Ada

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Portada

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ADA

Historias de amor

 

 

 

Noches de pasión

 

Prólogo.

Cuenta la leyenda que una joven nacida durante el crepúsculo en el mes más corto del año, con cabellos de fuego y los ojos color café, está destinada en su vigésimo cumpleaños a sufrir un cambio que marcará toda su vida, con una misión muy importante: proteger y liderar al más grande de los clanes de licántropos conocidos, incluso con su vida si fuese necesario. La muerte será su mayor aliada y enemiga que la acompañará hasta el tramo final. Lejos de todo peligro que acecha a su clan, reina un peligro mayor para su corazón, un amor prohibido. Un amor imposible que podría llevarla a la perdición. ¿Será capaz de resistírsele o renunciará a todo su mundo por él?

 

1.

El despertador comenzó a sonar.

Jaelle, tendida boca abajo en su cama, estiró la mano y tiró el despertador al suelo pero el sonido no cesaba. Abrió un ojo, lo volvió a cerrar y luego abrió los dos para buscar el despertador.

Lo recogió del suelo y lo apagó para luego colocarlo de nuevo en su sitio: la mesilla de noche. Se destapó y se levantó. Bostezando, salió de habitación para dirigirse a la cocina donde ya estaba su madre preparando el desayuno.

-Buenos días, mamá- dijo Jaelle pasándose los dedos por su espesa melena roja como el mismísimo fuego.

Su madre se giró con un plato repleto de tortitas con sirope de chocolate.

-¡Muchas felicidades, Jaelle!

-Oh mamá, te has molestado demasiado con las tortitas.

-Todo es poco para mi hija que cumple veinte años. Además, te esperan unos regalos en el salón.

Jaelle sonrió y se comió las tortitas. Luego fue al salón donde había varios regalos que la joven abrió con ilusión. Tras abrirlos, fue a ducharse y estrenó unos pantalones y una blusa que acababa de abrir. Cuando se estaba haciendo la coleta tocaron el timbre de la casa.

La chica salió corriendo y le dijo a su madre que ella abría. Cuando la abrió se encontró con su mejor amigo, Christopher, con un regalo en sus manos.

-¡Felicidades, Jaelle!- dijo el chico sonriendo.

La joven sonrió y le dio un abrazo. Ambos entraron y él le dio el regalo. Jaelle lo abrió y vio un peluche con unos pendientes dentro de una cajita.

-Oh, muchas gracias, son preciosos y el peluche me encanta.

-Me alegro de que te guste porque ya se me acaban las ideas sobre qué regalarte.

-No seas exagerado porque me conoces muy bien, nos hemos criado juntos…- dijo ella entre risas- vendrás luego a comer tarta ¿no?

-Por supuesto y si es de chocolate estaré aquí el primero pero ahora debo irme que llego tarde al curro.

-Suerte la tuya que tienes un trabajo.

-Encontrarás uno pronto, de eso estoy seguro, nadie se puede resistir cuando pones tu carita de pena.

Jaelle sonrió levemente y ambos se dirigieron a la puerta donde se despidieron.

Por la tarde, Jaelle se dirigía a su casa con el pastel en sus manos cuando de repente oyó una voz.

“Jaelle…”

La chica se giró y miró a su alrededor pero no vio que nadie la mirara en señal de que se dirigían a ella. Extrañada se giró, se encogió de hombros y siguió andando.

“Jaelle…”

Volvió a detenerse para mirar. Pero no había nadie conocido.

“Ven al bosque…”   

Jaelle frunció el ceño. ¿Al bosque? Debía de estar volviéndose loca. Haciendo caso omiso de la voz llegó a su casa y dejó el pastel sobre la mesa de la cocina.

“Jaelle, ven al bosque…”

-¡Agg!- gritó a la nada, aquella voz la estaba poniendo nerviosa.

La madre entró en ese momento.

-¿Sucede algo, Jaelle?

La joven que estaba de espaldas, se giró bruscamente y estuvo a punto de caer pero se agarró a la silla que tenía a su lado y logró mantener el equilibrio.

-¿Qué decías?

-Veinte años ya y sigues siendo igual de torpe aunque yo creo que más.

Jaelle sonrió y se encogió de hombros.

-Por lo menos he llegado con la tarta en buen estado.

-Menos mal que es así porque si no, no podrías soplar las velas. Llévala a la mesa del comedor que tu padre ya anda desesperado por comer algunos de los dulces que he preparado.

-Pues no perdamos tiempo.

Fueron al comedor y luego sonó el timbre, la madre de la joven abrió y entró Christopher que había traído unos dulces que había comprado y se dirigió al comedor donde se sentó al lado de su amiga.

Tras comer algunos pastelillos caseros, llegó la hora de soplar las velas. Jaelle y sus padres tenían por costumbre que ella soplara las velas a la hora exacta en la que nació. El momento exacto en el que el sol se ponía.

Encendieron las velas y cantaron el cumpleaños feliz mientras el ardiente sol desaparecía poco a poco. Cuando terminaron de cantar, Jaelle pidió un deseo y sopló las velas. El sol ya se había puesto.

De repente, Jaelle sintió un fuerte dolor en el pecho como si hubiese recibido un fuerte golpe. Christopher que estaba a su lado, se levantó y la agarró ya que parecía a punto de caerse.

-¿Qué te pasa, Jaelle?

-No lo sé… me duele el pecho y me estoy mareando.

