Abyss

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10 – Aislados

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Bud estaba en la bodega de inmersión, inspeccionando los cables eléctricos y empalmando las partes rotas. Podía oír por sus auriculares lo que estaba ocurriendo, puesto que se había conectado con el circuito F-O de Lindsey. Tras oír la conversación entre Lindsey y Barbo, supo que ella estaba trabajando sola. Bud bajó la mano a la caja de control en su cadera y conectó su micro de modo que Lindsey pudiera oírle.

—¿Qué aspecto tiene? —preguntó.

¿Qué podía decir Lindsey? Construir la

Deepcore había sido su vida durante años, y ahora estaba hecha una ruina. Por otra parte, la complacía ver lo bien que había resistido bajo algunas tensiones realmente extraordinarias. Y gran parte de los daños eran reparables. Así que casi sonó alegre en su respuesta:

—Bueno, casi hicisteis pedazos mi pobre plataforma. Hay mucho follón aquí fuera.

Bud oyó el tono de su voz, supo que estaba bien. También le preocupaba que, cuando estaba de un talante tan ansioso como aquél, a veces Lindsey se movía demasiado rápido, no vigilaba lo que ocurría a su alrededor. En tierra, todo eso conducía a que hubiera gente que se sintiera dolida en sus sentimientos. Ahí fuera en el agua, especialmente con los impredecibles restos de un naufragio a su alrededor, moverse demasiado rápido podía ser mortal. Los tubos de tu traje podían engancharse en cualquier trozo de metal retorcido o sobresaliente; algo podía deslizarse inesperadamente de cualquier parte y atraparte.

—Bien, ve con cuidado —dijo. Sonó como su madre. Ve con cuidado, no te hagas daño, y asegúrate de volver a casa antes de las nueve y media.

Lindsey tenía trabajo…, y también él. Desconectó su micrófono, de modo que pudiera seguir oyendo pero no pudiera hablarle.

A unos metros de distancia, Una Noche estaba reparando algunos de los daños del Taxi Uno. Se inclinó hacia él, señalando una llave inglesa.

—¿Me pasas esta nueve-dieciséis, por favor?

Lo hizo.

Viendo que su micrófono estaba cerrado, ella le indicó que podían seguir con lo que habían estado hablando antes. Acerca de cómo él y Lindsey se habían casado. Para Una Noche, aquél era uno de los misterios supremos del universo. Resultaba obvio para ella que eran las dos personas más distintas, imposibles, que jamás hubieran intentado los vínculos matrimoniales.

—Así fue pues como sucedieron las cosas —dijo. Bud asintió y siguió con su historia.

—Sí, así fue como sucedieron las cosas. Permanecimos allí, uno al lado del otro, en la misma nave, durante dos meses. Estábamos probando este derrick automático de ella. Cuando volvimos a tierra, empezamos a vivir juntos.

—Pero eso no quiere decir que tuvieras que casarte con ella.

¿Cómo podía explicarle aquello a Una Noche? Yo estaba con ella, y tenía la sensación como si fuera más yo de lo que nunca lo había sido estando solo. Me sentía orgulloso de estar con ella. Me sentía orgulloso de lo que

éramos juntos. Me gustaba el

nosotros más de lo que me gustaba el yo solo. Si intentaba decirle esto a Una Noche, ella no lo creería, se preguntaría por qué la estaba engañando de aquel modo. Así que sonrió y le contó la otra razón…, la razón práctica, que uno podría llamar incluso la auténtica razón, puesto que era la única que Bud y Lindsey se admitían el uno al otro por aquel entonces.

—Íbamos a tener que volver a la misma nave. Seis meses de pruebas. Si estabas casado tenías un camarote. Si no, tenías que conformarte con una litera.

Ella pareció creerlo.

—De acuerdo, una buena razón. ¿Quieres asegurar esto por mí?

Bud hizo un lazo en el cable en torno a un montante para que no volviera a deslizarse al agua. Luego se inclinó a su lado y le echó una mano.

—¿Entonces qué? —preguntó ella.

