Abyss

Abyss


7 – Respirar fluidos

Página 18 de 45

7

R

e

s

p

i

r

a

r

f

l

u

i

d

o

s

Probablemente Lindsey hubiera debido ir al encuentro de Bud en el minuto mismo en que llegó. Después de todo, él era el responsable directo de la

Deepcore. Era como presentarse al capitán en el momento mismo en que ponías pie en el barco…, el oficial al mando tenía derecho a saber quién estaba en su nave en cada momento. Pero en realidad Lindsey no pensaba en la

Deepcore como en la nave de nadie excepto la suya propia.

Así que fue directamente al vestuario, justo al lado de la bodega de inmersión. Las distintas tripulaciones de las pruebas de la

Deepcore I y II habían aprendido desde hacía mucho a no vaciar nunca su armario, ni siquiera aunque

supieran que ella no iba a participar en ellas. Lindsey no era capaz de permanecer mucho tiempo lejos de la

Deepcore, de modo que siempre era una buena idea tener un par de mudas de ropa a bordo. Especialmente ahora, puesto que no había traído nada consigo.

Sacó una de las mudas. Apestaba. Pero las ropas que había llevado durante todo el día —en el

Explorer, en el Taxi Tres y en la cámara de presión— olían considerablemente peor. Se despojó de su mono naranja allí mismo en el vestuario y se puso el mono azul del armario. A media operación de cambiarse de ropa, se le ocurrió que era un poco tarde para empezar a vestirse para complacer a Bud.

Qué idea absurda. No se estaba vistiendo para complacer a nadie excepto a ella misma. Bud no tenía nada que ver con aquello. Ni siquiera estaba nerviosa acerca de verle; y, ciertamente, no se estaba cambiando de ropa sólo para posponer el hablar con él. Bueno,

él tendría que ser el que intentara eludir hablar con

ella. ¿Acaso no era el responsable de permitirles que tomaran su plataforma para aquella absurda misión de ir a rescatar unos

libros de claves? Era por eso por lo que no se había presentado a recibirla en el momento mismo en que supo que había salido de la cámara de presión. Era por eso por lo que no había acudido a charlar con ella durante las ocho largas horas que estuvo allí dentro.

No era que debiera hacerlo. No era que tuviera el deber o algo así. Pero hubiera sido

agradable. Hubiera sido una cortesía. Probablemente Bud estaba intentando devolverle con la misma moneda el que se hubiera mostrado furiosa con él. O quizás estaba castigándola simplemente por haber bajado a la

Deepcore. Bien, descubriría que nada de aquello funcionaba. Ella ya no era su esposa. Era la ingeniero del proyecto, y tenía derecho a bajar a su proyecto siempre que deseara hacerlo, así que, si no le gustaba, que se

jodiera.

Una vez cambiada de ropa, salió a la bodega, detrás de la plataforma de buceo. Los SEALs estaban todavía allí, jugando con sus juguetes. Inclinó la cabeza para cruzar la compuerta que daba al corredor y lo recorrió hasta el final. Un giro a la izquierda la llevaría al trimódulo de la enfermería. Puesto que también incluía la sala común y el comedor, cabía suponer que estaría llena de perezosos, aburridos y chistosos miembros del equipo. Giró a la derecha.

Bud estaba en la sala de mando, por supuesto, con Hippy a un lado en el equipo de sonar. Bud parecía atareado. Lindsey intentó pensar en algo que decirle. Algún saludo que no iniciara una pelea pero que al mismo tiempo no sonara como una disculpa. ¿Disculpa de qué? ¿Acaso tenía que disculparse de algo?

Hippy tenía a su rata junto a los labios. Besándola. O mordisqueándola.

—Hippy —dijo—. Vas a transmitirle alguna enfermedad a esa rata.

Aquél fue el primer indicio que tuvieron de que ella estaba en la sala…, pero evidentemente no se sorprendieron de verla. Bud se volvió lentamente.

—Bien, bien, señora Brigman.

