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CENA PARA CUATRO

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CENA PARA CUATRO

MUÑECA ROTA

MASTURBÁNDOLA

Habíamos quedado para conocernos...tomar algo y charlar.

Era verano y ella se presentó con una falda corta, una blusa ajustada y una chaqueta de cuero.

Jess medía uno setenta y cinco. Aproximadamente, y yo dos metros, casi tres. Era morena, ojos color miel, unos labios carnosos, 21 años, malagueña.

Nos sentamos en una terraza cerca de la plaza de Lavapiés y estuvimos conversando todo el rato, entre risas y cervezas. Hubo muy buena química entre los dos, pero siendo la primera cita, era su profesor, era mi alumna en la clase de historia.

Cuando me di cuenta que no era correcto y quería irme de inmediato, la besé en la boca notando que ella sacaba su lengua y jugaba con la mía.

¿Cómo carajos iba a detenerme ahora?

Estaba sedienta, pero a mí no me importaba y empapaba mi lengua en su boca.

Me di cuenta entonces que ella tenía tantas ganas como yo y que era una chica muy traviesa.

No nos importaba que estuviésemos rodeados de gente, y tras diez minutos de intensos besos y juegos previos, me invitó a su casa.

¡Mierda, mierda, mierda!

Se estaba saliendo de control. Pero la dureza de mi verga me exigía en silencio que accediera.

Y lo hice.

Durante el trayecto en mi Ducati, no pensé hacerle nada, pero, ¡qué mierda! si ella no quería, me quitaría la mano. Podía manejar la moto con una mano, y la otra la apoyé en sus muslos. No me detuve y quise ver hasta dónde era capaz de llegar ella, así que subí un poco más la mano, hasta llegar a sus bragas. La postura de ir en moto sentada hacía que fuese abierta, por lo que mi mano tocó directamente su sexo.

Lo toqué sin vacilar, mientras la brisa nos tocaba también.

Mi sorpresa fue cuando ella se echó a un lado la braga para que mis dedos tocaran directamente el interior de su sexo para que la siguiera masturbando.

¡Joder, ambos estábamos mojados!

Al llegar a un semáforo en rojo, pensé que me quitaría la mano cuando otros coches parasen a nuestro lado, pero mi otra sorpresa fue que ella no hizo nada.

Yo ya le había metido dos dedos en su empapado sexo y ella se movía lentamente apretando contra el asiento.

El primer coche en parar fue un taxi, que se colocó a nuestra derecha. Miré al conductor y a los pasajeros que iban atrás. Eran dos chicas jóvenes, bastante guapas. Luego miré al otro coche que se paró a la izquierda. Un tipo de bastante edad, debo decir.

Ese minuto allí parados, masturbando a mi alumna, me parecieron diez. Jess enseñaba sus muslos abiertos y mi mano desaparecía descaradamente entre ellos. El taxista que nos tenía a medio metro miraba descaradamente los pequeños movimientos que hacía mi chica para sentir más a dentro mis dedos.

Seguramente nos hubiese dicho algo, pero de no ser por llevar a aquellas chicas detrás, como hombre sé que también le gustaba lo que miraba.

El otro conductor miraba también descarado mientras desde nuestra posición veía cómo se tocaba la verga por encima del pantalón.

Notaba cómo ella aumentaba el ritmo de cadera sentada sobre mi mano mientras yo la seguía masturbando. Vaya que lo hizo.

No quedaba mucho tiempo, pues el semáforo ya estaba intermitente. Mientras Jess estaba apoyada en el baúl que llevo detrás del asiento y que sirve de respaldo. Abrió un poco más las piernas, ahora cínicamente y yo empecé a frotarle el clítoris con mis dos dedos, haciendo lo posible por rozarle el punto exacto.

A los pocos segundos, empezó a temblar y a soltar fluidos que empaparon el asiento y mi mano.

Semáforo en verde…

El único comentario que hizo el taxista antes de irse fue:

—Qué suerte tienes, cabrón.

Y me guiñó un ojo antes de que acelerase y les dejase allí a todos con esa imagen de mi pequeña Jess corriéndose en el asiento de atrás de mi Ducati.

Pero, mierda. Si solamente supieran que el que le estaba metiendo mano, era su jodido profesor.

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