Abyss

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8 – Ver cosas

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—¿Bud? ¡Bud! ¡Acabo de quedarme a oscuras! ¡Bud, Bud! ¿Me oyes? ¿Bud? —Sólo había una absoluta oscuridad a su alrededor. No podía ver nada. Iba a perder el control, lo sabía.

Imaginó un cangrejo albino arrastrándose sobre su cuerpo; pudo sentirlo, pese a que sabía que sólo era su imaginación. Imaginó un cangrejo dentro de su casco, tras hallar alguna forma inimaginable de introducirse en él, arrastrándose por su placa facial.

No, gritó en silencio, no pienses en eso. No pienses en el cangrejo deslizándose por el lado de la placa facial y avanzando hacia tu mejilla. No pienses en él arrastrándose por tu rostro, intentando hallar tu boca, intentando meterse dentro.

Las luces de Bud también estaban oscilando, disminuyendo…, pero sin apagarse por completo. No se suponía que aquello pudiera ocurrir, no lo comprendía, no sabía si era peligroso. Pero su primera preocupación fue Lioso…, si le estaba ocurriendo también a él, lo perdería por completo, en aquel mismo momento, y si las luces de Bud se apagaban mientras Lioso se sumía en el pánico, entonces no habría ninguna forma de ayudarle.

—¿Cómo estás, Lioso? ¿Se están apagando tus luces? —Mantén la calma, haz que suene como si no hubiera ningún problema.

Pero Lioso no podía oír a Bud, y Bud no podía oír a Lioso, porque la energía había desaparecido también de su sistema de comunicaciones, tanto UQC como F-O. La explicación era bastante simple. Los constructores extraían su energía de cualquier fuente ambiental, estableciendo cadenas moleculares altamente conductoras para sorberla. No pensaban en ello más de lo que los seres humanos piensan en los latidos de sus corazones o la digestión de sus estómagos. Sabemos que son procesos que se desarrollan constantemente, pero, puesto que nos mantienen con vida, no se nos ocurre que en algunas circunstancias podamos desear detenerlos.

Así que cuando un constructor se acercó a Lioso, sorbiendo reflexivamente la energía ambiental a su alrededor, cortó todas las funciones eléctricas de su traje. No vació sus baterías: eso era energía potencial, no flujo eléctrico. Pero se llevó consigo toda la corriente que enviaban esas baterías. Sabía, por supuesto, que los humanos eran frágiles a aquella profundidad, y que la corriente que estaban usando era probablemente importante para su supervivencia, así que tan pronto como le fue posible redujo sus propias demandas de energía, intentando dejar a los humanos tanta como fuera posible. La suficiente para que sus luces consiguieran brillar débiles. La suficiente para que su regulador de aire siguiera funcionando, aunque torpemente. No la suficiente para que sus F-O pudieran enviar señales lo suficientemente fuertes y claras como para ser traducidas a palabras al otro lado del hilo.

El constructor no había ido al Montana al encuentro de los humanos. Por todo lo que los constructores sabían, todos los humanos allí estaban muertos, y sus cuerpos y sus memorias habían sido grabados hacía tiempo. La ciudad estaba trabajando intensamente en ello, intentando decodificar la memoria humana y comprender las funciones del extraño y frágil cuerpo humano. Todo lo que averiguaban era inmediatamente diseminado por transferencia directa de memoria entre todos los constructores de aquella ciudad, y a través de los mensajeros sería muy pronto conocido por todas las demás ciudades bajo el mar.

Así que este constructor, como cualquier otro de sus compañeros, sabía que a medida que el peligro de los seres humanos se iba haciendo más y más serio, resultaba cada vez más y más urgente establecer algún tipo de contacto con aquellas criaturas vivas, no sólo con sus muertos abandonados. En aquellos momentos estaba trabajando en las ojivas nucleares de combate del Montana, estudiando cómo podían ser destruidas sin ser detonadas, cuando captó acercarse el calor y el movimiento y los olores de los seres humanos y sus máquinas, entrando directamente en el submarino. Aquello podía ser importante. Aguardó hasta que dos de ellos entraron directamente en la misma amplia cámara donde él estaba trabajando, aguardó hasta que se separaron, el uno quedándose estacionario, el otro explorando más. Entonces se acercó al estacionario, esperando establecer contacto, usando lo que había aprendido hasta entonces acerca del cuerpo y la mente humanos.

