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NIVEL UNO » 0012

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0012

Dormí más de doce horas seguidas y me salté todas las clases.

Cuando, finalmente, desperté, me froté los ojos y me quedé un rato tumbado, en silencio, intentando convencerme de que los hechos de la jornada anterior habían sucedido en realidad. Todo me parecía un sueño, demasiado bueno para ser cierto. Después agarré el visor y me conecté a la red para asegurarme.

Todos los canales de noticias parecían mostrar una imagen fija de La Tabla. Y el nombre de mi avatar figuraba en lo alto, en primera posición. Art3mis seguía en segundo lugar pero su puntuación había aumentado, tenía ciento nueve mil, solo mil menos que yo. Y, como en mi caso, junto a sus puntos también aparecía un icono en forma de puerta de cobre.

O sea que lo había conseguido. Mientras yo dormía, ella había descifrado la inscripción de la Llave de Cobre. Se había trasladado a Middletown, había localizado la verja e interpretado Juegos de guerra de principio a fin, escasas horas después de que lo hubiera hecho yo.

Mi hazaña ya no me impresionaba tanto.

Fui cambiando de canal hasta que llegué a uno de los principales, donde vi a dos hombres sentados frente a una imagen fija de La Tabla. El de la izquierda, un señor de mediana edad con aspecto de intelectual que, según podía leerse, era «Edgar Nash experto en gunters», parecía estar explicando las puntuaciones al presentador que tenía a su lado.

—… parece que el avatar llamado Parzival ha recibido algunos puntos más por ser el primero en encontrar la Llave de Cobre —afirmaba Nash en ese momento, señalando La Tabla—. Y después, a primera hora de esta mañana, la puntuación de Parzival se ha incrementado otros cien mil puntos y ha aparecido el icono de una Puerta de Cobre junto a los dígitos. Pocas horas después se ha producido el mismo cambio en la puntuación de Art3mis. Eso parece indicar que los dos han encontrado la primera de las tres puertas.

—¿Las famosas tres puertas de las que James Halliday hablaba en el vídeo Invitación de Anorak? —preguntó el conductor del programa.

—Exacto.

—Pero, señor Nash, después de cinco años, ¿cómo es que esos dos avatares han culminado la hazaña el mismo día, con apenas unas horas de diferencia?

—Bien, en mi opinión solo existe una respuesta plausible. Esas dos personas, Parzival y Art3mis, deben de estar trabajando juntas. Seguramente las dos pertenecen a lo que se conoce como un «clan de gunters». Son grupos de cazadores del Huevo que…

Torcí el gesto y volví a recorrer los canales hasta que me tropecé con un reportero exageradamente entusiasta, que entrevistaba a Ogden Morrow vía satélite. Al mismísimo Ogden Morrow.

—… nos atiende desde su casa de Oregón. Gracias por acompañarnos hoy, señor Morrow.

—De nada —respondió Morrow.

Hacía casi seis años que no se aparecía en los medios de comunicación pero no parecía haber envejecido ni un solo día. Su cabellera gris y su barba larga lo convertían en un híbrido entre Albert Einstein y Santa Claus. Ese cruce, además, explicaba bastante bien los rasgos básicos de su personalidad.

El periodista carraspeó, algo nervioso, sin duda.

—Permítame que empiece preguntándole por su reacción a los acontecimientos de las últimas veinticuatro horas. ¿Le ha sorprendido la aparición de esos nombres en La Tabla de Puntuación de Halliday?

—¿Sorprenderme? Sí, un poco, supongo. Pero como todos los demás, llevaba tiempo esperando que esto sucediera. No estaba seguro, claro, de seguir vivo cuando finalmente pasara lo que ha pasado. Me alegro de estarlo. Todo esto es muy emocionante, ¿verdad?

—¿Cree usted que estos dos gunters, Parzival y Art3mis, trabajan juntos?

—No tengo ni idea. Supongo que es posible.

—Como sabe, Gregarious Simulation Systems mantiene la confidencialidad de todos los datos relativos a los usuarios de Oasis, por lo que no podemos conocer sus verdaderas identidades. ¿Cree que alguno de ellos dará un paso al frente y la hará pública de manera voluntaria?

—Si tienen dos dedos de frente, no lo harán —respondió Morrow, colocándose bien las gafas de montura metálica—. Si yo estuviera en su piel, haría todo lo posible por mantener el anonimato.

—¿Por qué dice eso?

