Abyss

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13 – Ahogarse

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En la ciudad al fondo de la fosa Caimán, los constructores estaban al borde de la desesperación. Habían corrido un enorme riesgo yendo al encuentro de los hombres en su atmósfera. Habían intentado mostrarles su deseo de comunicarse. ¿Y cuál había sido el resultado? Una compuerta cerrándose sobre la sonda sin ninguna advertencia previa. Habían acudido a ayudar a los humanos a salvarse a sí mismos de sus propios instintos asesinos, y como respuesta los humanos habían intentado asesinar a los mensajeros. Sabían que el humano que había intentado matarlos no era igual a Lindsey y Bud y los demás. Los constructores sabían también que la mayor parte del equipo temía a los SEALs, en especial a Coffey. Pero ¿quién decidía poner las armas en manos de esos hombres? El hecho de que delegaran sus asesinatos a especialistas no significaba que los humanos más gentiles no fueran responsables. Los humanos, como especie, ni siquiera intentaban refrenar su deseo de matar.

No, lo

están intentando. Tienen miedo de que si un bando renuncia a sus armas, entonces el bando que no lo haga los domine a todos.

Un terrible dilema. Y uno que no puede ser resuelto, por la simple razón de que si un lado queda desarmado, entonces el otro seguramente

tomará ventaja de ello…, o lo hará alguna tercera parte. Hemos visto eso en su televisión…, no son diferentes allá arriba en la atmósfera de esos que han bajado aquí cerca de nosotros. En consecuencia, debemos abandonar este planeta y dejar que se destruyan entre sí. Eso eliminará completamente el problema.

Pero no podemos abandonar. Parte de todo esto es culpa nuestra. Incluso dentro de la

Deepcore, es en parte el miedo de lo que él cree que somos lo que ha despertado este terror en Coffey.

¿Qué más podemos hacer? No podemos volver a entrar. Cuando hablamos con ellos, ellos no saben que les estamos hablando. Podemos forzarles a que piensen los pensamientos que deseamos que tengan, pero ¿qué conseguiremos con ello? Eso no es comunicación, es esclavitud. Olvidémoslo.

Pero podemos seguir observándolos, ¿no?

Observemos, pues. Veamos cómo ponen en marcha la muerte y la destrucción que ha llenado su historia.

En la burbuja de aire dentro de la escotilla seis, Barbo sabía que debía encaminarse de vuelta a la escotilla por la que había salido. Cuanto más tiempo aguardara, más frío cogería, allí en aquella agua. Sin embargo, no podía soportar el pensamiento de abandonar, de dejar toda la responsabilidad a Bud. Si Bud lo conseguía, tendría que salir del agua y enfrentarse a Coffey, y, maldita sea, Bud no estaba preparado para ello. No tenía habilidades de lucha. Barbo sí. Se burlaban de él por hablar de ello, pero en realidad

era un luchador, y aún tenía el brazo de luchador.

Soy un maldito estúpido, pero voy a ir al pozo lunar, o moriré intentándolo.

Barbo hiperventiló, luego se sumergió en el agua. Necesitó sólo un momento para localizar el pozo lunar. No estaba tan lejos. No era imposible. Puedo lograrlo.

Nadó hacia delante, con grandes y potentes brazadas. Se

agarró a los tubos, se impulsó con ellos. Pero no lo estaba consiguiendo. Estaba demasiado cansado, el frío se estaba apoderando de él. El aire ardía en sus pulmones como fuego helado. Torpe necio machista, no vales una mierda ni vivo

ni muerto, pero si vas a morir, hazlo debajo del pozo lunar para que flotes hacia arriba y así sepan lo que te ha ocurrido.

