After

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Capítulo 8

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CAPÍTULO 8

La chica se vuelve y me mira mientras yo intento mover los pies, pero éstos no me obedecen.

—¿Puedo ayudarte en algo? —pregunta con cinismo.

Hardin se incorpora, con ella todavía sobre su torso. Su rostro no refleja diversión ni vergüenza. Debe de hacer estas cosas constantemente. Debe de estar acostumbrado a que lo sorprendan en casas de fraternidades practicando sexo con chicas extrañas.

—Esto…, no. Perdón, yo… Estoy buscando un baño, alguien me ha tirado la bebida encima —me explico rápidamente.

Qué situación tan incómoda. La chica pega la boca contra el cuello de Hardin y aparto la mirada. Estos dos son tal para cual. Ambos tatuados y ambos groseros.

—Muy bien —dice—. Pues sigue buscando.

Pone los ojos en blanco y yo asiento y salgo de la habitación. Cuando la puerta se cierra, apoyo la espalda contra ella. Hasta ahora, la universidad no está resultando ser nada divertida. No consigo comprender cómo una fiesta como ésta puede considerarse algo divertido. En lugar de intentar encontrar el baño, decido ir a buscar la cocina y lavarme allí. Lo último que quiero es abrir otra puerta y ver a más universitarios borrachos y con las hormonas a flor de piel unos sobre otros. De nuevo.

Encuentro la cocina con bastante facilidad, pero se encuentra plagada de gente, ya que la mayor parte del alcohol está en cubos con hielo sobre la encimera, y las cajas de pizza están apiladas sobre los bancos. Tengo que estirar el brazo por encima de una chica morena que está vomitando en la pila para coger un poco de papel absorbente y mojarlo. Mientras me lo paso por el vestido, las pequeñas fibras blancas de celulosa del papel barato cubren la parte mojada, empeorando el problema. Frustrada, gruño y me apoyo contra la encimera.

—¿Lo estás pasando bien? —pregunta Nate mientras se acerca a mí.

Me alivia ver una cara familiar. Me sonríe con dulzura y da un sorbo a su bebida.

—No mucho… ¿Cuánto suelen durar estas fiestas?

—Toda la noche… y la mitad del día siguiente. —Se ríe, y yo me quedo boquiabierta.

¿Cuándo querrá irse Steph? Espero que pronto.

—Un momento —digo empezando a ponerme nerviosa—. ¿Quién va a llevarnos de vuelta a la residencia? —le pregunto, consciente de que tiene los ojos inyectados en sangre.

—No lo sé… Puedes conducir tú mi coche si quieres —repone.

—Eres muy amable, pero no puedo conducir tu coche. Si tenemos un accidente o me para la policía con menores de edad ebrios en el vehículo, me metería en un buen lío. —Ya me estoy imaginando la cara de mi madre sacándome de la cárcel.

—No, no, es un trayecto corto. Deberías coger mi coche. Tú no has bebido. De lo contrario, tendrás que quedarte aquí. O, si lo prefieres, pregunto por ahí a ver si alguien…

—No te preocupes. Me las apañaré —consigo decir antes de que alguien suba el volumen de la música y no se oiga nada más que un bajo y unas letras que son prácticamente berridos.

Conforme va avanzando la noche, veo cada vez más claro que mi decisión de venir a esta fiesta ha sido un gran error.

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