Puesto que no iba en un porteador ni realizaba ninguna función particular especializada, apareció en su estado natural; y puesto que estaba absorbiendo energía no sólo de las baterías de Lioso y Bud, sino también de los vehículos cercanos, resplandecía brillante, con los canales de energía fluyendo a través de él.

Lioso no podía oír nada…, se dio cuenta de que, junto con la pérdida de sus luces, también sus sistemas de comunicación habían quedado mudos. No oía nada de los demás, ni siquiera el chig-chig-chig de sus reguladores controlando el flujo de oxígeno. Estaba solo. Lo único que le quedaba era el hilo que lo unía a Bud. Cuando sus luces empezaron a regresar, dio un tirón del hilo. Seco. Urgente. Con todas sus fuerzas. El hilo se resistió tan testarudamente que seguro que Bud notó el tirón…, con toda la fuerza que le había puesto, igual conseguía arrastrar a Bud de vuelta a su lado.

El tenso hilo se aflojó bruscamente. Lioso se vio empujado hacia atrás con el repentino cese de la tensión. Luego, mientras se recuperaba y tiraba del hilo, vio que había sido cortado a sólo tres metros de distancia. El hilo debió quedar atrapado en algo, y su tirón lo había partido. Probablemente había partido también el F-O de Bud. Bud estaba completamente solo allá abajo. Y Lioso estaba completamente solo aquí arriba.

Miró a su alrededor en la oscuridad, intentando ver el foco del casco de Bud, intentando ver algo. La histeria estaba a sólo unas cuantas respiraciones rápidas de distancia. Entonces se dio cuenta de una suave radiación que parpadeaba en las paredes, en los tubos de lanzamiento. Procedía de debajo de la rejilla de acero de la cubierta. Bud debía haber ido al nivel inferior, y, ahora que el hilo se había roto, estaba volviendo.

—Bud, ¿eres tú? —preguntó.

Lioso escudó los ojos y miró hacia la fuente de la luz. Algo no estaba bien. La fuente no era un punto, como el foco frontal de Bud. Era mucho más amplia, más general. Y era demasiado grande para ser Bud, fuera lo que fuese. Oh, Dios, no era Bud, en absoluto. No era una persona, en absoluto. Resplandecía con la luz, y tenía unos enormes e impresionantes hombros —¿o eran alas?—, y sus ojos le estaban mirando, directamente, hasta lo más profundo de su alma. Venía a por él. ¿Cómo lo sabía? Venía a por él, lo deseaba; cuanto más se acercaba, más poderosa era la sensación de temor y pérdida que lo invadía. Todo el mundo estaba muerto, todo el mundo iba a morir, éste era el ángel de la muerte, venía a llevárselo, a llevarse todo lo que había dentro de él, a arrastrarse al interior de su cabeza y devorar su mente como uno de aquellos cangrejos. Lioso gritó y se volvió, tragando desesperadamente aire, clavando mano tras mano por entre los restos del naufragio, intentando alejarse, intentando subir hasta donde estaban Barbo y Finler, allá arriba donde aquella cosa no pudiera verle, no pudiera arrastrarse dentro de su cabeza. Sólo que no podía alejarse, estaba atrapado en algo, estaba atorado…, no, aquella cosa lo tenía; y entonces su botella golpeó contra la pared, mientras intentaba huir. Y entonces algo fue mal con su mezcla respiratoria. Iba a morir. Aquella cosa, aquel ángel de la muerte, había cortado su suministro de aire, lo estaba matando, iba a morir, igual que los marineros, igual que los hombres muertos que flotaban por todo el submarino.