No vio al constructor que flotaba en el agua más allá del alcance de las luces, lo suficientemente lejos como para no interferir con la energía de la plataforma. Era consciente del debate que había asolado la ciudad después de que los humanos intentaran matar la sonda. Sabía que su papel ahora era sólo observar. Pero ahí estaba uno de los humanos, luchando por sobrevivir fuera en el agua, casi desnudo, tan frágil como la sonda que ellos habían enviado al interior de la

Deepcore. Sólo estaba siguiendo a su amigo, que parecía ser más joven y más fuerte que él. ¿No sería un crimen tan grande dejar que éste muriera ahí fuera como lo había sido para el de dentro intentar matar nuestra sonda? ¿Acaso dejar que muera no es una especie de asesinato también?

Así que engrosó sus zarcillos y tendió hacia delante parte de su inteligencia, hacia él. Se deslizó entre sus entreabiertos labios, descendió por su garganta, llegó a sus pulmones. No le resultó difícil elaborar los catalizadores que descompusieron el dióxido de carbono en sus pulmones convirtiéndolo de nuevo en carbono y oxígeno. Absorbió el exceso de carbono y lo arrastró a lo largo de los zarcillos. No era mucho en realidad, no una excesiva interferencia. Sólo el oxígeno suficiente que podría llevarlo hasta la superficie del pozo, donde podría respirar por sí mismo. Cuando Barbo salió a la superficie, extrajo los zarcillos y los retiró. Probablemente sería reprendido por ello. Sus memorias serían seguramente avergonzadas cuando las llevara a la ciudad. Pero estaba solo, y había tomado la decisión que seguramente hubiera tomado si Barbo hubiera sido un constructor y no un hombre.

Barbo inspiró profundamente, sorprendido de haberlo conseguido después de todo. Justo al final había parecido como si hallara nuevas reservas. Un pulmón extra.

Miró a su alrededor, y descubrió a Coffey y Bud. Era horrible como un pecado, verlos luchar. Bud estaba casi tan preparado para enfrentarse a Coffey como un bebé ardilla lo está para enfrentarse a un gato callejero. Estaban eludiéndose por entre algunos cables y cadenas y una luz medio suelta que colgaba del techo, pero era un asunto de tiempo, eso era seguro.

Barbo salió del agua. Apenas podía sostenerse en pie, tenía tanto frío. Flexionó los músculos, giró los brazos, retorció el cuerpo hacia uno y otro lado mientras avanzaba tambaleante por la cubierta hacia donde estaban luchando. Coffey había conseguido pasar un cable en torno al cuello de Bud, lo estaba estrangulando. Maldita sea, pensó Barbo, ¿no puedo moverme más aprisa?

—¡Hey! —gritó. Cualquier cosa con tal de distraer a Coffey de su fiebre asesina.

Coffey giró en redondo para enfrentarse a él. Completamente desprevenido. Fue el puñetazo más fácil que Barbo tuvo jamás el placer de dar. Alcanzó al teniente en la mejilla con un derechazo, y lo arrojó de culo al suelo. Listo para la cuenta, sí, señor. No le llamaban el Martillo por nada.

Fue a ayudar a Bud, que estaba desenrollando el cable de en torno a su cuello. Pero el muchacho no estaba interesado en hola qué tal y cómo diablos llegaste hasta aquí.

—¡Cuidado con Coffey! —gritó.

Coffey estaba de nuevo en pie. Barbo apenas pudo creerlo. Nadie volvía a levantarse después de un puñetazo como aquél. Pero Coffey no estaba interesado en seguir luchando. Sabía contar…, eran dos contra uno, y él tenía una misión que realizar. Así que corrió hacia el borde del pozo, saltó sobre el Fondoplano que flotaba allí en el agua, se deslizó por el lado y al interior del asiento del conductor. Barbo llegó inmediatamente tras él, pero cuando alcanzó la escotilla ésta ya estaba cerrada. Y asegurada por dentro.

—¡Lo ha conseguido, maldita sea! —gritó.

Ahora Bud estaba también sobre el Fondoplano, tambaleándose pero de pie. Ver lo mal que estaba Bud tras la lucha hizo que Barbo se sintiera más útil de lo que nunca se había sentido antes. Había corrido el riesgo, intentando ser un héroe, y que se maldijera eternamente si no lo había conseguido.

