Voyeur

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SEGUNDA PARTE » VIERNES

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Me levanto con una idea fija en la cabeza, me quedan cuatro días más para cumplir los diez, creo que podré hacerlo, por el momento las pruebas son sencillas, dentro de lo que cabe. Lo que me aterra es el no saber si cumplirá su palabra. Ayer se mostró distante, diferente a otros días. No pareció importarle un pimiento cómo me sentía. Ese sentimiento de culpa que noté al principio se ha diluido o evaporado. Es cruel, solo piensa en él, en satisfacerse.

Sé que está obsesionado conmigo. Puedo notarlo, pero es una parafilia, no un enamoramiento. Le gusta mirar: un pervertido. Desconozco el tema, pero le gusta observar sin que le vean; sin embargo hay algo discordante. Sé que está ahí. ¿Cómo influirá eso en su conducta, en su placer? Lo ignoro aunque me preocupa. No sé cómo actuar. Quiero salir viva de aquí, es lo único que me importa.

De nuevo encuentro comida preparada en la caja de seguridad; una ensalada de atún, un poco de fruta, peras y plátanos, suministros para prepararme café, queso, pan —por primera vez — y un buen trozo de lasaña de carne.

El día transcurre monótono, no da señales de vida: estará trabajando. Ayer tuve la impresión que rompió su rutina para que le hiciese el numerito del desfile. Me pregunto si hizo algo similar anteriormente. Creo que soy la primera, a menos que las anteriores hubiesen muerto. Trato de recordar secuestros recientes de chicas en Cataluña, pero no me viene ninguno a la mente. Solo de prostitutas, que aparecieron muertas o jamás se supo de ellas. No debo pensar de esta manera: me hundiría. En el telediario no han dicho nada de casos similares, aunque, claro, ellos no saben, no tienen ni idea de lo que me está haciendo pasar.

Durante el día me animé a estudiar un poco; no tengo todo lo que me haría falta pero al menos me vale para entretenerme leyendo los libros durante horas; incluso tomé notas e hice un esquema. Me ayuda a abstraerme, por un momento me sentí mejor.

A las siete y media llega un nuevo mensaje al ordenador:

Pepe: Buenas tardes. Me gusta que estudies, Jessica.

Me sorprende que sepa que estuve estudiando. ¿Cómo lo sabe? Hace por lo menos tres horas que he dejado de hacerlo. ¿Será capaz de estar observándome en silencio? Sí lo es.

Nunca sé si está o no al otro lado. Quizá pase más tiempo del que imagino. Eso me inquieta sobremanera. Me observa en silencio sin interactuar. Es un enfermo.

Pepe: ¿Has pasado buen día?

De nuevo parece preocuparse por mí o se trata de puro formalismo. De todas formas, es algo positivo. Le sigo la corriente.

Jessica: He estado estudiando, ayuda un poco.

Pepe: Eso está bien. No podré dedicarte mucho tiempo hoy. Por cierto, te he traído la grabadora. Código 7YHJ982

Jessica: Gracias.

Lo ha hecho, me sorprende...

Pepe: Di únicamente que estás bien y que te liberarán en menos de una semana. Nada más.

Me levanto, pongo el código, recojo la grabadora, una Sony. Me siento y realizo la grabación, exactamente lo que me él me ha indicado. Es más que suficiente. Ha cumplido su palabra, eso me anima.

Pepe: Ponla en la caja y ciérrala.

Vuelvo a la mesa. Ahora me temo que soy yo quien debe cumplir mi parte.

Pepe: Bueno, ¿estás preparada?

Jessica: Sí.

Trago saliva. ¿Qué tocará esta vez?

Pepe: Desnúdate.

Me quedo blanca. En ese momento sé que lo que me va a proponer no me gustará nada. No me veo capaz.

Jessica: ¿Qué es lo que tengo que hacer?

Pepe: ¡DESNÚDATE!

Cierro los ojos, la mano me tiembla incapaz de escribir.

No quiero enfrentarme a él. Hoy no será fácil.

Jessica: ¿Y luego?

Pepe: No se te ocurra desobedecerme. Si lo haces me voy y añadiré dos días más a tu cautiverio. No lo repetiré.

El horror de estar encerrada dos días más me da las fuerzas necesarias. El posar desnuda para ese maníaco me causa pavor. Me quito con cadencia los zapatos, la blusa y los pantalones, aprovechándome de su falta de tiempo. Me quedo en bragas y sujetador. No quiero tensar mi suerte y me desprendo de todo. Debo mantenerle contento. Quedo completamente desnuda: humillada.

Pepe: Ve a la cama y mastúrbate.

