Abyss

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15 – Vivos

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detenerla, mantenerla en su lugar, construir billones de toneladas de agua en una estructura tan estable como una pirámide de piedra… El mundo contempló la ola, empequeñeciendo todas las obras del hombre, y se sintió a la vez aterrado y maravillado.

Se había conseguido lo que se pretendía. Su poder había sido mostrado. La mayor parte de la humanidad había sido testigo de ello, en persona o por televisión. No iban a olvidarlo.

La ola, cumplido su trabajo, se hundió en silencio sobre sí misma; el agua fue liberada suavemente cerca de la orilla, hasta que el océano regresó a su nivel normal, y olas de tamaño razonable volvieron a estrellarse contra la no dañada costa. Los barcos que habían informado de la ola empezaron a radiar de nuevo; habían guardado silencio porque toda la energía a bordo se había visto interrumpida, pero ahora tenían una historia que contar, una ola del tamaño de una montaña que los había alzado, había pasado por debajo de ellos, y los había dejado caer de nuevo a sus espaldas, sin sufrir ningún daño.

Bud miró a los constructores, intentando comprender.

—¿Por qué? Podrían haberlo hecho. ¿Por qué no?

La pantalla quedó a oscuras. Luego empezaron a aparecer letras en ella, imprimiéndose con lentitud, como si alguien las estuviera tecleando torpemente.

SABÍAS QUE ESTO ERA

UN BILLETE DE DIRECCIÓN ÚNICA

PERO SABÍAS TAMBIÉN

QUE TENÍA QUE IR

Y luego:

TE QUIERO ESPOSA

Bud no comprendió. ¿Cómo podían las palabras que le había escrito a Lindsey ser la razón de que la humanidad hubiera sido perdonada? Les miró, desconcertado, interrogativo. Como respuesta, los constructores inclinaron sus cabezas ante él, sólo por un momento. Un gesto de respeto hacia su maestro.

La tripulación seguía reunida en la sala de control. Habían sellado todo el resto de la

Deepcore, y estaban enviando las últimas reservas de tetramezcla sólo a aquella estancia. Para conservar el oxígeno se mantenían inmóviles, intentando relajarse al máximo. Se acurrucaban debajo de mantas para mantenerse calientes. Bud había cumplido con su misión, pero nunca iba a volver. Lo lamentaban por él, pero ahora sabían que únicamente les había precedido unas pocas horas en la muerte.

Lioso echó una manta sobre los hombros de Schoenick; seguía atado, porque no sabían lo que podía hacer, pero no sentían ningún deseo de castigarle. De tanto en tanto, los que se sentían más afectados por la disminución de la cantidad de oxígeno en la mezcla aplicaban una mascarilla Drager sobre sus rostros y respiraban profundamente. Lindsey permanecía sentada aparte de los demás, derrumbada en una silla.

Y entonces la UQC cobró vida.

Deepcore, ¿nos escucháis? Aquí el

Benthic Explorer, cambio. —La voz de McBride sonó como un coro celestial para ellos. Alguien recordaba que estaban allí. ¡El

Explorer había vuelto a por ellos!

Barbo prácticamente arrancó el micro de la UQC de la pared.

—Infiernos, sí, os oímos. Nos alegramos de que hayáis vuelto. ¿Cómo va esa tormenta por ahí arriba?

—Bueno, es extraño. Simplemente pareció desaparecer por sí misma de pronto. Nos encontramos sin darnos cuenta en un mar completamente plano, sin nada de viento. Pero no me sorprende: han estado ocurriendo una serie de cosas muy extrañas últimamente.

Barbo no se sentía terriblemente interesado en aquellos momentos por las cosas extrañas que podían haber estado pasando allí arriba.

—Sí, de acuerdo, hijo. Pero escucha: será mejor que nos mandéis inmediatamente un cable; estamos en una situación más bien apurada aquí abajo.

Los instantes siguientes fueron más bien ajetreados, explicando al

Explorer qué era exactamente lo que había ocurrido, los daños que habían recibido, cuáles eran sus recursos. El equipo de apoyo en el Explorer había pasado la tormenta improvisando un sistema para arrojarle un cable a la

Deepcore tan pronto como la localizaran…, si aún quedaba alguien o algo que localizar. Así que aún había esperanzas; el oxígeno todavía no se había agotado por completo.

También hubo otro tipo de esperanza, cuando McBride les habló de la ola, de cómo había llegado a la línea de todas las costas del mundo, había colgado allí por unos instantes, y luego se había retirado. Inmediatamente el equipo de la

Deepcore supuso que los INTs habían tenido algo que ver con aquello, y le explicaron a McBride todo lo que habían visto: el tentáculo de agua que había sondeado la

Deepcore, mostrando el mismo tipo de sorprendente control del agua que, a una escala mucho mayor, había producido la ola.