Bud, sin embargo, no parecía impresionado. Estaba ya atareado, trasteando con el Gran Tonto, intentando soltarlo de la enorme garra de acero del Fondoplano.

—Ayúdame a soltar esto —dijo.

Barbo ayudó lo mejor que pudo, pero no había forma. Pudieron oír los motores del Fondoplano cobrar vida. Bud dejó de intentar soltar el Gran Tonto del Fondoplano…, ahora estaba trasteando debajo, intentando desprender la ojiva de combate del VOCR. Inútil. Coffey estaba sumergiendo el Fondoplano directamente bajo ellos, arrastrándolos de vuelta al agua. Demasiado frío, no podrían soportarlo más tiempo. Se sumergió.

Treparon fuera del agua. Bud estaba al límite de sus fuerzas.

—Ve a abrir la puerta —dijo. Barbo pulsó el botón y cruzó la puerta automática apenas se abrió lo suficiente como para dejar pasar su cuerpo. Recorrió a grandes zancadas el corredor, corriendo como nunca antes lo había hecho, todo su cuerpo agitándose. Golpeó contra la otra puerta, tiró del trozo de tubo que Coffey había clavado en la rueda.

Por supuesto los demás habían estado viendo todo aquello desde la sala de control, así que estaban preparados cuando Barbo llegó junto a la puerta. Demasiado preparados. Al segundo mismo que la rueda pudo girar, Hippy abrió la puerta tan rápido que clavó a Barbo contra la pared. Al momento siguiente Hippy estaba en la bodega de inmersión, llevando el rifle de asalto como si creyera que estaba en una película de Chuck Morris. Barbo consiguió desencajar la puerta de su estómago y corrió tras él; pudo oír a Lindsey inmediatamente detrás.

Cuando llegaron a la bodega de inmersión, Bud estaba poniéndose ya un traje de inmersión. Hippy estaba de pie allí al lado como un idiota, contemplando el pozo. Tranquilos…, Coffey estaba todavía ahí abajo. Con todos los daños sufridos por la

Deepcore, no resultaba fácil hallar un camino para hacer pasar algo tan grande como el Fondoplano hasta fuera por entre todos los hierros retorcidos sin engancharse con algo. Así que allí estaba aún Coffey en la burbuja, grande como la vida, mirando directamente hacia arriba, al fusil de asalto, y sin siquiera parecer preocupado.

—¡Dispara! —aulló Barbo—. ¡Dispara! Hippy estaba apretando el gatillo, pero no ocurría nada. ¿Acaso aquel chico idiota no había manejado nunca antes un arma?

—¡El seguro está puesto! —le chilló Barbo—. ¡Quítalo!

Hippy no parecía saber lo que era un seguro. Barbo agarró el arma, soltó el seguro y apretó el gatillo. El retroceso casi le arrancó los brazos. Las balas fueron a todos lados excepto al domo del Fondoplano.

—¡Olvida eso! —gritó Lindsey. Estaba junto a Bud. Todo aquello casi la había matado, observar la lucha, incapaz de hacer nada. Cuando Barbo apareció en el monitor pensó que era Dios. Ahora deseaba saber que Bud estaba bien, sólo deseaba tocarlo por un segundo.

Bud no tenía tiempo para nada de aquello ahora. Seguía pensando que aún era posible detener a Coffey.

—¡Vamos, rápido! ¡Ayudadme! —Se puso el collarín de caucho por encima de la cabeza—. ¡Echadme una mano, aprisa!

Lindsey pudo ver que Lioso y Chico eran suficientes para ayudar a Bud a ponerse el casco y la botella. Así que pensó en lo que

ella podía hacer.

—¿Qué hay del Taxi Uno? —le preguntó a Una Noche.

—Listo para sumergirse. —Una Noche ya había dado la vuelta al pozo hasta el torno que mantenía al Taxi Uno a medio camino encima del agua—. Lo desengancharé.