El constructor intentó comunicarse. Envió zarcillos invisibles a través del agua, tendiéndolos hasta que encontraron al hombre. Luego se deslizaron por encima de su traje, sondeando hasta hallar una abertura lo suficientemente grande como para penetrar por ella. La tensión superficial impedía que el agua penetrara por allí, pero aquellos zarcillos guiados inteligentemente no se vieron bloqueados. Al cabo de unos momentos estaban en el interior del casco del hombre, en el interior de sus oídos y sus fosas nasales. El constructor envió códigos moleculares a lo largo de los zarcillos, que se duplicaron dentro del cerebro del hombre, reordenando lo suficiente los esquemas eléctricos como para enviarle algunas de las memorias que habían tomado de los hombres muertos en el Montana. Aquello pareció atraer la atención del hombre…, permaneció inmóvil, como helado, mirando al constructor mientras éste se acercaba cada vez más. El constructor no tenía forma de saber que estaba enviando al cerebro de Lioso el pánico a la muerte y la desesperación que habían llenado la mente de uno de los marineros en los momentos finales de su vida.

Mientras tanto, intentó enviar también los mensajes que los decodificadores en la ciudad habían creído que podían funcionar en la comunicación con los humanos. Un mensaje de buenas intenciones, explicando cómo los constructores querían intentar hablar con ellos, introduciendo mensajes químicos en su cerebro. Pero todo lo que el humano parecía hacer era respirar más somera y rápidamente, y luego abrió la boca y provocó una serie de agudas y poderosas vibraciones dentro del casco que encerraba su cabeza. El constructor no comprendió. Al parecer, era imposible comunicarse con aquellas criaturas…, o quizás él lo había hecho mal.

Al menos pudo salvar algo del fracasado intento de contacto. Efectuó un rápido rastreo del estado cerebral de Lioso, luego analizó sus funciones corporales. Aquello podía ser importante, puesto que Lioso era el primer humano vivo que tenían ocasión de examinar. En aquel momento él se dio la vuelta y huyó, luego forcejeó para liberarse de una protuberancia que se había enganchado en su botella, y finalmente, cuando consiguió soltarse, su regulador respiratorio golpeó contra el techo. El constructor pudo decir de inmediato que se hallaba en una condición que amenazaba su vida, con aire insuficiente llegando a sus pulmones, y todo ello empeorado por su rápida y agitada forma de respirar. Inmediatamente, hizo lo que la ciudad había sugerido que podía haber prolongado las vidas de los hombres en el submarino: introdujo cambios químicos en algunas de las moléculas de su cerebro, haciendo que se sumergiera inmediatamente en un profundo y relajado sueño. Duraría como mínimo varias horas, causando muchas menos tensiones en su cuerpo.

Pese a todos sus esfuerzos, el humano había interpretado evidentemente mal sus acciones y había intentado huir. Sin duda, otros harían lo mismo hasta que fuera desarrollada una nueva estrategia de contacto…, y quizás un mejor vocabulario de contacto. Así que lo mejor que podía hacer por el momento era abandonar el submarino hasta que los humanos se hubieran marchado. Aquel humano se mantendría en condiciones hasta que llegaran los otros y arreglaran su equipo, devolviéndolo a un funcionamiento adecuado. Ya podía sentir las nuevas corrientes y captar el sabor más fuerte en el agua, signos claros de que uno de ellos se estaba aproximando. Volvió a hundirse en las profundidades del submarino, luego se unió al porteador y halló su camino de salida de la cámara de misiles.

Cuando Bud se acercó al lugar donde había dejado a Lioso sus luces brillaron fuertes de nuevo, y por los jadeos llenos de pánico de Lioso pudo decir que sus auriculares estaban vivos de nuevo…, UQC en vez de F-O, pero era suficiente a aquella distancia. Descubrió a Lioso casi inmediatamente, agitándose con violencia allá donde yacía en el suelo. Un ataque. Algo iba mal en su sistema respirador.