—No por mucho tiempo —dijo ella. Muy propio de él, intentar desencadenar una pelea con sus primeras palabras. Utilizaba ese nombre como una etiqueta en una maleta, para señalar su propiedad. Bueno, no iba a pelearse con él. Simplemente lo ignoraría. Se dirigió al centro de mando y observó los monitores e indicadores. Podía decir a la primera ojeada lo que señalaba cada uno, como una madre contemplando a su bebé, sabiendo de inmediato si había algún problema. El gran bebé de hierro de Lindsey.

—Nunca te gustó que te llamaran así, ¿verdad? —dijo Bud. Como si lo hubieras olvidado.

—Ni siquiera cuando significaba algo.

—Allá por la Edad Media.

Miró a través de la ventana de observación. Pudo ver las luces del Fondoplano flotando allí fuera en la oscuridad, conduciendo a la

Deepcore a través de la permanente noche de los seiscientos metros. ¿Quién habría enviado Bud allá?

—¿Está Una Noche en el Fondoplano?

—Sí, ¿quién otro? —dijo Bud—. Toma, dile hola. —Le tendió los auriculares.

Ella se los puso de modo que el micro quedara en posición y uno de los auriculares en su oído izquierdo.

—Hola, Una Noche, aquí Lindsey.

Lindsey oyó la alegre respuesta de Una Noche:

—Oh, hola, Lindsey.

Allá fuera en el Fondoplano, donde nadie podía verla, Una Noche hizo una pantomima como si fuera a vomitar.

Lindsey no necesitaba verla para saber cómo se sentía Una Noche. Sabía que Una Noche no se alegraba en absoluto de oír su voz…, la propia alegría de su respuesta era una mentira. Lioso y Barbo podían haber bromeado con ella, Una Noche podía fingir una respuesta agradable, pero Lindsey sabía que ella era allí una extraña, una intrusa. Y, peor aún…, era la mujer que estaba divorciándose de su querido capitán, Virgil Brigman. Yo rompí el corazón de su pobre héroe, de modo que soy una mujer cruel. Que te jodan, Una Noche.

Le devolvió los auriculares a Bud y se dio la vuelta. Mejor echar un vistazo a la

Deepcore y ver hasta qué punto estaba estropeado todo. El precioso equipo de Bud no era exactamente perfecto. Dejaba que las cosas se descuidaran. Todo el mundo lo hacía, al cabo de un tiempo. Nadie conservaba el estímulo debajo del agua. Excepto Lindsey. Ella

siempre conservaba el estímulo.

A sus espaldas, Bud señaló a Hippy que se pusiera a los mandos en su lugar. Hippy tuvo el buen sentido de captar el mensaje en silencio. Bud se levantó y siguió a Lindsey fuera del módulo de mando, al corredor.

El hecho de que Lindsey estuviera allí era un problema y, como cualquier otro problema, Bud sabía que tenía que manejarlo. Lo había hecho antes, cuando su matrimonio estaba aún vivo, e incluso antes de eso. Incordiarla un poco…, sólo lo suficiente para que ella se diera cuenta de que estaba siendo un poco ridícula. Siempre funcionaba. O al menos acostumbraba a funcionar. Convertía un punto de fricción en una especie de juego. Karate verbal, sólo que nunca conectando lo suficientemente duro como para que doliera.

Esta vez, sin embargo, no iba a ser tan fácil. Las cosas habían cambiado. Por una parte, sólo el hecho de tenerla a ella aquí hacía que Bud se sintiera un poco loco. Todos aquellos meses sin ella…, no había sido tan malo puesto que había estado aquí abajo en la

Deepcore, pero los meses antes de eso… Pensar en ella en la cama con ese tonto del culo y su educación universitaria. Intentar imaginar lo que había ido mal. Intentar fingir que él no la amaba, que ella no era absolutamente digna de amor, que

no lo merecía, y luego recordar cómo eran las cosas cuando aún seguían trabajando juntos, cuando las cosas

funcionaban. Era algo suave, sin esfuerzo por ninguna parte, ambos concentrándose en algo fuera de sí mismos, algo que a ambos les importaba…, unidos como bien calibrados engranajes, en el trabajo y en la diversión, el ritmo de sus vidas perfecto.