—Porque cuando el mundo descubra quiénes son no tendrán ni un segundo de tranquilidad. La gente que cree que puede ayudarte a encontrar el Huevo de Halliday no te deja en paz. Hablo por experiencia.

—Sí, lo supongo. —El periodista esbozó una sonrisa forzada—. Sin embargo, este canal se ha puesto en contacto tanto con Parzival como con Art3mis vía e-mail y les hemos ofrecido importantes sumas de dinero a cambio de que nos concedan entrevistas en exclusiva, ya sea en Oasis o aquí, en el mundo real.

—Estoy seguro de que recibirán muchas ofertas parecidas. Pero dudo de que acepten —insistió Morrow, que miró a la cámara y me hizo sentir que se dirigía directamente a mí—. Alguien lo bastante listo para culminar con éxito la misión que ha empezado debería saber muy bien que no debe arriesgarse a perderlo todo por hablar con los buitres de la prensa.

El periodista soltó una risita nerviosa.

—Ah, señor Morrow, no creo que sea apropiado…

Morrow se encogió de hombros.

—Lástima. Yo sí lo creo.

El periodista volvió a carraspear.

—Bien, cambiando de tema… ¿Aventura usted alguna predicción sobre los cambios que pueda experimentar La Tabla en las próximas semanas?

—Apuesto a que los ocho espacios libres no tardarán mucho en llenarse.

—¿Qué le lleva a pensarlo?

—Una persona puede guardar un secreto, pero dos no —respondió, mirando directamente a la cámara una vez más—. No lo sé. Tal vez me equivoque, pero de una cosa sí estoy seguro. Los sixers van a usar todo el juego sucio que puedan para descubrir la ubicación de la Llave de Cobre y la Primera Puerta.

—¿Se refiere a los empleados de Innovative Online Industries?

—Sí, de IOI. Los sixers. Su único propósito es explotar los vacíos legales en las reglas del concurso y subvertir la intención del testamento de Jim. Aquí lo que está en juego es el alma misma de Oasis. Lo último que habría querido Jim es que su creación cayera en manos de un conglomerado multinacional fascista como IOI.

—Señor Morrow. IOI es la propietaria de esta cadena…

—¡Lo sé muy bien! —exclamó Morrow, triunfante—. ¡IOI es la propietaria de prácticamente todo! Incluido usted, jovencito. No sé si le tatuaron un código de barras en el culo cuando le contrataron, porque lo cierto es que no deja de vomitar su propaganda empresarial…

El periodista empezó a tartamudear, mirando nervioso a un punto que quedaba más allá de la cámara.

—Eso, eso, deprisa, corten antes de que diga algo más.

Y Morrow estalló en carcajadas un instante antes de que se interrumpiera su conexión vía satélite.

El periodista tardó unos segundos en recobrar la compostura, y entonces dijo:

—Gracias una vez más por recibirnos hoy, señor Morrow. Por desgracia no tenemos más tiempo para conversar con él. Y ahora pasamos la conexión a Judy, que se ha reunido con una mesa de prestigiosos expertos en Halliday…

Sonreí y apagué el canal de vídeo, valorando el consejo que acababa de ofrecerme Morrow. Siempre había sospechado que aquel hombre ya mayor sabía más sobre la competición de lo que aparentaba.

Morrow y Halliday se habían criado juntos, habían fundado juntos una empresa y habían cambiado el mundo juntos. Pero Morrow llevaba una vida muy distinta de la de su socio, una vida que implicaba una relación mucho mayor con la humanidad. Y una dosis mucho mayor de tragedia.

A mediados de los noventa, cuando Gregarious Simulation Systems era solo Gregarious Games, Morrow se casó con su novia del instituto, Kira Underwood, una joven nacida y criada en Londres (su nombre verdadero era Karen, pero desde que vio El cristal oscuro se hacía llamar Kira). Morrow la había conocido en el primer año de bachillerato, durante un intercambio de alumnos. En su autobiografía, el socio de Halliday escribiría que ella era «la geek por antonomasia», obsesionada con los Monty Python, los cómics, las novelas de fantasía y los videojuegos. Morrow y Kira compartían algunas asignaturas y él se colgó de ella casi de inmediato. La invitó a asistir a sus sesiones semanales de Dragones y mazmorras (como había hecho con Halliday unos años antes) y, para su sorpresa, Kira aceptó. Morrow escribiría: «Todos los chicos sin excepción se enamoraron de ella, incluido Jim. Lo cierto es que fue Kira quien le puso el apodo de Anorak, un término coloquial que se usaba en Inglaterra para referirse a los obsesos de la informática. Creo que Jim lo adoptó como nombre de su personaje de Dragones y mazmorras para impresionarla. O tal vez fuera su manera de hacerle saber que entendía la broma. Jim se ponía muy nervioso en presencia de mujeres y Kira fue la única chica con la que le vi hablando de manera relajada. Aun así, era solo como personaje, como Anorak, en el curso de nuestras sesiones de juego. Y únicamente se dirigía a ella por Leucosia, el nombre de su personaje».