Lindsey empezó a trepar por el lado del sumergible, luego dudó. Una Noche esperaría conducirlo ella.

—¡Ve! —gritó Una Noche—. Eres mejor que yo en eso.

Lindsey reconoció aquello por lo que era: un signo de respeto. Reconciliación. Algo que nunca había esperado llegar a recibir de Una Noche. Asintió, subió hasta arriba. Una Noche ya estaba haciendo funcionar el torno. Lindsey condujo el sumergible hasta el centro del agua. ¿Cuántas horas habían pasado desde que Byron la bajara sobre el pozo de inmersión del

Explorer en el gemelo del Taxi Uno? Si sólo hubiera estrellado el Taxi Tres allí mismo, con Coffey dentro. Ahora no estaría aquí en la

Deepcore, pero tampoco sería

necesaria. Arriba en cubierta terminaban ya con Bud.

—De acuerdo, dame eso. —Chico alzó el casco con su brazo bueno. Bud lo tomó, lo bajó sobre su cabeza.

Estaban hablando, comprobándolo todo, comprobándolo de nuevo.

—¿Llega el aire?

—Llega el aire.

—Eso es, llega el aire, llega el aire, llega el aire.

Era como una cantilena, sin sentido ahora, pero tenían que hacerlo. Estaban rezando. Estaban dándole sus bendiciones antes de que bajara al laberinto para luchar contra el minotauro. Notó cómo bajaban el anillo, encajando con precisión el casco y el collarín. La tetramezcla llegaba fuerte. Adelante. Adelante.

Saltó directamente hacia delante al pozo, se empujó hacia abajo. El Fondoplano había salido ya de debajo el pozo lunar, pero no estaba libre aún de entre el amasijo de hierros. Coffey aún tenía que orientar su rumbo…, Bud, siendo mucho más pequeño, no tenía los mismos problemas. Su problema era solamente llegar al Fondoplano a tiempo para cabalgar sobre él. Se dio un empujón con un tubo de acero del armazón, consiguiendo un buen tiempo, un buen tiempo. Pero todavía estaba a cinco metros, quizá seis, detrás del Fondoplano cuando Coffey vio el camino despejado, empezó a acelerar.

Pero el Fondoplano no era exactamente un coche de carreras. Bud consiguió nadar en diagonal y ganarle al Fondoplano, pese a la resistencia del agua, el tirón de su botella, la masa misma de su cuerpo y sus ropas y su equipo. Falló el agarrarse a la última manija del Fondoplano, pero consiguió sujetarse a una correa de arrastre que flotaba detrás.

Se sujetó con ambas manos mientras el sumergible le daba un tirón, arrojándole de un lado para otro en la turbulencia tras los impulsores. Salieron a mar abierto y se encaminaron directamente hacia el borde del cañón. Cuanto más rápido iba el Fondoplano, más difícil resultaba mantenerse sujeto. Pero, pese a todo, consiguió abrirse camino hacia delante, mano sobre mano, hasta que pudo sujetarse en el raíl de atrás de la plataforma del Fondoplano.

Era más fácil sujetarse ahora, pero la corriente seguía arrastrándolo; no podía seguir avanzando. Entonces llegaron al borde del cañón y el Fondoplano se detuvo. Fue la pausa que Bud necesitaba. Avanzó hacia delante hasta donde colgaba el Gran Tonto, sujeto del brazo mecánico. Intentó liberar el VOCR, pero no pudo. Intentó soltar la ojiva de combate, pero era imposible, no con los guantes, no con aquella precipitación.

Bud miró a su alrededor, buscando algo, algún tipo de herramienta que pudiera usar, cualquier cosa. Lo único que vio fue una de las largas cuerdas de seguridad amarillas de nilón. Aquello era algo. Sí, señor, podía atarla a algún lado, impedir que el Gran Tonto fuera hacia abajo. No importaba que eso significara una ojiva de combate con un temporizador ajustado a tres horas tictaqueando a menos de cincuenta metros de la

Deepcore. Si podían mantener al Gran Tonto cerca, entonces tenían una posibilidad de soltar la ojiva y desarmarla. Y, aunque no pudieran, mejor que estallara aquí arriba que allá abajo, un acto bélico contra los INTs.

