Teo

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TEO » DÍA NUEVE » 22

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Mamá y el señor Rimbaud habían salido a cenar. No me habían invitado, pero mejor así. Quizá tenían que hablar todavía del cuadro.

Me cené las varitas Findus sin levantar la cabeza del plato, tan rápido que casi ni las mastiqué. Mientras, intentaba hacer una lista con todas las cosas invisibles que conocía, pero Susi hablaba por el móvil y me costaba concentrarme. Entonces me levanté sin terminar la cena. Ni siquiera me comí la bola de helado de nata.

Me encerré en la habitación e intenté hacer un nuevo esquema.

COSAS INVISIBLES:

Napoleón

Viento

Palabras

Después se me ocurrió también:

Calor

Frío

Esto me hizo pensar en el paraíso y en el infierno.

Uno estaba en el cielo, pero en el cielo ¿dónde? Había visto dos documentales de National Geographic en los que salían astronautas. Estaban muy arriba, pero ahí no había ni rastro del paraíso. Estaba todo oscuro.

El otro estaba bajo tierra. Entonces, cuando excavaban para construir edificios, aparcamientos o las nuevas líneas del metro, tendrían que haberlo encontrado, ¿no?

No, aunque esto no quería decir que no existiera, solo que era invisible.

Como Dios.

Mamá me lo había dicho. En misa no se le veía, pero todos le cantaban. En esos momentos podría estar a mi lado sin que yo me diera cuenta. Eso sí, siempre que cupiese en mi habitación, que es un poco pequeña para alguien tan grande como él.

¿Y los números negativos? También ellos eran invisibles. De hecho, podía haber dos cosas, pero no menos dos cosas.

Invisible, negativo. Visible, positivo.

Y después estaba el cero, que no era ni una cosa ni la otra. El cero era el vacío, pero Xian me había dicho en el colegio que no existía la nada, que siempre había algo.

Y es verdad, si pensabas en una habitación vacía, podía haber una alfombra. Y cuando decías: «Tengo el estómago vacío», solo significaba que tenías hambre, no que en tu barriga no hubiera nada. Incluso el espacio estaba siempre lleno de algo: estrellas, galaxias y misiles.

Entonces, tenían razón todos. Decían lo mismo, pero cada uno a su manera.

Según los católicos, te volvías invisible para acabar en el cielo o bajo tierra; según los ateos, quedabas reducido a la nada, así que también eras invisible en ese caso; para Xian te convertías en un número negativo, invisible por tanto; para el señor Rimbaud te quedabas pululando como un fantasma y nadie te podía ver; para los del

reciclo… Bueno, eso es una historia aparte.

Todo empezaba a cobrar sentido en mi cabeza, como cuando conseguía completar el dibujo de Bambi con las piezas de mi puzzle.

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