X

X


6 » MI POBLEMÁTICA » Nuebe

Página 18 de 33

Nuebe

Me despierto a la mañana siguiente sudando como un puto cerdo, canto que te cagas. Salgo a rastras del abujero y con la luz me duelen los ojos. Me escondo por los callejones hasta que llego al patio de atrás de los billares. Subo por la escalera de encendio y me cuelo por la ventana del váter. Me echo agua en la cara y luego me siento ahí un rato, descansando, pensando que en dónde voy a ir. Me quedo frito otra vez en un cubículo.

Cuando me despierto oigo unas bolas que entrechocan en las mesas de afuera. Abro la puerta y echo un vistazo y veo al Amarillo y al Tito echando una partida. Me acerco sin salir de entre las sombras. El Amarillo me ve.

—¿Tú qué haces aquí, negro? —dice sin levantar la voz.

El Tito se acerca.

—Estás más quemado que una colilla, hermano.

—Llevas todo el día saliendo en la tele —dice el Amarillo—. Te sentarán en la silla y quedarás bien frito.

—Mierda —digo—. No te sientan en la silla por violación y fuga.

—Pero por asesinato, sí —dice el Amarillo—. La cámara de seguridad pilló tu careto cuando le disparabas al coreano.

—Mierda —digo.

—Mierda. Sí, señor —dice el Tito.

—¿Quién anda ahí atrás? —les pregunta a gritos al Tito y al Amarillo el Gordo.

—Solo estamos nosotros, Pops —dice el Tito.

Me agacho en el pasillo.

—¿Qué vas a hacer? —pregunta el Amarillo.

—Pues bajar a México —digo yo.

—Pero si no hablas español, negro —dice el Amarillo.

—¿Y qué? —digo yo—. Esos hijoputas que vienen aquí no hablan americano.

—La poli ha estado por aquí buscándote —dice el Tito—. Le enseñaron tu foto al Gordo y él se quedó con su tarjeta. Dan una recompensa. Éste canta, fijo.

—Éste y muchos más —digo yo—. Necesito un carro.

—No tenemos carro —dice el Tito.

—Vosotros, salir a pillarme uno —le digo.

—¿Y por qué íbamos a pillarte uno, imbécil? —pregunta el Amarillo.

—Porque soy un hermano —le digo.

—No me vengas con esa mierda —le dice Tito—. Tienes suerte de que no nos dé por cantar.

—¿Así tratáis a un hermano? —digo yo.

—¿Quién anda ahí? —vuelve a preguntar el gordo hijoputa.

—Nadie, Pops —dice el Tito.

—¿Es el negro del pograma de Snookie Cane? —dice el Gordo—. ¿Dónde tengo el teléfono?

Pego un salto y corro a la barra. Le apunto con la pipa, pero él sigue marcando el número.

—¡Cuelga, gordi! —le grito. Pero sigue marcando. Arranco el aparato de la pared. Le pego la pipa a la cara—. ¿Todavía tienes esa mierda de Ford? —le pregunto.

—No es ninguna mierda —me dice.

—Dame las llaves —le digo yo.

—Será mejor que le des las llaves, Pops —le dice el Tito.

El Gordo se mete la mano en el bolsillo y me da las llaves.

—Vale —digo—. Vale. Y ahora no vayas corriendo a la poli. ¿Me oyes?

—Te oigo —dice el Gordo.

Y apunto con la pipa al Amarillo y al Tito.

—Y vosotros, lo mismo.

—Vale —dice el Tito.

Ir a la siguiente página

Report Page