—¡Lioso! —exclamó—. ¡Lioso! ¡Aguanta!

Bud sabía que tenía que llegar al regulador, encontrar lo que iba mal en él, pero con Lioso agitando violentamente sus recios brazos en todas direcciones era imposible acercarse lo necesario. Entonces llegaron Barbo y Finler, atraídos por los gritos a través de la UQC.

—¡Tiene convulsiones! —exclamó Bud. Inmediatamente empezaron a intentar dominar al robusto hombre, mantenerlo bajo control.

Barbo fue el primero en poder ver claramente el regulador.

—¡Es la mezcla! —gritó—. Demasiado oxígeno.

Fue Bud quien puso las manos en los controles. Finler y Barbo retuvieron a Lioso mientras Bud intentaba ajustar la válvula.

¡Bájala ya, hombre! —gritó Finler.

Mierda, está atascada —dijo Bud—. ¡Mierda mierda mierda!

—¡Lo estamos perdiendo! ¿Lo has conseguido? ¿Lo has conseguido?

La válvula de control cedió, reacia. Aún funcionaba.

—Sí —dijo Bud, mientras bajaba el nivel de oxígeno—. Sí.

En el momento en que la mezcla alcanzó el nivel adecuado, el ataque cedió. El cuerpo de Lioso quedó fláccido. Pero, definitivamente, no estaba bien. Un ataque como aquél podía causar daños cerebrales permanentes. Algunos terminaban como vegetales, y eran mantenidos con vida mediante maquinas, con sus cerebros desconectados para siempre. Y, aunque no hubiera sufrido daños tan considerables, Lioso no iba a poder hacer nada por sí mismo durante un tiempo.

—Saquémosle de aquí —dijo Bud—. ¡Vamos! ¡Moveos! ¡Cogedlo y llevadlo!

Coffey oyó todo aquello por los auriculares de su casco. Podía afirmar que Brigman tenía el asunto bajo control, que estaba haciendo lo que había que hacer. Coffey no lo hubiera hecho de otro modo…, mantienes a tus hombres con vida siempre que puedes. Lo primero es protegerlos.

Lo que preocupaba a Coffey era la forma en que los auriculares habían quedado muertos por un tiempo. La ligera disminución de las luces. Aquello no era ningún fallo del equipo…, no cuando ocurría a varios hombres a la vez, no cuando todos los equipos habían vuelto a funcionar correctamente al mismo tiempo. Aquello lo asustó hasta los mismos huesos. Si alguien poseía un arma que podía hacer aquello, que podía alterar el suministro de energía a distancia, entonces estaban metidos en un gran problema. Se hallaban indefensos contra algo como aquello. Imaginó lo mismo en el aire…, algún piloto norteamericano persiguiendo con su caza a un MIG, y de repente su energía se apaga, su ordenador parpadea, y cuando dispara su misil va a cualquier parte, a ninguna parte. Toda nuestra ventaja sobre los rusos estriba en nuestra alta tecnología, que depende absolutamente de la corriente eléctrica. Si ellos pueden alterar eso, entonces no tenemos nada que hacer ante su abrumadora ventaja en fuerza bruta, en cantidad bruta.

La cuestión era: ¿Estaban ellos también aquí abajo? ¿Habían observado el incremento de actividad en el GITMO, sospechado lo que estaba ocurriendo, y hallado alguna forma de arrastrarse por debajo de la tormenta? ¿Quién sabía qué tipo de armas secretas podían tener? Podían hacer cualquier cosa, cualquier cosa. ¿Cómo podía Coffey enfrentarse a ellos si estaban en todas partes, si podían hacer cualquier cosa que desearan?