Los padres también se acercaron preocupados. La madre le tocó la frente y rápidamente la apartó.

-¡Dios mío! ¡Está ardiendo!

-¿Cómo es posible que no nos hayamos dado cuenta hasta ahora?- preguntó el padre de la joven.

-Mamá… papá… Chris…- dijo la chica entre jadeos, comenzaba a faltarle el aire.

-Llévala a la habitación, Christopher, yo llamaré a un amigo de la familia que es médico- dijo el padre de la chica y rápidamente salió del comedor.

Jaelle sintió más dolor y se dobló gimiendo.

-Tranquila, mi niña, te vas a poner bien- le dijo su madre.

Gimiendo de nuevo miró a su madre y luego a su amigo, entonces, sin poder soportar más el dolor, perdió el conocimiento.

-¡Jaelle!- exclamó Christopher tomándola entre sus brazos.

-¡Llévala a su habitación! Voy a ver si mi marido contactó con su amigo- dijo la madre de la joven con cara de preocupación.

El joven asintió y se fue a la habitación con el cuerpo de su amiga entre sus brazos. La madre de Jaelle se dirigió a la cocina donde estaba su marido apoyado en la encimera de la cocina.

-Me dijiste que no le pasaría nada, que ella no era la joven de la leyenda- dijo él- que al renunciar a lo que somos nuestros hijos no pasarían por esto.

-No pensé que fuera ella, Arthur- dijo la mujer.

-Vamos, Libby, la descripción de la joven de la leyenda es la misma que la de Jaelle, no me lo niegues ¡y ahora está sufriendo! Su organismo está sufriendo la Transformación.

-¡Se le pasará! ¿Te crees que no he pasado por eso? ¿Acaso olvidas cómo lo pasé o incluso cómo lo pasaste tú?

-No me lo recuerdes- dijo Arthur llevándose las manos a las sienes-, hace muchos años que he dejado eso, igual que tú.

Libby se abrazó a su esposo apoyando la cabeza en el hombro de él.

-No quería que Jaelle pasara por eso, ni siquiera le hemos explicado lo que fuimos y en lo que se está convirtiendo.

-Lo importante ahora es sacar a Christopher de aquí para atenderla- dijo Arthur.

Libby asintió y se apartó de él para luego ir a la habitación de su hija. Dentro, encontró al chico sentado al lado de su amiga, bastante preocupado.

-¿Ha recuperado la conciencia?

-No- dijo Christopher- está hirviendo en fiebre.

-Bueno, el médico ya viene en camino- mintió la mujer-. Debes ir a casa, estás un poco alterado y pareces cansado. Si sucede algo, yo te aviso.

-Pero… no quiero separarme de ella y menos estando así.

-Vamos, Christopher, estando aquí no vas a conseguir que se mejore, yo te llamo cuando sepamos algo.

El joven miró a la mujer y luego se levantó resignado, se despidió de Libby. Una vez estuvo con su hija a solas, se acercó a la cama y posó su mano en la frente de su hija, la cual temblaba y su piel ardía. Entonces oyó que la joven hablaba en sus delirios:

-No, al bosque no…

Libby miró a su hija con el ceño fruncido y luego susurró:

-Mamá…

La madre de Jaelle se concentró para llamar a su madre, quién contestó al instante.

“Al fin te comunicas conmigo”

“¡Te has comunicado con ella!”

“Claro que sí, debía explicarle su destino”

“¡Sin mi permiso! Te dije que esperaras a que se lo explicáramos su padre y yo”

“¿Cuándo? ¿Cuándo su cuerpo se transformase definitivamente y se asuste de sí misma?”

Jaelle movía la cabeza de un lado a otro hablando en sus delirios.

“¿Qué hago ahora, mamá? Esto no es cómo me pasó a mí, es mucho peor”

-Me duele, me duele todo…

“Prepara la infusión, se le pasará, ah y también ponle paños de agua fría en la frente, pronto aparecerá la marca”

“De acuerdo”

Libby se levantó para ir a la cocina y con la ayuda de Arthur prepararon la infusión que calmaría los dolores y el sufrimiento de su hija.

Jaelle se retorcía de dolor en su habitación, jadeando. Entonces, de repente, comenzó a soñar o eso creyó ella. Estaba en el bosque y de súbito se halló en un claro, rodeada de lobos. Intentó huir pero enseguida se dio cuenta de que no se acercaban para atacarla. Giró en redondo mirando a todos y cada uno de ellos hasta que vio a una loba más grande por lo que supuso que sería la líder de la manada. Se sintió extraña porque era como si la conociera pero no sabría decir de qué.

Extendió la mano para acariciar el pelaje de la loba y sorprendentemente, esta se dejó. Sorprendida, Jaelle apartó la mano y miró al animal que la miraba con la cabeza levemente inclinada.

-¿Quién eres?- preguntó la joven- ¿por qué siento que te conozco cuando nunca he tenido a lobos justo enfrente de mí?

La loba inclinó la cabeza al otro lado y los demás lobos aullaron. Sin entender nada se miró las manos y vio que eran zarpas. Asustada, volvió a mirar a la loba y vio una sonrisa en su hocico. Justo detrás de donde estaba el imponente animal había un pequeño lago al que ella se acercó y se miró en el agua cristalina. Ante sí vio el rostro de una loba de pelaje rojizo.

Rápidamente se alejó.

-Ese es tu verdadero yo- dijo una voz muy conocida para ella.