Dentro del Fondoplano, Coffey podía oír el rozar de los pies de alguien arriba. Así que te agarraste al final. Lástima. No hay nada que puedas hacer, corazón blando, ojos llorosos, te encantaría sentarte y aguardar hasta que esos monstruos marinos surgieran del agua y empezaran a abrirse camino con sus armas a través de las ciudades norteamericanas. Bien, eso no sucederá. Sé cuál es mi deber, aunque no haya nadie aquí para decírmelo. Sólo que, ¿por qué no estaba haciéndolo? ¿Por qué seguía sentado allí? Estoy sentado aquí, estoy diciéndome a mí mismo hazlo, adelante, ahora. Sólo que no ocurre nada. La conexión se ha roto. El cuerpo no hace lo que dicta el cerebro.

Coffey sacudió la cabeza, la agitó violentamente, salpicando sudor y agua de mar a su alrededor dentro de la cabina. Estoy dentro del Fondoplano y aquí hay un botón que pone en marcha los motores del Gran Tonto. Aquí está. Éste es. Púlsalo.

Lo encontró. Alzó la tapa. Su dedo halló el botón. Lo pulsó. Todo muy lentamente, pero lo hizo.

Bud terminó de atar la cuerda al Gran Tonto justo en el momento en que los impulsores del VOCR cobraban vida. El Gran Tonto se tensó contra la presa del brazo que lo sujetaba. No había tiempo que perder…, ¿qué longitud tenía la cuerda, después de todo? ¿A qué velocidad podía ir el Gran Tonto? Bud se alejó a toda prisa, tirando de la cuerda tras él.

Coffey abrió las tenazas que remataban el brazo, y el Gran Tonto salió disparado. Bud tuvo la respuesta a su pregunta. Malditamente rápido. Y sin vacilar, además. Hippy había hecho un buen trabajo reprogramando al pequeño mamón. Avanzó hacia fuera y luego giró hacia abajo. Coffey lo observó, satisfecho. Hasta que vio la cuerda de nilón serpenteando tras él, atada al Gran Tonto. Inmediatamente supo lo que significaba.

Había una forma en que podían estropearlo todo.

Hizo girar el Fondoplano, buscando el origen de la cuerda. Bud tenía el otro extremo enrollado ya en torno al más cercano de los pesados patines de acero de la

Deepcore. Coffey hizo girar el brazo del Fondoplano, directamente hacia delante, y condujo en línea recta hacia el lugar donde Bud estaba intentando atar un nudo. Un momento más tarde la cuerda se puso tensa…, allá abajo en el cañón, el Gran Tonto estaba tirando de su traílla, intentando liberarse. Espléndido, pensó Coffey. Hazlo difícil para Brigman. Mantenlo ocupado, rétenlo aquí, haz que se quede quieto, y lo tengo.

Bud tenía el nudo parcialmente hecho, lo suficiente para que resistiera un tiempo, cuando el Fondoplano llegó hasta él, el brazo extendido como la lanza de un caballero a la carga. No muy deportivo. Bud se agachó, se empujó lejos del patín justo antes de que el Fondoplano chocara contra él, destruyendo el brazo y quebrando ambos manipuladores. Cieno y restos se alzaron en todas direcciones, pero Bud estaba lejos y vivo por entonces. Desgraciadamente, y pese a los daños, el Fondoplano también. Bud observó a Coffey apartarse del patín. Pudo incluso verlo al otro lado de la burbuja, su camiseta completamente sudada. Estaba loco…, su aspecto era el de un animal salvaje, agazapado sobre los controles, aguardando para saltar.

