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12. Zofi

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12. Zofi

Zofi

Zofi analizó a los tres nuevos Talones que se habían acercado al campo para enfrentarla, daga en mano. A su lado, Yasmin seguía explicando el diezmo que Zofi quería practicar.

El camuflaje era algo nuevo después de todo. Pero estaba comenzando a darse cuenta de que escoger un nuevo diezmo para luchar en contra de los soldados más entrenados de las Regiones podía ser un poco ambicioso.

Bueno. ¿Qué había dicho Andros? La guerra no era segura. Algunos riesgos eran necesarios al prepararse para ella.

—Cuando comience, necesitarás concentrarte más allá de ti —dijo Yasmin—. Enfócate en tu alrededor y en tus posesiones, al igual que en tu cuerpo.

Aparentemente, el atuendo de Yasmin estaba diseñado de un modo muy especial; cada prenda teñida con una solución mezclada con unas pocas gotas de su sangre, para permitirle cambiar su apariencia junto con el vestuario. Zofi tenía que arreglarse con cortar la yema de su dedo y después esparcir la sangre por los extremos de su túnica y sus pantalones.

El corte le dolía y ella reposicionó la mano en el cuchillo. Frente a Zofi, los Talones habían levantado sus espadas características, largas y curvadas en la punta, como las garras del alatormenta.

—Ahora será combate cuerpo a cuerpo —agregó Yasmin—. Cuando hayáis derramado su sangre, salid del círculo. El último combatiente en pie será el ganador.

Zofi intentó no dejar su sorpresa en evidencia. Había pensado que tendría una pareja para pelear. No que la arrojarían en una lucha de tres contra uno. En una práctica cuerpo a cuerpo, los Talones seguramente se agruparían para derribar al forastero.

Yasmin quiere que falle.

Bueno, ella saldría perdiendo. En el bolsillo interno de sus pantalones, en varios escondites ocultos hechos especialmente con ese propósito, Zofi podía sentir el reafirmante peso de los refuerzos (viales de cristal llenos de su sangre, conservada de un modo que solo los Viajantes habían podido desarrollar). Si Yasmin quería hacer ese enfrentamiento más difícil, Zofi se sentiría más que feliz de seguirle el juego. Para ganar, sin importar el precio.

Sígueles el juego, se recordó a sí misma. Pero más que eso. Gánalo.

—Todos usaréis el mismo diezmo —indicó Yasmin—. El de camuflaje, para que Zofi pueda practicar. —Entonces levantó el puño.

Los Talones sacaron hojas delgadas. No tan únicas como el elegante anillo de Yasmin, pero más impresionantes que la daga de Zofi. Una ventaja más, ya que las hojas no harían brotar tanta sangre al diezmarse.

Está muy bien. Ella estaba acostumbrada a luchar con todo en su contra. Llevó su daga sobre la parte externa de su antebrazo.

Estaba cansada de las cursilerías de la corte. Cansada de vestirse elegante y desfilar por fiestas. Cansada de fingir que le importaba un grano de arena alguna de esas personas. Ellos eran sus enemigos, todos.

El que había pintado ese mensaje en el respaldo de su cama, más que nadie.

Asesina de sangre. No había podido apartar las palabras de su mente. ¿Quién lo había hecho? Había pasado toda la noche mirando al techo, sin poder dormir. ¿Podría haber sido uno de los Talones? Uno que hubiera estado en la taberna esa noche, que hubiera presenciado la pelea entre Elex y el príncipe Nicolen…

Pero ¿un Talón no la habría denunciado al rey? En especial si sabía que Elex no era el Viajante al que debían estar persiguiendo.

Ella había asesinado al príncipe al límite de la Región Este. Muchos esteños de esa taberna podrían haber presenciado la pelea. Esteños como Akeylah… o cualquiera de los otros nobles de esa región. Ella había visto a algunos otros en la Ceremonia de Sangre, aunque no recordaba sus nombres.

Sin embargo, no podía ser ninguna de esas personas. Podía ser una criada o un mercader cualquiera que hubiera escuchado la conversación correcta en el momento correcto. Ella y Madre habían tenido cuidado de hablar de esa noche solo en privado, normalmente una vez que estuvieran solas en su carpa. Pero las paredes eran delgadas y si alguien mejoraba su audición y sabía dónde concentrarse…

Zofi negó con la cabeza. Era exactamente por eso que se había ofrecido para esa pelea. Para aclarar su mente, para concentrarse en un juego que podía comprender.

—A sus puestos.

