¿UN MUNDO SIN ANTIBIÓTICOS?

¿UN MUNDO SIN ANTIBIÓTICOS?

Anunciadora de Sion



Fueron la gran esperanza de la medicina, pero hoy son su peor pesadilla. Su uso indiscriminado han vuelto resistentes a las bacterias y están dejando de funcionar. ¿Sobreviviríamos sin ellos?



ALTO RIESGO


Hace ya años que los médicos comenzaron a detectar que los antibióticos eran cada vez menos eficaces y a alertar de los riesgos sanitarios que esto implicaba. La primera pregunta que surge, claro está, es qué ha ocurrido para que estos medicamentos hayan comenzado a "fallar". Para entenderlo, conviene que hagamos un poquito de historia: en la primera mitad del siglo XX, tras el descubrimiento y desarrollo de los primeros antibióticos, comenzó una etapa de euforia en la medicina, hasta el punto que "se anunció con solemne imprudencia el principio del fin de las enfermedades infecciosas", explica el dr. Joaquín Rodríguez Otero, del Servicio de Microbiología del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid.


Los antibióticos eran la gran promesa de salud y, de hecho, nos recuerda el dr. Juan J. Picazo, jefe de Servicio de Microbiología Clínica del Hospital Clínico San Carlos y catedrático de Microbiología Médica, "han salvado millones de vidas y han curado enfermedades infecciosas, por lo general, sin secuelas. Esto ha conducido en algunos países, especialmente el nuestro, a una extremada confianzaen los antibióticos, y por ellos, a su empleo indiscriminado". 


Y ese empleo indiscriminado ignoró una de las las características de las bacterias: que son seres extremadamente simples, pero que llevan años resistiendo las situaciones más adversas. Y, como organismos vivos que son, han ido aprendiendo trucos y estrategias para combatir al enemigo. No olvidemos que "los antibióticos matan bacterias, y estas son seres vivos que evolucionan; en su evolución, pueden aprender a vencerlos, a evitar que les hagan tanto daño. Como todos tenemos bacterias en nuestro interior y nos las transmitimos de unos a otros, el problema va amplificándose en el tiempo y termina afectándonos a todos", indica el doctor José Ramón Paño, de la Unidad de Microbiología del Hospital Universitario de La Paz. (NOTA MÍA: adaptarse para sobrevivir no es evolucionar... a cualquier cosa que se adapta ya la llaman evolución, vamos a sostener de cualquier forma esa mentira).


Durante años, las resistencias no supusieron un problema inmediato: el ritmo de descubrimiento y desarrollo de nuevos antibióticos era más rápido que el de las bacterias para ir adaptándose a ellos. Por tanto, siempre teníamos por delante nuevas opciones terapéuticas. "Pero, en los últimos años, el ritmo de generación de este tipo de fármacos se ha ralentizado mucho, prácticamente se ha paralizado –continúa el dr. Paño–. La investigación en este campo no resulta económicamente interesante para las compañías farmacéuticas: por una parte, es difícil encontrar nuevos antibióticos y muy costoso el desarrollarlos; por otra, se trata de medicinas qu se utilizan durante cinco o 10 días, no como las usadas de forma crónica por millones de personas, como los medicamentos para el colesterol o la hipertensión". A esto se suma que las escasas investigaciones que todavía se ponen en marcha no suelen llegar a buen puerto, pues "se desarrollan nuevos fármacos que consiguen destruir a la bacteria, pero que tam bién producen efectos adversos en el paciente, por lo que no llegan a ser aprobados", señala el doctor Picazo.


Entretanto, las bacterias siguen aprendiendo y generando nuevos mecanismos de defensa contra estos medicamentos. "DE HECHO, –RECONOCE EL DOCTOR PAñO–, YA NOS ESTAMOS ENCONTRANDO CON PACIENTES CON INFECCIONES GRAVES PARA LOS QUE NO ENCONTRAMOS UN ANTIBIóTICO EFICAZ, PORQUE SON RESISTENTES A CASI TODOS". El problema ha llegado a alcanzar en algunos contextos, advierte la OMS, dimensiones dramáticas: "Cada año se producen unos 440.000 casos nuevos de tuberculosis multirresistente en el mundo, que causan unas 150.000 muertes". Y el coste económico de las resistencias supone, solo en Estados Unidos, unos 20.000 millones de dólares al año.


Ante este panorama, cabe preguntarse si todo está perdido o si iniciando "acciones correctoras urgentes" –como apremiaba la directora de la OMS–, estamos a tiempo de darle la vuelta a la tortilla. Pues bien, parece que aún tenemos un cierto margen de acción: "La situación es alarmante, pero se pueden hacer cosas", advierte el dr. Paño. A su juicio, en primer lugar sería esencial que "las autoridades decidiesen incentivar a las compañías farmacéuticas para que les resultara rentable invertir en la búsqueda de nuevos antimicrobianos; asimismo, resulta imprescindible apostar por la prevención de las enfermedades porque si hay menos infecciones, se consumen menos antibióticos y, consecuentemente, aparecen menos resistencias".