Había otras preocupaciones también. Monk le aseguró a DeMarco que Coffey había sufrido el SNAP y había empezado a comportarse de forma irracional, pero resultaba claro que DeMarco se sentía tremendamente trastornado por la pérdida de dos de sus hombres, y no creía necesariamente todo lo que se dijo acerca del armado —y el desarmado— de la ojiva nuclear. Pero habría tiempo suficiente para discutir de todo aquello cuando recibieran aire para respirar.

Un par de horas después de que el contacto fuera restablecido, Barbo estaba en el hidrófono, elaborando los detalles del plan del

Explorer para traer de nuevo a la tripulación de la

Deepcore a la superficie. Se iban a necesitar tres semanas de descompresión, por supuesto, así que simplemente no podían enviar un sumergible y tirar de ellos hasta la superficie.

—Así que, ¿cómo pensáis evacuarnos, muchachos? —preguntó Barbo.

—Aquí están hablando de traer por aire el DSRV hasta aquí desde Norfolk —dijo McBride.

—Está bien, está bien, comprendo, pero ¿cuánto tiempo tardará eso?

McBride no lo sabía. Mientras lo estaba averiguando, la atención de Barbo fue atraída por una conmoción en torno al monitor del Traje de Gran Profundidad. Hippy había observado que algo aparecía en la pantalla. Pero fue Una Noche la primera en atreverse a decir en voz alta lo que por fuerza significaba:

—¡Hey! ¡Hey! ¡Mirad, es Bud!

VIRGIL BRIGMAN

DE NUEVO EN EL AIRE

—Eso es imposible —dijo Monk. Nadie podía vivir durante todo aquel tiempo sin oxígeno.

—No, no lo es —dijo Lindsey. Nada era imposible…, ella lo sabía muy bien ahora.

McBride había vuelto a la UQC con su respuesta, pero Barbo no estaba escuchando.

—Seis horas. ¿Barbo? ¿Me oyes? ¿

Deepcore, me oís?

Barbo se dio cuenta finalmente de que el altavoz le estaba llamando.

—Espera un minuto. Tenemos un mensaje de Bud.

Arriba, por supuesto, sabían que el equipo suponía que Bud estaba muerto. También sabían que había bajado hasta el abismo donde vivían los INTs, que había informado ver luces allá abajo. Si estaba vivo y tenía algo que decirles, querían saberlo.

—¿Qué es lo que dice?

Lindsey tomó el micrófono, se sentó delante de la pantalla, y leyó el mensaje de Bud. Evidentemente, no era la persona más adecuada para efectuar una lectura clara y desapasionada…, pero, puesto que estaba malditamente segura de que iba a leerlo en voz alta de todos modos, bien podía hacerlo a través del micrófono.

TENEMOS ALGUNOS NUEVOS AMIGOS AHÍ ABAJO

SUPONGO QUE LLEVAN ALGÚN TIEMPO AQUÍ

NOS HAN DEJADO SOLOS

PERO LES PREOCUPA VER COMO NOS HACEMOS DAÑO

UNOS A OTROS DE ESTE MODO

DEJANDO QUE LAS COSAS SE NOS ESCAPEN DE LAS MANOS

HAN ENVIADO UN MENSAJE ESPERO QUE LO HAYÁIS CAPTADO

Barbo se echó a reír.

—Diría que ya lo creo que sí, muchacho.

QUIEREN QUE CREZCAMOS UN POCO

Y DEJEMOS DE LADO TODAS ESAS COSAS INFANTILES

POR SUPUESTO SÓLO ES UNA SUGERENCIA

Arriba en el

Explorer, McBride se volvió hacia DeMarco.

—Parece que se han quedado ustedes sin trabajo, amigo —dijo. DeMarco no parecía muy feliz con aquello, pero cualquier buen militar sabe cuándo se enfrenta con una fuerza irresistible.

Abajo en la

Deepcore, el mensaje de Bud no había terminado todavía cuando toda la plataforma empezó a vibrar. Se agarraron allá donde pudieron, pero nadie se sintió demasiado asustado o preocupado.

—¿Qué demonios es esto? —murmuró Barbo. Lo último que necesitaban era un temblor o algo parecido, con ellos perchados al borde del abismo.

Fue Lindsey quien les hizo reaccionar.

—Una Noche, ocúpate del sonar.

Cuando la mujer fue allá, el ruido en los auriculares del sonar pasivo casi la dejó sorda. Las pantallas mostraban muy claramente el cuadro.