Ogden y Kira empezaron a salir juntos. Cuando terminó el curso y a ella le llegó la hora de regresar a Londres, los dos se habían declarado ya mutuamente su amor. Siguieron en contacto durante el último curso de bachillerato: se enviaban correos electrónicos todos los días gracias a un sistema de tablón de anuncios informático, anterior a internet, llamado FidoNet. Cuando se graduaron, Kira regresó a Estados Unidos, se fue a vivir con Morrow y se convirtió en una de las primeras empleadas de Gregarious Games. (Durante los primeros dos años, fue la única integrante del departamento artístico). Se prometieron pocos años después del lanzamiento de Oasis. Se casaron al cabo de un año y Kira renunció a su cargo de directora artística de GSS. (Ella también era ya millonaria, gracias a sus acciones de la empresa). Morrow permaneció en GSS durante cinco años más. Y entonces, en verano de 2022, anunció que abandonaba la compañía. En aquel momento atribuyó su decisión a «razones personales». Pero años después, en su autobiografía, escribiría que había salido de GSS porque «ya no estaban en el negocio de los videojuegos» y porque creía que Oasis había evolucionado hasta convertirse en algo horrible. «Se había convertido en una cárcel autoimpuesta para la humanidad», reveló. «En un lugar agradable donde la gente se evade de sus problemas, mientras la civilización se hunde lentamente, especialmente por falta de atención».

Según ciertos rumores, Morrow había optado por irse a causa de un profundo desacuerdo con Halliday. Ninguno de los dos confirmaría ni negaría el rumor y nadie parecía saber qué clase de disputa era la que había puesto fin a una amistad de toda la vida. Pero fuentes de la empresa afirmaron que en el momento de la renuncia de Morrow, Halliday y él llevaban ya varios años sin hablarse. Aun así, cuando abandonó GSS le vendió todas sus acciones a su socio, por una cifra que no se hizo pública.

Ogden y Kira se «retiraron» a su casa de Oregón y fundaron una empresa de software educativo sin ánimo de lucro, Halcydonia Interactive, dedicada a la creación de juegos de aventuras interactivos para los niños. Yo, de hecho, crecí jugando con ellos, siempre ambientados en el reino mágico de Halcydonia. Como niño solitario criado en las torres, los juegos de Morrow me alejaban de mi entorno deprimente. También me enseñaban matemáticas, resolución de problemas y de paso me servían para mejorar mi autoestima. En cierto sentido, los Morrow fueron mis primeros maestros.

Durante los siguientes diez años, Ogden y Kira disfrutaron de una existencia feliz y apacible, viviendo y trabajando juntos en un relativo aislamiento. Intentaron tener hijos, pero no pudo ser. Habían empezado a pensar en la adopción cuando, en el invierno de 2034, Kira perdió la vida en una carretera de montaña, a pocas millas de su casa, al pisar una placa de hielo y perder el control del vehículo.

Después de aquello, Ogden siguió dirigiendo solo Halcydonia Interactive. Logró mantenerse fuera de la vida pública hasta la mañana en que se divulgó el fallecimiento de Halliday. Su casa sufrió el asedio de los medios de comunicación. Como había sido su mejor amigo, todo el mundo daba por supuesto que solo él sabría explicar por qué el difunto multimillonario había decidido donar toda su enorme fortuna a quien la quisiera. Morrow, finalmente, ofreció una rueda de prensa para quitarse a todo el mundo de encima. Hasta ese día, aquella había sido la última vez que había hablado con la prensa. Yo había visto muchísimas veces el vídeo de aquella aparición pública.

Morrow empezaba leyendo una breve declaración en la que afirmaba que llevaba más de diez años sin ver a Halliday ni hablar con él.

—Tuvimos un desencuentro —manifestaba—, y me niego a hablar de ello, ahora y en el futuro. Baste decir que desde hace más de diez años no he establecido ninguna comunicación con él.