La chica miró a la loba como por instinto, había sido ella la que le había hablado, estaba segura de que había sido esa loba.

-¿Abuela?

La loba se acercó y le pasó la lengua con dulzura a Jaelle por el hocico.

-Jaelle…

Ella frunció el ceño, esa no era la voz de su abuela, era la voz de su madre.

-¿Mamá?

-Jaelle, cariño, tómate esta infusión…

El sueño se desvaneció de repente y Jaelle abrió levemente los ojos. Frente a ella estaba su madre con una taza humeante en las manos, sentía una gran humedad en la frente. Libby le llevó la taza a los labios para que Jaelle bebiera. Esta tomó un sorbo y se apartó frunciendo el ceño.

-Sé que es lo más horrible que hayas probado pero debes bebértelo para recuperarte.

Jaelle tomó otro sorbo para luego decir:

-Lobos… he soñado con lobos.

Libby miró a su hija, algo sorprendida pero luego cambió de expresión.

-No te preocupes, cariño, son sólo sueños.

-Pero, abuela… ella…

-Descansa, Jaelle, pronto te pondrás bien.

A Jaelle le pesaban los párpados y al poco rato se quedó profundamente dormida.

Libby suspiró, dejó la taza sobre la mesilla de noche y se dirigió a la ventana. Ya faltaba poco para que apareciera la marca en la frente de su hija. El momento más preocupante porque no todas las reacciones eran iguales. Para algunos la aparición era muy dolorosa, para otros no tanto, todo dependía de lo anterior a la aparición y temía que a su hija le doliera demasiado. El sufrimiento cuando comenzó a sentirse mal era palpable. Arthur se asomó a la habitación y luego se acercó a su mujer para abrazarla.

-¿Aún no ha aparecido?- Libby negó con la cabeza- no te preocupes, ya verás que no es tan doloroso.

-Ojalá- dijo la mujer apoyando la cabeza en el hombro de su esposo- aún recuerdo cuando tú sufriste el cambio… lo pasé tan mal… te veía sufrir y no podía hacer nada para aliviarte…

-¿Y cuándo te apareció a ti? Pensé que te perdía…

-Muy rara vez alguien muere por la aparición de la marca.

-Sí pero de todas formas ha sucedido.

-Lo sé y tengo mucho miedo por Jaelle.

-No te preocupes.

Arthur le dio un beso en la sien a su esposa y ella cerró los ojos.

-Ve a descansar, Arthur, yo me quedaré con ella.

-No voy a poder dormir pensando en la marca de Jaelle.

-Ya falta muy poco.

-Lo sé.

Ambos se sentaron cerca de la cama donde la joven dormía profundamente con el cabello pegado a su cara empapada en sudor. Tras un rato, los dos se quedaron dormidos, totalmente exhaustos.

Cerca de la medianoche, Jaelle volvió a abrir los ojos y miró a su alrededor cuando de repente notó un escozor en la frente. Se llevó una mano al lugar y la apartó rápidamente porque le quemó. La intensidad de la quemazón comenzó a aumentar considerablemente sintiendo que se quemaba viva.

Cerró los ojos pensando que era un sueño pero estaba sucediéndole de verdad. Cuando el dolor comenzó a hacerse insoportable comenzó a gritar.

-¡Ah, mi frente! ¡No!

Libby abrió los ojos y vio que su hija se movía frenéticamente. Miró la frente de su hija y vio la marca de la media luna al rojo vivo. Jaelle se movía intentando huir del dolor pero le era imposible.

-Tranquila, Jaelle, se te pasará.

-¡Me quema! ¡Mamá, me quema!- gritaba Jaelle provocando que Arthur se levantara sobresaltado.

-¿Qué pasa?- preguntó.

-La marca, ya ha aparecido, ¡ayúdame!- gritó Libby sujetando a su hija de un brazo.

Arthur corrió a hacer lo mismo para sujetarla, viendo cómo su hija se debatía contra el dolor de la aparición de la marca. Ella se movía frenéticamente sin poder soportar el dolor por mucho más tiempo. Miró a sus padres, desesperada.

-¡Me quema! ¡Ayudadme!

-Se te pasará pronto, te lo prometo- dijo su padre impotente ante tal situación, reviviendo el duro momento que también vivió con Libby.

-¡Por favor! ¡Me quema!- gritó la joven llorando.

Libby le apartó el pelo llorando por el dolor de su hija.

-Lo siento, Jaelle, ojalá no tuvieras que pasar por esto…

El cuerpo de la chica se elevó por la gran fuerza del dolor y cuando cayó sobre la cama, Jaelle lanzó un grito desgarrador y perdió el conocimiento. Libby se quedó de rodillas junto a la cama, llorando con la mano de su hija entre las suyas. Arthur miró a Jaelle y vio la terrible marca en la frente de un rojo vivo. Se sentó en la cama apoyando la cabeza entre sus manos.

-¡Maldita sea!- exclamó levantándose de nuevo- ¡Ella no tenía que haber sufrido así! ¡No estaba prevenida para esto!

-Prepara una infusión para aplacar el dolor- dijo Libby limpiándose las lágrimas.

Arthur salió de la habitación frustrado mientras Libby se concentraba para contactar con su madre.

“Ya ha aparecido”, se oyó la voz de su madre en sus pensamientos.

“Sí y ha sufrido mucho”

Libby comenzó a llorar de nuevo.