Lindsey había pasado todo el tiempo recorriendo de arriba abajo la longitud del Montana, tomando primeros planos en vídeo a fin de que pudiera ser evaluada la extensión de los daños. Sabía que sus imágenes serían esenciales para planear cualquier eventual flotación del casco. Probablemente el Montana tendría que ser elevado en dos secciones, la casi rota proa por un lado y la parte principal por el otro.

Lindsey se acercaba a la proa cuando oyó una cierta confusión en sus auriculares. Puesto que no podía ver lo que estaba ocurriendo, las voces no tenían ningún sentido. Alguien sufría convulsiones. Malo, pero no sabía lo que estaba ocurriendo, así que no podía tomar ninguna medida útil. Pudo oír la voz de Bud entre las otras.

—Bud, ¿me escuchas? ¿Bud?

Pero la única respuesta que obtuvo fue la de Una Noche en el Fondoplano.

—¿Ves a los buceadores? ¿Todavía no han salido? —Lo cual significaba que Una Noche no sabía más que ella.

Lindsey fue a responder, pero en aquel momento sus luces disminuyeron de intensidad y sus propulsores perdieron potencia. El Taxi Uno derivó en el agua, sin responder a sus controles. Intentó comprobar los fusibles y mover conmutadores, pero no sirvió de nada. Entonces vio algo a través de la ventana del domo que le hizo olvidar por un momento todo lo demás. Una brillante luz estaba formando como una corona en torno a la aleta del Montana, y luego de la luz emergió… algo. Algo luminoso, reticulado, y que se movía increíblemente rápido a través del agua, directo hacia ella.

Y luego hubo pasado, antes de que pudiera captar claramente su estructura o siquiera su tamaño. Ahora no era más que una deslumbrante luz con algo duro y glaseado en su centro. Magenta y púrpura, colores tan tenues que normalmente no podían ser vistos a más de unos pocos metros bajo el agua. Y ella estaba viendo una luz de ese color a decenas, centenares de metros de distancia de su fuente. Fuera lo que fuese, era brillante. Lindsey inclinó la cabeza en un ángulo extraño frente a la burbuja del Taxi Uno, intentando seguirla con los ojos. Pero al cabo de un momento estaba demasiado lejos. No había nada que ver.

Sabía —sabía— que aquello no era nada hecho por la mano del hombre. No estaba diseñado por ninguna mente humana. Sólo había captado un atisbo de ello, pero sabía que no existía ningún material, ni estructura, ni motor, ni fuente de luz jamás concebida por mente humana que pudiera hacer lo que aquello había hecho. Moverse tan aprisa, sorber la energía del Taxi Uno, lanzar tanta luz de alta frecuencia. Aquello era algo nuevo, extraño, imposible. Y, sin embargo, lo había visto con sus propios ojos.

Mientras se tensaba para verlo, el Taxi Uno golpeó contra un saliente de la aleta; el impulso fue suficiente como para hacerla tambalearse, a punto de caer. El cieno se alzó inmediatamente del fondo marino, oscureciendo su visión. Debía comprobar inmediatamente la integridad del casco, la flotabilidad, asegurarse de que no se había producido ningún daño…, sabía eso, pero no podía apartar los ojos de la cosa mientras el aparato se apartaba del borde y caía, directo hacia el abismo. La voz de Bud resonó fuerte en sus auriculares.

—¡Taxi Uno! ¡Taxi Uno! Reúnete conmigo en el Fondoplano. ¡Es una emergencia de buceo! ¿Me has entendido? ¿Lindsey?

Fuera lo que fuese aquello, tendría que esperar. Las emergencias de buceo pasaban por delante de todo. Incluso de las visiones y milagros.

—Entendido, Bud. Voy para allá. —Si puedo.

Pudo. Ahora que la cosa había desaparecido, volvía a tener energía. El Taxi Uno respondió normalmente, no había sido nada más que un ligero golpe. Se encaminó hacia el Fondoplano tan rápido como le permitía el sumergible. Siempre le había parecido bastante rápido. Pero, después de la cosa que había visto pasar por su lado, tuvo la impresión de que era insoportablemente lento.

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