—Todo fue bien durante un tiempo, ya sabes. Pero luego ella fue promovida a jefe ingeniero de esta cosa, hace un par de años. —Fue la única vez que nunca viera a Lindsey llorar abiertamente, la vez que creyó que habían decidido poner a alguien distinto en el puesto. Su diseño, su plataforma, e iban a permitir que otra persona supervisara la construcción y las pruebas. Necesitaba ser la ingeniero del proyecto del mismo modo que otras mujeres necesitan tener hijos. Exactamente así. Y yo deseaba que ella lo consiguiera también, porque ella lo deseaba tanto…, y porque así podríamos seguir juntos. En vez de ello, lo que consiguió fue separarnos.

—Pasó por delante ti…, por encima de ti.

Así era como le parecía a Una Noche, pero Bud no lo creía. No, Lindsey nunca había sido así. Ella nunca se sintió demasiado

importante para él, sólo demasiado… distraída. O no, más bien simplemente encontró que

él la distraía de su trabajo.

—Bien —dijo Bud—. Ya conoces a Lindsey, sólo es demasiado malditamente agresiva. Ella no me abandonó. Simplemente me dejó

detrás.

Una Noche detuvo lo que estaba haciendo y le miró directamente a los ojos.

—Bud, déjame decirte algo. No es ni la mitad de lista de lo que cree que es. —Y mantuvo su mirada hasta que estuvo segura de que Bud captaba el mensaje.

Bud lo captó. Una Noche le estaba diciendo: Es una tonta perdiéndote. Una Noche estaba diciendo: Sé como eres, Bud Brigman, y tú no estropeaste las cosas con Lindsey, fue ella quien las estropeó contigo.

Simplemente no sabes nada, Una Noche. Si yo hubiera sido más listo o hubiera intentado más duro o no tan duro o lo hubiera hecho mejor de algún modo, todavía la tendría conmigo. Pero entiendo lo que quieres decirme, y te doy las gracias por ello.

Una Noche tenía otra idea en la cabeza. Hizo ademán como si cogiera el tubo de aire de Lindsey con ambas manos y lo retorciera, interrumpiendo el suministro. Sólo un pequeño favor que estaba dispuesta a hacer por Bud.

Él hizo gesto de detenerla.

Una broma. Eso era todo. Una Noche rió y chasqueó la lengua. Muchacho, estás tan enamorado de ella que tienes el cerebro derretido.

A unos pocos metros de distancia, Hippy empezó a trastear con los mandos de su monitor. Estaba recibiendo alguna interferencia. Estática. Una señal débil. Aquello era ridículo: el Pequeño Tonto estaba unido a él por un cable, debería recibir señales absolutamente claras.

—Hey, Lindsey —dijo Hippy—, ¿me oyes? Cambio.

Fuera de la

Deepcore, Lindsey le oyó, pero la voz del hombre se quebraba como si lo estuviera recibiendo de muy lejos. Sólo que la distancia no debería representar ninguna diferencia, y ella no se estaba moviendo.

—Sí, Hippy, te oigo. —Estaba de pie al borde del cañón, comprobando las válvulas de una hilera de depósitos de oxígeno, intentando averiguar cuáles debían ser conectados y cuáles estaban vacíos. Tras ella se abría la caída vertical hacia la nada. Pero eso no la había preocupado hasta ahora, con la voz de Hippy desvaneciéndose. Necesitaba aquella conexión—. ¿Qué ocurre? —quiso saber.

Dentro de la plataforma, Hippy había perdido completamente el contacto visual. Si Lindsey le respondió, no la oyó.

—Lindsey, regresa. —Respóndeme.

Las luces dentro de la plataforma disminuyeron bruscamente. El primer pensamiento de Bud fue que el suministro de energía había resultado dañado. Pero eso no era posible…, no hubiera causado una caída como aquélla, y luego una recuperación. Recordó la pérdida de energía allá en el

Montana.

Cuando las luces de fuera disminuyeron, Lindsey empezó a sentirse alarmada. Ahora no recibía nada de Hippy, y la última cosa que necesitaba era quedarse allí fuera sola en la oscuridad. Si las luces se apagaban, sus posibilidades de regresar sin chocar o engancharse con algo o simplemente perderse eran más bien escasas.

—Barbo, ¿me oyes?

Hippy y Bud no estaban oyendo nada tampoco, pese a que ambos estaban llamando a Lindsey. Las comunicaciones estaban muertas.

