Aftermath

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Parte Tres » Interludio: Hiperespacio

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INTERLUDIO

HIPERESPACIO

Las estrellas se estiran como lanzas, lanzas que son arrojadas a lo largo del negro espacio abierto hacia el Halcón Milenario cuando este perfora el hiperespacio.

Han Solo se rasca la barba de una semana, que le ha salido en las mejillas. Le da comezón incluso ahora, y hace muecas mientras se rasca.

Chewie le gruñe y señala.

—Sí, sí, ahora realmente soy un sinvergüenza andrajoso. Si dejo crecer este pelaje facial lo suficientemente largo, tal vez piensen que soy tú. —Le sonríe con suficiencia al wookiee, y Chewie emite un sonido sordo en respuesta—. Está bien, relájate, grandulón, nadie me va a confundir contigo. Eres como un árbol andante cubierto de pelo.

Chewie se reclina en el asiento del copiloto y las líneas estelares se reflejan en sus ojos. Está aburrido. Y un wookiee aburrido es una cosa peligrosa. El último sistema donde estuvieron fue Ord Mantell; aquí en el Borde Medio, Chewie se puso a jugar un poco con el sistema de navegación del Halcón, tratando de encontrar una falla que había estado fastidiando al propulsor de hiperespacio. Lo arregló, así que genial. Pero de pronto, las armas dejaron de funcionar; esto lo descubrieron, claro está, cuando un trío de naves merodeadoras krish les tendió una emboscada. Recibieron una seria carbonizada en sus placas de vectores y hoverpads: casi no logran salir de ahí.

Aún sí, para Han es agradable, de algún modo, el estar aquí afuera solo con Chewie. Extraña tremendamente a Leia y a Luke, incluso a Lando aunque jamás diría eso en voz alta, pero estar aquí afuera con su viejo amigo le recuerda sus días de juventud. Él, el wookiee y el Halcón. Sin ninguna responsabilidad aparte de proteger sus propios traseros…, y, por supuesto, hacerse ricos. (Lo cual, según le recuerda una pequeña voz, nunca sucedió).

—Muy bien, saliendo del hiperespacio —dice él, alcanzando el acelerador para desactivarlo. Mientras, las líneas estelares se acortan y llega un momento de mareo: el que nunca desaparece sin importar cuántos saltos han hecho, el que lo hace sentir como que su cerebro ha sido arrojado por el espacio mientras que sus entrañas están doce pársecs atrás. Luego, los planetas crecen en la imagen frente a ellos.

Dasoor. Otro en la lista de lugares sin ley: un planeta díscolo lleno de ladrones dirigidos por pandillas, quienes a su vez están dirigidas por un cártel criminal. Un planeta que además funciona con base en esclavos.

Demasiado vil incluso para Solo en sus días de juventud. Él puede tratar con ladrones. Pero…, esclavos…, Bueno, eso calienta las brasas en su estómago; siente como un ardor volcánico.

Chewie gorjea y gruñe, y Han le responde:

—El plan es el mismo de siempre. —Es el mismo que en Ord Mantell, Ando Prime, Kara-bin y el resto. Coloca el implante cibernético sobre el ojo, un lente telescópico heliodor que, de hecho, no funciona y es totalmente falso. Eso, más lo andrajoso y la fea gorra de aviador que trae puesta, parecen ser disfraz suficiente para asegurarse de que la gente de ahí abajo no lo reconozca a primera vista. Cuando Chewie ruge en señal de protesta, él asiente con la cabeza.

—Lo sé, amigo, lo sé. Yo también preferiría tenerte ahí conmigo, pero si hay algo que nos va a delatar, es que vean a un contrabandista caminando por ahí con uno de los pocos wookiees que han sido liberados. Tenemos que encontrar las líneas de suministro del Imperio, y eso significa que debo ir ahí abajo yo solo, levantar algo de polvo y ver a qué huele. Tú solo…, mantente cerca en el Halcón por si las cosas se van al basurero.

Los rumores más recientes dicen que el Imperio, después de perder algunas de sus líneas de suministro tradicionales y algunas de sus naves durante el último par de meses, ha estado cerrando filas con algunas de las organizaciones criminales a las que apoyó discretamente durante décadas. Los imperiales han estado visitando, haciendo preguntas, metiéndose en el ocasional (o, más que ocasional) pleito de cantina y observando si algo sale de la sacudida.

Hasta ahora, nada.

Chewie deja escapar un rugido agudo y Han concuerda:

—Sí, yo también espero que Wedge se la esté pasando mejor con su misión. Aterricemos y…

De pronto, el comunicador cruje. Y sobre él, aparece un reluciente holograma azul.

Han se ríe y Chewie saluda.

—Vaya —dice Han—. Mira lo que llegó arrastrándose por las ondas espaciales.

La mujer proyectada vía holograma ladea de forma engreída su cadera.

—Qué tal, viejo sinvergüenza.

—¿Viejo? —Finge disgusto—. Imra, eso me lastima. Eso me lastima justo en el corazón. —Pone esa sonrisa ganadora—. Yo nunca me haré viejo.

—¿Crees que Leia piensa lo mismo?

—Oye, ese es un golpe bajo.

—Podrías botar a la princesa, sabes. Quitarte de encima ese disfraz de respetable ciudadano obediente de la ley y regresar a la vida del granuja.

—Imra, ¿me llamaste solo para mofarte de mí o tienes algo para mí?

—Tenemos una oportunidad con una ventana muy pequeña.

Chewie gorjea y Han está de acuerdo:

—Imra, como dijiste: estoy fuera de esa vida, así que, sea lo que sea que me estás trayendo…

Ella desaparece y una nueva holoimagen aparece: un planeta.

