After

After


Capítulo 39

Página 43 de 102

CAPÍTULO 39

Después de que Steph me depile las cejas, cosa que duele mucho más de lo que nunca habría imaginado, me da una vuelta completa y se niega a que me vea hasta que termine. Intento ignorar el gusanillo que siento en el estómago mientras ella me echa los polvos sobre la cara. Le recuerdo una y otra vez que no se pase con el maquillaje, y ella me promete una y otra vez que no lo hará. Me cepilla el pelo y me lo riza antes de cubrir mi cabeza y media habitación con laca.

—Maquillaje y pelo: ¡listos! Vamos a que te cambies, y luego podrás verte. Tengo unas cuantas cosas que te quedarán bien.

Es evidente que se siente orgullosa de su trabajo. Yo tan sólo espero no parecer un payaso. Mientras la sigo hasta el armario, intento mirarme de reojo en el pequeño espejo, pero ella me aparta de un tirón.

—Toma, ponte esto —me dice descolgando un vestido negro de una percha—. ¡Tú, fuera! —le grita a Tristan, y él se ríe, pero tiene el detalle de marcharse de la habitación.

El vestido no lleva tirantes y me parece tremendamente corto.

—¡No voy a ponérmelo!

—Vale… ¿Qué tal éste entonces?

Saca otro vestido negro. Debe de tener al menos diez. Éste me parece más largo que el anterior y lleva dos tirantes anchos. El escote me preocupa, porque tiene forma de corazón y tengo el pecho grande, al contrario que Steph.

Al ver que me paso demasiado tiempo observándolo, ella suspira.

—Tú pruébatelo, ¿vale?

Cedo y me quito el cómodo pijama, lo doblo y lo apilo con esmero. Ella me mira con los ojos en blanco, de broma, y sonrío mientras meto las piernas por el vestido. Me lo subo y ya lo noto un poco justo antes siquiera de cerrar la cremallera. Steph y yo tenemos una talla similar, pero ella es más alta y yo tengo más curvas. La tela despide un ligero brillo y es muy sedosa. De largo, el vestido me llega hasta la mitad del muslo. No es tan corto como imaginaba, pero es lo más corto que yo me pondría jamás. Me siento casi desnuda con las piernas tan expuestas. Intento estirar la tela un poquito hacia abajo.

—¿Quieres unas medias? —me pregunta.

—Sí, me siento tan… desnuda. —Me río. Ella rebusca en un cajón y saca dos pares de medias diferentes—. Éstas son negras lisas y éstas tienen un estampado de encaje.

Las medias de encaje me parecen demasiado, sobre todo teniendo en cuenta que debo de llevar unos cuatro kilos de maquillaje encima. Cojo las lisas y me las deslizo por las piernas mientras Steph busca unos zapatos en el armario.

—¡No sé llevar tacones! —le recuerdo. No sé, literalmente, parezco un pato mareado con ellos.

—Bueno, tengo tacones bajos o cuñas. Tessa, lo siento, pero tus Toms no quedan bien con este vestido.

La miro con el ceño fruncido, de broma. No tengo ningún problema con llevar las Toms a diario. Ella saca un par de tacones negros con pedrería plateada en la parte delantera, y debo admitir que me llaman la atención. No sería capaz de ponérmelos, pero por una vez desearía poder hacerlo.

—¿Te gustan éstos?

Asiento.

—Sí, pero no voy a saber llevarlos —le digo, y ella frunce el ceño.

—Que sí, ya lo verás, se abrochan alrededor del tobillo para que no te caigas.

—¿Para eso sirven las tiras? —pregunto.

Se ríe.

—No, pero ayudan. —Vuelve a reírse—. Tú pruébatelos.

Me siento sobre la cama y estiro una pierna al tiempo que le hago una señal para que me los ponga.

Me ayuda a ponerme de pie, y ando unos cuantos pasos. Es cierto que las tiras ayudan a mantener el equilibrio.

—¡Ya no aguanto más! Mírate —me dice, y abre la otra puerta del armario.

Me miro en el espejo de cuerpo entero y me quedo pasmada. ¿Quién narices es ésa? El reflejo es igual que yo, pero mucho mejor. Tenía miedo de que se pasara con el maquillaje, pero no ha sido así. Mis ojos grises parecen más claros en contraste con la sombra castaña, y el colorete rosado de mis mejillas hace que éstas parezcan más prominentes. Mi pelo está brillante y rizado en grandes bucles, no en los pequeños ricitos que esperaba.

—¡Estoy impresionada! —Sonrío y me miro más de cerca. Me toco la mejilla con un dedo para asegurarme de que lo que estoy viendo es real.

—¿Lo ves? Sigues siendo tú misma, pero un poco más sexi y arreglada. —Suelta una risita y llama a Tristan para que se una a nosotras.