A un centenar de metros más abajo del borde del abismo, los constructores flotaban en el agua. Hasta ahora todo estaba yendo bien. Aguardaron hasta que Lindsey estuvo apartada de todos los demás. Entonces se acercaron, lo cual interfirió con la energía de la

Deepcore, pero enviaron hacia delante zarcillos para extraer

toda la energía de los sistemas de comunicaciones. Querían estar a solas con Lindsey, sin distracción o interferencia.

Ahora enviaron nuevos zarcillos hacia ella, de sólo unas pocas moléculas de grosor. Hallaron las rendijas en su traje —en el cuello, en cada junta— y, reuniendo y polimerizando el vapor de agua ambiente en su traje, los zarcillos crecieron hasta que hallaron su camino a través de sus oídos, sus fosas nasales, su boca, sus ojos, directamente hasta su cerebro. Allá siguieron los senderos de su mente, tocando cada neurona y tendiendo un puente en cada sinapsis. Ahora éste no era ya un proyecto para un solo constructor. Una docena de ellos estaban sondeando su cerebro, y luego, juntos, interpretando lo que leían allí.

Tiene miedo.

No deseaban que tuviera miedo, fuera presa del pánico y se dañara a sí misma de la forma que lo había hecho Lioso. Así que ahora, a fin de calmarla, efectuaron su primer esfuerzo de una comunicación directa.

Si hubieran sido humanos, utilizando un lenguaje humano, le hubieran susurrado, tranquilizándola gentilmente, una especie de arrullo: No tengas miedo, queda en paz, queda en paz. Pero no eran humanos. Así que su significado llegó no como palabras, sino como moléculas. Agentes químicos que creían que comunicarían a Lindsey la sensación de paz.

Lindsey seguía sin oír nada. Intentó alcanzar a todo el mundo, por la F-O, luego por la UQC.

—Barbo, ¿me escuchas? Cambio. —Se dio cuenta de que el pánico le estaba empezando a ganar, oyó la desesperación en su propia voz—. Bud, ¿me escuchas? Cambio.

Entonces la energía disminuyó aún más. Eso hubiera debido acabar de asustarla. Pero, en cambio, se sintió algo más calmada.

—Barbo, parece que tenemos un problema aquí. Cambio. —Y entonces no sintió la necesidad de seguir llamando. ¿Por qué estaba tan preocupada? Todo iría bien. No tenía ni idea de por qué debía sentir así, pero así era como sentía…, una completa confianza. No tenía nada que temer. Estaba en paz.

Funciona, dijeron. Nos ha oído.

Era el momento del siguiente paso. Algo pequeño. El porteador del que había captado un atisbo antes. Sería algo familiar para ella. También le parecería como una máquina, con una firme estructura no fluctuante…, por todo lo que sabían de los humanos ahora, y por todo lo que sabían de Lindsey, estaban completamente seguros de que ella se sentiría menos amenazada si pensaba que se trataba de una máquina. Así que el porteador se lanzó hacia arriba desde el abismo. La vio y, como un cachorro reconociendo a su amo, se movió rápidamente hasta situarse tras ella.

Lindsey vio sólo los esquemas de luz en el equipo frente a ella. Se volvió lentamente, aún sin sentir ningún temor…, y vio frente a ella una máquina. ¿Era eso lo que había visto antes? Su cuerpo era liso, ligeramente arqueado, como un pez en medio de un salto…, pero no era un pez. En la parte frontal había una abertura como el delante de un motor cohete…, pero no era un motor. Dentro había un círculo con puntos brillantes que irradiaban hacia fuera, como el dibujo del sol hecho por un niño; giraba. La luz danzaba en su interior.

Entonces se volvió de lado. Su concha —o piel, o cuerpo— era transparente, como un perfecto cristal. Los colores brillaban formando dibujos en la piel a medida que se movía, como si estuviera reflejando alguna fuente externa de luz. Pero no había ninguna luz excepto la que procedía de dentro de la cosa. Estructuras de diferentes colores, brillando, conectándose dentro como en una máquina…, ¿o era un sistema biológico? No podía decirlo, como tampoco podía adivinar cuál era su finalidad.

Pero era hermoso. Se maravilló ante su perfecta gracia.

Lo admira. Desea conocerlo y comprenderlo. Cuando lo ve sin miedo, entonces puede amarlo.