Perfecto, y luego ella empezó a atacarle, y, no importa lo que él hiciera, ella siempre lo encontraba mal. Fue algo que salió de la nada, no había ninguna

razón para ello. Ella simplemente decidió un día que iba a odiar todo lo que él hiciera, incluso su equipo, y luego, al cabo de un tiempo, le dijo: Bud, eso no funciona, estamos peleándonos todo el tiempo. ¡Maldita sea, es cierto, nos peleamos todo el tiempo! Así que, si no quieres más peleas, no te divorcies, simplemente deja de pelearte. Y si

vas a divorciarte de mí, ¿por qué tienes que estar restregándomelo por la cara? El divorcio no cortó las peleas, simplemente cortó la base que me permitía

soportar tus ataques; sigues sin dejarme solo, únicamente que ahora no duermes conmigo.

Así que, aunque Bud pretendía solamente incordiarla lo suficiente para sacarla de su mal temperamento, no pudo evitar el empujar un poco demasiado. Diciéndolo con una especie de media sonrisa, de modo que pareciera como si estuviera haciendo una broma. Sólo que no era una broma. No realmente.

—No puedo creer que hayas sido tan tonta como para bajar aquí. —Sólo estoy bromeando, ¿de acuerdo? Puedes oír en mi voz que sólo te estoy incordiando un poco—. Ahora estás atrapada aquí abajo por la tormenta. Eso fue una tontería, muchacha, una auténtica tontería.

—Estoy bromeando, pero fue una tontería.

—No vine aquí abajo para pelearme contigo.

Oh, ¿de veras? ¿Qué era entonces toda esa mierda acerca de señora Brigman y restregarle por la cara que este nombre ya no significaba nada para ella? Pero tómatelo con calma. No dejes que su actitud te afecte.

—Entonces, ¿

por qué bajaste?

—Tú me necesitabas. —Ella siguió andando por el corredor—. Nadie conoce los sistemas de esta plataforma mejor que yo. Una vez desconectados del

Explorer, estáis completamente a vuestros propios medios durante todo el tiempo que dure la tormenta. Quiero decir, ¿y si ocurre algo después de que el apoyo de superficie os abandone? ¿Qué haréis entonces?

—Oh, vaya, tienes razón —dijo Bud. La siguió abajo por la escalerilla, hasta el nivel de perforación—. Nosotros, pobres chicos tontos, tendremos que pensar por nosotros mismos. Puede ser un desastre. —¿Para qué creía ella que se habían estado entrenando durante el último año y medio? ¿Cómo pensaba que habían conseguido sobrevivir durante su primer turno de un mes y la mayor parte del segundo sin ella?

Pero estoy sonriendo, ¿ves? Sólo intento bromear un poco para sacarte de tu mal humor.

Ella se encaminó hacia la sala del compresor, empezó a comprobar los sistemas de apoyo vital.

Excepto que las bromas no funcionaban. Bud no era estúpido, sabía que estaba más enojado con ella de lo que aparentaba.

Contrólate, Bud. Sabes cómo manejarla.

—¿Quieres saber lo que pienso? —preguntó Bud.

Ella no estaba prestando atención a sus palabras. O, más bien,

estaba prestando atención, y tenía intención de responder demostrando que ellos la

necesitaban.

—¿Ves cómo está ajustado esto? —preguntó ella. Rectificó una válvula. No mucho. No estaba muy desajustada, pero tampoco de la forma en que debería estar. Chapuceros. Descuidados.

—¿Quieres que te diga lo que pienso? —Bud no estaba dispuesto a ceder.

—No particularmente. —Lindsey se apartó de nuevo de él. Bud la siguió.

—Creo que estabas preocupada por mí. —Bien,

eso sí es una broma. Ahora ella se

reirá.

—Debe ser eso —respondió ella. No exactamente una risa, pero sí una especie de broma propia, así que su incordio estaba empezando a funcionar. El vapor iba escapando.

Giraron una esquina, y Lindsey casi chocó con un perforador.

—Hey, Perry —saludó.

Puesto que estaba empezando a responder, Bud siguió aquella misma línea de conversación.

