Abyss

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10 – Aislados

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La

Deepcore había golpeado ya —duramente— contra el peñasco en el fondo del mar. El milagro era que no parecía haber sufrido ningún daño serio…, nada que se reflejara en los instrumentos, al menos. Ahora, sin embargo, algo mucho peor estaba en camino.

—¡Está bien, todo el mundo! ¡Todos preparados para el impacto! —gritó Bud por el sistema de comunicaciones—. ¡Cerrad todas las compuertas exteriores! —Dio una fuerte palmada al botón de alarma. Todo el mundo sabía lo que tenía que hacer. Lo habían hecho centenares de veces en los entrenamientos.

La peor cosa que Bud había temido hasta entonces era que el

Explorer arrastrara a la

Deepcore al interior de la fosa Caimán. Había esperado que el umbilical se rompiera…, imaginaba que podrían sobrevivir al impacto del pesado cable sobre la

Deepcore. Nunca se le había ocurrido que el umbilical pudiera ser más fuerte que los anclajes de la grúa en la cubierta del

Explorer. Ahora tenía cuarenta toneladas de acero descendiendo directamente sobre sus cabezas. La

Deepcore no había sido diseñada para resistir un impacto desde arriba. Si la grúa les golpeaba, hundiría la plataforma como si fuera una lata de aluminio.

—¡Adelante,

movámonos! —ladró—. ¡Adelante adelante adelante

adelante!

Lindsey ya estaba en los controles del sonar. Trasladó las señales a los altavoces para que todo el mundo pudiera oírlas. Ping, ping, ping. Como en una película de submarinos sobre la Segunda Guerra Mundial. Escuchando al enemigo. Era como un contrapunto a la sirena de alarma. Uuuuh-uuuuh. Ping ping ping. La música del miedo.

Coffey supo de inmediato que todo aquello era culpa suya. Pero tenía que coger el Fondoplano, ¿no? Tenía que conseguir la ojiva de combate. Había recibido sus órdenes…, Fase Dos.

Pero el hecho de coger el Fondoplano había retrasado la desconexión del

Explorer, y ahora el resultado de todo ello era la posible destrucción de la

Deepcore. Muy listo, teniente. Has conseguido la ojiva de combate, has perdido la plataforma, la misión ha sido cumplida, estás muerto, fracasaste. Hubiera debido darse cuenta de las prioridades aquí. Hubiera debido comprender que era más importante asegurar la

Deepcore y luego ir en busca de la ojiva de combate. ¿Por qué no se dio cuenta de aquello? Siempre tengo en cuenta primero la seguridad de mis hombres.

Siempre me aseguro de no poner en peligro el éxito apresurándome demasiado.

Lo peor de todo esto es que estoy perdiendo el tiempo pensando en el mal trabajo que hice cuando hay cosas que debo hacer

en este preciso instante. Evaluar la situación, hacer lo que sea necesario

ahora.

¿Dónde puede ser mejor utilizado mi grupo? Puedo tomar esa decisión. Pero rápido, sin perder tiempo. Se dirigió a Monk y Wilhite:

—Vosotros dos, ayudad a asegurar la plataforma. —Y luego, a Schoenick—: Tú ven conmigo.

Se pusieron en movimiento. Monk y Wilhite hacia la sala de control, asegurando las compuertas a su paso. Coffey y Schoenick hacia la ojiva de combate. Tenía que estar allí con la ojiva de combate. Aunque, si la ojiva de combate se activaba a causa de una colisión, no importaría en absoluto el que Coffey estuviera o no con ella.

Bud sabía lo que estaba ocurriendo en la

Deepcore. Todas las compuertas selladas, todos los compartimientos separados en unidades aisladas. Su equipo disperso. Si la grúa les alcanzaba, algunos morirían, por supuesto. Unos pocos podrían sobrevivir, si uno de los trimódulos no resultaba alcanzado, si alguno de los tanques sobrevivía. Aunque hubieran dispuesto de los suficientes sumergibles para sacar a todo el mundo de la plataforma, no había tiempo.

Entonces recordó el Fondoplano, que

estaba fuera. Cogió sus auriculares, se los puso, gritó:

—¡Una Noche, Una Noche, ¿puedes oírme?! ¡Apártate de aquí! ¡La grúa baja encima de nosotros! —Intentó mirar por la ventana, se maldijo a sí mismo por el retraso, aunque fuera sólo un instante.