Al entrar, se queda con la boca abierta.

—¿Dónde está Tessa? —pregunta, y mira por toda la habitación bromeando. Levanta una almohada y mira debajo.

—¿Qué te parece? —pregunto, y vuelvo a estirar el vestido.

—Estás guapa, muy guapa. —Tristan sonríe y rodea la cintura de Steph con un brazo. Ella se apoya en él, y aparto la mirada.

—Ah, una cosa más —dice entonces Steph, y se acerca al armario, de donde saca un tubo de brillo de labios, y frunce la boca.

Cierro los ojos y la imito mientras ella esparce el pegajoso brillo por mis labios.

—¿Lista? —pregunta Tristan, y ella asiente.

Antes de salir, cojo el bolso y echo un par de Toms dentro, por si acaso.

Durante el trayecto, me siento en la parte de atrás, miro por la ventanilla y dejo vagar la mente. Cuando llegamos al restaurante, me intimida ver la cantidad de motos que hay fuera. Había supuesto que iríamos a algún sitio tipo T.G.I. Friday’s o Applebee’s, no a un bar de moteros. Cuando entramos, me siento como si todo el mundo estuviera mirándome, aunque es muy probable que no sea así.

Steph me coge de la mano y me arrastra con ellos hasta una zona de reservados con sofás de respaldo alto.

—Nate va a venir. Te parece bien, ¿no? —pregunta cuando tomamos asiento.

—Sí, claro —le digo. Mientras no sea Hardin, me da igual. Además, me vendría bien algo de compañía, porque ahora mismo me siento un poco aguantavelas.

Una mujer con más tatuajes que Steph y Tristan se acerca a la mesa y toma nota de las bebidas. Ellos piden cerveza. Debe de ser por eso por lo que les gusta venir aquí, porque no les exigen el carnet. La mujer enarca una ceja cuando pido una Coca-Cola, pero no quiero beber alcohol. Tendré que seguir estudiando en cuanto vuelva a la residencia. Unos minutos después nos trae las bebidas, y mientras le estoy dando un trago a la mía oigo un silbido de halago en el momento en que Nate y Zed se acercan a nuestra mesa. Cuando se aproximan, el pelo rosa de Molly se hace visible… seguido de Hardin.

Escupo el trago de Coca-Cola al vaso.

A Steph se le salen los ojos de las órbitas cuando lo ve también, y enseguida me mira.

—Te juro que no sabía que iba a venir. Podemos irnos ya si quieres —susurra mientras Zed se desliza por el asiento y se coloca junto a mí.

Tengo que obligarme a no mirar a Hardin.

—Madre mía, Tessa, estás impresionante —proclama Zed, y yo me sonrojo—. ¡En serio, flipo! Nunca te había visto así.

Le doy las gracias con una pequeña sonrisa. Nate, Molly y Hardin se sientan a la mesa de detrás. Quiero pedirle a Steph que me cambie el sitio para darle la espalda a Hardin, pero soy incapaz. Debo evitar mirarlo a los ojos todo el rato. Puedo hacerlo.

—Estás como un tren, Tessa —dice Nate por encima del separador, y yo sonrío porque no estoy acostumbrada a tanta atención. Hardin no ha hecho ningún comentario sobre mi nuevo aspecto, pero tampoco esperaba que lo hiciera. Me alegro de que al menos no me esté insultando.

Hardin y Molly están sentados justo en mi línea de visión. Puedo ver la cara de él a través del espacio que queda entre los hombros de Steph y Tristan.

«No me dolerá si miro una sola vez…» Lo miro de reojo antes de poder detenerme a mí misma, y me arrepiento al momento. El brazo de Hardin rodea los hombros de Molly.

Me invaden los celos, es el castigo por mirarlo cuando no debo. Es evidente que vuelven a estar liados. O siguen. Supongo que nunca lo han dejado. Recuerdo lo cómoda que estaba ella sentada a horcajadas sobre él en la fiesta, y me trago la bilis que aflora a mi garganta. Hardin es libre de hacer lo que quiera y de estar con quien quiera.

—Está preciosa, ¿verdad? —los alienta Steph, y todos asienten.

Siento los ojos de Hardin fijos en mí, pero no puedo volver a mirarlo. Lleva una camiseta blanca, que seguro que deja entrever sus tatuajes, y el pelo perfectamente despeinado, pero me da igual. No me importa lo guapo que esté o lo vulgar que Molly vaya vestida.

«No la soporto, con ese ridículo pelo rosa y esa ropa ordinaria. Es una zorra.»

Me sorprenden mis pensamientos y mi odio hacia ella, pero es cierto. No la trago en absoluto. Creo que es la primera vez que llamo zorra a alguien, incluso mentalmente.

Y ella, por supuesto, escoge este preciso instante para hacerme un cumplido.