“Ya sabes que después de la tormenta siempre llega la calma, que descanse y se tome la infusión, mañana estará como nueva para que luego le expliques lo sucedido”

“Eso espero”

“Lo que debéis hacer tanto tú como Arthur es descansar, quedándoos con ella no vais a hacer que despierte, estará agotada, habrá un centinela cerca de la casa para lo que sea”

“Está bien”

Tras esto, Libby cortó la comunicación con su madre, justo cuando su esposo entraba con una taza que contenía la infusión para su hija. Él se sentó junto a esta y la tomó entre sus brazos para darle un poco del líquido calmante. Cuando el jugo tocó los labios de la joven, esta frunció levemente el ceño y apartó la cara.

-Mmm…

-Debes beberte esto, Jaelle, te sentará bien.

-Dale lo que puedas y nos vamos a descansar, mi madre ha puesto a un centinela cerca de la casa.

Arthur asintió mientras trataba de darle la infusión a Jaelle. Tras un par de sorbos, dejó la taza en la mesilla y le dio un beso en la sien a su hija, se levantó, la tapó y salió de allí junto con Libby.

Cerca de la casa, había un enorme lobo de pelaje castaño que observaba fijamente la ventana donde se acababa de apagar la luz. Allí permaneció toda la noche, vigilante de que no sucediera nada.

Al amanecer, el lobo se alejó para reunirse con su manda que no estaba muy lejos de allí.

Jaelle había dormido tranquilamente y la marca ya había desaparecido de su frente. La fiebre le había bajado bastante.

Libby entró en la habitación y procuró no despertar a su hija pero la joven a pesar de todo había abierto los ojos y enfocó la mirada hacia su madre.

-Mamá…- susurró Jaelle.

Libby sonrió levemente y se acercó a la cama donde se sentó mirando a su hija. Le cogió la mano y se la apretó con fuerza.

-¿Cómo te sientes?

-Confusa… ¿Qué me pasó?

-Bueno, es una historia muy larga… deberías recuperarte, estás débil.

-Mamá…, dime qué me pasó.

-Pero no es el momento…

Jaelle se incorporó pero su madre se lo impidió.

-Pues dime que me pasó, mamá.

Libby se mordió el labio inferior y luego suspiró.

-No sé si recuerdas una leyenda que yo te contaba de pequeña sobre una joven que se convertía en la jefa de una manada de licántropos.

-Claro que la recuerdo pero ¿a qué viene eso ahora?

-Verás, Jaelle, esa joven eres tú, lo que sucedió ayer fue que los genes de la licantropía se asentaron en tu organismo. Eres una joven licántropo.

La chica miró fijamente a su madre buscando algún signo de burla pero estaba totalmente seria.

-Vale- dijo Jaelle- debo estar delirando o algo, quizás he oído mal, no sé.

Libby apretó más la mano de su hija mirándola fijamente y esta la miró sin comprender la mirada de su madre.

-Has oído perfectamente, hija, eres una licántropo.

-¿Cómo voy a ser una licántropo cuando esas criaturas no existen?

-Sí existimos.

-Ah claro y ahora me vas a decir que también existen los vampiros.

-Claro, son nuestros mayores enemigos, hija.

Jaelle se levantó.

-¿En qué mundo vivo? ¿En un mundo fantástico? ¡Esto es el mundo real!

-Mírate al espejo. Fíjate en tu frente, ahí podrás ver una leve marca en forma de medialuna aunque casi ha desaparecido pero durante toda la noche no ha dejado de brillar e incluso te quemaba. Quizás si te concentras un poco brillará y verás que no miento.

Jaelle se acercó al espejo de cuerpo entero y se miró la frente. Al principio no vio nada pero tras concentrarse un poco vio la marca que le dijo su madre. Se separó del espejo aunque sin dejar de mirarse.

“¿Ves la marca?”

Jaelle volvió la vista hacia su madre.

“Uno de los poderes de los licántropos, hija, la comunicación mental”

La joven retrocedió asustada al oír la voz de su madre en su mente. Sin saber muy bien lo que hacía y asustada por lo que le estaba sucediendo, salió corriendo de la habitación y de la casa.

“¡Jaelle!” oyó el grito de su madre en su mente pero lo ignoró, ¡era de locos!

Libby corrió tras ella pero no llegó muy lejos porque Arthur la siguió.

-¿Qué pasa, cariño?

-Jaelle, se ha asustado y ha escapado.

-¿Cómo?

-Le conté que era una licántropo y huyó- dijo Libby preocupada.

Arthur miró hacia la calle.

-Está asustada, necesita asimilar lo que le está pasando, necesita estar sola.

-Pero…

-Entiéndela, Libby, se acaba de enterar que es una loba, es normal que esté asustada. Esperemos a ver.

-De acuerdo- dijo ella resignada.

Él la instó a volver dentro por lo que ella obedeció.

 

2.

Jaelle corrió por las calles sin rumbo, ella no podía ser lo que le decía su madre. ¡Imposible! ¿Cómo iba a ser ella un licántropo? ¿Una bestia que se comunicaba mentalmente con los de su especie? ¡No! No es posible.

Siguió corriendo para intentar escapar de aquella locura. Ella no podía ser ese tipo de bestia.

Se le ocurrió ir a casa de Christopher pero seguro que no estaba allí, a esa hora estaría trabajando. No sabía qué hacer y las horas iban pasando sin casi darse cuenta.

-Jaelle no ha vuelto- dijo Libby cada vez más preocupada a su marido- hay que ir a buscarla.