Dentro del Fondoplano, la colisión había golpeado bastante a Coffey. Lo aturdió por unos instantes. Con el impacto, su nuca golpeó contra el cassette que Una Noche tenía allí. El aparato se puso en marcha. Una voz de mujer, cantando. «He sido pateada por el viento…». Coffey no deseaba oírlo, no deseaba que nadie le gritara al oído. ¡Cállate! ¡Deja de gritarme! Clavó el codo en el cassette, destrozó la caja de plástico. Se calló.

Bud nadó alejándose de la colisión, moviéndose diagonalmente hacia abajo, siguiendo la pared del cañón, intentando mantenerse en el lado ciego del Fondoplano. Debajo de él podía ver al Gran Tonto, girando y girando al extremo de la cuerda, recordando sólo que estaba programado para ir hacia abajo, intentando desesperadamente cumplir sus órdenes. Bud sabía que el nudo que había hecho no resistiría a menos que pudiera volver allí y asegurarlo. Podía ver ya que el Gran Tonto estaba haciendo progresos, tirando de la cuerda centímetro a centímetro. ¿Cuántos centímetros hasta que el extremo de la cuerda se saliera del nudo?

Por el momento, sin embargo, Coffey era la principal preocupación de Bud. Había conseguido sacar al Fondoplano de la nube de restos y cieno, y ahora derivaba hacia abajo, frente a la pared. Las luces del Fondoplano recorrían su superficie. Bud estaba en mala posición allí. Completamente expuesto en la cara del risco, sin ningún lugar donde ir. Intentó trepar por la pared de roca, intentó esquivar, pero era demasiado lento comparado con los impulsores del Fondoplano. Coffey había demostrado ya que no le importaba estrellarse contra cualquier cosa con tal de matar a Bud. Soy un insecto en una pared, y aquí viene el matamoscas.

Coffey lo tenía cogido. Allá en las luces, era suyo, podía terminar con aquella molestia de una vez por todas. Tenía su cabeza a la vista, subiendo las escaleras, lo único que tengo que hacer es coger este viejo ladrillo de cemento y…

Justo en aquel momento una luz cegadora lo apuñaló a través de la ventana. Reculó…, ¿qué era aquello? ¿Uno de aquellos INTs? Demasiado tarde se dio cuenta de que era el Taxi Uno, y que avanzaba directamente hacia él. A toda velocidad. No había tiempo de esquivarlo.

En los controles del Taxi Uno, Lindsey dio un brusco giro a los impulsores y su sumergible se deslizó de costado, golpeando con su lado de estribor la cabina del Fondoplano. Ella sabía que iba a producirse la colisión, y se preparó para ella. Coffey no estaba preparado. Rebotó violentamente de un lado para otro; luchó por controlar su vehículo, pero estaba tan desorientado que no sabía lo que estaba haciendo. Nada respondía correctamente. Entonces se dio cuenta de que los dos sumergibles estaban trabados entre sí en una maraña de hierros retorcidos, girando el uno en torno al otro. Lindsey sabía eso también, lo estaba controlando. Justo cuando vio que era el momento, forzó al Fondoplano a golpear de popa contra el risco.

Un fuego eléctrico prendió en la cabina del Fondoplano. Coffey agarró el extintor y roció las llamas. El fuego se apagó, pero lo mismo hicieron las luces del Fondoplano. Ahora colgaba en el agua, liberado del Taxi Uno pero sin control, derivando lentamente a lo largo de la pared debajo de la

Deepcore.

Lindsey alzó la vista y vio que Coffey estaba impotente. Era el momento de ir en busca de Bud, de traerlo dentro. Ascendió, flotó encima de él.

—Entra —dijo por la UQC. No podía hacer nada solo allá fuera, un frágil buceador.

Oyó abrirse la escotilla y luego el chapoteo cuando Bud subió al Taxi Uno. Lindsey abrió la escotilla que conducía al compartimiento de atrás.

—¿Estás bien?

Bud le hizo el signo de OK, respondió:

—Sí.