—Estás muy guapa, chica, ¡mejor que nunca! —dice, y acto seguido se apoya en el pecho de Hardin.

La miro a los ojos y finjo una sonrisa.

—¿Te importa si le doy un trago? —pregunta Zed, pero coge mi vaso antes de que responda.

Le dejo beber de mi copa, algo de lo que suelo estar en contra, pero me siento tan incómoda ahora mismo que no puedo pensar con claridad. Se toma de un trago media Coca-Cola, y le doy un ligero empujón.

—Lo siento, nena, ahora te pido otra —dice con suavidad.

La verdad es que es muy atractivo, y tiene más pinta de modelo que de universitario. Si no tuviera tantos tatuajes, seguramente sería modelo.

Entonces se oye un ruido en la otra mesa, y clavo la mirada en Hardin. Él vuelve a aclararse la garganta, en alto, observándome con sus penetrantes ojos. Quiero apartar la vista, pero no puedo, me quedo atrapada en su mirada mientras Zed levanta un brazo y lo apoya en el respaldo del sofá, justo por detrás de mí.

Hardin entrecierra los ojos, y decido divertirme un poco.

Al recordar que antes era bastante insistente con que no quedara con Zed, me voy inclinando poco a poco hacia él. A Hardin casi se le salen los ojos de las órbitas, pero enseguida se recupera. Sé lo inmaduro y ridículo que es todo esto, pero me da igual. Si tengo que estar cerca de él, quiero que esté tan incómodo como yo.

La motera vuelve y toma nota de la comida. Me pido una hamburguesa con patatas, sin kétchup, y todos los demás piden alitas picantes. Ella le trae a Hardin una Coca-Cola y al resto otra ronda de cervezas. Yo sigo esperando mi Coca-Cola, pero no quiero ser borde al recordárselo a la mujer.

—Aquí hacen las mejores alitas —me informa Zed, y yo le sonrío.

—¿Vas a ir a la hoguera el próximo fin de semana? —le pregunto.

—No lo sé, creo que no es lo mío. —Le da un trago a su cerveza y baja el brazo del respaldo para apoyarlo sobre mi hombro—. ¿Tú vas a ir?

No miro en su dirección, pero me imagino lo indignado que estará Hardin. La verdad es que me siento culpable por ligar con Zed descaradamente, y es la primera vez que intento ligar con alguien, así que estoy segura de que se me da fatal.

—Sí —digo—, con Landon.

Todos estallan en carcajadas.

—¿Landon Gibson? —pregunta Zed, todavía riéndose.

—Sí, somos amigos —respondo cortante. No me gusta que todos se rían de él de esa forma.

—¿¡Que va a ir a la hoguera!? Es penoso —dice Molly.

—No, en realidad, no —replico mirándola con odio—. Es genial —añado en su defensa. Entiendo que mi definición de genial no es la misma que la de ellos, pero la mía es mejor.

Landon Gibson y genial no encajan en la misma frase —dice Molly, y le aparta el pelo de la frente a Hardin.

«La odio.»

—Siento que no sea lo bastante guay para estar con vosotros, pero es… —comienzo a gritar y a enderezarme cada vez más en el asiento, apartando así el brazo de Zed de mis hombros.

—Eh, Tessa, relájate. Estamos de coña —dice Nate, y Molly me dedica una sonrisa maliciosa. Me da la impresión de que yo tampoco le caigo muy bien.

—Bueno —replico—, pues no me gusta que la gente se meta con mis amigos, sobre todo si él no está aquí para defenderse.

Tengo que calmarme… Las emociones se están adueñando de mí por estar cerca de Hardin y por cómo se está comportando con Molly delante de mí.

—Vale, vale. Lo siento. Además, tengo que reconocerle algo de mérito por ponerle el ojo morado a Hardin —señala Zed, y me rodea de nuevo con el brazo.

Todos menos Hardin se ríen, hasta yo.

—Sí, menos mal que aquel profesor detuvo la pelea, o ese perdedor le habría dado una buena paliza —dice Nate, y acto seguido me mira—. Perdona, se me ha escapado —añade, y me dedica una sonrisa de disculpa.

«¿Un profesor?» La pelea no la detuvo un profesor, la detuvo el padre de Hardin. O Landon me mintió o… Un momento, me pregunto si esta gente sabe siquiera que Hardin y Landon van a ser hermanastros dentro de poco. Miro a Hardin, que ahora parece preocupado. Les ha mentido. Debería delatarlo ahora mismo, delante de todos.

Pero no puedo. No soy como él. Me cuesta más que a él hacer daño a la gente.

«Excepto a Noah», me recuerda mi subconsciente, pero lo reprimo.

—En fin, creo que lo de la hoguera va a estar bien —digo.

Zed me mira con interés.

—Puede que aparezca por allí después de todo.