—¿Entonces por qué le ha dejado Halliday su inmensa colección de videojuegos clásicos de salón recreativo? —le preguntaba un periodista—. Todas sus demás posesiones van a ser subastadas. Si no seguían siendo amigos, ¿por qué es usted la única persona a la que ha dejado algo?

—No tengo ni idea —se limitaba a responder Morrow.

Otro periodista le preguntaba entonces si pensaba participar en la búsqueda del Huevo de Pascua, pues, al conocer tan bien a Halliday, tendría probablemente más oportunidades que los demás de encontrarlo. Morrow le recordó a ese periodista que las reglas establecidas en el testamento dejaban claro que en la competición no podía participar nadie que trabajara o hubiera trabajado alguna vez para Gregarious Simulation Systems, ni ninguno de sus parientes próximos.

—¿Tuvo usted algún conocimiento de lo que preparaba Halliday durante los años que pasó recluido? —preguntaba alguien.

—No. Sospechaba que tal vez trabajara en algún nuevo juego. Jim siempre estaba trabajando en juegos nuevos. Para él, crear juegos era tan necesario como respirar. Pero jamás imaginé que planeara algo… de semejante magnitud.

—Siendo, como es, la persona que mejor lo conocía, ¿tiene usted algún consejo que dar a los millones de personas que ya han empezado a buscar su Huevo de Pascua?

—Me parece que Jim lo dejó muy claro —replicó Morrow llevándose el dedo a la sien varias veces, como hacía Halliday en el vídeo Invitación de Anorak—. Jim siempre quiso que todo el mundo compartiera sus obsesiones, que a todo el mundo le encantaran las cosas que a él le encantaban. Creo que este concurso es su manera de ofrecer un incentivo para ello.

Apagué el canal donde aparecía Morrow y revisé mis e-mails. El sistema me informó de que había recibido más de dos millones de mensajes no solicitados, que archivé automáticamente en una carpeta separada para poder revisarlos más tarde. En el buzón de entrada solo quedaron dos, que correspondían a personas que figuraban en mi lista de contactos autorizados. Uno era de Hache. El otro, de Art3mis.

Abrí primero el de Hache. Era un videomail, y el rostro de su avatar apareció en una ventana.

—¡Joder, tío! —exclamaba—. ¡No me lo puedo creer! ¿Ya has franqueado la puta Primera Puerta y todavía no me has llamado? Llámame, cabrón. ¡Ahora mismo! ¡En cuanto recibas esto!

Me planteé la posibilidad de esperar unos días antes de hacerlo, pero no tardé en abandonar la idea. Tenía que hablar con alguien de todo aquello y Hache era mi mejor amigo. Si podía confiar en alguien, era en él.

Respondió al primer tono, y su avatar apareció en otra ventana, frente a mí.

—Pero ¡qué perro eres! ¡Qué perro genial, astuto y retorcido!

—Hola, Hache —le dije yo, fingiendo no inmutarme—. ¿Qué hay de nuevo?

—¿Que qué hay de nuevo? ¿Que qué hay de nuevo? ¿Descontando que he visto que el nombre de mi mejor amigo aparece el primero de La Tabla? ¿Descontando eso, quieres decir? —Se echó hacia delante, hasta que su boca ocupó por completo la imagen, y gritó—: ¡Pues, descontando eso, no gran cosa! ¡Ninguna otra novedad!

Me eché a reír.

—Siento haber tardado un rato en responderte. Ayer me acosté un poco tarde.

—No me jodas con que te has acostado tarde —dijo—. ¡Mírate! ¿Cómo puedes estar tan calmado? ¿Es que no te das cuenta de lo que significa? ¡Esto es una pasada! ¡Es total! ¡Felicidades, tío, joder! —Empezó a hacerme reverencias sin parar, una tras otra—. ¡No soy digno de vos!

—Para ya, tío. No hay para tanto. Todavía no he ganado nada…

—¿No hay para tanto? —volvió a gritar—. ¡NO-HAY-PARA-TANTO! ¿Me estás tomando el pelo? Pero si eres una leyenda, tío. Te has convertido en el primer gunter de la historia en encontrar la Llave de Cobre. Y en franquear la Primera Puerta. A partir de este momento eres un dios. ¿Es que no te das cuenta, loco?

—Te lo digo en serio. Basta. No necesito que me metas más miedo en el cuerpo. Con el que ya tengo me sobra.

