Tony

Tony


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El ruido del coche les advirtió de que alguien se acercaba.

Raquel se levantó de la silla corriendo y no tardó en rodear la casa. No podía esperar para abrazar a Tony.

La puerta del todoterreno se abrió antes de que el vehículo se detuviera.

—Ya estoy aquí. —Abrió sus brazos recibiendo a la joven en ellos.

Alejandro se bajó del coche riéndose.

—Solo digo que podríais haber esperado a que apagara el motor.

Mónica también se rio. Había ido tras su prima, ilusionada por ver a los recién llegados.

—Déjalos. Ahora mismo ni te escuchan.

El agente de Tony asintió y se dirigió hacia el jardín sin añadir nada más. Al contrario que en su primera visita, en esta ocasión iba vestido con un vaquero y una camiseta negra. El cabello alborotado, siguiendo el compás de sus rizos, caía con libertad sobre su mirada gris.

—¿Y tu tío? —le preguntó a la joven rubia cuando estuvo a su altura.

—En la barbacoa —respondió agarrándose de su brazo—. Os esperábamos para celebrarlo.

—Pues vamos a festejarlo —se rio él y, sin demorarlo más, se dirigieron hacia donde se encontraba el resto de la familia.

—¿Estás bien? —le preguntó Tony al finalizar el beso de bienvenida.

—Sí, sí… El padre de Lucas dice que hemos logrado acabar con él.

El músico gritó de júbilo. La agarró de la cintura y giró sobre sus pies, entre risas.

—No sabes lo feliz que me hace escucharlo —indicó al mismo tiempo que volvía a besarla.

—Habrá que continuar con revisiones rutinarias, pero…

Él se detuvo, posó las manos a ambos lados de su cara y buscó sus ojos negros.

—Pero ya está…

—Ya está —repitió feliz.

Tony le robó un nuevo beso, pasó su brazo por los hombros femeninos y se dirigieron a la parte trasera de la casa.

—Y tú, ¿cómo estás? —se interesó sin apartarse de él. Tenía apoyada la cabeza en su hombro, mientras sus manos se enredaban—. ¿Contento con el resultado?

Este se detuvo y enfrentó su mirada. Su sonrisa era la única respuesta que necesitaba.

—La reunión ha ido mejor de lo que esperábamos —anunció—. Ya sabes que, tras la grabación de la maqueta y con la posterior magia que hizo tu padre con los técnicos amigos suyos…

—Fue increíble —añadió.

Ambos habían alucinado con lo que se podía hacer con una mesa de mezclas en un pequeño estudio de grabación.

—Tras subir la canción, las reproducciones se sucedieron.

Raquel saltó dando palmas de felicidad al recordarlo.

—Los números crecían a una velocidad de vértigo.

Él sonrió.

—Sin olvidar que las llamadas que hicieron tu padre y Alejandro, para pedir ayuda a sus conocidos…

—Que compartieran por redes sociales la canción algunos de los cantantes y grupos de música de mayor repercusión en nuestro país…

—Y fuera de él —apuntó el músico con una enorme sonrisa.

—Y fuera de él —continuó la joven—, ayudaron a que destacaras y se te escuchara.

Tony dio una vuelta sobre sus pies con los brazos extendidos.

—Jamás pensé que llegaría a sonar en la radio al grabarla de esta forma.

Raquel lo observó. Estaba entusiasmada de verlo tan contento.

—Y ellos tampoco —añadió de forma ladina.

El músico asintió.

—Los directivos de la discográfica estaban sorprendidos ante el fenómeno y han tenido que dar su brazo a torcer. A partir de ahora me escucharán. Dejarán que opine sobre los temas que me quieran ofrecer, además de poder colaborar con temas de mi propia cosecha.

Lo abrazó.

—Me alegro tanto por ti.

Tony, para su sorpresa, la separó de él y la miró con intensidad.

—Esto es producto de los dos. No habría conseguido nada si tú no me hubieras ayudado.

Se encogió de hombros.

—Yo solo estuve a tu lado.

—Más que suficiente. —Le acarició la mejilla—. Saber que me apoyabas en esta locura ha servido para que estuviera más tranquilo y confiara en mí.

Ella le regaló una sonrisa.

—Solo fue un pequeño empujoncito.

—Más que eso —la corrigió—. Además, la voz sexi que me acompaña en la canción es producto tuyo.

Se rio al escuchar cómo describía su voz, imitando a los locutores de radio que la llamaban así cada vez que ponían su tema.

—¿Sexi?

Tony la abrazó y la empujó hacia la pared de la casa, antes de llegar al claro donde les esperaban para celebrar la buena nueva.

—Cada vez que escucho nuestra canción… —susurró.

—Sí…

—Me dan unas ganas tremendas de salir a buscarte para hacer esto. —Posó su boca sobre la de ella, atrapando su labio inferior para pasar a continuación al superior. Su mano se encontraba ya debajo de la blusa azul que llevaba y ascendía con irritante lentitud por su estómago hasta el pecho.

La joven gimió ante el contacto.

—Nos pueden ver —murmuró.

Él bufó con fuerza al mismo tiempo que arrugaba la boca, en un gesto infantil.

—No veo el momento de raptarte y llevarte al granero.

Raquel le apartó el pelo de la cara.

—Cuando quieras…

Tony se separó de ella por sorpresa, atrapó su mano y se asomó por la esquina de la casa.

—Mónica… —gritó.

Esta se acercó curiosa.

—Déjame las llaves de tu camioneta —le exigió con apremio.

La joven rubia observó a su prima, que la miraba entre divertida y avergonzada.

—¿Para qué las quieres? —le preguntó tras sacarlas del bolsillo de su pantalón.

El músico se las arrebató sin ceremonias, tiró de Raquel y se acercó a pasos agigantados hasta el vehículo prestado sin responderle.

—¿Y qué les digo a los de ahí detrás? —indagó Mónica divertida.

Tony abrió la puerta de la camioneta y ayudó a Raquel a subir a ella. Miró a la joven rubia y le guiñó un ojo.

—Que tenía muchas ganas de comer una hamburguesa del bar de Ceci. —Cerró la puerta y arrancó el motor de inmediato.

Mónica observó como se marchaban dejándola allí plantada.

—¿Adónde van? —le preguntó Israel en cuanto llegó a su altura.

Su hermana se volvió, encogió los hombros y se rio:

—A por una hamburguesa de Ceci.

FIN

Merche Diolch

MÓNICA

Y llegaste tú 3

«A veces la última persona en el mundo con la que quieres estar

es la única persona sin la que no puedes estar.»

Orgullo y prejuicio, Jane Austen

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