Stray

Stray


Capitulo 1

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Al tiempo que me había cambiado mis pantalones perfumados de fruta y había guardado mi ropa y los libros sin los que no podía irme, Sammi había regresado de la biblioteca. Ella descargó los libros sobre el mostrador de nuestra minúscula salon-cocina, farfullando sobre su última teoría de conspiración. Se detuvo cuando vio a Marc, y sus palabras dejaron de salir. Era bastante graciosos;

finalmente había encontrado algo que la callara. Lo malo era que no podía festejar alrededor y disfrutar del silencio.

Marc reía desde detrás de mi escritorio, donde se había instalado como si estuviera en su casa. Debajo de él, la silla de respaldo recto, no parecía más impresionante que un montón de palillos, como si pudiera derrumbarse en cualquier momento.

—Estoy impresionado, Faythe,— dijo, inclinando la silla sobre las dos patas traseras. —No pensé que podrías encontrar a alguien que hablase más que tú, obviamente te subestime. De nuevo.—

Bueno, había hecho un hábito de eso.

—Sammi, este es Marc Ramos. Marc, mi compañera de cuarto, Samantha.—

La boca de sammi se abrió y volvió a cerrarse silenciosamente como si intentara – y fallase- decir algo inteligente. Puse loss ojos en blanco. Sí, estaba bueno, pero su reacción era exagerada. Por otro lado, Sammi era apasionada de los melodramas.

Marc rió otra vez y la silla golpeó pesadamente el piso mientras se ponía en pie para estrechar su mano.

Cuando Marc se acercó, Sammi retrocedió un paso, chocando su pierna contra el borde de la mesa antes de darle la mano, con los ojos muy abiertos.

—¿Qué está sucediendo?— se las arreglo para decir al ver mi maleta abierta sobre el sofá. Había embalado más libros que ropa, lo que significaba que pesaría una tonelada, pero probablemente Marc podría levantarlo con un solo dedo. No lo haría, porque eso llamaría la atención. Pero podría.

—Papá me cerró el grifo,— dije mientras cerraba a presión los cierres de la maleta.

—Volveré en otoño, pero no piensa pagar la universidad a menos que pase el verano en casa.— Era lo más cercano a una explicación que podría darle, que Sammi creyese.

—¿Y Marc sería…?— Sammi dejó la pregunta abierta, echándole un vistazo.

Buena pregunta. No era fácil describir el papel de Marc en mi vida, porque generalmente no cumplía ninguno. No hace mucho calentaba mi cama, había sido mi confidente, y hasta un recuerdo tierno, y eso no cabría en ninguna definición de —amigo— que ella entendiera, así que cómo se lo podía explicar.

—Mi transporte.— Eso debería valer. Había degradado a Marc a chofer, y su única reacción fue un guiño y una mueca de yo-sé-un-secreto. Genial. Él pensaba que era divertido.

Sammi cabeceó lentamente, como si no me creyera, pero ese era problema suyo, porque yo había pensado en una explicación posible. Al menos, hasta otoño.

—¿Ya te estás llendo?— Ella jugueteaba con el borde de su blusa, echando un vistazo alrededor del apartamento a las varias pilas de mis pertenencias.

—Si, siento dejar este lío. Nos cobran a principio de mes, te mandaré un cheque con mi mitad del alquiler del próximo mes. ¿Puedo dejar mis cosas aquí hasta que vuelva?—

—Seguro,— dijo. —¿Y qué hay con Andrew?—

Sentí la mirada de Marc sobre mí y me mordí el labio para no decir algo que después lamentaría. No le había contado sobre mi nuevo novio, y obviamente parecía que los espías de mi padre tampoco. No había duda al respecto en su silencio.

Marc se puso tieso, y solo el leve movimiento de sus orificios nasales lo traicionó mientras probaba mi olor.

Gruñó, y yo sofoque un gemido, repentinamente agradecida que Andrew y yo este -almorzáramos- más en su apartamento que en el mío. Percibir el olor de un hombre mezclado con el mío era una cosa, pero olerla en mis cosas habría sido otra totalmente distinta.

El persistente olor del extraviado en mí era probablemente la única razón de que Marc no hubiera notado que Andrew ocupaba… un lugar en mi vida., y en mi cama. La pesada mezcla del almizcle terroso del extraviado y la sangre ocultó fácilmente el suave aroma del sudor humano.

Se lo habría dicho, eventualmente. De verdad. Sin embargo, me enorgullezco de tener

más tacto que Sammi. Pero por otro lado, no estaba siendo honesta con ella sobre quién era mi chofer, así que, ¿qué esperaba?

—Lo llamaré.— Dije, agarrando mi maleta.

Marc me arrebató el bolso y se dirigió hacia la puerta principal, saliendo al vestíbulo abierto.

Abracé a Sammi, respirando la fragancia floral de su champú. Si mis padres conseguían lo que querían, pasaría un tiempo hasta que volviera a oler la sana femineidad de mi compañera con sus esencias de hierbas y burbujas de cerezas.

Asumiendo que regresara. En lo que a mi padre se refería, no había garantías.

—Estudia bastante por las dos— Dije, soltándola renuente. Ella sonrió, más confundida que triste y giró su mirada. Tampoco sabía realmente lo que sucedía.

En el corredor, Marc decía algo grosero a mi vecino a través del pasillo, apenas lo suficiente ruidoso para que yo lo oyera. Suspiré. Tomé mis llaves y el teléfono móvil de la mesa, echándole una última mirada al apartamento.

—¿Por qué será que los adioses suenan tan terminales?— Excepto cuando me voy de casa. Siempre sé que eventualmente volveré al rancho, no porque quiera ir, sino porque siempre consiguen arrastrarme. Es solo un detalle, pero importante.

Seguí a Marc a través del pasillo sin decirnos una sola palabra.

Fuera, me mantuve varios pasos detrás de él, intentando adivinar su humor mientras marchaba por la acera. Él agarraba la manilla de la maleta con los nudillos blancos por la tensión. Su paso era largo, firme y pesado. Pero lo que más decía de él era su postura mientras caminaba entre los coches estacionados.

Su cabeza y hombros estaban erguidos, feroz y formal, como si él no fuera más que un chofer para mí.

Y en caso que no notara estos signo sutiles, cuando avancé para caminar a su lado, Marc me favoreció con un gruñido, baja y furioso, demasiado suave para que cualquier otra persona lo escuchase.

Grandioso. Nada mejor que pasar varias horas en un coche con un gato furioso.

Bienvenida a mi vida.

 

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