Zofi podía sentir los ojos de Yasmin sobre ella. Por las arenas, podía notar que todos estaban mirándola. Andros, las otras chicas; mis hermanastras, pensó parte de ella, después rechazó la idea de inmediato. Y, por supuesto, sus oponentes. En sus cascos, con los visores bajos, parecían como los alatormentas por cuyas garras habían sido nombrados, con un pico afilado que ensombrecía sus caras.

Inhaló profundamente y enderezó sus hombros. Ignóralo todo. Solo la lucha importa ahora.

—Diezmo. —Yasmin bajó su puño en un ágil movimiento.

Esa fue la última palabra que Zofi escuchó antes de pasar el filo por su piel y cerrar los ojos. La palabra se desvaneció. Sus venas parecían más brillantes ese día; su pulso, más veloz. Incluso las Artes en el aire, las chispas de sabor verde y aroma a adrenalina parecían más intensas, concentradas como un láser. Zofi las introdujo en su torrente sanguíneo mientras recordaba las instrucciones de Yasmin.

Dos pulsaciones y las Artes hormiguearon en cada centímetro de su cuerpo, ansiosas por liberarse. Ella llevó su concentración al exterior, para dejar entrar al mundo sin abandonar el diezmo. Era como mirar el dibujo de dos imágenes diferentes a la vez; un gato que era también un océano, un cráneo que también contenía un juego de cartas. Zofi mantuvo ambas imágenes, la de sus venas y la del mundo alrededor, en su mente a la vez.

Cuando abrió los ojos, su piel y su ropa manchada de sangre cambiaron. Sus piernas se volvieron verdes como el césped. Cuando levantó un brazo, se volvió del color rosado de la madera de la torre más cercana, luego azul al llevarlo sobre su cabeza.

—Pelead —ordenó Yasmin, demasiado rápido, antes de que Zofi se hubiera adaptado realmente a su nueva visión.

Dio un paso atrás instintivamente y llevó la atención del exterior hacia sus oponentes.

Los Talones se habían desvanecido.

Se concentró, mantuvo las dos imágenes en su mente mientras se hacía a un lado y caminaba hacia atrás. El aire sopló con el sonido de un golpe errado y ella volvió a alejarse y zigzagueó mientras buscaba a su enemigo.

Allí. El césped a su izquierda parecía estar moviéndose y ondulándose. Zofi lo observó hasta que distinguió el contorno de piernas sobre él, acercándose hacia el punto en el que ella había estado un momento antes.

Requirió cada gramo de su fuerza de voluntad el concentrarse en confundir su piel con el mundo y en permitir que su mirada se desenfocara para rastrear a su oponente. Cuando lo encontró, casi perdió el control de su diezmo al levantar el brazo con la daga para atacar.

Su brazo titiló de camino al golpe, apareció durante un momento como un resplandor de piel oscura, después se desvaneció una vez más antes de que el golpe acabara en un crujido.

Armadura.

Zofi se alejó justo a tiempo para evitar el contraataque del Talón. Ese juego sería más difícil de lo que había pensado.

Escuchó un golpe distante y se dio cuenta de que los otros dos Talones estaban peleando uno contra el otro. Gracias a las arenas por los pequeños favores.

Regresó a su oponente. Recorrió el campo, dejó que sus extremidades se fundieran con el nuevo escenario. El momento más raro llegó cuando pasó frente a los espectadores y tuvo que desvanecer su piel, así que su oponente vio a la condesa Yasmin de pie sobre el rey Andros a través del cuerpo de Zofi. Sus caras, el tono de su piel, sus atuendos; eran demasiados colores para procesar, una imagen demasiado compleja para representarla toda de una vez. Las expresiones de ellos debieron distorsionarse, porque con un sonido veloz, el Talón se dio la vuelta.

Zofi elevó su daga para defenderse justo a tiempo. La espada golpeó su cuchillo y lo aferró con más fuerza mientras se alejaba.

Pero entonces tuvo una idea.

Rodeó al Talón y deliberadamente dejó que su concentración se perdiera un instante. Un destello de rizos negros, sus ojos oscuros aparecieron durante un momento. El Talón se giró en su dirección para atacar, lo que dejó a los espectadores detrás de él.

Fue sencillo detectarlo con Florencia y Akeylah a la vista a través de su torso. Sus faldas se abultaban, sus bocas y ojos parecían como el dibujo infantil de un rostro, Zofi atacó de nuevo, esta vez segura de a dónde apuntar su cuchillo.

Cayó una salpicadura de sangre sobre el campo. El Talón maldijo y, un segundo después, reapareció con un destello, quejándose.

Zofi no perdió el tiempo disfrutándolo. Siguió el sonido de los golpes de espada hacia los otros dos Talones, los encontró en mitad de un ataque por la niebla de movimiento sobre el césped. De puntillas se acercó al primero, esperó a que atacara y le encestó un simple golpe sobre el bíceps.

