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Buenos Aires, Argentina. Abril de 1966

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Buenos Aires, Argentina. Abril de 1966

Dentro de algunas semanas, la orquesta sinfónica de Berlín llegará a Buenos Aires para dar una serie de conciertos en el Teatro Colón. La mayoría de sus músicos provienen de Berlín Occidental, aunque los más virtuosos son refugiados del Este que han escapado de los rusos para establecerse al otro lado del Muro. Según las informaciones que tenemos, esto es frecuente. No puedo imaginarme Berlín dividido en dos, familias separadas, parejas rotas por culpa del Monstruo, que aún nos sigue atormentando desde el más profundo infierno. ¿Habrá muerto? Nadie pudo certificar que ese manojo de cenizas encontrado a la puerta del búnker fuera su cadáver. Quizá esté tranquilo, viviendo una vejez apacible en algún lugar secreto del mundo mientras los alemanes, separados a cal y canto, ven su país controlado por extranjeros.

Entre los concertistas, nos importa uno solo. No sabemos qué instrumento toca, ni su nombre, ni su descripción física. Lo único que nos han dicho desde Europa es que trae información clave para nosotros. Uno de tantos alemanes que, beneficiados por las giras laborales, podría evadir al espionaje ruso y americano y convertirse en un enclave fundamental para las distintas células antinazi desparramadas por el mundo. Esto ocurre frecuentemente, sobre todo con los músicos: sus estuches, cajas, carteras de cuero y hasta las mismas clavijas, cuerdas y teclados son usados como escondite para ocultar la información con nombres de agentes, pedidos de extradición, lugares considerados secretos, refugios de misiles, nombres de amantes y direcciones de todo tipo, escritos en los lenguajes y códigos más variados.

Lo único que sabemos es que esta persona hará contacto con uno de los empleados del Hotel Independencia de la avenida de Mayo, donde se alojará la orquesta, vigilada por agentes de la propia embajada alemana. Después de mucho discutir, Karl, Lara y yo hemos trazado un plan para contactarnos con el mensajero. Lo primero que debemos hacer es infiltrar a alguien dentro del hotel o convencer a alguno de los empleados para que, a cambio de dinero, consiga la información que esperamos. La misión es complicada: sabemos que algunos de los músicos se desempeñan como contraagentes para controlar las actividades de los músicos durante el viaje.

Gregorio ha cumplido dieciséis años. A veces pienso que no paso demasiado tiempo con él. ¿Vale la pena mi doble vida? ¿Es más importante viajar constantemente buscando nazis que estar presente en la vida de mi hijo? A veces siento unas ganas inmensas de contarle la verdad, de decirle que no ando por el mundo buscando amantes o escapando de mi casa, sino que pertenezco a una célula… ¿Me entendería? ¿Merezco ser comprendido? ¿O sólo acusado?

Finalmente hemos decidido investigar a los empleados del hotel para elegir al candidato más apropiado para contactar al músico alemán. Lara insiste en que debe ser una mujer: dice que los hombres tenemos menos tacto para estas cosas y somos permeables a cualquier tipo de presión. Además, y en esto Lara tiene razón, la sutileza femenina funcionaría mejor en una inexperta que en un inexperto. Las mujeres enfrentan mejor que los hombres las situaciones que requieren sangre fría. Kristen ha sido un ejemplo de eso. Yo no. Luego de fingir ser inspectores del Ministerio de Trabajo, hemos conseguido el legajo de las tres empleadas mujeres que trabajan en el hotel. Debemos seguirlas, investigarlas y decidirnos por una antes de que llegue la orquesta. Sólo tenemos tres semanas para eso. Por lo tanto, nos hemos dividido en tres: Lara seguirá e investigará a María Alicia Nuñez, yo a María Buena Heredia y Karl a María Cristina Ceballos.

Según las pericias de Lara, M. A. Núñez vive en Villa Ortúzar, un barrio de casas bajas pintadas de colores claros. Las casas comparten en general las medianeras a izquierda y derecha. A veces tienen patios interiores o al fondo, con alguna parrilla o escasos metros de césped desparejo. Núñez tiene dos hijos y un marido que repara bicicletas. Ella limpia las casas del barrio por la tarde y el Hotel Independencia por las mañanas. La familia parece unida y satisfecha con sus pequeños ingresos. Los fines de semana salen los cuatro al parque Saavedra con mate y facturas y una pelota de cuero desgastada. Fue en ese parque donde, ayer, Lara intercambió unas palabras con Núñez. Todo terminó abruptamente cuando el marido se acercó a ellas en forma poco amigable y su mujer dejó de hablar. Su carácter abnegado parece ser una causa más que suficiente para dejar de pensar en ella como nexo con el agente que esperamos.

Pasé todo un día siguiendo a M. B. Heredia. Hace dos años que llegó sola a la Capital, proveniente del centro de la provincia de Buenos Aires. Tiene 25 años, es soltera. Es la encargada de preparar los desayunos, almuerzos y cenas del hotel. Como la mayoría de inmigrantes locales, vive en una de las tantas pensiones del barrio de San Telmo, cerca de la Avenida de Mayo. Heredia tiene un salario que apenas le basta para sobrevivir. Trabaja de domingo a domingo. Sólo descansa cuando merma la clientela del hotel. He visto que un hombre va a visitarla a la pensión. Se apellida Elizondo, y pertenece a la Policía Federal o a la Marina, las informaciones que me dieron son confusas. Salvo este dato, que podría ser peligroso si Heredia le contase nuestros planes a Elizondo, sería una buena candidata para nuestras necesidades.

M. C. Ceballos es paraguaya y está casada con un albañil argentino. Tiene ocho hijos: cuatro del primer marido, tres del segundo y uno de su actual pareja. Viven en Avellaneda, frente al colegio Pío XII. De regreso, Karl ha soltado insultos porque no puede creer que un colegio lleve el nombre de ese Papa que tanto daño hizo durante el dominio fascista en Europa. Ceballos pasa todo el día en el Hotel Independencia: es encargada de la limpieza de pasillos, escaleras, ascensores y, a veces, también se desempeña como telefonista. Es atractiva, y según lo que pudo observar Karl, en más de una ocasión es abordada por clientes que confunden su rol en el hotel. El racismo es algo humano, despreciable y humano. Ceballos parece insegura y habla sola. Este rasgo pone en duda su elección.

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