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Buenos Aires, Argentina. 1943

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 Buenos Aires, Argentina. 1943

En las últimas reuniones que presenciamos con el GOU, que actualmente gobierna el país luego de lograr el golpe de Estado que nos anunciaron hace tiempo, los militares argentinos se mostraron dispuestos a cumplir sus promesas.

Hellmuth se ha convertido en un ser detestable que no para de trepar en el poder. Acaba de llegar de Alemania. Conoció al Monstruo gracias a la carta de recomendación que le dio Karl. No podíamos negarnos, si queríamos mantener nuestra fachada delante de los argentinos y nuestra vida delante del Führer. Hoy ha regresado. En medio de la reunión del GOU, y para que todos lo escucharan, nos entregó una carta escrita a mano por el propio Hitler, donde le pedía a Karl que viajara a Alemania para mostrar los avances de su trabajo.

El cerdo de Hellmuth estaba radiante por sus progresos y agradecido por nuestra maldita ayuda. Antes de sentarse, les mostró a todos la identificación que lo acreditaba como miembro de la RSHA, la policía secreta de Himmler.

Sobre la región pesa una presión fortísima de los EE.UU. para que ningún país comercie con Alemania. Sin embargo, anoche el propio Ramírez nos anunció que el cónsul Hellmuth viajará a Europa con una misión secreta: concretar la venta de armamento a Alemania. Para lograrlo deberá sortear muchos obstáculos y, si EE.UU. se entera de lo sucedido, pondría en peligro la economía argentina. Karl y yo se lo hemos señalado a todos: las presiones externas son fuertes, y el gobierno, débil. Pero no les importa. Ellos creen que, de ganar la guerra, Alemania recordará estos favores y los sostendrá en el gobierno con los recursos de su largo imperio. Además, confían plenamente en Hellmuth.

Si Alemania consigue un salvoconducto para seguir incorporando armamento, la guerra será eterna, y nuestra suerte, escasa. Lo hemos discutido con Karl y Lara hasta el amanecer. Debemos evitar ese triunfo de Hellmuth.

Esta mañana, Lara se ha disfrazado de monja y ha entrado a la embajada de EE.UU. en Buenos Aires llevando una breve esquela que Karl y yo hemos escrito en alemán. Si bien estamos en el mismo bando, no es seguro que los americanos sepan de nuestra verdadera actividad. Cualquier palabra de más podría ponernos en tela de juicio frente al Partido. Lara se ha entrevistado con el Cónsul, que aceptó atenderla creyendo que un militar argentino arrepentido le había entregado en su parroquia el dato de la misión de Hellmuth. Agradecido, prometió pasar la información a sus superiores.

Ver los diarios ha sido comprobar nuestra victoria. El propio presidente Roosevelt ha acusado a Hellmuth y a todo el gobierno argentino de colaborar con Alemania. La venta de armas ha sido interrumpida, y la presión económica americana ha aumentado. Será difícil que Argentina, y sobre todo sus militares devenidos en gobernadores, le declaren la guerra a Alemania. Pero al menos hemos hecho nuestro trabajo y los argentinos no podrán venderle material bélico al Monstruo.

Hoy Karl recibió un telegrama. El Monstruo insiste con verlo. ¿Hasta cuándo podrá postergar ese viaje?

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