Arthur miró su reloj también preocupado. Había aparentado tranquilidad pero a medida que pasaban las horas se iba poniendo más nervioso.

-Avisemos a tu madre- dijo él- pondrá a toda la manada a buscarla. Saldremos todos y antes las encontraremos.

Libby asintió y se concentró.

“Mamá, ayúdanos”

“¿Qué sucede, Libby?”

“Jaelle. Le conté lo que era y salió huyendo hace varias horas, estamos preocupados, nos gustaría que nos ayudaseis a buscarla”

“Por supuesto, pondré a mis lobos a buscarla, estaremos comunicados”

“Gracias”

Tras esto, se cortó la comunicación y la pareja salió en busca de su hija.

El coche iba despacio por la mayoría de las calles en busca de la joven que sería la jefa de la manada. Dentro del coche, un joven de pelo corto castaño y ojos verdes observaba fijamente a cada una de las chicas que veía sin reconocer a ninguna.

Finalmente, cuando ya daba todo por perdido, atisbó a alguien sentado en un banco del parque. Paró el coche y se bajó. Al instante la reconoció y se acercó lentamente. La joven tenía la mirada perdida y estaba totalmente encogida.

Cuando estuvo frente a ella se agachó:

-¿Jaelle?

La joven no contestó al instante. Fijó la mirada en el chico. ¿Cómo sabía él su nombre si ella no lo había visto en su vida? Sólo podía conocerla de una forma.

-¿Eres… uno de ellos?- preguntó Jaelle en apenas un susurro.

El joven asintió levemente.

-Tus padres estaba preocupados y avisaron a la actual jefa de la manada…

La chica soltó una carcajada nerviosa.

-Esto es una locura… claro, me he vuelto loca.

-No estás loca, Jaelle, anda acompáñame, voy a llevarte a tu casa- dijo él incorporándose y tendiéndole la mano a la chica. Ella volvió a mirarlo hasta que tomó la mano de él y se levantó.

Ambos se dirigieron al coche de él y se metieron dentro.

-Aunque hubiese querido volver a mi casa, tampoco sabía cómo porque no sé dónde estoy…- murmuró ella.

-Ahora no tienes nada de qué preocuparte, lo mejor sería que descansaras un poco, te avisaré en cuanto lleguemos a tu casa.

La joven no dijo nada, simplemente apoyó la cabeza contra el cristal y al momento se quedó profundamente dormida.

“La he encontrado” comunicó el chico a la jefa de la manada.

“Muy bien, Kyle, llévala a su casa, nos veremos allí”

“Entendido”

Se cortó la comunicación y él se dirigió a la casa de la chica. Aparcó a las puertas, se bajó y luego cogió a la chica en brazos que aún dormía. La puerta estaba entreabierta y entró dentro donde le recibieron los padres de la chica, totalmente agradecidos.

-¿Está bien?- preguntó Arthur.

-Sí, sólo estaba un poco desorientada y bastante cansada.

Libby se acercó a él y le dijo:

-Muchísimas gracias por encontrarla, de verdad, ahora acompáñame para llevarla a su habitación.

El chico asintió y siguió a Libby hasta la habitación de Jaelle, donde depositó a la chica en su cama y la madre la tapó con una manta. Cuando salieron de allí, sonó el timbre por lo que Arthur fue a abrir, encontrándose con Christopher.

-Bienvenido, Christopher, pasa.

-Vine a ver si Jaelle estaba mejor- dijo el chico y entonces vio a Kyle que seguía a Libby hacia la cocina. Se preguntó quién era y qué hacía allí.

-La fiebre le ha bajado- contestó Arthur.

-¿Y se sabe qué le pasó?

-Bueno, mi amigo quiere hacerle algunas pruebas así que no sé exactamente qué le pasó.

-¿Puedo verla?

-Claro, pasa, está durmiendo en su habitación.

El chico entró y Kyle fijo la mirada en él, luego la desvió hacia Libby.

“¿Un mortal?”

“Es amigo de Jaelle, vio lo que le pasó ayer antes de que apareciese la marca. No quiso separarse de ella pero conseguí convencerlo de que se fuera”

“Entiendo”

Arthur cerró la puerta y miró a Kyle y a Libby.

-¿Dónde está tu madre?- preguntó él a su mujer.

-En la cocina- luego miró a Kyle sonriendo cálidamente- ¿quieres tomar algo?

-Un vaso de agua estaría bien.

-Ven conmigo, entonces- dijo dirigiéndose finalmente a la cocina.

Christopher entró en la habitación de Jaelle, la cual estaba durmiendo plácidamente. Se acercó a la cama y se sentó junto a la chica. Le tomó la mano y ella se removió ligeramente. Luego abrió los ojos lentamente y sonrió al ver a su amigo.

-Hola, Chris.

Él también sonrió.

-¿Cómo estás? Tu padre me dijo que el médico te va a hacer unas pruebas.

Jaelle frunció el ceño.

-¿Médico?

-Sí, tu padre llamó a un amigo suyo cuando empezaste a sentirte mal.

“Síguele la corriente” oyó la voz de su madre en su mente la chica, esta cerró los ojos y se llevó las manos a las sienes.

-¿Estás bien?- le preguntó él al verla así.

-¿Um? Sí, sí, el médico, algo me dijo mi madre.

-Pronto te recuperarás, ya lo verás.

-Realmente ya me siento bien pero no quieren que me levante.