—Algo está subiendo por la pared.

—¿De qué se trata? —preguntó Lindsey. Una Noche no lo sabía…, no se parecía a nada que hubiera visto antes.

—Sea lo que sea, es grande.

Un nuevo mensaje de Bud apareció en la pantalla:

AGARRAD FUERTE BRAGAS Y CALZONCILLOS

OS VA A GUSTAR ESTO

Así que, fuera lo que fuese, él sabía de qué se trataba, de modo que todo iba a ir bien. El retumbante sonido se incrementó, y entonces un resplandor apareció al otro lado de la ventana. Corrieron a mirar. Fuera, centenares, quizá miles de INTs estaban agrupándose. No deslizadores, no porteadores, sino los mismos constructores, en su forma natural. Era el agua más somera en la que podían vivir, y resplandecían brillantemente con el esfuerzo que les exigía mantener su estructura… y hacer algo más.

Penetraron en la

Deepcore con diez mil zarcillos, tocaron y penetraron en los cuerpos de los seres humanos que observaban allí. Abajo en la ciudad, habían explorado el cuerpo de Bud, habían descubierto en él los peligros de la descompresión. Luego habían efectuado una serie de sencillos pero profundos cambios en cada célula de su cuerpo…, los mismos cambios que estaban haciendo ahora en la gente reunida en la sala de control. Los zarcillos eran invisibles, pero su contacto no pasó desapercibido esta vez…, hubo un momentáneo dolor, una profunda agitación cuando sus cuerpos fueron cambiados de raíz. Sin embargo, fue algo perfectamente tolerable, incluso alegre, mientras los constructores susurraban silenciosamente en sus mentes.

La luz de los cuerpos de los constructores se hizo más y más brillante, hasta que ellos —

nosotros— no pudieron ver en absoluto en aquella dirección. Pero incluso cuando ya no pudimos verles, supimos que habíamos sido cambiados, aunque todavía no comprendimos la transformación física. No éramos las mismas personas que habíamos bajado al fondo del mar días o semanas antes. Habíamos crecido juntos, habíamos crecido en comprensión…, habíamos madurado.

La

Deepcore empezó a moverse.

No bajo sus propias energías. Era como si un rígido viento submarino empezara a soplar y nos recogiera y nos alzara sobre el abismo. No teníamos miedo a caer, sin embargo, porque directamente debajo de nosotros estaba la más increíble estructura que jamás hubiéramos visto. Una enorme superficie convexa, pero no lisa…, estaba formada por tiras y tejidos de apariencia orgánica, puentes y arcos, todos vivos con luz y color. En torno a sus bordes se alzaban ocho enormes espiras, retorcidas en alambicadas espirales. Era el centro de la ciudad INT, el lugar que Bud había visitado. Normalmente no se alzaba del fondo marino hasta que era el momento de lanzarse al espacio, en busca de otros mundos que colonizar. Era el arca de los constructores…; como el arca de Noé, y el arca de la alianza, y el arca de juncos que había llevado a Moisés hasta la seguridad sobre las aguas del Nilo, contenía lo que era más precioso para ellos, todo lo que necesitaban para empezar de nuevo en otro lugar. Contenía el núcleo de sus memorias, el corazón de todo lo que valoraban en sí mismos. Eso era la ciudad y todas sus estructuras…, su memoria colectiva, su biblioteca, su cementerio, su hogar, la única alma inmortal que todos ellos compartían.

Los constructores sabían que la palabra de Bud sola no sería escuchada. La ola había demostrado su poder, Bud había explicado lo que ellos esperaban que hiciera la humanidad. Ahora tenían que mostrarse, una prueba inconfundible de que existían realmente constructores viviendo en las profundidades del océano.

El arca ascendió, alzando a la

Deepcore con ella, directamente hacia la superficie. Mientras se alzaba recogió también al

Explorer y lo alzó por encima del agua…, junto con el destructor de la Marina

Albany y varios otros barcos. El agua chorreó de la superficie del arca como un Niágara circular, fluyendo por los bordes. Y allá se detuvo, alta y seca, con los barcos empequeñecidos por las espiras de la memoria que rodeaban el arca.

Por segunda vez, abrimos la escotilla estanca del trimódulo C. Esta vez, sin embargo, no conducía a las heladas aguas de las profundidades. Esta vez era aire, con una caída directa a la dura y seca superficie del arca. Barbo fue el primero, pero pronto todos nos unimos a él, y permanecimos de pie a la luz del día, liberados al fin de la oscuridad del fondo del mar.