Ese Talón reapareció en un instante. Una mujer, notó Zofi, cuando se quitó el casco y se alejó del campo.

Eso dejaba solo a uno.

La piel de Zofi comenzó a cosquillear. Al otro lado, la piel de su oponente pareció parpadear; ella vio destellos de piel oscura sobre las distantes barracas de madera.

Pero casi tan pronto como aparecieron, volvieron a desvanecerse. ¿Un amago? ¿O su oponente habría renovado su diezmo, como el Talón que antes había realizado ese diezmo de curación?

Le costaría mucho más a un Talón que a ella. El chico que se curó a sí mismo por poco se desmayó después de eso. Pero Zofi solo necesitaba romper un nuevo vial.

Un movimiento en el aire le advirtió de un golpe inminente. Zofi lo esquivó y su mano, que reapareció completamente durante un instante, bajó directamente para golpear su bolsillo, con fuerza.

Aún invisible, Zofi apretó los dientes mientras el vial de cristal sólido se abría por la mitad. El cristal especialmente creado en sí era lo que mantenía al diezmo intacto; calentado con gotas de la propia sangre de Zofi y moldeado con su propio aliento, para engañar a la sangre en su interior y que creyera que seguía en su cuerpo. Los bordes exteriores del vial, diseñados para romperse en esquirlas punzantes ante el impacto, se enterraron en su muslo, lo suficiente como para que la antigua sangre coagulada del interior del vial se mezclara con la de la herida fresca.

El nuevo torrente de las Artes golpeó con fuerza su sangre. Ella podía hacer lo que quisiera con él; renovar el camuflaje o cambiar por un diezmo totalmente diferente. Era distinto de un diezmo normal, no tan fuerte, diluido por el tiempo. Pero incluso ese débil influjo de las Artes golpeó sus sentidos, por lo hambrienta que su sangre estaba por más.

Volvió su concentración, las imágenes conjuntas de su propio cuerpo y del mundo alrededor de pronto se hicieron más fáciles de mantener en su cabeza a la vez. Ella volvió a su oponente.

El Talón se había desvanecido también.

Zofi se alejó silenciosamente del punto en el que lo había visto por última vez.

—¿Has decidido quedarte, después de todo? —preguntó una voz familiar, al menos a diez pasos de distancia a su derecha. A su pesar, Zofi sonrió.

—¿Te rebajas a luchar contra una Viajante, Vidal? —Sigue hablando. Se movió algunos pasos al lado y analizó el campo. No había señales de movimiento. Él era mejor que los otros dos. Se movía más lentamente, se quedaba en lugares en los que solo tuviera que camuflarse sobre fondos simples. Entonces, estaba en lo correcto, él tenía el campo y la distante torre de obsidiana detrás de su cuerpo.

—Encaro a quien mi rey me pida encarar.

Ella siguió su voz. Dejó que una pequeña sonrisa se reflejara en su cara cuando detectó su forma, apenas delineada. Había estado equivocada. Él estaba mucho más cerca, con la torre de nogal detrás.

Ella avanzó un paso más.

—Lo siento, Zofi —estaba diciendo él, con la voz muy suave—. Por el otro día, en la calle. Estaba enfadado; no quería insultar tu modo de vida.

Atacó con su daga justo hacia donde estaba el Talón. Él la esquivó, justo a tiempo para evitar el golpe y, al momento siguiente, desapareció de su línea de visión. Arenas.

—Está bien —dijo ella al aire vacío—. No eres el primer kolonense que insulta a mi gente.

—Eso no hace que sea correcto. Me disculpo.

Volvió a detectarlo, a unos pasos a la izquierda. El diezmo de él estaba debilitándose; mientras lo observaba, su piel comenzó a parpadear, aparecía y desaparecía.

Zofi avanzó hacia el Talón. Él escaneaba el césped, con los ojos amplios.

—¿Cómo es que aún mantienes el diezmo? —susurró.

Ella sonrió. Dio otro paso al frente, no respondió.

Todo el contorno de Vidal era visible entonces.

Su piel cosquilleaba, una señal de advertencia, y ella supo que no debía, que era su ego lo que la impulsaba, pero bajó la mano y golpeó su muslo. Rompió un nuevo vial de todas formas.

Vidal escuchó cuando el cristal se rompió, se giró en su dirección y atacó con fuerza. Ella logró saltar hacia atrás y la punta de la espada de él rozó su túnica de cuero. Pero Vidal ya estaba en posición de ataque.

Desesperada, Zofi mantuvo su camuflaje. Pero la hacía más lenta, en especial al haber usado dos viales seguidos. Le dolía el muslo, donde el cristal había abierto su piel, sus venas ardían por el exceso y el brazo de su daga estaba debilitado.