-Como debe ser. Debes descansar.

Jaelle se incorporó y sacó las piernas fuera de la cama.

-Al menos puedo ir al baño- dijo ella sonriendo ligeramente.

Se levantó y salió de la habitación donde vio a su madre que estaba espiando.

-¿Estás bien?

-Sí pero te pido encarecidamente que no me hables de esa forma.

-¿De qué forma?

-¡Invadiendo mi mente!- exclamó en un susurro para que su amigo no la oyese.

-No tenía otra forma de avisarte.

-Pues, no vuelvas a hacerlo, por favor. Yo no soy un licántropo ni nada parecido.

-Claro que lo eres, Jaelle. Es más, eres leyenda…

-No, olvídalo, yo no soy ninguna leyenda, ahora déjame ir al baño.

Libby se apartó y Jaelle se metió en el baño. Cuando la puerta estuvo cerrada, se miró en el espejo suspirando. En menos de veinticuatro horas, su mundo se había vuelto del revés. Cerró los ojos y los volvió a abrir.

Como movida por el instinto, retrocedió hasta quedar pegada a la puerta totalmente asustada. En su frente había una marca que brillaba con intensidad.

Quiso gritar pero no le salía la voz así que sólo puedo hacer una cosa.

“¡Mamá!”

Al instante, Libby entró corriendo en el baño y vio la expresión asustada de su hija. Se acercó lentamente.

-Tranquila, si la marca ha aparecido es que te vas a convertir en loba.

-¿Qué? ¡No! ¡Impídelo!

Su madre negó con la cabeza.

-No puedo hacer nada aunque deberías quitarte la…- no le dio tiempo a terminar la frase porque ante sí, una haz de luz hizo que su hija se convirtiera en loba. Miró al suelo y vio varios retazos de tela-… ropa- la mirada de la loba se volvió triste y asustadiza- eres una loba preciosa- dijo Libby orgullosa. Jaelle gruñó tristemente.

“Quiero volver a convertirme en humana” dijo la joven con la voz teñida de amargura y tristeza.

-Piénsalo y ya está, no te será muy difícil.

Jaelle cerró los ojos y la marca volvió a aparecer junto con otro haz de luz mientras la joven volvía a su forma humana. De rodillas en el suelo se cubrió el cuerpo desnudo hasta que su madre la tapó con una enorme toalla.

La joven se cubrió y se acurrucó junto a la bañera.

-Te traeré algo de ropa, enseguida vengo.

Jaelle asintió levemente, se sentía exhausta, entonces Libby salió del baño dejándola sola para dirigirse a la habitación donde Christopher seguía sentado en la cama. Él la miró.

-¿Y Jaelle?

-En el cuarto de baño, le aconsejé que se tomara una ducha.

-Pues entonces será mejor que me vaya, ya volveré mañana. Dile que me alegro de que esté bien.

-De acuerdo, se lo diré.

Él sonrió levemente y salió de la habitación donde se topó con aquel chico que vio al llegar.

-¿Dónde está Jaelle?- preguntó sin más.

-En el cuarto de baño- dijo Christopher frunciendo el ceño ante la exigencia del chico al preguntar.

-Bien- sin decir nada más, se alejó y se quedó frente a la puerta del baño.

¿Es que acaso se disponía a entrar? Tras esperar unos instantes a ver que hacía, se relajó al ver que el chico se apoyaba en la pared junto a la puerta. Christopher suspiró aliviado, se giró y se fue de la casa.

Jaelle se metió en la bañera que su madre acababa de llenar para ella. Se había convertido en loba de buenas a primeras y eso la había asustado porque podría haber sucedido en la habitación delante de Christopher. Este pensamiento la hizo levantarse.

-¡Mamá! ¡Christopher está en mi habitación!

Su madre se sentó en el borde de la bañera y obligó a su hija a volver a sentarse.

-No te preocupes, se acaba de ir pero antes me dijo que volvería mañana.

-No, no debe venir- susurró Jaelle abrazándose las rodillas- no debería…

-¿Por qué no debería? Es tu mejor amigo.

-Claro pero ¿y si me convierto delante de él? Perdería su amistad y llamará a los medios de comunicación, vendrán a atraparme y me investigarán…

-No seas melodramática, Jaelle, para controlar a tu lobo hay una solución- dijo Libby comenzando a frotar la espalda de su hija con la esponja, suavemente- la verdad que es una suerte que haya sido Kyle quien te encontrara.

-¿Kyle?

-Sí, el chico que te encontró.

-¿Y por qué es una suerte? No lo entiendo.

-Él es uno de los licántropos que podría enseñarte a controlar a tu lobo.

-Yo no quiero controlarlo, lo que quiero es que no aparezca.

-No puedes evitarlo, ya no hay vuelta atrás.

La chica no dijo nada, simplemente se dejó bañar por su madre como si volviese a ser una niña, estaba totalmente exhausta. Una vez la chica salió de la bañera y se secó, se puso el pijama para volver a su habitación.

Al salir, vio al chico que la había encontrado y traído de vuelta a su casa. Ahora que la joven lo miraba bien, era un chico bastante guapo y su mirada transmitía serenidad.

-¿Cómo te sientes?- le preguntó él.

La joven volvió a mirarlo por unos instantes y luego siguió caminando seguida de él por lo que se vio obligada a contestar cuando lo único que quería era estar sola.

