AKA

AKA


AKA » CAPÍTULO 11

Página 6 de 46

Si le interesa, personifíquese allí a las ocho de la tarde de incógnito y en el más estricto

anonimato. Y en habiéndole dicho todo lo quetenía que decirle, me despido de usted esperando que se encuentre bien, nosotros bien adiós, gracias.

Suyo afectísimo,

Capricornio

PD: Canapés gratis para los cien primeros.

Al concluir la lectura de la carta tuve la estremecedora sensación de que una mano helada me recorría la espalda. Y no era el sudor ya casi reseco que me acartonaba la ropa el que provocaba que me sobrevinieran aquellos repentinos escalofríos: lo que en realidad me dejó petrificado fue la visión que de inmediato se dibujó ante mis ojos tras la lectura de aquella atroz composición lingüística. Se me ofreció sólo un instante, sí, pero después ya no pude quitarme de la cabeza la ilusión de reconquistar mi antigua jerarquía. Durante un segundo me vi de nuevo en mi casa del CID del Barrio de Salamanca, frecuentando las tertulias literarias en Port Aventura, marca registrada de N'Joy Corporation, recibiendo peticiones de los grupos minoritarios más influyentes, e incluso, ¡ay quimera!, aceptando la invitación para convertirme otra vez en persona de raza negra, también llamado afroeuropeo o euroafricano. Desfilaron ante mis ojos los muslos pétreos de aquellas rubias despampanantes que, intentado ganarse mi recomendación ante los directivos de la todopoderosa N'Joy Corporation, acudían a mi encuentro al terminar mis conferencias en la Universidad Internacional Pato Lucas.

Sí, es cierto: fui un inconsciente, o peor, fui un miserable vanidoso ávido de rendibúes. Pero he de decir en mi descargo, y no pretendo que ello me excuse puesto que nada debe prevalecer sobre nuestra honestidad como ciudadanos, salvo la honestidad de otros ciudadanos, y lo mismo se aplicaría a éstos para con nosotros, lo que nos conduce a un círculo vicioso, expongo pues en mi descargo que con la fatídica misiva todavía en la mano me dirigí hacia la nevera con la intención de prepararme un piscolabis que me ayudara a meditar sobre todo lo acontecido en el día y que, habiendo abierto la puerta del frigorífico y golpeado el lateral con energía para que se encendiera la bombilla, ésta lanzó sus débiles y macilentos rayos hacia una loncha de mortadela en la que las dos aceitunas engarzadas en ella habían menguado por efecto del tiempo y la temperatura, y que, como consecuencia del golpe, aquéllas, las aceitunas, se precipitaron a través de la rejilla hasta ir a parar a un plato sobre el que descansaba un espárrago ajado por las mismas circunstancias cronotérmicas junto a un plátano dispuesto perpendicularmente a él, a modo de paréntesis horizontal, de manera que al reunirse aceitunas, espárrago y plátano reconocí ante mí, como si se tratara de una pintura rupestre compuesta por una imperita civilización vegetariana, la mueca de una cara sonriente que parecía decirme: acude a la cita, vuelve a tu vida anterior, imbécil, acuérdate de los esféricos pechos de las rubias, rememora las cimbreantes caderas de aquellas mulatas, también llamadas afroeuroamericanas o afroamericoeuropeas o euroamericoafricanas, deja esta porquería de vida que llevas, hombre, que das pena, qué digo pena, das asco, que eres patético, qué digo patético, eres un gusano, un deshecho, so idiota, papanatas, que se avergüenza uno de ser plátano en tu nevera, o aceituna, o espárrago, qué dirían mis amigos de Tudela si me vieran contigo, pusilánime…

Y muchas cosas más me habrían dicho mentalmente aquellos vegetales si no fuera porque uno también tiene un límite y, al sobrepasarlo, me abandoné a una magra venganza tirando las aceitunas y el espárrago a la basura, y comiéndome el plátano pues todavía no estaba muy pasado. Pero no pude evitar interpretar todo aquello como una oportunidad para restaurar mi desastrada existencia y recuperar por fin el máximo nivel de confort del sistema, al que, en aquel momento lo supe sin asomo de duda, yo pertenecía por naturaleza.

Ir a la siguiente página

Report Page