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JUEVES

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JUEVES

Era un detestable jueves de rutina en la aburrida clase de Historia, la última hora de clase es eterna, tan aburrido me sentía que mi mente estaba en blanco, el viernes era examen e impartía un repaso general de lo que vendría en el examen.

A mis casi cuarenta años lo que menos me importaba era si mis alumnos entendían la clase, no todos tenían la pasión por la historia.

Muchas fingían poner atención, atractivas, pero no lo suficiente. A veces quedaba viendo las piernas de algunas que querían hacerse notar, algunas muy bonitas con suaves y tersas piernas y rodillas, otras no tanto, con esas faldas y esas piernas imaginándose tantas cosas, pero menos lo de la clase, mis pensamientos se vieron aturdidos por la hora de salida, la cual me indicaba que ya era hora de llegar a mi solitaria casa talvez a ver la tele, escuchar música o leer un buen libro,

pero no verme con alguien en especial.

Salí de la escuela y me dirigía a mi pequeño auto cuando vi corriendo hacia mí una de mis alumnas.

—Profesor Blake, me he perdido el repaso de hoy. ¿Hay alguna forma de que pueda dármelo?

Estaba loca, no había excepción alguna.

—No.

—¡Por favor! —Imploró—Realmente necesito estudiar, señor Blake.

—Pues estudia sola.

—Pero no quiero estar sola.

Realmente yo tampoco quería estar solo, mi casa era grande y ella estaba frente a mí, rogándome por un repaso. No era la primera vez que alguien lo hacía, pero ahí estaba yo, dudando por primera vez.

Hasta que me di por vencido y con un tono de voz de forma descuidada le dije:

—Adelante, sube al auto me has convencido.

Iba un poco de mal humor, y decidí detenerme en un

restaurante a comer, siempre he sido algo egoísta y no me importó si ella no tuviera dinero.

—Entremos.

—Está bien, señor Blake.

Estaba tranquilamente comiendo con…

—¿Cuál es tu nombre? —Le pregunté.

—Hada—Iba a preguntarle su apellido, cuando me interrumpió diciendo: —Tienes una linda mirada.

—Gracias.

—Y aún más cuando te quedas viendo mis piernas… dígame ¿Soy bonita?

¿Qué mierda?

Mis ojos se fueron hacia abajo y vi sus piernas como si me lo estuviera pidiendo. Lindas, unas piernas muy lindas, una de mis favoritas. Podría reconocer sus rostros y recordar sus nombres con sólo ver sus piernas.

Hada, piernas largas.

—Eres bonita, Hada. Con esas piernas no deberías de dudarlo.

Ella empezó, así que seguí su juego.

Terminando de comer nos dirigimos a mi casa, en el camino, no dejaba de ver sus piernas, ella solo las cruzaba o se tocaba sensualmente su ombligo, eso me estaba excitando, físicamente se me notaba, pero yo siempre con mi gesto de persona malhumorada y egocéntrica, tratando de disimular todo gesto de halago hacia ella, tragándome mis palabras y pensamientos tales como: Estás bien bonita Julia, eres hermosa, quiero desnudarte y tocarte toda, te quiero tener en mi cama y cogerte hasta que me digas que nunca más faltarás a clases.

Llegamos a mi casa, mi actitud había cambiado un poco, pensé en el camino hacia mi casa que tal vez esto podía ser una oportunidad única, estaba tan en lo cierto.

Nos sentamos en el sillón de la casa y encendí el reproductor teatro.

—Vaya lujo.

Me podía dar todos los que quisiera, y la tenía ahí, sólo para mí.

—Se llama, estudiar para llegar a tener todo lo que ves.

—Lo veo a usted.

Me reí por lo bajo.

—¿Estudiamos, profesor?

—Espera un momento, por favor. Cuando llego a casa lo primero que hago es relajarme, eso no va a cambiar hoy.

Eso la enojó, tomó su mochila y dijo:

—Entonces será mejor que me vaya de su casa.

—No, espera.

La tomé de un brazo, la jalé hacia mí, y al hacer eso ella se tropezó con la mesa de cristal y caímos en el sofá, quedando ella sobre mí.

—Lo siento.

—Será mejor que lamentes algo de verdad.

Fue entonces cuando tomé la iniciativa y comencé a besarla. No lo sentí para nada extraño, pues tampoco era la primera chica que probaba el sabor de mi saliva.

Continuó mordiendo mi labio, a acariciar mi cuerpo y yo me convertí en el sumiso a lo que ella me hiciera.

Me tocaba el cabello, mis manos, empezaba a agitarse su respiración, lo podía notar, lentamente ella se empezó a acomodar a la altura de mi pene, mi pene ya estaba erecto, ella se estaba poniendo roja de la cara.

Realmente mi egoísmo se había esfumado, ella

empezaba a hacer masajes de arriba hacia abajo por todo mi miembro, moviendo las caderas o dejando caer sus pompas, se había cumplido con lo que se había propuesto, excitarme.

—Me temo, que tengo que cogerte…YA.

—Yo también.

La tomé del cabello y volví a decirle:

—Sólo por hoy seré bueno contigo.

—Y yo sólo por hoy seré tuya.

Empezamos a desvestirnos los dos, uno frente al otro, las hormonas tomaban el control de la situación, estaba como loco, con un pene erecto y unas ganas incontenibles de penetrarla. Ella se dio la vuelta y pude ver ese culito que terminaba en unas perfectas piernas, hermoso, inmediatamente supe que lo quería, quería ese culo para mí

solo y lo sería.