—¿Has visto las noticias? El mundo entero está alucinando. ¡Y los mensajes en los muros de algunos gunters echan humo! Todos hablan de ti, amiguito.

—Lo sé. Escucha, espero que no estés enfadado conmigo por no decirte nada. Se me hacía raro no devolverte las llamadas ni contarte en qué andaba metido…

—Vamos, tío. —Me miró con desprecio—. Sabes muy bien que yo, en tu lugar, habría hecho exactamente lo mismo. El juego hay que jugarlo así. Pero… —se puso más serio— me intriga saber cómo fue que esa Art3mis logró encontrar la Llave de Cobre y franquear la puerta inmediatamente después de ti. Todo el mundo parece pensar que los dos trabajáis juntos, pero yo sé que es mentira. Así que cuéntame qué ha pasado. ¿Te estaba siguiendo, o algo así?

Negué con la cabeza.

—No. Ella ya había encontrado el escondite de la llave antes que yo. Según me dijo, el mes pasado. Pero hasta ahora no ha sido capaz de hacerse con ella. —Mantuve silencio unos instantes—. La verdad es que no puedo entrar en muchos detalles sin… ya sabes…

Hache levantó las dos manos.

—No te preocupes. Lo entiendo perfectamente. No quisiera que se te escapara algo sin querer. —Me dedicó su característica sonrisa de oreja a oreja, y sus dientes blancos, resplandecientes, parecieron ocupar la mitad de la ventana—. La verdad es que tendría que contarte dónde estoy en este momento…

Ajustó la cámara virtual para alejar el zoom y mostrar un plano más general de su paradero. Vi que se encontraba en lo alto de la colina de cima plana, en el exterior de la Tumba de los Horrores.

Me quedé boquiabierto.

—¿Cómo coño has…?

—Bueno, cuando anoche vi tu nombre en todos los informativos pensé que tú nunca habías tenido la pasta suficiente para viajar demasiado. Para viajar a secas, siendo más exactos. Así que se me ocurrió que si habías encontrado el escondite de la Llave de Cobre tenía que haber sido cerca de Ludus. O tal vez en Ludus mismo.

—Bien pensado —le dije, sinceramente.

—No tanto. Me pasé horas rebuscando en mi cerebro de pulga hasta que di con la idea de sacar el mapa de Ludus en busca de las características descritas en el módulo de la Tumba de los Horrores. Y cuando las encontré, todo encajó de pronto. Y ahora estoy aquí.

—Enhorabuena.

—Bueno, sí. Dado que tú me señalaste la dirección correcta, las cosas han sido bastante fáciles. —Se volvió para echar un vistazo a la tumba—. Llevo años buscando este lugar y ahora veo que está tan cerca de mi colegio que podía haber llegado a pie. Me siento como un gilipollas integral por no haberlo pensado antes.

—No eres ningún gilipollas —le dije—. Tú solo has tenido que descifrar «La quintilla», de otro modo no habrías sabido siquiera lo del módulo de «La Tumba de los Horrores», ¿no?

—¿O sea, que no estás cabreado? —me preguntó—. ¿Porque me haya aprovechado de lo que sabía de ti?

Negué con la cabeza.

—Claro que no. Yo habría hecho lo mismo.

—En cualquier caso, te debo una. Y no lo olvidaré.

Le señalé la tumba con un movimiento de cabeza.

—¿Ya has estado dentro?

—Sí. He salido para llamarte, mientras espero a que el servidor se reinicie a medianoche. La tumba está vacía ahora; tu amiga, Art3mis ya ha pasado por aquí hace unas horas.

—No somos amigos —puntualicé—. Ella apareció unos minutos después de que yo obtuviera la llave.

—¿Y luchasteis?

—No. En la tumba están prohibidos los combates PvP. —Consulté la hora—. Parece que todavía quedan algunas horas para el reinicio.

—Sí, he estado estudiando el módulo original de Dragones y mazmorras, intentando prepararme —añadió—. ¿Quieres darme algún consejo?

Sonreí.

—No, la verdad es que no.

—Ya me parecía a mí… —Hizo una pausa breve—. Escúchame. Tengo que preguntarte algo. ¿En tu escuela hay alguien que sepa el nombre de tu avatar?

—No. Siempre me he preocupado por mantenerlo en secreto. Allí nadie me conoce como Parzival. Ni siquiera los profesores.

