Purga

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CUARTA PARTE » 17 de agosto de 1950

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17 de agosto de 1950

¡Por una Estonia libre!

Pero después, cuando Ingel y yo ya no estemos aquí, ¿cómo se las arreglará Liide con Martin, si lo que sospecho es verdad? A Liide podría pasarle algo, pero a pesar de todo no se lo deseo. ¿Comprenderá que, si el hermano de Martin dice la verdad, el destino de su marido puede ser igual de terrible? Intenté preguntarle si Martin le había hablado de su hermano y creo que pensó que estaba loco por preguntarle algo así. Cree todo lo que le dice Martin. Según Liide, su marido está tan enamorado de ella que nunca le mentiría.

Le pedí consejo a Ingel cuando me visitó, pero se limitó a negar con la cabeza, no supo decirme nada, o quizá no quiso. Le dije que había otras razones para que Liide no me dejase entrar en la habitación, aparte de que desde allí el altillo quedaba más lejos por si venía alguna visita. Eché un vistazo una vez que Pelmi empezó a ladrar y Liide me mandó esconderme rápidamente. Ella misma salió fuera. Era el ropavejero, que venía en su caballo. Pero yo entré en la habitación un instante y vi que allí tenían una bandeja para pasteles encima de la cómoda. Era igual que la de Theodor Kruus, lo recuerdo bien, estaba muy orgulloso de ella. Di un paso más para verla mejor y dentro había unos pendientes de oro con piedras preciosas incrustadas. Y hasta tenían un espejo, un espejo del tamaño de una ventana.

Sigue doliéndome la cabeza y a veces parece que me va a estallar. Ingel me trajo unos polvos para el dolor de cabeza. Tengo aún bastante carne salada y en el tarro de la leche queda un poco de agua. Ingel me trae más cuando Aliide no lo hace.

Hans Pekk,

hijo de Eerik,

campesino de Estonia

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