Los constructores recordaron este pensamiento, porque sabían que era importante. El miedo era el gran controlador de los seres humanos. El miedo los estaba llevando al borde de la guerra. El miedo los apartaba unos de otros, impedía que muchos de ellos arriesgaran nada en sus vidas. Había una buena razón evolutiva para que el miedo fuera fuerte en ellos…, podían morir, no sólo corporalmente, sino sus memorias también. Por supuesto, temían la muerte. Si nosotros muriéramos tan completamente, también la temeríamos.

Pero, con el miedo extirpado, el auténtico yo permanecía detrás. Lindsey estaba llena de ansia de ver más, de comprenderlo todo. Estaba preparada.

Sin embargo, los constructores eran cautelosos. La visión de un constructor en su forma natural había aterrado a Lioso. Y Lindsey sentía una afinidad particular hacia las máquinas. Así que el constructor con el que entraría en contacto Lindsey estaría dentro de un deslizador, no se presentaría en su forma natural. De nuevo sería como una máquina, pero esta vez una máquina llena con una inteligencia.

El porteador se mostró reluctante a marcharse, sintiendo que Lindsey deseaba que se quedara…, aunque recibía su información más de los constructores que de la propia Lindsey. Derivó hacia atrás, luego se alzó hasta desaparecer de su vista.

La mirada de Lindsey siguió al porteador hasta que ya no pudo verlo. Entonces vio algo que cortó su respiración…, una larga y lisa forma que ascendía lentamente del abismo. Brillaba con una luz interior, su superficie era lisa y perfecta, su forma graciosamente ondulante. Luces interiores se movían y danzaban en sus profundidades. Era la luz de la vida, del pensamiento, de la memoria. Era transparente, sus paredes tan perfectamente claras que eran casi invisibles. No había ningún material de construcción conocido que pudiera ser tan transparente y sin embargo tan fuerte como para contener una estructura así sin retorcerse o rasgarse.

Ningún arquitecto o ingeniero podría haber diseñado esta cosa. No tenía ningún lugar en el orden natural de la Tierra. Lindsey supo inmediatamente que era obra de un extranjero, de un recién llegado…, pero no de un intruso. No interferiría con ella o con ningún otro humano, si podía impedirlo. Vivía en la parte más profunda del mar, allá donde los seres humanos jamás podrían ir. No había enemistad entre la humanidad y esas cosas. Esa gente.

¿Cómo sabía ella esto? No tenía la menor idea…, pero estaba segura de ello. Estaba más allá de toda duda. Como la forma en que sabía que podía adelantar su mano y tocarla. Hacer eso era una cosa peligrosa e irrazonable…, y sin embargo no tenía la menor duda de que podía hacerlo. Y deseaba hacerlo, con todo su corazón. Sería insoportable ver una tal belleza y no tocarla.

Así que apoyó su mano contra el arco como un ala mientras rotaba lentamente encima de ella. La superficie era lisa y dura…, no cedió bajo la presión de sus dedos. Y sin embargo se deslizaba bajo su mano absolutamente sin fricción…, lo vio moverse, pero sin embargo no pudo sentir su movimiento.

¿Quién eres? ¿Quién te construyó? ¿Quién hay en tu interior? Y luego un deseo que recordaba de su infancia, el deseo que la había mantenido junto a su padre, olvidando todos los demás atractivos de la juventud: Enséñame cómo hacer estas cosas.

Hay mucho tiempo para eso, pensó. No hay prisa. Ahora que nos hemos encontrado, hay mucho tiempo. Puedes contarme todos tus recuerdos. Viajes a través del interminable abismo del espacio, la ardiente y llameante luz de los soles, el exquisito alivio de sumergirse de nuevo en las frías profundidades de un nuevo mar, donde empezar de nuevo. Sois constructores, sé eso…, constructores como yo, sólo que mucho más viejos y con mucha más experiencia. Nuestros cuerpos son tan absolutamente diferentes que sólo podemos encontrarnos aquí, en este difícil lugar; pero nuestras mentes no son tan distintas que no podamos comunicarnos.

Deseo que queráis hablar conmigo.

Entonces recordó su

cámara. El vídeo del VOCR no funcionaba, por supuesto, con la energía tan baja, pero ella tenía una cámara submarina que era puramente mecánica. Podía tomar una foto, podría mostrársela a los demás; entonces sabrían que esas criaturas no eran nada que debieran temer. Trasteó con su equipo…, aprisa, aprisa, se está yendo.