En el exterior, Una Noche luchaba por mantener el control de un agitado Fondoplano, intentando hallar un rumbo a través del errático umbilical que caía. Ya había recibido un fuerte golpe en el flotador de babor del Fondoplano, que la lanzó brutalmente de un lado para otro dentro de la cabina; si algún tramo del umbilical caía sobre el Fondoplano, lo aplastaría contra el fondo, y entonces no habría ningún escape para ella.

Barbo entró en la sala de control, cerró de golpe la compuerta y la selló. Se había cruzado con mucha gente en los corredores, ninguno de ellos sabiendo a ciencia cierta lo que estaba ocurriendo, todos ellos terriblemente asustados. Finler le había preguntado qué demonios pasaba. Barbo no lo sabía, no entonces. Pero ahora podía ver toda la historia. El umbilical descendiendo rápidamente. Eso ya era bastante malo…, pero la expresión aterrada de Bud y el ulular de la sirena le dijeron que tenía que haber algo grande y feo unido al otro extremo del cordón.

Bud apenas se dio cuenta de la presencia de Barbo. Seguía comprobando los monitores de vídeo, los indicadores. Todavía no había daños serios. La plataforma resonaba y se estremecía a medida que los bucles del umbilical la golpeaban, pero ahora podía ver parte del cable cuando miraba por la ventana de babor. Parte de él, al menos, ya no caía encima de la

Deepcore; se estaba enroscando sobre sí mismo, formando una pila en el fondo marino a unos pocos metros de la plataforma. Como un montón de pasta en un plato. ¿Era esto un buen signo, que buena parte del umbilical descendiera al lado de la

Deepcore en vez de encima? Después de todo, antes de que la grúa cediera, el

Explorer se había desviado en ángulo, tensando el umbilical, arrastrándoles a ellos. Así que la grúa podía estar cayendo un poco descentrada. Un poco. ¿Lo suficiente?

—¡La tengo! —exclamó Lindsey—. ¡La tengo, desciende directamente sobre nosotros!

No sabes eso, Lindsey.

Quizá no. Sólo un poco, Dios, por favor. Sólo unos cuantos metros.

Un bucle del umbilical golpeó de nuevo a la

Deepcore. Resonó como el interior de una campana. Así que quizá la

Deepcore estuviera en el centro de la diana después de todo.

Lindsey se acercó a Bud para mirar por la ventana de observación. Barbo permanecía simplemente allí, sujetándose a un asidero de acero. Hippy agarró una bolsa de plástico, metió a Beany dentro y la cerró.

Y permanecieron allá, aguardando, aguardando. Bud se inclinó hacia la ventana a fin de poder mirar hacia arriba, de verla llegar. Me va a servir de mucho, pensó, saber tres décimas de segundo antes de que golpee que va a golpear. Pero tengo que saberlo.

Lo mismo hizo Lindsey. Abandonó el sonar, se inclinó hacia la ventana junto a él. Ambos mirando hacia arriba. Reza una pequeña oración, Lins, eso es lo que estoy haciendo yo.

Y, si morimos, moriremos juntos, y tú seguirás siendo mi esposa este día a esta ahora, así que supongo que yo habré ganado. Es casi la única forma en que podré hacerlo.

El ping del sonar se hizo más y más rápido, y…

La rota y retorcida grúa golpeó el suelo a no más de veinte metros de distancia, con un ruido de aplastamiento tan fuerte que lo pudieron oír con toda facilidad dentro de la sala de control. El lodo se alzó del suelo como una perezosa nube. Estaban vivos.

Se echaron a reír. La risa de Lindsey era un poco histérica. La de Bud era más un jadeo que una risa. Se le ocurrió que nunca se había alegrado tanto de ver algo como de ver la grúa llegar al fondo al otro lado de la ventana de babor.

La grúa cayó al borde mismo del abismo. Parte de ella lo hizo verticalmente, y parte de la roca bajo ella, justo en el borde del risco, era demasiado débil para soportar el golpe. Se desmoronó. La masa vertical de acero empezó a inclinarse. Gimió bajo el esfuerzo mientras se inclinaba lentamente, graciosamente, por encima del borde.