Vidal ya había perdido las Artes por completo, era un Talón normal que atacaba lo que parecía ser aire espeso.

Zofi bloqueó el primer ataque, esquivó otro, volvió a bloquear el ataque.

—Increíble. —Vidal entornó los ojos para buscarla, pero no parecía molesto—. Algún día tendrás que enseñarme cómo lo haces. ¿Es tu sangre más fuerte? ¿Hay algo en el modo en que te diezmas?

Ella siguió dando la vuelta, en silencio. Atacó, pero Vidal bloqueó su daga en el último instante. Ya lo tenía.

Zofi asestó un golpe sobre su pecho. Otro en su espada. Los golpes resonaron por el campo. Aún no encontraba un camino a través de su armadura, pero lo haría. Un último golpe…

Algo se movió en el límite de su vista.

Ella dudó. Sus instintos se activaron. Atacante. Solo lo vio durante un segundo. Alguien que usaba un diezmo de velocidad desapareció de prisa entre el rey y su hermana. Nadie más lo notó. Nadie vio que el pasillo se detuvo detrás de Florencia y Akeylah, convertido en la sombra oscura de un hombre alto, con un sombrero bajo sobre sus facciones.

Solo se detuvo durante un segundo, luego siguió corriendo, pero todo lo que Zofi podía pensar era en esas letras plateadas. Asesina de sangre.

Clanc.

Zofi se tambaleó. Su cuchillo cayó al césped. Le llevó un momento sentir el dolor de su brazo y la línea roja en donde había dado el golpe de Vidal.

—Empate —dijo Yasmin en algún lugar detrás de ella.

Con un gemido, Zofi dejó ir el diezmo que había estado manteniendo durante demasiado tiempo. Su piel reapareció y sus piernas se volvieron temblorosas, tan agotadas como si acabara de intentar correr dos kilómetros después de un día sin comer.

—Buena práctica. —Vidal sonrió y le ofreció una mano, palma arriba.

—Al mejor de tres la próxima vez —intentó borrar su ceño fruncido, aunque no tuvo mucho éxito. Lo tenía, maldición. Lo tenía hasta que…

Ella miró alrededor. El campo estaba vacío. No había nadie detrás del rey o de las otras chicas, ni siquiera había nadie visible hasta las barracas, a excepción de los otros dos Talones a los que había derrotado, con sus espaldas erguidas, como si esperaran su siguiente orden.

Genial. Ahora estaba imaginando cosas. Esa amenaza extorsiva la tenía nerviosa, imaginando fantasmas.

—Solo si prometes enseñarme el truco para mantener el diezmo durante tanto tiempo. —Vidal analizó el rostro de ella, sin dejar de sonreír.

—¿Por qué, te preocupa no poder vencerme otra vez de otro modo? —Ella sonrió con suficiencia.

—Malditos vagabundos, ni siquiera podéis aceptar una derrota con dignidad —balbuceó la Talón.

—No la llames así —protestó Vidal, su voz repentinamente afilada como un punzón de sangre—. Ella es una Viajante, es una potencial heredera al Trono del Sol y te ha vencido, con más dignidad bendecida por el Sol de la que jamás has mostrado en la derrota, Ishil.

Las cejas de Zofi se elevaron. Ningún kolonense la había defendido antes. Ninguno de ellos parecía creer siquiera que la palabra vagabunda estuviera mal.

Durante un momento, el campo quedó en silencio. Después Yasmin se dirigió a Vidal.

—Bien peleado, Talón.

—Y bien dicho —agregó el rey Andros, con una mirada aguda hacia la otra Talón. Ella se sonrojó y se inclinó tanto que su nariz casi rozó el césped.

Pero Zofi no olvidaría que ninguno de ellos había intervenido. Nadie lo hizo. Nadie excepto Vidal.

El pecho le dolía de un modo algo raro.

Mientras tanto, Vidal estaba inclinándose también.

—Gracias, Su Majestad. Condesa.

—Gracias a ti por tu servicio —respondió Yasmin.

—Apreciamos todo lo que vosotros y sus compañeros soldados hacéis para proteger a nuestra realeza —agregó el rey Andros y bajó la cabeza.

Los tres hicieron una reverencia, mientras Zofi envainaba su daga.

—Conmigo —indicó Yasmin y llamó a los Talones con su cabeza.

—Zofi —la llamó el rey. Ella regresó junto a sus hermanas mientras Yasmin guiaba a los Talones unos pasos más allá para continuar con la demostración. Pero Zofi no podía apartar la vista de Vidal, aún sin certeza de lo que el dolor en su pecho significaba.

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