Mientras el deslizador se hundía en el cañón, estuvo finalmente preparada para tomar una foto. Pero justo en el momento en que iba a pulsar el disparador, el pequeño porteador pasó a toda velocidad por detrás de ella, sobresaltándola. Falló completamente el enfoque del deslizador. Bueno, al menos podría tomar una foto de éste, aunque se negaba a permanecer quieto, zigzagueaba hacia el interior del cañón. Tomó una foto sólo un segundo antes de que desapareciera.

Dios mío, no estamos solos aquí abajo, pensó. Hemos bajado tanto que casi nada vive aquí, sólo para descubrir que mucho más abajo aún, en el fondo de esta fosa, viven las más hermosas criaturas con las más perfectas máquinas de esta Tierra.

Las luces volvieron. Los sistemas de comunicación crepitaron de nuevo a la vida. El Pequeño Tonto despertó y se alzó del fondo marino, agitando cieno. Y allí estaba Barbo, rodeando el flanco de la plataforma, buscándola.

—Será mejor que no digas que te perdiste eso —dijo Lindsey. Barbo se mostró desconcertado.

—¿Perderme qué?

No importaba.

Ahora, ella sabía. Tenía una foto. Todos podrían verla.

Fue un éxito sólo parcial. Habían hablado con Lindsey, y ésta había comprendido. El problema era que ella no

sabía que ellos habían hablado. Puesto que se comunicaban manipulando directamente la memoria y las emociones a nivel químico y eléctrico, los mensajes de los constructores entraron en el cerebro de Lindsey exactamente del mismo modo que lo hacían sus propios pensamientos y sentimientos. Así que ella creyó que sus mensajes eran sus propias ideas. Confiaba en ellos, creía en ellos, pero como si fuera intuición, deducción, algo dentro de ella misma.

Los seres humanos no están acostumbrados a recibir directamente los pensamientos de otros, se dijeron unos a otros los constructores. No pueden probar el sabor que nos dice cuándo un pensamiento viene de algún otro. Así que, ¿cómo pueden reconocer la voz mental de otro dentro de sus cabezas? Peor aún, ¿cómo pueden distinguir entre sus propios pensamientos y los que nosotros les suministramos? Le dijimos a ella que quedara en paz. Le dijimos de dónde procedemos, quiénes somos, lo que hacemos. Pero ella decidió por sí misma que nuestras obras eran hermosas, que deseaba que le enseñáramos. Sin embargo, si sabía que algunos de sus pensamientos procedían de nosotros, era incapaz de decir cuándo terminaban nuestros mensajes y cuándo empezaban sus propios deseos.

Y descubrieron otra cosa acerca de ella también. Podían eliminar su miedo, pero ésa no era la única barrera entre un ser humano y otro. Por sus memorias podían ver las incontables veces en su vida en las que ella se había separado por sí misma de otra gente, no por miedo, sino a causa de su intensa concentración en las cosas por las que se preocupaba. Los seres humanos eran capaces de no conocerse unos a otros deliberadamente, cerrando a los demás fuera y aislándose de ellos; y ella no veía aquello como una pérdida trágica, una amarga soledad. Lo veía como una necesidad, la única forma de concentrarse en su trabajo, de realizar algo.

Así que no será suficiente que extirpemos su miedo, aunque pudiéramos hacerlo al aire libre, allá donde esos humanos viven.

Entonces no hay esperanzas de cambiarlos. Podemos empezar a hacer nuestros preparativos para marcharnos, y dejar que se destruyan entre sí. No es culpa nuestra…, lo hubieran hecho igual finalmente, puesto que se niegan a pertenecer los unos a los otros.

No. No podemos desecharlos tan fácilmente. Todavía no hemos visto más que a unos cuantos de ellos. Al contrario que nosotros, sus memorias completamente separadas significan que cada persona es diferente de las demás; conocer a una o siquiera a un centenar no significa que las conozcamos a todas.

Tenemos tiempo. Podemos observar. Podemos ver lo que hacen, ver si hay alguna esperanza para ellos. Pero seguramente vamos a sentirnos decepcionados.

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