—No, creo que sí lo estabas. Vamos, todo está bien aquí —dijo para hacerla reír. Al mismo tiempo, no deseaba que riera. Deseaba que no fuera una broma. Deseaba que se volviera en redondo y dijera: Sí, de hecho,

estaba preocupada por ti—. Todo está bien, tienes que admitirlo.

Ella oyó la súplica, no el tono de broma. Así que se lo explicó como lo haría a un niño de tres años que no entendía las cosas a menos que se las dijeras muy claramente.

—Estaba preocupada por la plataforma. Llevo invertidos cuatro años en este proyecto.

Lo decía en serio, y él lo sabía. La plataforma lo era todo para ella, siempre lo había sido, su matrimonio había sido una mentira desde el principio. Bien, qué demonios. Al menos podemos reírnos de ello, ¿no?

—Sí, y en cambio sólo llevas invertidos tres años en mí.

Ella se detuvo en la puerta. Lo dijo de modo que él no pudiera dejar de captar el significado.

—Bien, cada cosa debe tener sus prioridades. —Luego se volvió y salió.

Yo mismo me metí en esto, pensó Bud. Yo mismo lo busqué, yo supliqué por ello, le

pedí que me dijera que se preocupa por mí, y ella no lo hizo, no podía hacerlo porque realmente no se preocupa. Es así de simple, sólo que yo soy demasiado

estúpido para recordarlo, porque la necesito tanto, me preocupo tanto por ella, pienso en ella constantemente, siempre olvido que las cosas no son así con ella. Ella nunca piensa en absoluto en mí, sólo en la plataforma. Sé esto de ella, sé que ni siquiera es

humana respecto a algunas cosas. Siempre lo he sabido.

Sólo que nunca lo he sabido. Cuando me casé con ella pensé que me amaba. ¿Por qué no me di cuenta entonces? ¿Por qué no supe lo que venía y eché a correr?

Se quitó la gorra, apoyó la frente contra una abrazadera. Inspiró profundamente un par de veces. Aquél no era el momento de empezar a sentir pena por sí mismo. Como tampoco era una buena idea dejar las cosas así con Lindsey. Iban a estar juntos en la

Deepcore durante semanas. Tenían que llegar a un compromiso, le gustara o no. Tenía que hacer que se iluminara. Tenía que suavizar las cosas entre ellos lo suficiente como para que pudieran resistir varias semanas juntos. Incordiarla no funcionaba, así que era mejor enfrentarse francamente a las cosas.

La siguió, la halló comprobando la sala de perforación, asegurándose de que todo había sido almacenado adecuadamente de modo que pudieran reanudar la perforación sin tener que volver a Galveston en busca de suministros. Nada de bromas esta vez.

—Necesitarás un lugar donde dormir. Llegaremos al lugar dentro de unas cuantas horas; supongo que hasta entonces desearás descansar.

Aquello era cierto.

Estaba cansada…, la cámara de presión no había sido exactamente un descanso, puesto que estaba demasiado preocupada por todo como para dormir.

—Utiliza mi habitación —dijo Bud—. Yo no iré allí.

Ella lo aceptó como lo que era…, una oferta de paz.

—Por supuesto. Gracias.

—Puedes comprobarlo todo cuando te levantes. Haré que alguien te despierte cuando parezca que ya estamos cerca, ¿de acuerdo?

Ella asintió. Él le cedió el paso, abrió la puerta al único camarote privado de la plataforma. El rango tenía sus privilegios. La habitación no era gran cosa, pero al menos podría estar sola.

Mientras entraban, la mano de Bud en la puerta quedó casi al nivel de los ojos de ella. Lindsey observó que aún llevaba el pesado aro de boda de titanio que ella le había comprado. Aquello formaba parte del por qué estaban tan bien juntos al principio. Un montón de gente que ella conocía del MIT sabían que el titanio era el más duro de los metales, que simbolizaba algo que realmente duraría. Bud también lo sabía…, pero el anillo también parecía encajar perfectamente con su mano. Él era tan fuerte como el titanio. Ella podía contar con él. Si eso era todo lo que significaba el anillo, entonces decía la verdad. Él nunca la había abandonado. Había estado allí cada vez que ella le había necesitado, no importaba para qué. Pero el anillo se suponía que decía también que

ella sería igual de fiel. Bien, eso fue antes de que se diera cuenta de que no estaba completamente preparada para el matrimonio. Tenías que ceder demasiado de ti misma.

