Aftermath

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Parte Tres » Capítulo 24

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CAPÍTULO VEINTICUATRO

Rae se estremece.

Adea le muestra el holovideo fuera del comedor; los demás siguen ahí adentro, una vez más discutiendo sus respectivas posiciones. Ahora pasaron a quien exactamente debe convertirse en emperador tras la muerte de Palpatine. Cuando Adea la sacó de la estancia, el asesor Tashu estaba sugiriendo la idea de usar un apoderado para mostrar que el emperador estaba «todavía vivo»; después de todo, él tenía muchos dobles de cuerpo. Bastante fácil sería usar a uno. Para su sorpresa, a todos parecía gustarles esa idea. Y fue entonces cuando Adea la sacó.

Y le mostró el video.

«… en este preciso momento, se está llevando a cabo una reunión dentro de los muros del palacio del sátrapa…».

—Alguien nos ha saboteado —sisea Rae. Aprieta las mandíbulas y gruñe—: Esta no es información conocida.

—Lo sé.

—¿Fuiste tú?

El miedo recorre el rostro de Adea como una grieta en la pared.

—No —tartamudea ella—. Yo…, almirante, por favor, yo jamás…

Rae considera presionarla. Estirar los brazos. Asir el cuello de la mujer. Hacerla confesar gracias a una tráquea colapsada. Pero esa clase de crueldad está por encima de ella en este momento. Adea no lo hizo. No se le puede atribuir el hecho por ningún motivo. No tiene mucho sentido.

¿Entonces, quién? ¿Pandion? ¿El sátrapa?

Alguien más, ¿alguien inadvertido?

—Tráeme a Isstra —dice Rae. Adea asiente con la cabeza y regresa por las grandes puertas rojas que llevan al comedor. Puertas opulentas con volutas y tallas de algún sátrapa peleando contra criaturas extrañas; un nexu en una de las tallas; una manada de humanoides salvajes en otra. Rae mira fijamente la imagen y de repente comprende: «Yo también estoy asediada».

Las puertas se abren mientras ella las observa. El sátrapa aparece, todo sonrisas serviles y reverencias deferentes.

—Sí, almirante Sloane, por favor, por favor dígame qué puedo hacer…

Ella le muestra el holovideo.

Sus ojos se van abriendo mientras observa las imágenes.

—Oh, no.

—Muéstreme una ventana que dé a la fachada. Hacia la Avenida de la Satrapía. Ahora.

Él asiente con la cabeza, junta las manos y, con un giro circular de su dedo, lo siguen dos de sus auxiliares, mujeres jóvenes vestidas con suaves y vaporosas pañoletas doradas; van alimentándolo con pequeñas frutas secas mientras camina con preocupación y de forma apresurada hacia delante. Suben una serie de escalones de losetas azules, más allá de un muro que es, en sí mismo, una fuente burbujeante; y luego continúan por otro conjunto de escalones, estos en curva y tan estrechos que dos personas no pueden caminar una al lado de otra. Llegan a un corredor más largo, con una serie de angostas aspilleras.

—Aquí es —dice él, masticando una de las pequeñas frutas negras de forma nerviosa.

Rae se acerca a una de las aspilleras.

Incluso ahora, ella puede ver a los akivanos reuniéndose afuera. No una multitud. Todavía no. Pero ellos contemplan el palacio como una curiosidad desagradable. Como tratando de decidir qué es lo que están viendo. O qué hacer. O tal vez están buscando una señal sobre lo que realmente está sucediendo aquí adentro; seguro ya han visto las naves imperiales estacionadas en el círculo de aterrizaje que forma la parte superior del palacio. Y han visto que aumentan los soldados de asalto, los cazas TIE que vuelan bajo…, la ocupación de varios lugares clave en toda Myrra.

La situación es un bote de gasolina tapado con un trapo; y acaban de prender el trapo.

Esto va a arder. Va a arder más rápido de lo que cualquiera quiere o espera.

Y cuando lo haga: ¡bum!

Rae dice a Adea:

—Comiencen a preparar las naves.

—Tomará algo de tiempo calcular los brincos al hiperespacio…

—Podemos hacer eso después de que salgamos de la atmósfera. Cada segundo cuenta.

La reunión ha llegado a su fin. Y es momento de decirles a los demás.

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