Se deslizó y cayó, y cayó, por la ladera cada vez más empinada, sin encontrar nada que detuviera su caída. Tras ella, el umbilical empezó a desenrollarse y a seguirla abismo abajo como una serpiente apartándose de la

Deepcore.

Entonces Lindsey recordó que aquella serpiente en particular nunca podría alejarse de la

Deepcore, porque estaba unida primero al armazón A, y luego a cada punto donde, al caer, se había enredado en la estructura de la plataforma.

—Oh, mierda —dijo.

La grúa estaba más allá del borde ya, rodando ladera abajo, enredada consigo mismo como una carnada de cachorrillos jugando. Alcanzó un saliente y se detuvo por unos instantes, pero el impulso era demasiado fuerte y la hizo rodar sobre sí misma, la llevó más allá del borde a una pendiente aún más pronunciada. Ya no había forma de detenerla.

Desde la ventana de observación Bud pudo ver el umbilical desenrollarse, desaparecer cada vez más rápido por el borde.

Cuarenta toneladas de acero, cayendo aprisa, y todo ello unido por un cable irrompible a la parte superior de la

Deepcore. No había ningún ancla, ninguna forma de retenerse. La

Deepcore estaba ya en una suave pendiente, descansando sobre sus patines de sustentación contra un saliente rocoso. Si la roca aguantaba los patines, entonces el armazón A podía romperse…, era su mejor posibilidad. Pero Bud temía que la

Deepcore rodara o se deslizara, fuera arrastrada hasta el borde, y entonces fuera sorbida hacia abajo al interior del cañón. Una vez allí, no vivirían para volver a salir. Nadie los encontraría nunca. Como su hermano, Junior. Perdidos para siempre.

—Oh no no no no no no no

no —dijo.

—Oh, Dios mío —dijo Lindsey—. ¿Bud?

Como si esperara que él hiciese algo. ¿Como qué? Por una vez Lindsey recurre a mí para hacer algo, me trata realmente como si hubiera algo que necesitara de mí, y no hay

nada que yo pueda hacer.

El umbilical restalló tenso como una vela en el viento. La

Deepcore se inclinó, se retorció mientras el umbilical tiraba de ella. Las alarmas empezaron a sonar por toda la plataforma. Pero la

Deepcore no rodó ni se rompió. La estructura era demasiado recia para eso, su centro de gravedad era demasiado bajo. En vez de ello empezó a deslizarse. Directamente hacia el borde.

Cuando el

Explorer la había arrastrado ya había sido bastante malo…, el umbilical los había estado alzando entonces. Ahora, en cambio, el umbilical tiraba de ellos hacia abajo, de modo que cogían cualquier irregularidad del fondo marino. ¿Pero qué importaba el saltar y bambolearse? Estaban en el borde mismo de la ladera que descendía hacia el cañón. Y luego estuvieron en ella.

Deslizándose ladera abajo, siguiendo el sendero que la grúa había despejado ya de obstáculos. La

Deepcore estaba diseñada para permanecer nivelada en el fondo del océano; no estaba prevista para deslizarse por el borde de un risco. Aquél era un tipo de tensión que Lindsey no hubiera podido planear nunca si quería que su construcción fuera realizable. Podía oír, podía

sentir, cómo las cosas iban cediendo, los remaches saltaban, las juntas se desalineaban; era como si sus nervios estuvieran conectados a toda la estructura de la

Deepcore, directamente hasta su cerebro, de modo que podía sentirlo como si fuera la agonía de su cuerpo siendo desgarrado.

Las luces parpadearon, disminuyeron; hubo cortocircuitos en el cableado, se inició un incendio en la sala de control.

—¡La sala de baterías ha estallado! —gritó Bud…, al menos algunos de los indicadores aún funcionaban.

Lindsey siguió a Bud fuera de la sala de control. De camino, señaló el fuego a Barbo.

—¡Ocúpate de eso!

Pudo sentir la mano de Hippy en su espalda, siguiéndola, cuando se agachó para cruzar la compuerta. Barbo tenía el extintor silbando furiosamente antes de salir de su alcance auditivo.

Echaron a correr por el pasillo. Finler venía de la sala de perforación.

—¡Bud! —Un grito como el de un niño pequeño pidiendo ayuda.

Bud se detuvo, miró hacia donde estaba de pie Finler.

