Aftermath

Aftermath


Parte Uno » Capítulo 5

Página 12 de 64

CAPÍTULO CINCO

—Almirante Sloane, la nave está lista.

Ella se para. Las manos detrás de la espalda. Mirando fijamente por un largo pasillo. Al final de ese pasillo, hay un respiradero abierto con un microsoplete. Enfrente de ella, soldados de asalto entran y salen de las puertas. Cabinas, dormitorios. Ninguna señal del intruso por ningún lado. Sloane se muerde la lengua para reprimir el enojo.

El teniente Tothwin vuelve a decir:

—Almirante, yo dije…

—Escuché lo que dijiste —espeta ella.

—Los demás… Ellos ya se dirigen a la superficie del planeta.

—Entonces, todos están presentes.

—Sí. Pandion, Shale. El jet de Arsin Crassus apareció en la pantalla hace un rato, y ahora está descendiendo a Akiva.

—¿Y Yupe Tashu?

—La nave del asesor Tashu también está en pantalla. Le indicamos que continuara hacia el sitio de la reunión. Están esperando que usted esté ahí antes que ellos…

—Ellos pueden esperar.

—Por supuesto. Es solo que… Moff Pandion ya está…

—Dime —interrumpe ella—. Esta plataforma… No hay nada de importancia aquí, ¿o sí?

—¿Almirante? —pregunta él, sin entenderle.

Sloane gira hacia él, impaciente.

—Quiero decir que aquí solo hay habitaciones de invitados vacías, y al otro extremo, cocinas, sanitarios, cuartos de juego. —Sloane le está dando vueltas. ¿Podría estar usando el conducto sanitario? Los soldados de asalto ya lo revisaron y no encontraron nada.

—Quizá pensó robar algo de comida…

—No —dice ella, pues lo entendió repentinamente—. Es una treta. Siempre es una treta con los rebeldes, ¿no es así? Siempre algún truco, algún juego. Él no se detuvo aquí, tan solo quiere que pensemos eso para que perdamos tiempo. Ese conducto de ventilación. ¿Adónde lleva? Muéstrame el esquema.

Tothwin maneja torpemente el holodisco, lo introduce. Listo, es el diagrama del Vigilance. Ella lo recorre, moviendo la imagen, resaltando el conducto y siguiéndolo hasta su conclusión lógica…

Oh, no.

Ella gruñe:

—Ya sé adónde se dirige.

O adónde ya ha ido.

«¡Demonios!».

No se rompió la pierna, no cree que esté fracturada. Pero está bastante dañada. En cierta ocasión, estrelló un A-Wing en el borde de un volcán; una de sus primeras misiones como piloto de la entonces emergente Alianza Rebelde, ante la solicitud de un amigo, un agente rebelde conocido únicamente como Fulcrum. Ese choque lo dejó cojeando por meses. Se había partido la pierna. Y, por si fuera poco, en tres partes. Casi se va al trasto cualquier carrera que hubiera deseado tener como piloto, pero convenció a los rebeldes de que lo dejaran trabajar en un carguero atendiendo los cañones, y de copiloto ocasional, así que…

Cualquiera que sea la situación, está bastante seguro de que su pierna no está rota.

Pero sí que duele por el salto que dio desde la parte trasera del starhopper, momentos antes de que ajustara los torpedos para hacerlos estallar.

Trepar a través de conductos de ventilación no ayudó al dolor. Pero alejarse de los ojos imperiales era clave. Desde entonces, ha estado escabulléndose, volviendo sobre sus pasos, cubriendo sus huellas…, saliendo y entrando de respiraderos. Al principio no tenía dirección, ningún plan, pero no le tomó mucho tiempo darse cuenta de lo que había que hacer. Mejor aún, el estar aquí en el Destructor Estelar le brindaba una cierta oportunidad real.

Apuesta a que las comunicaciones están bloqueadas a todo el tráfico en el espacio sobre Akiva, al igual que a todos en tierra.

¿Pero si alguien tiene los canales aún abiertos…?

Es el Imperio.