-Cansada, ha sido un día muy difícil. Primero me entero de que soy una bestia, me pierdo y me encuentra un tipo al que no conozco de nada y él, en cambio, a mí sí, luego me convierto en loba de buenas a primeras y menos mal que fue el cuarto de baño porque mi mejor amigo estaba en mi habitación, vamos como para no estar cansada.

-Todo esto es nuevo para ti y te entiendo.

-No creo que puedas entenderme. Estoy segura de que tú siempre has sabido lo que somos, yo en cambio he vivido ignorante durante toda mi vida.

-Pues no, yo tampoco lo supe hasta que sufrí la Transformación.

Jaelle se detuvo y se giró para mirar al chico.

-¿Tampoco lo sabías?

-No y sé que te sientes engañada pero con esos cambios de humor es normal que te transformaras. Tu lobo salió ante ese cambio de humor, aunque otras veces puede que te transformes sin razón aparente. Si me dejas, podría ayudarte a controlar a tu lobo.

-Me vendría bien un poco de ayuda, me siento tan frustrada…- dijo la chica ya dentro de su habitación- cuando una cumple veinte años, espera unos regalos más agradables, como un coche o un viaje, yo en cambio he recibido ser una licántropo, que por otra parte yo pensaba que sólo existían en los libros y películas. Se supone que mis padres también son licántropos y no me contaron nada.

La joven se sentó en el alféizar y miró al exterior. Él la miró y se apoyó en la pared despreocupadamente, con las manos en los bolsillos.

-Conozco a alguien que te explicará mejor que nadie todo sobre los licántropos.

Ella lo miró sin saber muy bien a quién podría referirse.

-¿Y quién se supone que me va a explicar todo?

-La persona a la que vas a sustituir en el liderazgo de la manada.

Kyle se acercó a la puerta y la abrió. Allí apareció una mujer a la cual la chica reconoció al instante.

-¿Abuela?

La mujer sonrió, su apariencia no parecía la típica de una abuela puesto que apenas tenía canas en su cabello castaño rojizo, esbelta como una modelo y con unos chispeantes ojos marrones que mostraban una jovialidad impresionante.

-¿Cómo está mi nieta favorita?- preguntó la mujer entrando en la estancia.

Jaelle suspiró. Kyle salió sin hacer el más mínimo ruido. La abuela se acercó a su nieta.

-¿Por qué nadie me dijo nada? ¿Por qué no me contaron que era una… una bestia?

-No somos bestias, preciosa. No te dijimos nada porque creímos que no estabas preparada para recibir esa noticia.

-¿Y cuándo iba a estarlo? ¡Ya me he transformado!

-Lo sé y quizás fue un error por nuestra parte no prevenirte antes de que te transformaras pero lo hecho, hecho está y no podemos cambiar ya el pasado.

-Créeme que si pudiera cambiarlo, no sufriría esa… transformación. No quiero ser una licántropo- dijo la joven con tristeza.

-Una vez que te acostumbras, ya está.

-Nunca me acostumbraré a esto, abuela.

-Debes hacerlo, pequeña, tú vas a sustituirme en el puesto de jefa del clan. La manada te necesita. Una terrible amenaza pesa sobre todas las manadas que hay por aquí.

-¿Una amenaza? ¿Qué tipo de amenaza?

-Aún no lo sabemos pero hemos hallado los cuerpos de algunos lobos muertos.

-Y yo debo encargarme de averiguar qué o quién lo está haciendo, tal y como cuenta la leyenda.

La mujer asintió y acarició la mejilla de su nieta.

-Confío en ti.

-Ya pero yo no confío en mí, ¡casi me convierto delante de mi mejor amigo!

-Kyle te va a ayudar ¿no?

-Sí pero no me veo capaz de hacerlo.

Jaelle suspiró y se acercó a la ventana de nuevo.

-¿Recuerdas cuando comenzaste a montar en bici?

-Claro que lo recuerdo, me caí y me raspé las rodillas y los codos.

-Exacto pero luego te propusiste aprender a montar y seguiste intentándolo con decisión. Le pusiste empeño.

-Ya pero no compares el montar en bici con ser la jefa de un clan de licántropos.

-Lo que pretendo decirte es que si te lo propones y le pones empeño, podrás conseguir todas las metas que te propongas.

-¿Y si lo hago mal? ¿Y si no puedo cumplir con mi cometido?

-Si no lo intentas, no lo sabrás.

Jaelle se mordió el labio inferior.

-No sé qué hacer.

-Inténtalo, Jaelle, ¿qué te cuesta? Tendrás a Kyle a tu lado para ayudarte y aconsejarte. Él se convirtió en poco tiempo en mi segundo al mando. Es muy listo. También tengo a una chica y a otro chico que son mi tercero y mi cuarto al mando. Son jóvenes y podrán ayudarte con el cambio y en el mandato del clan.

-¿Tú no vas a estar conmigo?

-Me temo que no, Jaelle, una vez tú tomes el mando será el momento de que yo me aparte de la manada.

-¿Por qué?

-Bueno, porque ya es momento de que tú tomes el mando, no es propicio que yo permanezca a tu lado para sacarte las castañas del fuego, por decirlo de alguna forma.

-Pero es que no sé si podré hacerlo yo sola.

-Ya sabes que tienes a mis chicos a tu disposición para cualquier cosa que necesites.

-Pero ellos no eran la jefa del clan. Sólo tú puedes ayudarme.

