Abyss

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13 – Ahogarse

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—¡Lins, ponte esto! ¡Ponte esto! –Estaba suplicando ahora, implorándole. Pero también estaba escuchando, procesando la información a un cierto nivel dentro de su mente. Sabía que era cierto que si consigues recuperar a tiempo a una víctima ahogada en agua muy fría a veces puedes hacer que reviva.

A menudo. Pero no siempre.

—Es la única forma —dijo ella—. Vuelve a ponerte el casco. Vuelve a ponértelo, sabes que tengo razón. Por favor. Es la única forma. En la plataforma hay todo el equipo necesario para conseguirlo. Ponte el casco, Bud, por favor.

Ella tenía razón. No había ningún otro plan excepto el que él había estado elaborando…, los dos quedándose en el Taxi Uno, discutiendo, hasta que se ahogaran ambos. Su idea ofrecía alguna esperanza.

—Es una locura —dijo.

—Oh, Dios mío, lo sé, pero es la única forma.

Él volvió a meterse el collarín por la cabeza. Ella sujetó la botella, le ayudó a ajustársela, pese a que sus dedos estaban ya tan ateridos por el frío que apenas podía sujetar nada. Ambos siguieron hablando, murmurando, concentrándose en la tarea.

—Puedes hacerlo, lo sabes —dijo ella. Le miró con unos ojos que decían: Confío en ti. Por primera vez en todos sus años juntos él miró profundamente en sus ojos y vio que ella creía absolutamente, absolutamente, en él. Iba a descender directamente al límite mismo de la muerte, y sería misión de él traerla de vuelta, sólo de él, y ella confiaba en él. Acarició su mejilla. Su mano era como hielo, pero parecía quemar. Sentiría eternamente aquella mano sobre su mejilla—. Puedes hacerlo.

—Oh, Dios, Lins, yo…

Iba a decir que la quería.

—No. Puedes decírmelo más tarde. —Y entonces le dijo, no con palabras, sino tendiéndose hacia él, inclinándose hacia él en los veinte centímetros de aire que les quedaban en la parte superior del compartimiento y besándole, un beso largo y profundo, no un beso de pasión, no para excitarle, sino un beso de pertenencia. Le dijo: Soy parte de ti, te quiero. Confío en ti en todo. Él nunca había creído que ella llegara a decirle algo así, y sin embargo lo comprendió como si se lo hubiera dicho un millar de veces. La creyó. Era cierto.

Metió el casco en el agua, se inclinó, se lo puso. Luego se enderezó, el casco aún no encajado al collarín, y contuvo el aliento mientras el regulador llenaba el casco con la tetramezcla y empujaba el agua fuera. Era la peor forma de hacerlo, con agua dentro del casco, pero no quedaba espacio suficiente entre el agua y el techo como para ponérselo en seco. Y, mientras lo hacía, podía oír a Lindsey toser, escupir…, el agua estaba ya lo bastante alta como para que tuviera que inclinar la cabeza hacia un lado o hacia atrás para mantener la boca fuera de ella.

Estaba preparado. Fijó las sujeciones del casco. Luego flotó allí en el agua, observándola inspirar la última bocanada de aire en la parte superior del compartimiento. Una cosa era decidirlo. Otra cosa completamente distinta hacerlo. No pudo evitar verse dominada por el pánico, no pudo evitar el exclamar:

—¡Bud! —Y luego—: Ayúdame. —Y entonces ya no hubo más espacio. Ella lo supo, y se hundió, mirándole de frente, reteniendo su último aliento, los ojos fijos en su rostro.

Y él la miró a través de su mascarilla facial, la vio observarle con terror en sus ojos, la boca parcialmente abierta. Entonces se inclinó hacia delante y apretó los labios contra su mascarilla. En súplica. Como si estuviera intentando respirar el aire que había dentro de allí. Y todo lo que él pudo hacer fue mirarla, en todo lo que pudo pensar fue: Está ocurriendo de nuevo, oh, Dios, está ocurriendo de nuevo.

Ella se situó detrás de él, engarfió las manos detrás de su casco, apoyó la cabeza en su hombro y se reclinó contra él, lo abrazó tan fuerte, y él también la abrazó a ella. Estaba abrazándola cuando sintió que el pecho de ella cedía finalmente, dejando que sus pulmones se llenaran deliberadamente de agua. Se estremeció, sufrió un espasmo, su pecho se agitó de nuevo cuando su cuerpo intentó expulsarla.

Todas las veces que había deseado: Si hubiera estado con Junior al final, si hubiera podido abrazarlo cuando murió. Y ahora estaba ocurriendo, la estaba abrazando a ella, y ella se estaba ahogando, y era peor estar allí, sentirse impotente, tenerla aferrada a él y sentir su cuerpo perder el control, sabiendo que no puedo hacer nada por ayudarla, era la peor cosa del mundo.

Luego sus manos se relajaron. Había perdido el conocimiento.

No, estaba muerta. Todo se había detenido. La única esperanza que les quedaba era que también hubiera sido matada por el frío, que éste estuviera frenando todos sus sistemas de modo que no muriera tan aprisa como normalmente ocurría. Su vida estaba prendida en el conflicto entre las dos muertes. Y Virgil Brigman era quien sujetaba la cuerda.

Abrió la escotilla de salida, metió los pies por ella, luego la sujetó firmemente. Actuó con rapidez, pero no tan rápido que pudiera cometer algún error, no tan rápido que no pudiera estar atento a todo para asegurarse de que no le causaba ningún daño cuando la extrajo por la escotilla. Cuando estuvo fuera, volvió a meter la mano y cogió la linterna. Quizás estuvieran observándoles desde el interior de la Deepcore. Quizá le vieran llegar, vieran su luz y bajaran al pozo lunar. Quizás estuvieran preparados, y eso ahorraría unos cuantos segundos, y tal vez ésos fueran los segundos que marcaran la diferencia, que le permitieran extraerla de vuelta del abismo.

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