—¿Sí? —gritó.

—¡Bud, la sala de perforación se está inundando! Entonces, ¿qué demonios haces aquí hablando conmigo?

—¡Vuelve allá! —gritó Bud—. ¡Estaré en seguida contigo! ¡Muévete!

Finler desapareció. Otra sacudida de los patines de sustentación golpeando algún obstáculo, rebotando. Lindsey no se sujetaba a nada en aquellos momentos…, chocó contra la pared. Inmediatamente se dio la vuelta, de espaldas contra la pared, el aliento perdido por unos instantes.

Bud vio a Hippy allí. Otro estorbo.

—¡Hippy, ve a la bodega de inmersión! ¡Ciérrala!

No había ninguna razón para que Lindsey siguiera con Bud…, ambos sabían qué hacer, podían realizar el doble de cosas si se separaban. Así que, ¿por qué se pegaba tanto a él? ¿Por qué no deseaba alejarlo de su vista? ¿Acaso pensaba que podría salvarle si algo iba mal? ¿O esperaba que él la salvara a

ella? Tonterías.

—¡Yo me ocuparé de esto! —gritó. Bud la oyó, y decidió no discutir. Se metió por una compuerta. Lindsey se dio la vuelta y se alejó, corriendo hacia el fondo del pasillo, en dirección a la escalerilla que conducía a la sala de máquinas.

En la sala del compresor, Monk estaba trabajando en medio de un chorro de agua de mar, haciendo girar válvulas para detener el fluir de las tuberías rotas. Luego un surtidor de chispas brotó de la sala de baterías. El agua de mar había alcanzado las baterías; estaban despidiendo violentos arcos. Bud sabía lo que iba a ocurrir…, las capas de electricidad prenderían el hidrógeno de las baterías. Pero no había tiempo de reaccionar, de alejarse. La sala de baterías estalló, arrancando la compuerta de sus goznes. La plancha de metal salió disparada directamente hacia Monk, lo golpeó, lo derribó, lo clavó a la cubierta.

Mientras bajaba la escalerilla a la sala de máquinas, los bordes de la explosión llegaron hasta Lindsey: una luz cegadora, luego el fuego. El calor fue inmediato e intenso, pero era el aire respirable lo que la preocupó. El fuego consumía el oxígeno tan rápidamente y ponía tanto humo en el aire que ya estaba tosiendo cuando agarró un equipo de emergencia de la pared. Lo primero que hizo fue ponerse la mascarilla, para poder seguir con vida el tiempo suficiente para sujetarse el resto del equipo en los hombros. Sólo entonces cogió una manguera de agua de mar y empezó a rociar las llamas. Aquello era lo único de lo que disponían en abundancia…, agua de mar.

Hippy avanzó por el corredor, casi tropezó al cruzar la compuerta a la bodega de inmersión. Se agachó y la cruzó. Debido a la inclinación de la plataforma, el agua rebasaba las paredes del pozo lunar y fluía a la parte inferior de la estructura. Al otro lado del pozo, Hippy pudo ver a uno de los SEALs —Wilhite— luchando contra un fuego. Estaba loco. ¿No se daba cuenta de que el pozo lunar tenía que ser sellado? Era un agujero abierto en el centro de la

Deepcore y, ahora que la plataforma no estaba nivelada, era la ruta más segura para que el agua entrara a todas partes. Tenía que ser sellada inmediatamente…, el fuego era el último problema allí.

Pero bueno, no todo el mundo actuaba sensatamente. Hippy era consciente de ello. Demonios, aquí estaba él, sujetando con su mano una bolsa con una rata dentro.

—¡Salga de aquí! —gritó. Wilhite le oyó. Entendió.

—¡Hippy, cierre esa puerta hermética!

Hippy pulsó el botón. Aún funcionaba…, la puerta se cerró, sellando aquella entrada. Echó a correr hacia Wilhite.

La

Deepcore dio un brusco bote. El Taxi Tres eligió aquel momento para soltarse de su alojamiento y deslizarse directamente hacia Wilhite. Con el Taxi Tres acercándosele, no le quedaba a Wilhite ningún espacio en la cubierta donde estar. Se echó de cabeza al pozo lunar.

