venceremos – el tono del hombre era cada vez más alto.

–¿Sabe dónde será su próximo destino? Es muy difícil seguirle, cada día está en un lugar diferente.

–Lo único que puedo decirle, es que pienso recorrer todo el sur, para conseguir seguidores y no pararé hasta conseguir la igualdad.

–¿Es usted consciente de toda la repercusión que están alcanzando sus reivindicaciones, por todo el mundo, doctor?

–No veo mucho la televisión. Realmente no dispongo de demasiado tiempo, como usted comprenderá.

–Se rumorea que Kennedy estaría interesado en entrevistarse con usted. ¿Aceptaría un encuentro con él?

–Si puede ayudarnos, tendrá las puertas de mi casa abiertas. Si de verdad quiere algo de mí ya sabe dónde puede encontrarme. Viajo mucho, pero sabré encontrar un momento para atenderle.

–Doctor, ¿es cierto que el otro día encontró, en su jardín, una cruz quemada?

–Sí, es cierto. Me encontraba con mi hijo.

–¿Se asustaron mucho?

–No. Otras cosas me preocupan más.

–¿Cree usted que lo hizo el Klan?

–En verdad, lo hizo la intolerancia.

–Señor King...

 

La periodista fue literalmente apartada, tragada por la muchedumbre, envuelta en una atronadora exclamación, el nombre de la demanda reclamada sonaba al unísono y sus ondas expansivas impactaban contra las fachadas de las casas colindantes, al igual que un gran estertor...

     “Somos humanos, somos humanos, Jack, Jack, Jack”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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