Me senté en el sofá, ella se acercó y tomó mi pene. Me

empezó a lamer el tronco con su lengua, tocando mi glande, una y otra vez, haciendo el movimiento de arriba y abajo, meneando mi pene, jugando con él.

La levanté y me miró a los ojos, se sentó en mis

piernas, se acomodó.

—La quiero toda dentro.

—Y yo te diré dónde.

Ella vaciló.

—No sé, no estoy preparada.

—Yo te prepararé.

Me metí dos dedos a la boca, lubricándolos y se los empecé a meter, al mismo tiempo que chupaba sus pezones hermosos color rosa.

Mis dedos entraban y salían, empezaba a gritar diciendo que le dolía, no me importaba, su culo iba a ser mío, sus jugos vaginales empezaban a escurrir y a mojarme, mientras que mi pene palpitaba a la altura de su ombligo, sentía que ya era el momento para penetrarla, le levanté sus pompas y conduje mi pene lubricado de sus jugos.

—Lo ayudaré—Me dijo.

La empezó a meter toda poco a poco, la tenía entre sus dedos.

—Duele.

—El dolor pasará.

Su culo abría paso a mi pene, ella iba realmente despacio, hasta que le di un empujón y entró toda, sus nalgas cayeron arriba de mis testículos y los dos dimos un grito enorme, ella de dolor y yo de placer.

Tenía mis manos entre sus caderas y nos quedamos así por cinco minutos.

Descuidadamente empezaba a mover mis caderas despacio como instinto animal como si nada, ella frunció el cejo y el dolor desapareció de su mirada.

—¡Cójame duro! ¡Cójame ya!

Empecé a bombearla, a darle con más rapidez hasta ver sus pechos como se movían, su cara llena de satisfacción. Gritaba, pero su grito era diferente, lo estaba gozando poco a poco.

Veía como movía sus caderas y eso fue

suficiente para correrme dentro de ella sin previo aviso y consentimiento suyo, llenándola de toda mi semilla. Me quedé viéndola y ella me miró y dijo:

—Muy mal, profesor.

—Sí, y olvídate de que estudiemos hoy. Porque esto, apenas y está comenzando.

LA BIBLIOTECA VOL. 2

Mi compañera de química no pudo llegar a darles clase, la mayoría de sus compañeros jugaba en el patio del campus.

Lanis y yo siempre aprovechábamos los ratos a solas para besarnos y de vez en cuando hasta agasajarnos dentro del laboratorio. Ella estudiante de medicina de primer año, y yo su profesor.

¿Historia y medicina?

No.

¿Lanis y yo?

Eso sí combinaba.

Ese día, estaban unas cuantas chicas, así que decidimos salir a buscar un lugar en el que pudiéramos hacer cualquier cosa que deseáramos, a fin de cuentas, tendríamos una hora libre.

Revisamos varios salones, pero nos percatamos que no cerraban bien las puertas y el rector pasaba cada cierto tiempo a verificar los salones, si bien nos gustaba sentir como corría esa adrenalina al ser descubiertos, no queríamos tampoco llegar a un límite en que unos minutos de placer arruinarán el tiempo que habíamos invertido. Así que, tras buscar en dos salones más, nos percatamos que la puerta de la biblioteca no tenía el candado puesto, lo único que se me ocurrió hacer fue jalarla por la camisa y meterla al salón, sin que nadie se diera cuenta.

Ya estando dentro, comenzamos a besarnos intensamente, pronto comenzó a sentir mi pene erecto y caliente, lo cual le excito aún más, sin pensarlo comencé a tocar sus tetas y pegarse aún más contra mí.

Así pues, comencé a bajar mis manos y la tomé por la cintura, bajando lentamente hasta su sexo, hice a un lado sus bragas y pudo sentir mis enormes dedos deslizarse por su clítoris, no pudo evitar soltar un pequeño gemido, conforme fui aumentando de intensidad, sentí un líquido que fluía por su sexo.

Como algunos alumnos comenzaban a salir de clase, nos fuimos hasta al final de la biblioteca y fue justo ahí donde desabrochó mi pantalón, acarició mi pene y al sentirlo tan firme y grueso, no evitó bajar mis calzoncillos, y fue entonces cuando vio mi enorme pene.

Veía cómo se me marcaban las venas y cada vez parecía alargarse un poco más. Entonces cuando lo metió en su boca, presionándolo contra sus labios y al mismo tiempo moviendo sensualmente su lengua alrededor de mi glande, yo sujetaba su cabello y eso me excitaba muchísimo, por lo que cada vez succionaba con más fuerza, era simplemente inevitable.

Yo sólo le pedía que no parara, pero siendo sincero sus bragas ya estaban demasiado mojadas y qué decir de sus labios.

La tomé de la cintura y la giré, lentamente subí su falda e hice a un lado sus bragas, estaban tan húmedas que mi pene entró con facilidad.

Fue en ese momento cuando me preguntó:

—¿Crees que alguien nos descubra?

Yo simplemente sonreí y le dije:

—No pienses en nada, y sólo déjate llevar...

No lo pensó más y se agachó, yo detrás de ella cogiéndola y ella disfrutando sin más, mientras sentía mi miembro entrar y salir, no gemir fue inevitable, pues alcanzamos el orgasmo casi al instante.

Los dos nos miramos fijamente, sonreímos y simplemente acomodamos nuestras ropas, para después volver a clases con el pretexto de haber buscado un par de libros sobre sexualidad, los cuales ya estaban más que estudiados.

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