Lindsey alejó el Taxi Uno del risco, maniobrando cuidadosamente, buscando al Gran Tonto. Divisó al VOCR, fue hacia él. Luego, una vez establecido el rumbo, miró hacia atrás a través de la escotilla. Bud se había quitado el casco y la botella.

—Me debes ésta, Virgil —dijo.

—Lo negociaremos más tarde. —Fue hacia delante, se inclinó por la escotilla—. ¿Ves al Gran Tonto?

—Sí, directamente al frente. Míralo.

El VOCR parecía impotente, colgando al extremo de la cuerda. Luego, de pronto, no pareció tan impotente. Estaba moviéndose. El nudo debía haber cedido allá en el patín.

La cuerda estaba deslizándose.

—¡Oh, Dios mío! —exclamó Lindsey.

—¡Ve tras él! ¡Ve tras él!

Era inútil perseguir al Gran Tonto. En vez de ello, Lindsey hizo avanzar hacia delante el brazo del Taxi Uno. No era nada comparado con el brazo del Fondoplano, pero haría el trabajo, si podía situar las tenazas en su lugar.

Ahí. Tenía la cuerda de nilón deslizándose a través de las tenazas.

—Mantenlo firme —dijo Bud.

Ella cerró las tenazas. Resistieron. La cuerda dejó de moverse. El Gran Tonto estaba de nuevo danzando en círculo al extremo de una cuerda.

Entonces el Taxi Uno recibió un tremendo golpe por detrás, como si algún pie gigantesco se hubiera abatido sobre él. Lindsey fue arrojada contra la pared; Bud terminó con sus posaderas en la parte de atrás del Taxi. Fueron sacudidos un poco más cuando el Fondoplano pasó rozándoles, haciéndoles pivotar sobre sus estabilizadores de babor. Aquello era malo, aquello era peligroso, pero lo peor fue lo último que vio Lindsey antes de que fuera arrojada fuera de la ventana: la pinza del

brazo del Taxi Uno abrirse, el Gran Tonto quedar libre y seguir su camino hacia el fondo.

Todo había terminado. Coffey había ganado.

El problema era que Coffey estaba loco a causa del SNAP, completamente ido. No tenían forma de saber qué consideraba él una victoria suficiente como para abandonar.

—¿Dónde está? Bud, ¿lo ves?

Bud se esforzó en alcanzar el domo superior.

—Echaré una mirada.

El Fondoplano seguía moviéndose, avanzaba directamente hacia ellos. Confía en Coffey para saber cómo conseguir que todo funcione de nuevo dentro de un sumergible. Probablemente se había entrenado con vehículos similares en la Marina, hasta ser

capaz de construir uno con hierba y cáscaras de coco, por si acaso necesitaba alguno en medio de una isla desierta.

—Viene aprisa. Acelera.

—Mieeerda —dijo Lindsey. Los impulsores se habían parado con la colisión. ¿Habían resultado dañados? No, ella debía haberlos cortado sin darse cuenta. Los accionó de nuevo. Respondieron.

Bud seguía en la parte de atrás, observando el Fondoplano a través del domo.

—A la derecha —dijo—. Gira a la derecha. —Coffey estaba sobre ellos, sin darles ningún respiro. Lindsey era el mejor piloto que Bud había visto nunca en un sumergible, y también lo era Coffey, casi a su altura. En parte eso era debido a que el Fondoplano poseía unos impulsores más potentes. Pero también se equiparaba a ella, movimiento a movimiento, mientras Lindsey serpenteaba en torno a la

Deepcore, metiéndose por debajo y alrededor del retorcido metal. En parte era también a causa del SNAP. La presión hacía que las sinapsis de su cerebro ardieran demasiado aprisa. Lo volvían loco, pero le proporcionaban mejores reflejos.

—Ahora está revoloteando por tu derecha. Todo a la izquierda, muchacha.

Ella apenas pudo oír lo que él le decía, tan concentrada estaba en abrirse camino a través de aquella carrera de obstáculos.

—¿A qué lado?

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