—Deberíamos estar muertos —dijo Lindsey—. No hemos efectuado la descompresión.

—Nuestra sangre debe estar espumeando como una cocacola caliente después de agitarla durante un buen rato —dijo Barbo.

—Deben habernos hecho algo —señaló Hippy.

—Oh, sí —dijo Lindsey—. Creo que tienes razón.

¿Nos han hecho algo? Todos hemos sido tocados por ellos, y hemos sido cambiados en más formas de las que podemos enumerar. Aquellos que hemos estado con ellos hemos sido los más cambiados. Pueden llevarnos desde nuestra atmósfera hasta las profundidades y devolvernos a ella sin que nuestros cuerpos sufran el menor daño. Podemos respirar en su ciudad submarina sin equipo de ninguna clase. Pero ésos son milagros comunes para nosotros ahora. El que más me sorprende siempre es el don de la memoria. Nos han enseñado cómo captar la diferencia entre nuestros propios pensamientos y los que ellos nos proporcionan; podemos comprender su habla. Y nos han dado las memorias de la gente a la que han sondeado, los vivos y los muertos. He sido llenado con ellos, he vivido sus vidas desde dentro, he conocido todos sus deseos, todos sus miedos… Barnes y Kretschmer del

Montana, los marineros rusos que se ahogaron en la tormenta, los miembros del equipo que murieron en la

Deepcore, y todos los demás que vivieron también. He

sido Bud mientras se deslizaba cañón abajo, he

sido Lindsey mientras se ahogaba, he sentido su amor mutuo, y ellos han visto hasta el último secreto de mi corazón. Una Noche, Lioso, Barbo, Hippy, Chico…, los conozco como ningún otro ser humano ha conocido a nadie, y ellos me conocen a mí. Y retengo dentro de mí a los miembros de mi equipo: Wilhite, Schoenick, Coffey. Hombres que creí conocer, que creí amar antes. Los conozco mucho mejor ahora, y aunque algunas de las memorias son amargas —el odio que Schoenick y Coffey sintieron hacia mí cuando creyeron que les había traicionado; la agonía de la muerte de Coffey sumido en la locura—, puedo decir sin embargo que conocerles es mejor que dejar que sigan siendo unos extraños.

No todo el mundo deseó recibir estas memorias. Schoenick se negó…, él sólo deseaba irse. Chico deseaba volver a su casa con su familia. Pero todos los demás de nosotros que pasamos aquellos días juntos en la

Deepcore seguimos juntos; vamos de un lado a otro entre el mundo de aire y la profunda ciudad de los constructores en el fondo del mar. Los constructores nos han cambiado, porque necesitan tener embajadores entre nuestros mundos, pero no cambiarán a nadie más…, desean que la humanidad siga siendo humana, tanto como sea posible. Y nadie desea pasar por lo que nosotros hemos experimentado. A veces me despierto tan lleno de los sueños de otros hombres y mujeres que tengo que luchar por recordar quién soy. A veces los muertos están tan presentes en mí que me siento poseído por el alma de otras personas.

Y, sin embargo, no perdería esas memorias aunque pudiera. Están vivas en mí; no podría desear que murieran de nuevo. No podría desear que se perdieran, porque he aprendido de ellas lo que significa estar vivo y ser humano. He aprendido por qué la gente hace las cosas que hacemos, he aprendido cómo son otras vidas desde dentro. Y ahora he intentado pasarles todo esto a ustedes. No con la pureza con la que los constructores comparten la memoria…, ésa no es la forma humana de hacerlo. Sin embargo, en estas páginas he hecho todo lo posible por proporcionarles esas memorias que les mostrarán lo que hicimos y por qué lo hicimos, nosotros que estuvimos ahí abajo cuando constructores y humanos se encontraron y se cambiaron unos a otros para siempre.

De modo que yo estaba allí de pie en la superficie del arca de los constructores cuando Lindsey vio a Bud surgir por el portal como una boca de una prominencia en la superficie del arca. Bud dejó caer su casco, gritó, agitó las manos. Lindsey echó a correr hacia él, luego se detuvo a unos pocos metros de distancia. Se habían dicho cosas el uno al otro al borde de la muerte…, ¿seguían siendo válidas a la luz del día, en la seguridad?

Él le sonrió a ella, y dio los últimos pasos para cerrar la distancia. Ella le acarició, ligeramente, un contacto y una confirmación: ¿Es real? ¿Es mío? Luego, seguros el uno del otro, rieron.

—Hola, señor Brigman —dijo Lindsey.

—Hola, señora Brigman —respondió él. Dos velas, siempre separadas, pero siempre viviendo la una a la luz de la otra.

FIN

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