—Yo voy a ir —añade Hardin de pronto desde la otra mesa.

Todos se vuelven para mirarlo, y Molly se ríe.

—Sí, seguro que sí. —Ella pone los ojos en blanco y vuelve a reírse.

—No, en serio, no va a ser tan horrible —insiste Hardin por lo bajo, ganándose otra mirada en blanco de Molly.

«¿Hardin va a ir porque Zed también irá?» Quizá ligar se me da mejor de lo que pensaba.

La camarera nos trae la comida y me pasa la hamburguesa. Tiene muy buena pinta, si no fuera por el kétchup que gotea por un lado. Arrugo la nariz e intento quitar todo lo posible con una servilleta. Odio devolver comida, y ya lo estoy pasando bastante mal esta noche. Lo último que necesito es llamar aún más la atención.

Los demás comienzan a hincarles el diente a las alitas, y yo voy picando de las patatas fritas mientras la charla sobre la fiesta de esta noche se adueña del ambiente. En un momento dado, la camarera vuelve a acercarse a las mesas y nos pregunta si queremos algo más.

—No, así está bien… —dice Tristan, y ella comienza a alejarse.

—Espera. Ella había pedido la hamburguesa sin kétchup —dice Hardin en voz muy alta, y se me cae una patata en el plato.

La camarera me mira consternada.

—Lo siento. ¿Quieres que la devuelva?

Estoy tan avergonzada que lo único que me sale es negar con la cabeza.

—Sí. Sí que quiere —responde Hardin por mí.

«¿Qué narices está haciendo? Y ¿cómo se ha enterado de que llevaba kétchup?» Su única intención es hacerme sentir incómoda.

—Venga, cariño, dame el plato. —La camarera me sonríe y extiende el brazo—. Voy a traerte otra.

Se lo tiendo y bajo la mirada mientras le doy las gracias.

—Y ¿eso a qué ha venido? —oigo que Molly le pregunta a Hardin. Debería practicar más esa voz susurrada.

—Nada, es que no le gusta el kétchup —dice él sin más.

Ella resopla antes de darle un trago a su cerveza.

—¿Y? —inquiere a continuación, y Hardin la fulmina con la mirada.

—Y nada. Déjalo estar.

Al menos sé que no soy la única con la que es un borde.

Llega la nueva hamburguesa sin kétchup, y me la como casi toda a pesar de mi falta de apetito. Zed acaba invitándome a la cena, lo cual me parece un detalle bonito y raro al mismo tiempo.

El rebote de Hardin parece aumentar cuando Zed vuelve a rodearme con el brazo en el paseo de después.

—¡Logan dice que la fiesta ya está a tope de gente! —anuncia Nate leyendo un mensaje.

—Deberías venir conmigo —se ofrece Zed.

Pero frunce el ceño cuando ve que niego con la cabeza.

—No voy a ir a la fiesta. Tristan va a llevarme a casa.

—Puedo llevarla yo a casa, he venido en coche —dice Hardin.

Casi me caigo de bruces al oírlo pero, por suerte, Steph me sujeta por un brazo al tiempo que dice sonriendo:

—No, Tristan y yo la llevamos. Zed también puede venir con nosotros si quiere.

Si las miradas matasen, Steph estaría desplomándose en el suelo ahora mismo.

Hardin se vuelve entonces hacia Tristan.

—No creo que quieras conducir borracho por el campus; es viernes, y la policía va a estar buscando gente a la que multar.

Steph me mira a la espera de que intervenga, pero no sé qué decir. No quiero estar a solas con Hardin en el coche, pero tampoco quiero ir con Tristan cuando ha estado bebiendo. Me encojo de hombros y me apoyo en Zed mientras ellos llegan a un acuerdo.

—Venga, vamos a dejarla y a pasar un buen rato —dice Molly a Hardin, pero él niega con la cabeza.

—No, tú vas con Tristan y Steph —dice él, tajante, y Molly se amilana.

—Por favor, ¿podemos meternos de una vez en los coches y marcharnos? —protesta Nate, y saca las llaves.

—Sí, vámonos, Tessa —dice Hardin, y yo miro a Zed y después a Steph.

—¡Tessa! —grita Hardin de nuevo mientras abre la puerta del coche.

Se vuelve para mirarme, y tengo la sensación de que, si no voy ya, es capaz de arrastrarme hasta allí. Pero ¿por qué iba a querer estar conmigo si le dijo a Steph que más me valía que me mantuviera alejada? Hardin desaparece en el interior del coche y arranca el motor.

—Todo irá bien, mándame un mensaje en cuanto llegues a la habitación —dice Steph, y yo asiento y me dirijo al coche.

Me puede la curiosidad, y tengo que saber cuáles son sus intenciones. Tengo que salir de dudas.

Ir a la siguiente página

Report Page