—Bien. Yo he tomado la misma precaución. Por desgracia, varios de los gunters que frecuentan El Sótano saben que tanto tú como yo asistimos a clase en Ludus, por lo que es posible que aten cabos. Me preocupa uno en concreto…

El pánico se apoderó de mí.

—¿I-rOk?

Hache asintió.

—No ha dejado de llamarme desde que tu nombre apareció en La Tabla para preguntarme qué sé del tema. Yo me he hecho el tonto y al parecer ha colado. Pero si mi nombre también llega a aparecer en La Tabla, estoy seguro de que empezará a presumir de que nos conoce. Y cuando le diga a otros gunters que tú y yo somos alumnos de Ludus…

—¡Mierda! —solté—. Todos los gunters del simulador se acercarán hasta aquí en busca de la Llave de Cobre.

—Exacto —corroboró Hache—. Y dentro de poco la ubicación de la tumba será del dominio público.

Aspiré hondo.

—En ese caso, será mejor que consigas la llave antes de que suceda.

—Haré lo que pueda. —Levantó una copia del módulo de «La Tumba de los Horrores»—. Ahora, si me disculpas, voy a releer esto. Lo he estudiado más de cien veces hoy…

—Buena suerte, Hache —le dije—. Llámame cuando hayas franqueado la puerta.

—Si franqueo la puerta.

—Lo harás. Y cuando lo hagas, nos encontraremos en El Sótano y hablaremos.

—De acuerdo, amigo.

Se despidió de mí con la mano y estaba a punto de poner fin a la llamada cuando quise añadir algo.

—Eh, Hache.

—¿Sí?

—Tal vez te convenga desengrasar un poco tus dotes para las justas —le dije—. Ya sabes. Entre este momento y la medianoche.

Él pareció desconcertado un momento, pero luego comprendió y me sonrió.

—Te sigo. Gracias, tío.

—Buena suerte.

La ventana de vídeo se apagó y yo me pregunté cómo haríamos Hache y yo para seguir siendo amigos ante todo lo que teníamos por delante. Ninguno de los dos quería formar equipo con el otro, por lo que a partir de ese momento pasábamos a ser competidores. ¿Lamentaría en el futuro haberle ayudado ese día? ¿O me arrepentiría de haberlo conducido, imprudentemente, hasta el escondite de la Llave de Cobre?

Ahuyenté aquellas ideas y abrí el e-mail de Art3mis. Era un anticuado mensaje de texto:

Querido Parzival:

¡Enhorabuena! ¿Lo ves? Ya eres famoso, como te anticipé. Aunque parece que nos han arrojado a los dos a la luz de los focos. Da un poco de miedo, ¿no?

Gracias por chivarme lo de jugar a la izquierda. Tenías razón. No sé por qué, pero el caso es que en esa posición lo conseguí. Pero no creas por ello que estoy en deuda contigo ni nada parecido, señor. :)

Lo de la Primera Puerta es bastante fuerte, ¿no? No se parece en nada a lo que imaginaba. No habría estado mal que Halliday me hubiera dado la opción de interpretar el papel de Ally Sheedy, pero en fin.

Este acertijo nuevo es muy difícil, ¿no crees? Espero que no tardemos otros cinco años en descifrarlo.

Da igual, solo quería decirte que para mí ha sido todo un honor conocerte. Espero que nuestros caminos vuelvan a cruzarse pronto.

Sinceramente,

Art3mis.

P. D.: Disfruta siendo el número uno mientras puedas, tío. No va a durar mucho.

Releí el mensaje varias veces, sonriendo como un colegial atontado, y redacté la respuesta:

Querida Art3mis:

Enhorabuena a ti también. Estabas en lo cierto. La competitividad saca lo mejor que hay en ti.

No me des las gracias por el consejo de jugar a la izquierda. Aunque está claro que sí me debes una. :)

El nuevo acertijo está chupado. De hecho, creo que ya lo tengo resuelto. ¿Qué es lo que no entiendes?

Para mí también ha sido un honor conocerte. Si alguna vez te apetece que nos veamos en algún chat, dímelo.

QLFTA

Parzival

P. D.: ¿Me estás retando? Pues prepárese, señora.

Tras reescribirlo varias veces, pulsé la tecla de «enviar». Abrí entonces la ventana con el acertijo de la Llave de Jade y me dispuse a estudiarlo, sílaba por sílaba. Pero no parecía capaz de concentrarme. Por más que lo intentaba, mi mente regresaba a Art3mis una y otra vez.

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