Mis temores se ven cumplidos, la cosa va a más, y aún quedan cuatro días... Empiezo a tener pavor, me viene una imagen a la mente que empieza a atormentarme. Me va a violar, en este momento estoy segura de ello. Tendré contacto físico con él. Se me encoje el alma.

Cuatro días más Jessica, cuatro días, trato de animarme.

Me tumbo en la cama, tengo que superar la maldita prueba. De ninguna manera me quedaré un solo día más de lo imprescindible. Si en vez de cuatro fueran seis me da algo. Eso no puede pasar.

Empiezo a jugar con los dedos sobre los senos, tratando de excitarme pero es imposible. Siento una repulsa indescriptible, el ordenador permanece en silencio, en algún lugar sus ojos están clavados en mí. Trato de acabar con ello lo más rápido que puedo, empiezo a tocarme y a emitir suspiros de satisfacción. Lo mío no es actuar, debo parecer ridícula. Paso la mano por mi sexo que está helado como un tempano de hielo, ¿lo notará él? Trato a duras penas de que parezca lo contrario.

Me introduzco un dedo suavemente y rozo los labios y mi clítoris con delicadeza: me siento sucia. Cierro los ojos y trato de pensar que no está allí, pero me asalta una imagen de él masturbándose. Seguro que lo está haciendo. ¡Cerdo! Lanzo unos suspiros cada vez más sonoros y acelero el ritmo. Un nuevo mensaje.

Pepe: Más despacio...

No me queda más remedio que cumplir las órdenes.

Sigo de una manera más sensual. Al poco oigo cómo se abre la puerta de la caja de seguridad y un nuevo mensaje.

Pepe: Coge el juguete.

Me levanto y me pongo frente a la caja. Hay una bolsa y en su interior un consolador plateado, cilíndrico. Me pongo nerviosa.

Pepe: Pásatelo por las tetas, sigue. Ya sabes lo que tienes que hacer.

Sé que no pasaré la prueba.

Me vuelvo a la cama y empiezo a jugar con el consolador, incluso lo chupo con la lengua y me masturbo a la vez. ¡Dios, que no me lo pida! ¡Por favor, que no me lo pida! Es inútil. Lo va a hacer.

Un nuevo mensaje.

Pepe: Métetelo en el coño.

Me quedo paralizada. No puedo hacerlo.

Pepe: Jessica...

No contesto.

Pepe: Jessica...

Pepe: Jessica...

—No lo haré —grito con todas mis fuerzas y las lágrimas se derraman a mares.

Soy presa de un ataque de pánico.

—No puedo. ¡Soy virgen! —grito de nuevo.

Me incorporo y en un ataque de furia lanzo el consolador contra el espejo.

La habitación permanece en silencio sepulcral. Me echo boca abajo y lloro desconsolada durante largo rato sin recibir señal alguna de mi captor.

Al final me tranquilizo y pregunto.

—¿Sigues ahí?

Nadie contesta.

¿Se habrá ido? ¿Qué ha ocurrido con la prueba? No la he pasado, quiero morirme.

Me levanto y voy hasta el ordenador. Escribo.

Jessica: ¿He pasado la prueba? Necesito saberlo.

Pepe: ¡NO!

Me hundo.

Jessica: Por favor, soy virgen. No puedo perder mi virginidad de esta manera. Compréndeme, por favor te lo pido.

Pepe: ¡No me creo que seas virgen!

Jessica: Es cierto, lo soy. Suena raro, lo sé, pero es así. Me reservo para la noche de bodas.

Pepe: Eso ya no se lleva. Te estás riendo de mí. ¡Estás suspendida! Adiós.

Jessica: Te juro que es verdad. Por favor, por favor. Te lo juro.

Pepe: Tus juramentos no valen nada.

Jessica: Es verdad. Por favor, dime que he pasado la prueba, que me quedan solo cuatro días.

Pepe: No, no la has pasado. Son seis. Suspendida y otro día más por mentirosa, siete.

Jessica: No te miento. Te lo juro. Por eso no pude hacerlo. Lo hubiese hecho si no fuese así.

No contesta durante un rato. No puedo contener las lágrimas.

Pepe: Está bien, Jessica. Digamos que te creo, pero lo tendré que comprobar. Eso se puede comprobar, ¿lo sabes? Si es cierto, le dará un nuevo aliciente a nuestra relación.

Jessica: ¿He pasado la prueba entonces?

Pepe: Solo tú lo sabes ahora mismo. A mí no me preguntes. Adiós.

Jessica: Por favor, entrega el mensaje.

Pepe: Es posible.

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