Excepto que eso no era todo, ¿verdad? Lo que la volvía loca acerca de Bud era que exigía tanto de ella, pero más que eso exigía tanto de sí mismo, le

daba tanto a ella, y ella nunca, nunca podía merecerlo.

—Está todo hecho un desastre, pero te garantizo que es el único camastro que no estará ocupado. —Bud empezó a recoger ropa sucia de encima de la cama, limpiando un poco para que la habitación fuera aceptable para ella. Era lo que siempre había hecho…, ver lo que ella necesitaba, ocuparse de ella. Como saber que estaba cansada antes de que ella misma se diera cuenta. Cederle su camastro, limpiándolo antes—. Puedes dormir un par de horas antes de que lleguemos allí.

¡No! En realidad no le estaba dando nada. La estaba manipulando, exactamente igual que siempre. Incluso llevando aquel maldito anillo, intentando hacer que ella se sintiera avergonzada de su promesa rota.

—¿Por qué lo sigues llevando? —preguntó de pronto. Él bajó los ojos hacia el anillo, como si hubiera olvidado que estaba allí.

—No lo sé. El divorcio aún no ha terminado, ¿no? Olvidé quitármelo. —Parecía realmente azarado de haber sido descubierto llevándolo.

—Yo no llevo el mío desde hace meses —dijo ella. No pretendía herirle…, simplemente se le ocurrió decirlo. Pero era bueno para él oírlo, para que así supiera que

ella no sentía del mismo modo.

Pero, por supuesto, él lo interpretó de otro modo.

—Oh, sí, comprendo. A él, cual-sea-su-nombre, no le gustaría. El Corbata. —Pretendió que sonara como una broma, pero no era divertido.

¿Todavía estaba celoso?

—¿Siempre tienes que llamarle de esta forma? ¿El Corbata? Hace que suene mal. Su nombre es Michael.

—Por cierto, ¿a qué se dedica ahora Michael? ¿Mr. Brooks Brothers? ¿Mr. BMW? —Cuando ella no rió ni sonrió ni respondió, se le ocurrió una nueva posibilidad—. ¿Todavía sigues viéndole?

Sin duda quieres decir si todavía sigo acostándome con él, ¿no?

—No, no lo he

visto desde hace semanas.

Bud sonrió. Le encantó oír aquello.

—Lo siento terriblemente. ¿Qué ocurrió? —Se estaba agarrando a aquello como un hombre que se ahoga se

agarraría a una boya de salvamento.

—¿Por qué estás haciendo esto, eh? ¿Por qué? No es…, no es asunto tuyo, ya no forma parte de tu vida.

Estaba arreglando un poco las cosas a fin de poder echarse en la cama, retirando las mantas. Él se acercó por detrás de ella, se inclinó sobre ella, haciendo eco de sus movimientos como una sombra, como si estuviesen bailando. Estaba bromeando con ella. Pero no estaba bromeando.

—Te diré lo que ocurrió. Despertaste una mañana en esas sábanas de satén. Te diste la vuelta, y ahí estaba ese tipo de buena apariencia. Bien acicalado, con un caro reloj en la muñeca. Y te diste cuenta: Ese tipo jamás me hace reír.

Finalmente, finalmente ella perdió el control. Sin fingir ya que estaba calmada, sin mantener baja la voz.

—Eso es, Bud, eso es. ¡Qué listo eres, Jesús, qué listo eres! ¿Sabes que podrías hacer un programa de televisión o algo así? ¡Pregunten al doctor Bud, consejos a todos los que sufren mal de amores desde trescientas brazas de profundidad!

Él alzó las manos, rindiéndose, retrocedió, salió de la habitación. Hey, sólo era una broma. Tranquila. No pretendía ofenderte.

Y una mierda.

—Gracias —dijo ella, con burlona educación—. Muchas gracias.