Chewie, agitado, se levanta y ruge, sacudiendo los puños y tumbando la barra estabilizadora con su cabeza; el Halcón se agita y estremece repentinamente. Y Han tiene que estirarse rápidamente para reajustar los estabilizadores. Está por decirle a su viejo amigo que se tranquilice, que se relaje; lo que sea que tenga al grandulón alterado es…

Entonces, él cae en la cuenta.

El planeta.

Es Kashyyyk.

Es el hogar de Chewie.

Un planeta cuyos wookiees aún están subyugados por el Imperio. Chewbacca fue alguna vez esclavo como los otros: engrilletado, muerto de hambre y medio histérico, trabajó derribando los hermosos árboles wroshyr para hacer leña y cultivando comida, que antes era de ellos, para alimentar al ejercito imperial. Los wookiees eran también usados a lo largo de la galaxia, enviados para servir como mano de obra esclava en minas y en la construcción de estructuras como las Estrellas de la Muerte. A veces, hasta usaban a las pobres bolas de pelo como experimentos científicos: las abrían para probar medicinas o armas.

—Chewie, está bien, amigo. Está bien. —Han le da una palmada a su amigo en el hombro y le ayuda a regresar a su silla. Los músculos del wookiee se crispan bajo el pelaje, y sus labios se contraen para dejar al descubierto los dientes. Su respiración es entrecortada. Han le dice a Imra—: ¿A qué te refieres con «ventana de oportunidad»?

—El planeta wookiee sigue bloqueado. El Imperio no quiere renunciar a él, pero sus filas se van mermar. Normalmente, naves entran y salen, e intercambian soldados de asalto y oficiales, pero la fuerza de su presencia nunca cambia. Excepto ahora: por un tiempo, va a cambiar.

—No entiendo.

—Van a hacer…, ¿quién puede decirlo? Un cambio de guardia o algo. O necesitan naves para algún otro planeta o algún otro…, realmente no lo sé, Solo. Los detalles son confusos, pero lo que sí sabemos es que las naves que se van no serán reemplazadas inmediatamente. Lo que quiere decir que tenemos unos cuantos días.

—¿Cuándo?

—Ahora.

—Chewie echa su cabeza para atrás y aúlla.

—¿Ahora? —Han se inclina hacia delante en su silla, inquieto de repente—. Es decir, ¿hoy?

—Casi. El reloj está por marcar el siguiente ciclo de día.

—La Alianza…, la Nueva República, lo que sea que son, me tiene en esta cosa. Tengo una responsabilidad. No puedo nada más cambiar el plan y lanzarme así de improviso… —Y él sabe lo que diría la Nueva República. Hay una estrategia. No desviarían la atención hacia Kashyyyk, aún no.

Chewie le devuelve esa mirada. Ni siquiera hace un sonido. El pecho del wookiee sube y baja.

Y Han cae en cuenta: las palabras que salen de su boca no suenan a él. Aunque estar aquí afuera, con Chewie, lo ha hecho sentirse como antes. Ellos tan solo viajaban. Hacían lo que querían. Seguían su olfato hacia la bebida y el contrabando, y montones de créditos y cualquier mercancía o malas acciones que llegaran.

Se enciende una llama en el estómago de Han.

Es momento de hacer esto. Le dice a Imra:

—Me debes una grande, ¿te acuerdas de eso? —Habla del momento en que lo quitó de encima del trasero un Destructor Estelar. Y, además, consiguió saquearlo en el proceso—. No digas que no lo recuerdas…

—Lo recuerdo, lo recuerdo, por eso estoy aquí. Dijiste que, si alguna vez escuchaba algo sobre el planeta wookiee, te dijera. Aquí estoy, diciéndotelo.

—Eso no es suficiente —gruñe él—. Tienes que hacer más.

Ella vacila.

—¿Qué tanto más?

—Ve por todos. Todo pícaro, sinvergüenza, cortador, contrabandista de buen juicio, cualquiera que me deba un favor. Cualquiera que odie al Imperio como nosotros.

—Esa no es una lista tan larga como crees.

—Está bien. Ofréceles inmunidad. Si quieren sus archivos limpios. Hazles saber que la Nueva República esta agregando nombres a una lista. Indulto plenario.

—¿Eso es cierto?

—Claro que sí —miente él. No es cierto. Nunca lo ha escuchado. Pero hará que sea cierto. De alguna manera. Han voltea hacia Chewbacca.

—Oye, amigo. ¿Todavía sabes cómo contactar a los otros refugiados? ¿Roshyk, Hrrgn, Kirratha y los demás? Un grupo de media docena de wookiees que huyeron de Kessel y escaparon del Imperio cuando nadie más podía. Un grupo de las más malas y peludas bestias. Son mercenarios ahora, y no les importan gran cosa las políticas de la Nueva República, pero sin duda alguna les va a importar liberar su hogar.

Chewie asiente con la cabeza y con un gruñido.

—Bien. Reúnelos. Imra, tú ve por el resto. Diles que nos vemos afuera de la Estación Warrin. Ahora. Esto es para ayer. No necesitamos a la Alianza o a la República. Haremos esto a nuestra manera.

El wookiee sube los largos brazos en señal de júbilo.

Imra da su palabra y se va.

—No tenemos ningún plan, amigo —dice él.

El wookiee gruñe.

—Improvisaremos en el camino.

Chewie asiente con la cabeza y ulula.

—Bien. Es como en los viejos tiempos, camarada.

Chewie lo abraza con esos grandes brazos y lo sacude como un bote de dados.

Han ríe y trata de no ser aplastado.

—Vamos, Chewie. Fija nuevas coordenadas. Es hora de llevarte a casa.

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