El Taxi Tres golpeó contra la pared del fondo, luego giró, siguiendo el movimiento de la

Deepcore, y empezó a deslizarse directamente hacia Hippy. Hippy chapoteó en el agua que cubría el suelo, luchando por apartarse del camino. Se lanzó a través de una compuerta. A salvo.

Excepto que había dejado caer algo. Miró hacia atrás. La bolsa de plástico con Beany flotaba en el agua, atrapada en la corriente del pozo lunar, bamboleándose directamente delante del Taxi Tres mientras éste se deslizaba hacia la compuerta. Hippy volvió a cruzar la compuerta de vuelta a la bodega de inmersión, atrapó la bolsa con Beany, luego retrocedió y se salió del camino una décima de segundo antes de que el Taxi Tres se estrellara contra la compuerta.

Wilhite apenas se dio cuenta de la salida de Hippy. Estaba agarrado al borde del pozo, intentando salir. El agua era tan fría, sus dedos estaban tan entumecidos, que no podía aferrar firmemente el borde, no podía trepar.

Entonces la

Deepcore botó de nuevo. El Taxi Tres cambió de dirección, recto hacia Wilhite. Éste alzó las manos, como si pudiera salvarse reteniendo las doce toneladas del sumergible fuera del agua. El Taxi Tres cayó en el pozo, hundiéndolo consigo, arrastrándolo hacia abajo en el agua. Ahora estaba bajo la plataforma. Intentó aferrarse a algo, volver a trepar al pozo, pero no pudo. Sus dedos estaban demasiado helados para sujetar nada. El agua lo retuvo mientras la plataforma seguía su camino. Se quedó atrás. Pero nunca llegó a darse cuenta de que había sido abandonado. La hipotermia lo había dejado inconsciente antes incluso de que la

Deepcore terminara de pasar encima de él. Antes de que tuviera tiempo de ahogarse.

La

Deepcore se deslizó por la pendiente hasta el reborde donde la grúa había vacilado, luego rodado por encima del borde del risco. Esta vez, sin embargo, la estructura era mucho más resistente. La

Deepcore era tan enorme y su centro de gravedad tan bajo que, cuando alcanzó el reborde, éste la retuvo. Osciló allí unos angustiosos momentos, sí…, pero la retuvo.

En algún lugar más abajo, la grúa fue frenada en su descenso. Trozos de ella siguieron su camino hacia el fondo, pero gran parte de ella aún colgaba del extremo del umbilical. Cuando la

Deepcore se negó a seguir cediendo, a seguirla en su camino hacia abajo, el impulso de la grúa fue transferido de vertical a horizontal. Osciló como un péndulo.

Muy arriba, la

Deepcore gimió con la tensión del oscilante umbilical. De nuevo, sin embargo, resistió. La

Deepcore no iba a caer al abismo. Estaba en una situación precaria, pero la plataforma no iba a morir todavía. No completamente.

En la zona de habitaciones, Perry había sellado la compuerta de su módulo. Por ahora iba bien…, pero sabía que no estaba seguro allí. Caía demasiada agua de mar desde arriba. Tenía que abrir la compuerta del techo, subir al nivel tres. Lindsey Brigman podía ser una maldita zorra cuando tenías que trabajar con ella, pero había diseñado una buena plataforma…, siempre había alguna vía de escape.

La compuerta encima de su cabeza estaba demasiado alta para alcanzarla. Tendría que subirse sobre un camastro. Sólo que, en el momento en que lo hacía, la

Deepcore alcanzó el borde del risco y se detuvo con una sacudida. La tensión abrió una brecha vertical en la pared. El agua empezó a entrar en el módulo, directamente sobre el camastro, derribando a Perry. El agua era tan fría que casi detuvo su respiración, pero consiguió ponerse de nuevo en pie y volver a subirse al marco del camastro.

Ahora podía alcanzar la compuerta. Intentó girar la rueda, pero no cedió. Todas esas compuertas eran comprobadas regularmente, a cada cambio de turno. Debía haber sido la tensión sobre la estructura cuando la

Deepcore se detuvo lo que la había encajado. Si pudiera hacerla girar con la suficiente fuerza.