Tan pronto como él cerró la puerta, ella hizo girar la rueda para asegurarla por dentro. Luego regresó a la cama, se sentó, dejó escapar un suave, contenido, cuidadoso gritito. ¿Qué especie de maldito idiota era

él? Michael la hacía reír todo el tiempo, ¿qué se creía Bud? No había amado a Bud porque la hiciera reír, lo había amado porque era el hombre con quien podía estar

seria, el hombre con quien podía

trabajar, no como Michael, que pensaba que una mujer debía excitarle cada noche y, aparte esto, ser simplemente entretenida y decorativa. Y, cuando Michael

hablaba de negocios, era siempre de cosas estúpidas y nada interesantes, que él pensaba que eran muy

importantes. Finalmente había roto con él porque la hacía reír demasiado, todo el tiempo…, pero principalmente cuando él no estaba allí.

Apagó la luz de un manotazo. Podía ver algo aún a causa de los focos fuera de la

Deepcore, que reflejaban una débil luminosidad azulada a través de la portilla. Era un tipo más bien triste de semioscuridad.

Ni siquiera ahora la hacía reír Bud. Ni siquiera cuando intentaba convencerla de que volviera con él o amenazaba con castigarla porque no lo hacía, todas aquellas estúpidas e inútiles negativas a reconocer que todo había terminado. Ni siquiera eso la hacía reír. Simplemente la ponía triste. La hacía casi desear ser alguna otra persona, alguien que fuera simplemente lo bastante estúpida como para caer en todas aquellas pequeñas y manipuladoras amabilidades bienintencionadas. Cualquier otra mujer en el mundo pensaría que era un marido perfecto.

Así que por supuesto se casó conmigo, el pobre tonto.

Tendió ociosamente la mano hacia una botella de loción para después del afeitado que había en la pequeña mesilla de noche. La misma marca de siempre. Él nunca cambiaba de marcas ni de nada. La abrió. Olió. Era él. La hizo sentir un poco mareada, sólo por un momento, como si

él estuviera allí mismo en la habitación con ella, justo fuera de su vista, tras ella en la cama, tendiendo una mano…, la tocaría en cualquier momento, haría resbalar la ropa en sus hombros, cerraría la mano en torno a su cintura y la echaría hacia atrás, se inclinaría sobre ella…

Cerró la botella y volvió a dejarla, furiosa consigo misma.

—Mierda —susurró. No tengo quince años.

Nunca tuve quince años. No voy a distorsionar mi vida a causa de que aún sienta un cierto cariño sin significado por mi esposo. Ex esposo. Casi ex esposo.

Bud fue directamente de la habitación de ella —la habitación

de él— a los lavabos. ¿Por qué había hecho aquello? No estaba incordiándola, no importaba lo que pensara en aquel momento. Cuando se enfrentaba a Lindsey no tenía el mismo tipo de autocontrol que tenía en otras situaciones. Siempre terminaba echándole el cebo, engatusándola hasta que ella se volvía loca, exactamente como al final, exactamente como antes de que ella se fuera. Bien, ¿tenía que probarse a sí mismo de nuevo que todo había terminado realmente? De acuerdo, había quedado establecido, ahora sé que todo ha terminado, y que me maldiga si voy a llevar el anillo otro minuto, no con ella aquí durante las próximas semanas, mirándolo constantemente y riéndose de él por llevarlo.

Apenas podía quitarlo del dedo…, no se lo había quitado desde que ella se lo pusiera la primera vez. Pero finalmente salió…, se hubiera arrancado alegremente la mitad de la piel del dedo con él. Lo arrojó a la azul agua química de la taza del wáter. Dejemos que vaya a parar al fondo del océano, allá es donde pertenece.

Dio quizá dos pasos alejándose de los lavabos y se detuvo. No podía hacerlo. Era un error, se odió a sí mismo por ello, pero no podía dejar simplemente que el anillo fuera arrojado junto con los desperdicios. Aunque no significara nada para ella, aunque se burlara de él por ello, todavía significaba algo para

él. Tres años con Lindsey, eso era real aunque hubiera terminado, y el anillo formaba parte de eso, parte de los mejores tiempos.

Ir a la siguiente página

Report Page