Así que ahora se encuentra en el cuarto de comunicaciones. Los cuerpos de tres oficiales de comunicaciones yacen cerca. Una está desplomada sobre su estación, otros dos tirados en el piso. Inconscientes, no muertos. Wedge no es un asesino. Es un piloto, y derribar a otros pilotos significa poner fin a la vida de combatientes. Los oficiales de comunicaciones no son soldados, no son pilotos. Solo son personas. Wedge piensa: «Esa es una lección que nos haría bien aprender. Los imperiales son iguales que nosotros». Al menos, algunos de ellos lo son. Es fácil etiquetar a quienes sirven al Imperio Galáctico como maldad pura, todos enemigos, pero la verdad es que a muchos de los que lo hacen les vendieron un montón de mentiras o fueron forzados bajo amenaza de dolor o de muerte. La Nueva República ya ha conocido desertores. Hombres y mujeres que han visto una oportunidad de escapar, una nueva vida…

Eso significa difundir el mensaje. Eso significa echar a andar los comunicadores primero y traer a las tropas luego.

Van apareciendo dos holopantallas. Por un lado, él trata de apuntar una frecuencia subespacial en dirección al espacio de la Nueva República, pero todas esas frecuencias siguen bloqueadas. Eso presenta problemas a corto y largo plazo: en este momento, significa que no puede mandar un mensaje a donde necesita ser enviado. A largo plazo, significa que el Imperio conoce sus frecuencias. Esto implica que, en algún lugar, hay un espía en los vestíbulos de la Nueva República; tal vez esto es poco sorprendente, pero con mayor razón necesita enviar un mensaje de alguna manera.

Cambia a las frecuencias de tráfico de canales locales.

Bien, ninguno de los canales conocidos de la República está bloqueado.

Eso significa que puede mandar un mensaje a aquellos leales, pero deben ser locales. ¿Cuáles son las probabilidades de que aquí, en el precipicio del espacio colonizado, encuentre a alguien escuchando, alguien leal a la Nueva República?

Esa es la única oportunidad que tiene.

Marca la frecuencia. Wedge apunta al canal de emergencia, luego saca el micrófono de la consola; el metal se siente frío en la mano. Empieza a hablar:

—Aquí el capitán Wedge Antilles de la Nueva República. Repito: Aquí Wedge Antilles de la Nueva República. Estoy atrapado en el Destructor Estelar Vigilance, en el espacio sobre Akiva, y estoy en…

Una luz brillante. El rugido de un bláster.

Antilles grita de dolor cuando un rayo láser lo quema perforándole el hombro. Abre la mano por reflejo, y el micrófono cae al suelo con estrépito. Se toca la cadera buscando su bláster, pero otro disparo convierte en chatarra el arma que le colgaba del cinturón.

Wedge, respirando profundamente y apretando sus dientes del dolor, se voltea hacia su atacante. Espera toparse con un soldado de asalto o, de forma irónica, con un oficial de comunicaciones que regresara del almuerzo.

Pero no.

La mujer ahí parada viste un nítido uniforme de almirante. Tiene la piel oscura y fríos ojos color café que le combinan. En la mano, una pistola de cañón largo, un bláster único, de elegante cromo reflejante.

—Por favor… —dice él, apretándose el hombro y acomodándose la pierna.

Ella da tres pasos dentro del cuarto.

—No puedo tenerte aquí complicando lo que está por suceder. El futuro del Imperio, de toda la galaxia, está en riesgo. —Y luego, tiene un destello de empatía sorprendente—. Lo siento.

—Espere. Hablemos de esto. —Wedge traga saliva con fuerza, haciendo un gesto de dolor—. Ya terminó. Sabe que ya terminó. Podemos negociar una rendición, una rendición significativa. Aquí mismo, en este momento, usted y yo podemos…

Detrás de ella, un pequeño escuadrón de soldados de asalto los alcanza, sus botas blindadas repiquetean en el vestíbulo. Ellos suben sus blásters al tiempo que ella baja el suyo.

—Lo siento, capitán —dice ella. Luego, se dirige a su apoyo—: Arréstenlo. Llévenlo al nivel de detención… No. Esperen. —Chasquea los dedos—. Espósenlo y llévenlo a mi nave. Tengan un droide médico presente. —Con una sonrisa rígida dice (como para su aprobación)—: No somos animales.

Ir a la siguiente página

Report Page