Pero no podía conseguir el apoyo necesario para hacer palanca. El agua seguía subiendo, arriba, cada vez más arriba. La compuerta no cedía. Finalmente, con el agua apretándolo ya contra el techo, dejó de intentarlo. Se quedó colgando allá, simplemente, mientras el frío hacía circular con más lentitud su sangre, hacía que sus dedos se volvieran tan gruesos y torpes que ya no pudo seguir sujetándose.

Flotó en el agua mientras el compartimiento acababa de llenarse, con sus brazos y piernas derivando perezosamente con los últimos restos de turbulencia, como suaves brisas en el agua.

Lindsey se abrió dificultosamente camino hasta la sala del compresor, chorreando agua de mar, abriéndose camino con la manguera contra el fuego. Vio a través del humo la puerta que había estallado de la sala de baterías. Había alguien debajo.

Barbo bajaba en aquellos momentos por la escalerilla. Lindsey le tendió la manguera.

—¡Dirígela sobre mí! —le dijo.

Con el chorro de agua manteniendo lo peor de las llamas lejos de ella, se dirigió hacia la compuerta. Era Monk quien estaba debajo, no completamente inconsciente, intentando moverse débilmente, liberarse de la plancha de metal. Lindsey lo agarró, lo arrastró fuera del camino de las llamas.

Cuando estuvo lo suficientemente lejos de las llamas como para no necesitar ya el chorro sobre ella, Barbo avanzó, cogió a Monk, se lo cargó al hombro y se encaminó hacia la escalerilla. La enfermería estaba en el mismo trimódulo, un nivel más arriba, y hasta ahora no había ningún escape de agua en ella.

Lindsey recogió la manguera, siguió apuntándola hacia el fuego. Miró a través de las llamas a la sala de baterías. Al otro lado de aquel compartimiento estaba la oficina del encargado de la plataforma…, el camarote de Bud. Más allá, otra escalerilla, y luego el largo corredor que bajaba hasta la sala de perforación. Bud había prometido a Finler que iría allí. ¿Estaría allí ahora? ¿Había hecho estallar el fuego la compuerta del otro lado también? ¿Era posible que Bud estuviera en aquella habitación cuando estalló el fuego, intentando salvar algo? He salvado a uno de estos malditos SEALs, y quizá Bud esté en el otro lado del fuego, tendido bajo una compuerta en la misma situación, sólo que yo no estoy allí, no puedo sacarle.

Permaneció hoscamente en aquel lugar, dirigiendo el agua hacia las llamas. Si voy persiguiendo cualquier cosa que imagine que puede haber ocurrido, será peor que inútil. Si yo hago mi trabajo, si Bud hace el suyo, todo irá bien. Espero. Por favor, Dios.

Abajo en la sala de perforación, Finler y Dietz y McWhirter tenían los incendios bajo control, la inundación detenida…, hasta la última y brutal sacudida y el retorcimiento cuando la grúa empezó a oscilar al extremo del umbilical. Entonces supieron lo que era una auténtica inundación. El agua penetró como si rebosara por encima de un dique. Los arrojó por entre la maquinaria; los revolcó. Pero finalmente consiguieron volver a ponerse en pie, se alejaron chapoteando entre el agua. No podían hacer nada excepto salir de allí, intentar hallar alguna parte de la

Deepcore que aún estuviera intacta.

Pero la gran compuerta automática ya se estaba cerrando, sus motores la deslizaban sobre sus guías como la puerta de la cámara acorazada de un banco. Chapoteando en el agua, no la alcanzaron hasta que ya se había cerrado.

Golpearon la puerta con los puños. Miraron a través de la mirilla al corredor del otro lado, en desesperada busca de ayuda. No había nadie allí que pudiera oírles, nadie para activar la puerta desde el otro lado. Apretaron sus manos, sus rostros, contra el pequeño círculo de cristal, como si pudieran abrirse camino por él.

Fue entonces cuando finalmente llegó Bud, corriendo por el largo corredor hasta la sala de perforación. Vio la puerta cerrada. Vio manos, la cabeza de alguien.

No había forma de que pudiera abrir la puerta desde su lado. El motor seguiría forzando la puerta cerrada hasta que la estancia al otro lado fuera de nuevo hermética. La única forma de conseguirlo era cortar el tubo neumático, que estaba al otro lado de la puerta.

—¡Cortad el cable al motor! —gritó Bud—. ¡Cortad el tubo! ¡No puedo abrir la puerta desde este lado!

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