-No te preocupes por nada, mañana los conocerás a todos y verás que no me necesitarás para nada, ahora debes acostarte a dormir que seguro que estás exhausta. Convertirse las primeras veces te deja totalmente cansada y necesitas descansar, así que venga.

Jaelle se acostó en la cama, su abuela la tapó y le dio un beso en la frente para luego salir de allí. Al poco rato, la joven se quedó profundamente dormida.

 

3.

A la mañana siguiente, Jaelle se levantó temprano y salió al jardín que estaba rodeado de flores que cuidaba Libby. En él, había un banco de piedra donde se sentó a observar las flores y pensar en cómo sería su vida a partir de ahora.

Debía ser la jefa de un clan de licántropos y no conocía a ninguno salvo a Kyle y tampoco es que hablaran mucho. Estaba tan metida en sus pensamientos que no vio a alguien acercarse.

-Jaelle…- le dijeron.

La joven se sobresaltó y sintió que la marca aparecía en su frente. Miró y justo antes de que el haz de luz la convirtiera en una loba vio a Kyle junto a otro chico y una chica. Al convertirse, su ropa se había roto y si volvía a convertirse en humana, la verían completamente desnuda.

“Me habéis asustado” pensó Jaelle dirigiéndose a Kyle.

-Lo siento, no quería asustarte- le dijo.

Quiso volver a ser humana pero su ropa estaba totalmente destrozada. La chica, la cual era esbelta y bella, con un delicado cabello liso y largo hasta la cintura de color castaño oscuro que contrastaba con sus ojos color miel, la miró comprensiva y dijo:

-Ven, acompáñame y te dejaré mi chaqueta.

Esta llevaba una chaqueta larga negra de cuero anudada con un cinto a juego. Ambas se alejaron y entonces, Jaelle volvió a su forma humana cuando vio que los chicos no estaban cerca. La joven se cubrió con las manos hasta que la otra le tendió la chaqueta.

Cuando se la puso, se dio cuenta de que no le quedaba tan bien como a aquella chica que tenía ante sí. Se anudó el cinturón y la miró.

-Gracias- dijo Jaelle.

La chica sonrió y entonces se presentó:

-Me llamo Belinda y sentimos haberte asustado.

-Yo soy Jaelle… oh no pasa nada, de todas formas no controlo a mi loba aún.

Las dos volvieron con los chicos y llegando allí, la chica tropezó con una piedra y estuvo a punto de caer pero Kyle llegó a tiempo para evitar que se cayera al suelo.

-¿Estás bien?- le preguntó él a la chica.

-Sí, lo que pasa es que soy un poquito torpe.

Ambos sonrieron levemente y Belinda los interrumpió.

-Aún te falta por conocer a uno de nosotros- dijo la chica señalando a un chico un poco más alto que los demás de pelo corto negro el cual lo llevaba de punta y con ojos de color negro- este es Yandrak, es el más silencioso de los tres- dijo la chica sonriendo.

Jaelle lo miró por un momento y le sonrió.

-Hola, Yandrak.

-Hola- dijo él.

-Nos dijo tu abuela que tenías dudas sobre tu papel como jefa de la manada- dijo Belinda.

-Pues la verdad es que sí, no sé cómo actuar ni qué debo hacer.

-Bueno, para eso estamos nosotros- dijo la chica sonriendo, luego se sentó en el banco y cruzó las piernas que estaban al descubierto ya que llevaba una minifalda vaquera que realzaba sus esbeltas piernas- pregunta lo que quieras.

-Pues no sé por dónde empezar, ¿qué debo hacer?

Jaelle se sentó junto a Belinda aunque trató de ocultar sus piernas que no eran para nada esbeltas, más bien parecían las piernas de un escarpín. Demasiado finas como para mostrarlas.

-Es muy sencillo, lo primero que debes hacer es presentarte ante los demás licántropos de la manada- respondió Kyle- después de eso, ya nos meteríamos con el Consejo de Clanes en el cuál eres la principal líder de todos.

Jaelle abrió los ojos desmesuradamente y los miró a todos.

-¿Qué? ¿Consejo de Clanes? ¿Qué es eso?

-Tranquila- le dijo Kyle al ver que se ponía más nerviosa- si te pones así, te aparecerá la marca y te convertirás. Respira hondo…

La chica inspiró y luego soltó el aire lentamente.

-El Consejo de Clanes es un lugar de reunión de todos los jefes de clanes de licántropos de la zona- explicó Yandrak tranquilamente- su jerarquía es muy sencilla. Esta la jefa de jefes, que eres tú y luego los otros jefes de los otros clanes con los que debes reunirte al menos una vez a la semana. Justamente esta semana, la reunión es hoy al anochecer. Todos están preocupados por las muertes de algunos de los suyos en extrañas circunstancias.

-¿A qué te refieres con extrañas circunstancias?- preguntó la chica cada vez más preocupada.

Yandrak la miró sombríamente y le contestó.

-Desaparecen de buenas a primeras durante unos días, a veces unos pocos días, otras veces más, luego aparecen cerca de donde se reúne la manada con evidentes signos de tortura y algunos incluso tienen la piel desgarrada.

Jaelle hizo un gesto de dolor al pensar en lo que sufrirían esos pobres lobos.

-¿Se sospecha quién puede ser el artífice de esos ataques?

-Se dice que podrían ser los vampiros que merodean por la ciudad. Un aquelarre que llegó hace poco, justo cuando comenzaron los ataques- dijo Kyle con cierto desprecio en la voz.

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