FLORA INTESTINAL


Junto a estas dos medidas políticas, hay otro factor importante que sí está en las manos de cada uno de nosotros. Se trata de lograr hacer un uso racional de los antibióticos. VEAMOS: DADO QUE UTILIZARLOS DA A LAS BACTERIAS LA OPORTUNIDAD DE VENCERLOS, LO SENSATO ES QUE RESERVEMOS SU USO ÚNICAMENTE PARA AQUELLAS CIRCUNSTANCIAS EN LAS QUE PUEDEN TENER UTILIDAD, ES DECIR, CUANDO UNO TIENE UNA INFECCIÓN CAUSADA POR BACTERIAS, Y NO POR UN VIRUS. PORQUE, CUANDO TRATAMOS UNA INFECCIÓN VÍRICA CON ANTIBIÓTICOS, NO SOLO NO ESTAMOS MATANDO BACTERIAS, SINO QUE ESTAMOS PROPICIANDO QUE APRENDAN A SER RESISTENTES. Por ello, todos los expertos insisten en que es esencial no automedicarse, restringir el uso de estos fármacos a las indicaciones precisas y, lo más importante, utilizarlos en las dosis y durante el tiempo indicados por el médico.


Pero, más allá de las resistencias, el abuso en el empleo de los antibióticos podría llegar a generar otros problemas: el profesor Martin Blase, de la Universidad de Nueva York (E.E.U.U.) ha alertado de que podría haber una relación entre este abuso y la epidemia creciente de enfermedades crónicas como la obesidad, el asma o la diabetes. Explica este experto que "un niño de un país desarrollado recibe como media entre 10 y 20 tratamientos con antibióticos antes de llegar a la mayoría de edad", y señala que hay estudios que sugieren que el riesgo de enfermedades inflamatorias del tubo digestivo es proporcional al número de veces que han recibido antibióticos.


LA CLAVE ESTARÍA EN EL MODO EN QUE LOS ANTIBIÓTICOS ALTERAN LA FLORA INTESTINAL: ES SABIDO QUE ESTOS MEDICAMENTOS ELIMINAN LAS BACTERIAS NOCIVAS, PERO TAMBIÉN QUE PUEDEN DESTRUIR DETERMINADOS GÉRMENES QUE NOS SON BENEFICIOSOS. SIEMPRE SE HA CONSIDERADO QUE ESTA ALTERACIÓN DE LA FLORA ERA TRANSITORIA, Y QUE PASADO UN TIEMPO TRAS EL TRATAMIENTO SE RECUPERABA EL EQUILIBRIO; PUES BIEN, BLASER APUNTA QUE ESTA MODIFICACIÓN PODRÍA LLEGAR A SER DEFINITIVA, AUMENTANDO EL RIESGO DE CONTRAER OTRAS ENFERMEDADES.



CONTAGIO ANIMAL


"Esta es una teoría muy difícil de demostrar –señala el dr. Paño–. Vivimos en un ecosistema, y es muy difícil discernir qué se hizo en el pasado y con qué consecuencias. También es complicado tener la certeza de que determinadas formas de utilizar los antibióticos generan resistencias, pero sí hay una evidencia de que reservarlos solo para los casos necesarios es esencial". Este experto apunta a que estas consideraciones sirven tanto para personas como para animales: durante años, en las granjas se ha venido dando antibióticos de forma sistemática al ganado para acelerar su engorde. Esta práctica, prohibida en Europa desde 2006, pero aún permitida en el resto de países, ha facilitado que en los animales "también aparecieran las resistencias; sus bacterias son muy similares a las nuestras, y hay que tener en cuenta que, como no vivimos en un mundo estéril, se ha producido la transmisión de estas resistencias de los animales a los humanos".


Así están las cosas, con un futuro que se dibuja incierto. Como concluye el doctor Picazo: "En estos momentos dependemos especialmente del desarrollo de nuevos antimicrobianos. Y, mientras tanto, del uso sensato y controlado de estos fármacos, que tantas vidas han salvado y que deberán seguir salvando en el futuro". 



¿EXISTEN ALTERNATIVAS?


Una línea de investigación que se encuentra actualmente en estudio es la de los productos bióticos, que tratan de luchar contra las bacterias con sus mismas armas, es decir, desplegando un ambiente microbiano hostil para la bacteria capaz de impedir o dificultar su multiplicación.


El área en mayor expansión es la de las vacunas, que han proporcionado los éxitos más notables en la lucha frente a las enfermedades infecciosas. Por ejemplo, España ha sido líder en resistencias a penicilina en el neumococo, pero disponemos ahora de vacunas antineumocócicas que tratan de resolver este problema desde otro enfoque. También se está desarrollando una nueva vacuna frente a una bacteria muy patógena y resistente, la Staphylococcus aureus meticilina-resistente (SAMR), presente en muchos de nuestros hospitales.


Otra línea de trabajo para los científicos son los péptidos antimicrobianos, unas proteínas que constituyen la primera barrera defensiva del organismo en animales y humanos.


También se ha recuperado la investigación con los fagos, unos virus que "comen bacterias". Los fagos comenzaron a utilizarse a principios del siglo XX, pero su estudio se abandonó tras la aparición de los primeros antibióticos.




FUENTE

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